<![CDATA[EL PAÍS]]>https://elpais.comMon, 16 Jun 2025 00:45:41 +0000es-ES1hourly1<![CDATA[Los hombres que siempre estuvieron ahí o la carta de Poe en Ferraz]]>https://elpais.com/espana/2025-06-15/los-hombres-que-siempre-estuvieron-ahi-o-la-carta-de-poe-en-ferraz.htmlhttps://elpais.com/espana/2025-06-15/los-hombres-que-siempre-estuvieron-ahi-o-la-carta-de-poe-en-ferraz.htmlSun, 15 Jun 2025 03:40:00 +0000Un exultante Santos Cerdán de 47 años dio en febrero de 2017 una entrevista al diario Noticias de Navarra en la que no se andaba con chiquitas: “La ilusión está siendo tremenda, he visto a militantes llorar al paso de Pedro Sánchez”. Sánchez aspiraba a retomar el PSOE y le acompañaban en su poética cruzada tres de los mejores hombres de la fontanería del partido hoy imputados por delitos que dicen no haber cometido (si usted se los encuentra, quizá pueda contratarlos): Santos Cerdán, José Luis Ábalos y Koldo García. Pero la ola entonces era imparable, y una de las razones se debía a ese navarro nacido en Milagro, discreto y apacible, que comprendió a tiempo que pretendidos seres de luz como el candidato Sánchez necesitan a su lado seres oscuros que hacen el trabajo gris, convencen a las agrupaciones, devuelven llamadas, hacen promesas y se meten kilómetros; apenas dan entrevistas, apenas salen en la foto, apenas tienen bienes que declarar, orígenes humildes y rurales. Nadie sabe nunca cuánto dinero cuesta mantener a Gandhi pobre.

Para calibrar el impacto del presente hay que asomarse, como suele, al pasado. Santos Cerdán siempre estuvo ahí. “Confío plenamente en él, es leal, serio”, dijo Ábalos en 2019. Y como Ábalos estaba dedicado al Ministerio de Fomento, “quien lleva el día a día en Ferraz es Cerdán. Es el ejecutor”. Igual que en Sospechosos habituales, los Kayser Sozé del PSOE estaban contando la historia, ¿pero a quién? Ábalos era la mano derecha de Sánchez en el Gobierno y Santos Cerdán oficiosamente en el partido. Cuando Sánchez prescindió de Ábalos en el Gobierno y en el partido, ascendió a Cerdán. El detalle revelado por EL PAÍS este sábado sobre Santos Cerdán describe una época. Después de que el presidente del Gobierno defendiese hasta el último minuto a quien se declaró “sanchista de primera hora” cuando nadie confiaba en Sánchez, lo llama al despacho tras leer el informe de la UCO para que le reconozca a la cara que le mintió siempre. En uno de sus cuentos más célebres, Edgar Allan Poe coloca una carta a la vista de todo el mundo para que nadie obsesionado en buscarla la encuentre.

Que Sánchez y media cúpula del PSOE hayan dicho que la noche de la víspera se esperaban un informe bluf de la UCO como si la UCO fuese a sacar un disco experimentando con sonidos nuevos, sabiendo lo que ya sabían de Ábalos y también la relación estrecha de Ábalos y Cerdán, indica un grado de inoperancia y desconcierto previo al colapso. Que se haya querido solventar la monumental crisis con una petición de disculpas y una cara larga de profunda decepción (como si su decepción personal fuese equiparable a la estafa a la ciudadanía) es señal de desesperación. Y pretender agotar la legislatura compromete, directamente, la supervivencia del PSOE. El partido llegó al poder en 2018 mediante una moción de censura ejecutada contra la corrupción del PP mientras dos de sus personajes más prominentes y colaboradores íntimos del presidente, Ábalos y Cerdán, ya tenían diseñado su propio sistema de mordidas en contrataciones públicas para ejecutar desde el Gobierno. Y un tercero, al que Cerdán coloca con Ábalos y del que se hace íntimo, Koldo García, los estaba grabando a todos.

Todo eso, con Ábalos como ministro de Fomento. Porque ya como ministro de Transportes desplegó un día un mapa delante de su asesor, Koldo García, y se puso a escrutar carreteras secundarias de Andalucía, comentando sus características y observando sus virtudes, para deducir cuáles eran las idóneas por las que desplazar prostitutas a su encuentro. Y con estas imágenes y esas transcripciones tienen que ir tirando los compañeros de Ábalos y Cerdán el resto de legislatura, en algunos casos después de poner la mano en el fuego por ellos. Que fue como poner la mano en el fuego en el incendio del edificio Windsor.

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Claudio Álvarez
<![CDATA[Deriva]]>https://elpais.com/opinion/2025-06-11/deriva.htmlhttps://elpais.com/opinion/2025-06-11/deriva.htmlWed, 11 Jun 2025 03:30:01 +0000Este lunes, una pareja de ancianos salió a pasear por Leganés con altas temperaturas, los dos enfermos de alzhéimer. En algún momento se desorientaron y se perdieron el uno del otro. La Policía Nacional encontró al hombre dentro de una zanja de dos metros de altura de la que no era capaz de salir. Un dron encontró en otro lugar, en una zona de campo, a la mujer tendida en el suelo, hecha un ovillo, desvanecida. Quizá, una de las noticias del año, todavía por contar. Esa imagen, la de un cuerpo sin identificar de una mujer tirada en un páramo, ilustra la historia. Es una imagen impactante. Recordé un verso de mi poeta, César Vallejo: “Yo nací un día que Dios estuvo enfermo”. Recordé el día en que me senté en un banco de Madrid a hacer tiempo, huraño como suelo, sin intención de saberme acompañado en el mundo, y a mi lado se sentó un hombre muy mayor. Yo leía y él asomaba la cabeza de vez en cuando hasta que me giré con una sonrisa, enseñándole la portada porque soy huraño pero amable cuando ya no queda más remedio, y me dijo: “No, ya no puedo leer. Quería preguntarle, si no le molesta, qué hago aquí”. Y qué hacemos todos, pensé. Al rato llegó su hijo ofreciendo disculpas. El anciano me había preguntado qué hacía allí, pero bien pudo preguntar quién era: ya no sabía ni lo uno ni lo otro. Recordé algo escrito hace muchos años, quizá 20, en Diario de Pontevedra, una escena que había visto en la calle Augusto García Sánchez en el que la mujer le quita al hombre una miga de pan de la barbilla mientras discuten, y cómo en ese gesto se reúne todo el amor de una vida: hasta en la guerra y en el desgaste y quizá el odio, hay que algo que todavía late y tiene que ver con la dignidad. A esa pareja de ancianos de Leganés la enfermedad le arranca también la dignidad, una cabeza a la deriva pone a la deriva el cuerpo, y la biografía de los dos termina siendo encontrada por un dron. Es desolador y seguramente evitable.

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FEDERACIÓN DE ALZHEIMER DE LA COMUNIDAD VALENCIANA
<![CDATA[Una radiografía de París 2025, la final inolvidable]]>https://elpais.com/deportes/tenis/2025-06-10/una-radiografia-de-paris-2025-la-final-inolvidable.htmlhttps://elpais.com/deportes/tenis/2025-06-10/una-radiografia-de-paris-2025-la-final-inolvidable.htmlTue, 10 Jun 2025 03:15:00 +0000Hay partidos, como la final de Roland Garros 2025, que incorporan, después de la euforia por lo que has visto, una pequeña sensación de tristeza. ¿Volveremos a ver algo igual? ¿Será posible ir aún más allá? ¿Se puede jugar mejor al tenis? La respuesta es sí, ¿pero cuándo y cuánto? ¿Qué margen deja esta final para que otra pueda considerarse mejor?

Del mismo modo que el ser humano puede correr los 100 metros lisos en 9,58 (Usain Bolt, 2009), tenemos tanta seguridad de que algún día ese récord se puede romper como que el ser humano, por mucho que se proponga, no bajará de los nueve segundos en muchas décadas, ni de los ocho en siglos, y aun así se necesitaría una evolución del Sapiens.

Es decir, hay límites, también en el tenis. Y Carlos Alcaraz y Jannik Sinner, en algunos momentos del partido de este domingo, exploraron esas fronteras, las pisaron, amenazaron con cruzarlas en algún momento. Hubo puntos en los que sencillamente no se podía jugar mejor: no se podía pegarle más fuerte a la bola, no se podía ajustarla más a la línea, no se podía ir a más velocidad por tierra batida, no se podía estar más concentrado. Y todo esto, en la central de Roland Garros, durante la final de un Grand Slam a cinco sets, y desfilando por todas las emociones posibles en cinco horas y media para los fans de los dos tenistas, con alternativas hasta en el último set, cuando Sinner parecía doblar la rodilla y de repente se adelantó, y parecía hacer suyo el partido nuevamente.

Tuvo la final, por tener, hasta el regreso mitológico del héroe cuando, en el cuarto set, Sinner tuvo tres bolas de partido (0-40) con ya dos sets arriba. Es decir, victoria por liquidación de un tipo que en París este año no había perdido ningún set. ¿Mejor que Wimbledon 2008, Nadal-Federer? ¿Mejor que Wimbledon 1980, Borg-McEnroe? Para gustos. Pero sí: este ritmo no es el de entonces, ni esta fuerza, ni esta velocidad. Es pura evolución. El tenis ha entrado en una dimensión nueva este domingo y lo ha hecho de la mano de sus dos mejores apóstoles, dos chicos de 22 y 23 años que ofrecieron un espectáculo sublime.

Algo más: el miedo que dio Sinner en algunos tramos de partido y por qué era preferible, por el bien de la especie, que ganase Alcaraz. El italiano fue una máquina no casi perfecta, sino perfecta en muchos juegos. Llegaba a todo, lo golpeaba todo y lo ajustaba todo. Había algo ahí de inteligencia artificial en evolución suprema. Y cuando se enfrentan alguien que no falla nunca y otro que falla a veces, hay que ir siempre con el que falla a veces. El error (el ensayo-error más bien) nos hace únicos. Alcaraz empezó a variar: bolas cortas para traerlo a la red, bolas largas para prepararle una dejada, ángulos para cansarle las piernas. Y cuando uno tiene tal variedad de recursos y juega tanto la cabeza, se expone y falla más. Sinner, imperturbable, cañoneaba y corría la pista como una máquina procedente del futuro que vino a olisquearlo todo y a todo llevárselo por delante. Alcaraz representaba de alguna manera la resistencia del ser humano a que las cosas sean perfectas siempre, la necesidad que tiene el ser humano de avanzar curioseando, probando, divirtiéndose: jugar al tenis como uno juega en la vida, estrellándose de vez en cuando, saltando en los charcos, pasárselo bien y hacer pasárselo bien a los demás.

Que no vaya esto en detrimento de Sinner. Tipo espectacular, por otro lado. Corrigió al juez de silla una bola que dio mala de Alcaraz, y a él le “robaron” un saque malo de Alcaraz que ni el juez de silla ni el línea vieron, y eso que era un punto importantísimo que finalmente perdió. Su tenis, por lo demás, es tan perfecto que asusta. Pero es más monocorde que el de Alcaraz, es más seguro, tiene menos colores en la paleta. La victoria de Carlos Alcaraz este domingo, una de las más importantes victorias de la historia del deporte español (y será que no está alto el listón en el tenis, Rafa), es también la victoria de la aventura, de lo inesperado, de la sorpresa. De un tenis divertido y expuesto, más vulnerable, pero también, cuando llega la velocidad de crucero, un tenis ganador que pone a temblar a la gente de pura felicidad.

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Stephanie Lecocq
<![CDATA[¿Cuánto tiempo puede esconderse el terrorista más buscado del mundo? ]]>https://elpais.com/television/2025-06-10/cuanto-tiempo-puede-esconderse-el-terrorista-mas-buscado-del-mundo.htmlhttps://elpais.com/television/2025-06-10/cuanto-tiempo-puede-esconderse-el-terrorista-mas-buscado-del-mundo.htmlTue, 10 Jun 2025 03:30:01 +0000Cofer Black, director del Centro de Antiterrorismo de la CIA, estaba admirando poco antes de las nueve de la mañana el “hermoso día” que hacía el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York. “Era un día precioso y soleado, el cielo estaba completamente azul”, dice a las cámaras de Netflix en el documental Cacería implacabe: Bin Laden. Sin embargo, algo perturbaba su visión: un agujero negro enorme en una de las Torres Gemelas. “Debe de ser el peor piloto del mundo. ¡Con el día tan claro que hace!”, pensó. En ese momento sonó su teléfono. Un agente de inteligencia estaba en la otra torre, y recibió una información delicada: “Pude ver el sistema de control del vuelo: fue un choque intencionado”. Y más: “Ha habido otro impacto, debo abandonar mi puesto”. George Tenet, director de la CIA, avisó de que había que evacuar la agencia. A Black le pareció bien, pero su unidad, dijo, se quedaba. Aquello tenía toda la pinta de ser una agresión externa, y Cofer Black dirigía un centro dedicado a prevenirlas. “Somos soldados, si hay que morir, se muere”. Y así fue cómo, en media hora, Black pasó de admirar el estupendo día en Nueva York, a considerar su propia muerte y la de todo su equipo.

Mientras, Michael Morrell, informador diario de la CIA del presidente George Bush, se acerca al oído de su jefe en la escuela de Sarasota, Florida, en la que Bush lee con el aula el cuento La cabritilla mascota, la historia de una niña cuyo padre tiene una cabra como mascota que ayuda a atrapar a un ladrón. Morrell le dice que un avión se ha estrellado contra una de las torres y que todo parece indicar que es un accidente. La lectura continúa (los niños en coro, Bush con ellos) y la CIA informa a su agente: fue un avión comercial grande. Y luego, otro avión comercial en otra torre. Morrell se vuelve a acercar a Bush, en medio del acto con los niños, y le informa del segundo impacto: “América está siendo atacada”. El presidente ya no lee ni canta, sino que se queda escuchando a los niños absorto. A su lado, Morrell tiene una preocupación: ¿y si otro avión secuestrado por los terroristas se está dirigiendo al colegio?

El despegue del Air Force One con Bush dentro fue extraordinariamente en vertical para evitar ataques. Sobrevoló el golfo de México un buen rato escoltado por cazas que tenían el objetivo de interponerse si se lanzaba un misil tierra aire contra el avión presidencial.

Osama bin Laden en una imagen de 'Cacería implacabe: Bin Laden'.

Un avión más se estrelló contra el Pentágono. Y a otro secuestrado por los terroristas, el United 93, llegaron noticias de para qué se estaban utilizando los aviones secuestrados. Así que los pasajeros, conscientes de que iban a morir, se enfrentaron a los asesinos y consiguieron estrellarlo antes de que llegase a su destino, el Capitolio. Las conversaciones de esos pasajeros con sus familias ponen los pelos de punta, así que quedémonos con una más ligera, la de una mujer que, probablemente en los primeros momentos, deja este mensaje en un contestador: “Parece que hay un problemilla en el avión”. Es desoladora la conversación con la torre de control.

–United 93, ¿alguna información?

–Sí, está en tierra.

–¿Cuándo ha aterrizado?

–No ha aterrizado

Cuenta atrás

Así arranca, a un ritmo de crucero y bien montado, una música tensa y algunas, pocas, imágenes inéditas del día de los ataques (impresionante que todavía aparezcan algunas), el documental American Manhunt (Cacería implacable: Bin Laden), sobre un asunto trillado del que nunca se podrá contar toda la verdad, pero sí aproximarse a ella de manera efectiva: ¿cuánto puede aguantar escondido el terrorista más buscado del mundo por los mejores servicios de espionaje? 3.519 días, casi nueve años.

El 11S, Estados Unidos ya conocía el nombre de su enemigo público número 1. La revisión de la lista de pasajeros dio con un nombre vagamente conocido y relacionado con Al Qaeda. La Casa Blanca no tuvo dudas: Osama Bin Laden llevaba años queriendo atacar Estados Unidos e intereses estadounidenses. Se lo dijo Keller a Bush: “No fue un Estado, fue Al Qaeda, apostaría el futuro de mis hijos a que fue Bin Laden”. Así que la cuenta atrás se puso en marcha de manera inmediata para encontrarlo. Incluyó aquello el bombardeo de un país, Afganistán, la demolición del régimen que le daba cobertura, el de los talibanes, y el registro sobre el terreno, cueva a cueva, de Tora Bora en búsqueda del líder de Al Qaeda.

La miniserie documental cuenta con fuentes extraordinarias, algunas de ellas anónimas. Casi todas relacionadas con los servicios de inteligencia: Gina Benett, Cindy Storer, Tracy Walder o Kevin Shaeffer (único superviviente de su departamento tras el ataque en el Pentágono). Fueron, ellos y sus superiores, los que llegaron a una pregunta clave: “La cuestión no es dónde está Bin Laden, sino quién puede estar con él”, y a partir de ahí desenmarañar una red tupida con tres nombres propios. Uno de ellos no contaba con foto. Los soldados estadounidenses habían encontrado una cinta en Tora Bora en la que Bin Laden explicaba el atentado, y apuntaba a la cámara y decía Mukhtar, y daba bendiciones a Mukhtar, y el hijo de Bin Laden también lo llamaba de un lado a otro: “Mukhtar, Mukhtar”. Del círculo estrechísimo de Bin Laden, pero sin rostro. Meses después cayó el primer nombre importante, Abu Zubaydah. Fue encontrado en 2002 en Faisalabad, Pakistán, y herido de gravedad. “Manténganlo vivo”, ordenó la CIA. Interrogado en la cama del hospital, señaló la foto de un muestrario de imágenes. “¿Quién es Mukhtar?”. “Este”, dijo, y señaló a un tipo que hizo que al agente estadounidense le temblase todo. Era Khalid Shaikh Mohammed (KSM), que ya había atentado contra las Torres Gemelas en 1993 y estaba obsesionado con acabar con ellas. Se desconocía que estuviese con Al Qaeda y tan cerca de Bin Laden. “Se me encendió la bombilla y conecté todos los puntos: el 11-S fue obra suya, él fue el ideólogo y arquitecto de los atentados terroristas”, dice a cámara Ali Soufan, agente especial del FBI.

Una imagen de 'Cacería implacabe: Bin Laden'.

Zubaydah, por cierto, fue el primer detenido sometido a tortura autorizada por la CIA, incluyendo waterboarding (ahogamiento simulado). En 2014, el Senado de EE UU reconoció que la información obtenida bajo tortura no fue decisiva y que se sobrestimó su rol en al-Qaeda. Está preso en Guantánamo desde 2006, sin cargos formales ni juicio hasta hoy, 19 años después. El de las torturas en Guantánamo es un asunto del que se habla en el documental y que tuvo consecuencias en forma de dimisiones en algún entrevistado.

La detención de KSM estrechó el círculo (“más por lo que no dijo que por lo que dijo”) hasta el mensajero de Bin Laden. Y surgió la necesidad de Estados Unidos, más allá de drones e imágenes satelitales, de tener a un equipo sobre el terreno. Curiosa vida la de ese hombre, Abu Ahmed al-Kuwaiti, mensajero del líder de Al Qaeda. Sus estrictas medidas de seguridad (quitaba la batería de los móviles al acercarse a Abbatabod, no tenía cuenta corriente, ni identificación) y las medidas de la casa de Bin Laden, en una zona turística de Pakistán, llamaron la atención del equipo de la CIA sobre el terreno. En esa casa no se sacaba la basura, se quemaba, y la tercera planta tenía un muro en lugar de balcón, por tanto, se quedaba sin vistas. Una familia de las tres que vivían allí, no salía nunca. Un hombre subía a la terraza del tejado y caminaba en círculos: fue captado por los satélites y, midiendo su sombra gracias a la posición del sol, estimaron que era una altura parecida a la de Bin Laden. Como uno de esos famosos que cruzan la Gran Vía madrileña con gorra, gafas y mascarilla, también Bin Laden y sus lugartenientes llamaron la atención por su perfección a la hora de esconderse.

Los seals entrenaron durante semanas sin saber si al final actuarían (operación arriesgadísima en un país extranjero que podría incluso declarar una guerra, es una de las mejores partes del documental: política en crudo, incluyendo el secreto máximo de la intervención que casi nadie sabía). Se construyó un complejo exactamente igual al de Bin Laden (cambiando las estancias de dentro, que no conocían) que desmontaban por las noches para evitar llamar la atención, y en el que ensayaban un asalto que casi se va al traste la madrugada del 2 de mayo de 2011, cuando uno de los helicópteros se estrelló (sin víctimas), llamando la atención de tuiteros y vecinos que se presentaron fuera de los muros y a los que se les dijo, conteniéndolos, que eran maniobras del ejército pakistaní.

Robert O’Neill, exmiembro del Navy Seal Team 6 (“había equipo 1, 2 y 3, y a este le llamamos el 6 para desconcertar: ¿dónde estaban los 4 y 5?“), cuenta cómo se encontró cara a cara con Bin Laden y le disparó en la cabeza y el pecho. Pero otro seal, que no sale en el documental, dice que no fue él, y hay discusión al respecto. Estados Unidos nunca ha confirmado el nombre del soldado que mató a Bin Laden.

2.977 personas murieron el 11 de septiembre en Estados Unidos por la acción de 19 terroristas de Al Qaeda.

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<![CDATA[Lo que no mata engorda ]]>https://elpais.com/espana/2025-06-08/lo-que-no-mata-engorda.htmlhttps://elpais.com/espana/2025-06-08/lo-que-no-mata-engorda.htmlSun, 08 Jun 2025 14:55:26 +0000Ha encontrado el PP en la palabra “mafia” un filón electoral curioso, siempre atentos los partidos a cualquier posibilidad de engrosar el lenguaje y tensar aún más la cuerda: se ve que no se rompe y, si se rompe, la culpa será de otros. Y bajo esa llamada, la de “Mafia y democracia”, convocó en Madrid Alberto Núñez Feijóo (camisa blanca, ya en pleno look Bueu de veraneo), a miles y miles de simpatizantes de todo el país que llegaban en riadas a la plaza de España por la Gran Vía, por Princesa, por Conde Duque. Por esa última, un cartel funcionaba como declaración de intenciones del ambiente: una rata con la cara del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y una larga ristra de adjetivos: “traidor”, “felón”, “corrupto”, “populista” y luego, calmándose la cosa, “soberbio” y “arrogante”. “Imprudente”, faltó. Las peticiones estaban a la altura: “Venimos a que se nos devuelva la democracia. A España se la han arrebatado”, decía un matrimonio de Valencia, Raúl y Elisa, que llegó la noche anterior a Madrid. En el estrado, Ayuso usaba en ese momento su palabra fetiche: “libertad”. Ella no la tiene, dice, para decir lo que va a decir de un momento a otro. Llega la dictadura, avisó, que nadie se lleve las manos a la cabeza: entra “a sorbos”. Y en ese momento, como en una coreografía perfecta, mucha gente bebió porque lo más importante, cuando cambia un régimen, es que te pille hidratado.

Cientos de manifestantes, este domingo en la plaza de España de Madrid.

Hablemos del calor. Hablemos del calor para no hablar del adolescente al que sus padres ayudaban a colocar en la cintura la bandera del águila a la altura de la plaza de Cubos (este cronista sólo vio una, esa, pero en qué momento). Más de treinta grados, miles de personas amontonadas y todos los bares de la zona con colas para hacerse con agua. Un DJ, El Pulpo, pinchando Venezia como guiño felicísimo, artístico, sutil, a que en España gobierna la mafia (un codazo cómplice como aquel de la película Camarón cuando, para evitar sacar la heroína, nos los pusieron montando a caballo). Ambiente festivo pese al soberano enfado que se traían todos y, esto es importante, acto rápido en el que sólo hablaron Almeida, Ayuso y Feijóo. Presentes también, Aznar y Rajoy (Rajoy un domingo de junio en Madrid, con estos calores, en lugar de estar tomando el vermú en la Taberna del Náutico de Sanxenxo tenía la misma expresión que aquel 11 de octubre de 2008, cuando un micrófono le pilló diciendo: “Mañana tengo el coñazo del desfile”.

Mira uno a 2008 y mira ahora, y parece que han pasado 50 años, seguramente hacia atrás. El día anterior a la manifestación convocada por el PP, se produjo una mucho más pequeña pero pavorosa, en la plaza de Chamberí: varias decenas de neonazis vestidos de negro concentrados al calor vibrante, decían, de la patria. No es la primera ni la última reunión, y las ha habido más multitudinarias. Insistió Feijóo en la moderación, en la centralidad de su partido, y la mayoría de la inmensa manifestación asentía y aplaudía (aunque reservaba sus mimos a Ayuso). Feijóo pelea contra un Gobierno descosido por los escándalos pero con un margen de perdón amplísimo por la presencia de Vox en los gobiernos populares y, al mismo tiempo, por acercar junto a él unas nuevas generaciones de derecha que se le van, sin aspavientos ni dramas, a la extrema derecha.

Hay en la relación literariamente formidable entre el PP y Vox un parecido lejano al parasitismo del cuco. Que pone sus huevos, mimetizándolos, en el nido de otra especie. Que cuando nace el cuco, lo primero que hace es deshacerse de los otros polluelos precipitándolos al vacío para quedarse todos los recursos. Los padres adoptivos crían a los cucos sin saberlo. Y, cuando el polluelo del cuco suele ser mucho más grande que los padres engañados, estos siguen alimentándolos.

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Samuel Sánchez
<![CDATA[Crimen sin víctimas]]>https://elpais.com/opinion/2025-06-04/crimen-sin-victimas.htmlhttps://elpais.com/opinion/2025-06-04/crimen-sin-victimas.htmlWed, 04 Jun 2025 03:30:01 +0000Hace unos meses, la Europol detuvo a 25 personas por producir pornografía infantil generada exclusivamente a través de la IA. Esto es: niños que no existen siendo víctimas de agresiones sexuales por parte de adultos inexistentes. “El contenido es totalmente artificial y no aparece ninguna víctima real, pero contribuye igualmente a la cosificación y sexualización de los niños”, dijo la Europol. Harshita K. Ganesh, especializada en derecho penal, tecnología y ética, con especial interés en la regulación de IA y la protección de menores en entornos digitales, publicó en 2022 un ensayo repleto de ángulos interesantes, tanto como inquietantes (por ejemplo: un porcentaje alto de estadounidenses cree que no es inmoral el consumo de pornografía infantil generado artificialmente).

En otro de esos enfoques, la autora, asumiendo se trata de una postura polémica sujeta a debate profundo, sugiere que la pornografía infantil generada por IA podría llegar a reducir la demanda de la real. Si bien ella misma aclara que, aunque hay estudios que concluyen que muchos de esos consumidores de esta pornografía no llegan a delinquir físicamente, existe riesgo de que lo hagan.

Hay otras dos vertientes: la del tipo que crea esta pornografía y la vende a otro para extorsionarlo, y la del que la puede usar para cazar a posibles pederastas.

“El porno, incluso el sintético, no se ve para pensar, se ve para excitarse”, me escribe el investigador en el MIT, y profesor del IE, Miguel Alexandre Barreiro. “Cuando eso se basa en cuerpos de niños, aunque sean inventados por IA, se está reforzando un deseo peligroso, no cuestionándolo. Es alimentar una fantasía. Y el deseo funciona por repetición: lo que excita, se normaliza; eso no es inocente”.

El consumo de porno legal, sobre todo a edades tempranas, tiene (depende del consumo, como todo) efectos nocivos cuando el sexo se desplaza de la imaginación a lo real (se pretende imitar lo que se ve, como el trato vejatorio a la mujer). Es comprensible entonces sospechar que un pedófilo que consuma pornografía infantil, y lo haga de forma compulsiva y no culpable porque es generada por la IA, acabe teniendo ganas de más, bien con pornografía real o con agresiones reales. El deseo trastornado, como el deseo, tiende a crecer con la repetición y la fantasía. Y aunque otras investigaciones adviertan de que el porno con IA puede funcionar como cortafuegos, la ley debe proteger al vulnerable, debe seguir castigando el crimen sin víctimas.

Excepcionalmente, por si las hubiera.

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<![CDATA[El otro triunfo de Luis Enrique]]>https://elpais.com/deportes/2025-06-01/el-otro-triunfo-de-luis-enrique.htmlhttps://elpais.com/deportes/2025-06-01/el-otro-triunfo-de-luis-enrique.htmlSun, 01 Jun 2025 20:26:03 +0000La ciencia de contar historias (Capitán Swing), de Will Storr, es un libro interesante y revelador. En él se desmenuza uno de los aspectos más sexys del poder: la narración. En las primeras comunidades humanas, la información era vital y servía para ordenar jerarquías. En el caso de que se pusiese a circular un rumor que afectase a alguien que había antepuesto los intereses del grupo a los suyos, “una ola de buenos sentimientos inundaba a los receptores de la narración”. Sin embargo, si ese rumor señalaba a alguien ruin y egoísta, predominaba una emoción que obligaba al grupo a castigar al protagonista. De este modo, la narración, la historia, el talento para ejecutarla, era la justicia en aquellas primeras poblaciones.

Lo impresionante es lo poco que ha cambiado eso. Los expertos en comunicación entre pájaros descubrieron hace años algo maravilloso: “Los cuervos no solo están atentos a los cotilleos que cuentan las bandadas vecinas, sino que prestan aún más atención cuando se cuenta la historia de algún pájaro que ha perdido estatus”. En el libro, por cierto, se relata que los grillos llevan un recuento de sus victorias y fracasos contra rivales de la misma especie. Un grillo que ha ganado varias peleas tiende a ser más agresivo y confiado en enfrentamientos posteriores. Un grillo que pierde repetidamente tiende a evitar peleas o mostrarse sumiso ante otro. El relato importa.

Cuando hace un año Movistar anunció un documental sobre Luis Enrique, tuve mucha curiosidad. Era imposible que fuese un documental al uso de los que ahora se ruedan por docenas con el beneplácito (casi la exigencia) de la influencer veinteañera de turno. La relación de Luis Enrique con los medios era de franca tensión, a ratos irritante. Pero ya, como seleccionador, se había destapado como streamer, y le había ido bien. Esta vez, sin embargo, fue más allá. Dejó entrar a las cámaras hasta el último rincón del vestuario, en donde suplicaba a Mbappé que, ante un partido decisivo de Champions, presionase con toda su alma la salida del balón del rival (“las vueltas que da la vida, el destino se burla de ti”, cantaba Yosi).

Hizo algo aún más valioso: permitió que el cuadro abarcase a su familia. Lo que su mujer y sus hijas sufren o disfrutan cada partido, cada portada de la prensa francesa, cada víspera de partido delicado. Y el recuerdo, claro, de la hija fallecida, Xana, a los 9 por un osteosarcoma. El factor humano, el tipo que fuera del trabajo tiene una vida que a veces se superpone y a veces transcurre en paralelo a la vida pública. Con naturalidad (la rajada al Barça de Xavi, la soledad de vivir en un campo de entrenamiento, el “no tenéis ni puta idea” dicho sin ironía a los que creen tenerla de fútbol), no como cuando Sergio Ramos se graba en su documental desayunando con Pilar Rubio y contesta a las preguntas de su mujer como si estuviera en una rueda de prensa.

La percepción que tenemos de Agassi es distinta desde Open porque se enseñó a sí mismo bajo la ducha con el cuerpo destruido después de una final, y nos contó que usaba pelucas por complejo de calvo, y nos dijo que su padre le drogaba de niño y era un animal sin empatía cuando el chico perdía. Es el coraje de atreverse a contar una historia lo que te hace llegar a todo el mundo. No fue tan descarnado Luis Enrique en su documental (No tenéis ni p*** idea), pero lo que dejó ver, bueno y malo, era auténtico. Lo auténtico puede causar estragos en las primeras impresiones, pero a largo plazo suele procurar alivio al que prefiere desprenderse de la peor esclavitud del ego: lo que opinen de ti los demás.

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Dan Mullan
<![CDATA[Artistas con pistola]]>https://elpais.com/opinion/2025-05-28/artistas-con-pistola.htmlhttps://elpais.com/opinion/2025-05-28/artistas-con-pistola.htmlWed, 28 May 2025 03:30:01 +0000Vista Proust y las artes, exposición en el Museo Thyssen de Madrid. Regular sabor de boca. Pero hay muchos asuntos interesantes que abordar. Entre ellos, un retrato magnífico de Proust en el que está sentado con las piernas cruzadas, y detrás de él aparecen Robert de Flers y Lucien Daudet. Daudet apoya su brazo en el hombro de Proust y lo observa. Es el único de los tres que mira a alguien. En la exposición se aclara que esa fotografía no gustaba a la madre de Proust. Un crítico, Jean Lorrain, escribió una crítica tan violenta sobre Los placeres y los días, primer libro de Proust, que llegó a abalanzarse sobre su vida privada, dando a entender que Proust tenía una relación con Daudet (que la tenía, pero Proust jamás permitía que su sexualidad se diese a conocer públicamente). Proust reacciona retando a duelo a Lorrain. Lorrain es escandalosamente homosexual de usos y vestimentas chirriantes. Se presentan en un bosque con sus padrinos a las tres de la tarde (Proust tenía pánico de que el duelo fuese por la mañana, pues las pasaba en cama escribiendo). Dispararon los dos con una puntería ridícula, uno al suelo y otro a los cielos, y dieron su honor por reparado. Lo curioso es que Proust contaría después que nunca le llegó a ver la cara a Lorrain, salvo en aquel bosque y a mucha distancia. Ni antes, ni cuando dispararon, ni después. En su obra maestra que escribió después, En busca del tiempo perdido, hay un párrafo esclarecedor de usos y costumbres proustianas que dice que de la misma manera que un hombre inteligente no teme parecer necio a otro hombre inteligente, un hombre elegante no tendrá miedo de ver ignorada su elegancia por un gran señor, pero sí por un patán. Quizá de ahí la idea del duelo a pistolas contra un hombre que despreciaba. En Contra Sainte-Beuve es más claro: literatura es lo que se hace pese al autor, no a propósito de él. Aunque con esa puntería, qué más da.

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Jaime Villanueva
<![CDATA[Se va del Madrid algo que no está en el mercado: te toca o no te toca]]>https://elpais.com/deportes/futbol/2025-05-26/se-va-del-madrid-algo-que-no-esta-en-el-mercado-te-toca-o-no-te-toca.htmlhttps://elpais.com/deportes/futbol/2025-05-26/se-va-del-madrid-algo-que-no-esta-en-el-mercado-te-toca-o-no-te-toca.htmlMon, 26 May 2025 03:15:00 +0000Luka Modric fue un empeño de Mourinho que el antimourinhismo, casi tan envidiable como el antimadridismo, se empeñó en ridiculizar con muy poca prudencia. Pero ni siquiera estaban siendo originales. Ya cuando llegó al Tottenham se enfrentó a la sospecha, cuando no burla, de los aficionados; también fue víctima de la desconfianza de sus propios compañeros. ¿De verdad aquel tipo bajito, escuálido, que parecía un chico de los recados, iba a encargarse del juego del equipo? Los primeros partidos alimentaron el debate. La prensa puso el foco en su físico: la Premier exigía fuerza y músculo. Pero la Premier lo que exigía era lo que exige siempre el fútbol: un tipo que sepa qué hacer con el balón. “Modric hace que todo funcione sin que se note demasiado”, resumió Mourinho años después.

En Madrid, Mou lo bajó al eje del equipo y le enseñó otra posición, a priori más exigente de músculo y pulmones. Dio igual. Una primavera en Mánchester, Champions League, rompió el escaparate. Si todo eso podía hacer Modric, la siguiente época sería suya. Tenía una visión de juego fuera de lo normal, un despliegue físico sofocante y, sobre todo, movía la pelota dos segundos antes que los demás. Tenía a Cristiano y a Benzema delante. Tenía a Marcelo y Ramos detrás. Y la siguiente temporada tendría a su lado a Casemiro y Kroos. Además, tiraba buenos córners. Tirar buenos córners es importante en los descuentos. Modric tiró uno en la final de Lisboa y cambió para siempre la historia del Real Madrid y reventó el candado de los cajones de una década extraordinaria, los años extraordinarios, las remontadas extraordinarias.

Había algo en el juego de Modric íntimamente relacionado con la alegría. Tenía que ver con el fútbol y sus maneras de entenderlo. Modric lo entendía como había profetizado Mou: cambiando el juego del equipo al ritmo que exigía el resultado sin mucha farándula, subiendo la marea ofensiva cuando el rival se asustaba y exhibiendo una calidad individual que no era otra cosa que pura necesidad: a donde no llegaba su altura o su fuerza, llegaban de sobra sus controles, sus pases, sus amagos. Modric hizo del Madrid un equipo alegre, una afición alegre, un palmarés alegre. Circula por ahí un montaje en el que lo muestra joven de piel lisa con su media melenita cuando llega al Bernabéu junto a una foto suya de ahora, más arrugado, más gastado: eso es porque ha reído mucho. Y nos ha hecho reír un montón. No por gracioso sino por jugadorazo.

Su adiós es el cierre definitivo a una época que se ha ido clausurando capítulo a capítulo hasta la estampida final, él y Ancelotti. Nos despedimos de todo siempre a plazos porque creemos que así pausamos el tiempo. No pausamos nada. Carvajal ya es el único jugador que queda del Madrid que ganó la Champions en Lisboa. Hay muchas imágenes simbólicas de estos años, pero la más repetida es la de Modric yendo a sacar un segundo córner en esa prórroga. Hace un gestito con la cabeza como para apartarse el pelo. Es un vídeo que habremos visto miles de veces los madridistas. Modric ha sido diez veces más jugador, y ha hecho del Madrid diez veces más grande, como para detenerse en un córner. Pero es en cosas que puede hacer cualquiera y que haces tú cuando se sabe quién tiene la fortuna, el aura, de su lado. Modric la tuvo siempre. Ha sido un jugador con mucha suerte y nos la dio a los madridistas también. Y eso no se hereda ni se aprende ni se deja en el vestuario para los que quedan. Tampoco se compra.

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Associated Press/LaPresse
<![CDATA[Yo aún sí]]>https://elpais.com/opinion/2025-05-21/yo-aun-si.htmlhttps://elpais.com/opinion/2025-05-21/yo-aun-si.htmlWed, 21 May 2025 03:30:01 +0000A última hora, Sabina cambió su arranque de concierto el lunes en Madrid. Iba a empezar con Lágrimas de mármol, pero lo hizo con Yo me bajo en Atocha. Yo me bajo en Atocha tiene una fuerza singular en el cancionero de Sabina. Todo el mundo se ha bajado en Atocha alguna vez, aunque sea para coger aire. Madrid es una ciudad que llegó a tener un parecido a la ciudad que inventaba Sabina en sus canciones, pero había que hacer mucho esfuerzo para seguirlas y, en algún punto, Madrid se cansó. Yo me bajo en Atocha, sin embargo, sigue siendo una canción compuesta ayer. Su “vuelva usted mañana” y su “sálvese quién pueda”, su “todo es ahora” y su “nada es eterno”. Al terminar de cantarla se emocionó. Se emocionó varias veces más: cuando recordó a Isabel Oliart, Sara Meret y Mónica Carrillo; cuando recordó a Chus Visor, Luis García Montero y a Benjamín Prado; cuando le cantó a Chavela Vargas; cuando dijo que cantaría Calle Melancolía; cuando se fue del concierto, cuando volvió al concierto. Arrugaba la mirada, mirando al público o al vacío. De camino a casa, pateando piedras, pensé en que quizá no contaba con seguir a estas edades, tanto tabaco y tanto whisky después, el ictus y luego la depresión, la muerte de los amigos, la separación de otros. De repente pasa todo eso y te ves a los 76 años encima de un escenario —ya sin moverte mucho, mirando de reojo el teleprompter— con el amor de tanta gente; es normal el estupor. Lo que le dijo Miguel Rellán a Fer Navarro: “Esos que dicen ‘yo ya no’: yo ya no salgo, yo ya no ligo, yo ya no nada. Pues muérete, hombre”. Hay en los conciertos de Sabina un mensaje político que viene a decir: yo aún sí. Hasta las letras de las canciones significan ya otras cosas, y da igual. Dijo una vez que el éxito había sido La Mandrágora y que lo que vino después fue una cosa más bullanguera, más de la chusma. Pero es que a veces la vida es eso: unos añitos para saber quién eres, y luego ya todo es orquesta y darle a los platillos.

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Claudio Álvarez
<![CDATA[Usted aún puede ser campeón del mundo de algo]]>https://elpais.com/deportes/2025-05-19/usted-aun-puede-ser-campeon-del-mundo-de-algo.htmlhttps://elpais.com/deportes/2025-05-19/usted-aun-puede-ser-campeon-del-mundo-de-algo.htmlMon, 19 May 2025 03:15:00 +0000En 2006, un chico de Bahamas, Donald Thomas (21 años), estudiante de la universidad de Lindenwood, en Misuri (Estados Unidos) que jugaba al baloncesto, se picó con un amigo suyo saltador de altura. Como quiera que Thomas era famoso por sus espectaculares mates, este amigo suyo le lanzó un desafío: no es lo mismo saltar a canasta que superar un listón. Thomas sabía perfectamente que no era lo mismo, pero retó al equipo de salto: él saltaría más que ellos. Sin ninguna técnica y con sus zapatillas de básquet, fue a la pista y cogió carrera: saltó 1,98 primero, saltó 2,02 después; le pusieron el listón en 2,13: lo saltó. Menos de un año después, el chico, aun aturdido (¿qué era aquel deporte?, ¿qué había sido del baloncesto?), estaba en los Mundiales de Osaka. Saltó 2,35, ganó la medalla de oro, se proclamó campeón del mundo.

David Epstein relata su historia en un libro, El gen deportivo (2014), en el que mete los dedos en un enchufe interesante que puede (debe) no circunscribirse al deporte: que te esfuerces mucho no tiene por qué servir de algo, a veces no sirve de nada. Hay en mucha gente una predisposición genética que a menudo es abusiva de nacimiento. Una ventaja “extrema”, en el caso del deporte, en biomecánica o configuración muscular que hace que dé igual que uno entrene 1.000 horas y otro una: ganará el vago y no por vago, sino por excepcional.

¿Cuál era la ventaja de Thomas, que hundió a atletas que llevaban saltando años, con un solo intento? Sus extraordinarios talones de Aquiles largos como muelles. El resorte que obtenía con ellos constituía una ventaja biológica fuera de serie.

Es difícil no leer el libro sin una poderosa lectura política. Por ejemplo, cuando Epstein dice: “La idea de que cualquiera puede ser bueno en cualquier cosa con suficiente práctica ha sido romantizada. La realidad es mucho más complicada y, a veces, injusta”. Y, en otro sentido, las ventajas biológicas que uno tiene pese a la cuna en la que nace; con todo aparentemente en contra, pobreza y miseria alrededor, chicos de la etnia kalenjin de una región concreta de Kenia (0,06% de la población mundial) son protagonistas habituales de la élite del fondo y medio fondo mundial: acaparan el 40% de las medallas. Correr descalzos kilómetros para llegar al colegio, explica Epstein, les prepara para una tolerancia al dolor y al esfuerzo fuera de lo normal. Pero hay más explicaciones: sus piernas son larguísimas y delgadísimas, y eso les da ventaja biomecánica al correr, y un estudio detalla que la energía que ahorran los kalenjin les permite mantener velocidades altas durante más tiempo con menos desgaste.

Hablemos, en cuestiones más espinosas, de Eero Mäntyranta. Se trata de un esquiador finlandés de fondo que ganó siete medallas olímpicas entre los 60 y los 70. Su dominio se debía a una mutación hereditaria en el receptor de eritropoyetina (EPO-R). Su cuerpo producía muchísimos más glóbulos rojos de lo normal, incluso sin haber entrenado a gran altitud o usar dopaje. Es decir: su sangre transportaba mucho más oxígeno que la de sus rivales. En resistencia nadie le ganaba. La EPO precisamente fue durante años la sustancia que aupó y hundió el ciclismo. “Si un gen natural puede otorgarte una ventaja de dopaje sin doparte, ¿dónde trazamos la línea de lo justo en el deporte?”, se pregunta Epstein.

Pretender que en élites como la deportiva (en élites en general) toda fortuna responda al mayor esfuerzo es una quimera; hay, también, ventajas correctoras, y otras abusivas. También hay algo obvio: no hay culpa en nacer con una ventaja, pese a que pueda ser injusto; sí lo hay en adquirirla fraudulentamente. Tampoco hay, como es natural, competición que no empiece o termine desvirtuada.

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Tim Clayton
<![CDATA[Eduardo Blasco, buzo de rescate: “A veces te tienen que detener para poder dormir con la conciencia tranquila”]]>https://elpais.com/espana/2025-05-17/eduardo-blasco-buzo-de-rescate-a-veces-te-tienen-que-detener-para-poder-dormir-con-la-conciencia-tranquila.htmlhttps://elpais.com/espana/2025-05-17/eduardo-blasco-buzo-de-rescate-a-veces-te-tienen-que-detener-para-poder-dormir-con-la-conciencia-tranquila.htmlSat, 17 May 2025 03:40:00 +0000Acaba de proclamarse campeón de España absoluto de salvamento y socorrismo en 50 metros en Torrevieja (Alicante). Pero lo noticioso de Eduardo Blasco (San Sebastián, 31 años) suele estar en otra parte: en mares abiertos, en misiones de salvamento. Nadador y buzo, Blasco estuvo hace seis meses ayudando en la dana de Valencia.

Pregunta. ¿Usted rescata para alguien?

Respuesta. Para los rescatados. Voy de buzo voluntario, ya sea para gobiernos o para oenegés. No me caso con nadie, porque muchas veces no podemos controlar lo que hacen los demás o quién financia a los demás. Yo voy voluntario sin cobrar, y voy siempre a misiones que considero que controlo un poco. Por eso no suelo dar nombres ni de oenegés ni de países.

P. Y con los gobiernos tienen problemas.

R. Con algunos. Una vez hicimos un rescate sobre una lancha centroafricana que tenía unas 40 personas [se refiere a un rescate de Open Arms que terminó saliendo en los medios debido a las consecuencias y debate que generó]. Ya se estaba inundando. Les recogimos. Y como no teníamos cubierto el aforo del barco, continuamos rescatando en el Mediterráneo central. Hicimos un segundo rescate sobre una embarcación de madera con una estructura más robusta que la anterior, que tenía más de 100 personas originarias de Bangladés. Cuando hacemos ese rescate, pedimos puerto a Italia. Salvini [Matteo] lo que hacía era tardar mucho en darnos puerto para desgastarnos. Si tú pides auxilio no pueden tardar diez días en responderte, es ilegal, por eso está encausado [Salvini ha sido procesado por impedir el desembarco de personas migrantes, no por el retraso en su respuesta]. Meloni [Giorgia] tiene una manera de luchar contra este tipo de rescates bastante más creativa: te da puerto enseguida, pero muy lejos. Nosotros estábamos por debajo de Lampedusa. Y nos dio puerto en Marina di Carrara, que colinda con Francia en el norte de Italia.

P. ¿Qué hicieron?

R. Dirigirnos allí, qué remedio. Y en el trayecto, aparece una embarcación de sirios desviada de su ruta. Venían huyendo de los combates en su país. Más de 40, bien pertrechados, pero a la deriva. Omitir el socorro de una embarcación a la deriva es ilegal. Entonces, independientemente de que nosotros tuviésemos ya puerto, no había nadie más en la zona para poder recuperarlos. Y no podíamos garantizar su seguridad si pasaban 48, 72 o más horas. Cuando hay dudas, como pasa muchas veces entre España y Marruecos, al final acaba muriendo gente. Italia entiende que nosotros ese rescate no lo deberíamos haber hecho [algunos países argumentan que, una vez asignado un puerto, no deberían hacerse nuevas operaciones por razones logísticas]. Nosotros entendemos que sí lo deberíamos haber hecho y no fue fácil tomar la decisión. Lo pensamos. Sabíamos que nos podíamos meter en un problema. Pero si no les rescatamos también. Y ninguno hubiésemos dormido bien nunca más en nuestra vida si los hubiésemos dejado en alta mar.

P. Les detuvieron.

R. A veces te tienen que detener para poder dormir con la conciencia tranquila.

P. ¿Usted por rescatar no cobra?

R. Ni un duro.

P. Y es abogado, pero no ejerce.

R. Por suerte tengo buenos resultados deportivos. Me permite vivir bien. Y no soy una persona ostentosa que necesite mucho. No quiero decir cifras, pero se gana bien. El día en que mis resultados sean inferiores y no me dé, dejaré las piscinas por un despacho, que es a lo que estoy destinado. Pero seguiré sin cobrar ni un duro por ir a salvar a alguien, porque eso va en contra de mis valores. Y no es poco lo que te ofrecen.

El buzo Eduardo Blasco en Madrid.

P. Usted está en su casa en Canarias, y ve en las noticias que se inunda Valencia. ¿Qué hace?

R. Era mi primer día de entrenamiento. Me llama Edu, un amigo mío de Aldaia, también nadador, y me pone al tanto. “Se ha ido todo a la mierda”, me dice. Me había dicho el psicólogo que llevaba muchas misiones, que descansase. Pero una llamada así te cambia el chip.

P. ¿Fue por libre?

R. Tiré de agenda y, de los que llamé, nadie estaba movilizado. Compañeros, fuerzas de rescate. Te respondían “estamos esperando al superior”. Me fui para allí con mi equipo. Si algo faltaron las primeras 48 horas fueron equipos y motobombas. Las que nos suministraron eran eléctrica, pero no había electricidad.

P. Boca a boca y echar una mano en los grupos que ya conoces.

R. Fue una situación que, como nos superó totalmente, requería de una solución… improvisada. Es feo decirlo, pero es que no hay otra manera. O sea, se improvisó mucho.

P. Fue duro.

R. No se veía nada. Es todo barro. Todo. Estaba todo muy oscuro. Cuando tú te formas en esto, hay varios cursos de búsqueda en espacios confinados que tienes que hacer. Y muchas veces va de sensaciones más que realmente una búsqueda, porque tú no ves nada. No ves absolutamente nada. Ni con linterna: en el fango, es imposible.

P. Dice que la situación superó a todo el mundo.

R. A muchos niveles, también respecto al material. Muchas de las víctimas estaban en garajes particulares, por lo tanto, las grandes búsquedas no eran muy eficientes, porque hay una gran diferencia. Es muy difícil ajustar el protocolo a una búsqueda en propiedades privadas. No puede ser que un bombero de Zaragoza y un buzo de Andalucía no tengan un mínimo de protocolo general para entenderse cuando se están haciendo actuaciones en que una cruz azul y un círculo rojo no significan lo mismo, que uno y el otro no sepan a qué nos estamos refiriendo. Tiene que haber un protocolo de actuación homogéneo.

P.

R. Un mosso tiene que trabajar igual que un policía y un buzo tiene que trabajar igual que un bombero: si no se pierde tanto tiempo que puede costarle la vida a alguien. Si tenemos un tornado, si tenemos un incendio, si hay un volcán, si hay una inundación, tenemos que estar listos.

P. Es crítico con los recortes.

R. Los servicios de emergencia no son un gasto superfluo. No pueden estar supeditados a un recorte. Los servicios de emergencia son eso: servicios de emergencia. Si son deficitarios porque hay un año en que no te hacen falta, no te preocupes: su objetivo es estar para cuando se les necesita, y por desgracia va a ocurrir. No se puede recortar en bomberos, en servicios de salvamento. Porque cuando los necesites, te van a salir más caros. Nada vale más que una persona siga respirando. Tenemos que prepararnos mejor, tenemos que preparar a los chicos mejor y además les tenemos que dotar de un material adecuado, porque ya son muchos los casos en los que la embarcación no era suficiente, en los que el material no era suficiente, en los que los efectivos no eran suficientes. Y eso no puede ocurrir.

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Andrea Comas
<![CDATA[Dejen algo, lo que sea, a Frank de la Jungla]]>https://elpais.com/opinion/2025-05-14/dejen-algo-lo-que-sea-a-frank-de-la-jungla.htmlhttps://elpais.com/opinion/2025-05-14/dejen-algo-lo-que-sea-a-frank-de-la-jungla.htmlWed, 14 May 2025 03:30:01 +0000Visto el vídeo de Frank Cuesta, antigua estrella televisiva conocida como Frank de la Jungla, en el que confiesa algo fascinante: todo era mentira. No era veterinario, no era herpetólogo, no tiene cáncer, no rescata animales, sus animales mueren por su dejadez, es mitómano y se mueve por ego. “Soy Chiquetete”, resumió El Mundo Today rememorando al cantante cuando se quitó la barba de rey mago delante de un niño. La declaración era tan descarnada que su audiencia se quedó frente a la pantalla a esperar explicaciones, que llegaron horas más tarde: Cuesta dijo que leyó ese guion para evitar que salgan otros asuntos; impresionante que algo sea peor que confesar que llevas engañando años a todo el mundo al punto de inventarte un cáncer. No aclaró si lo leído era mentira, pero a estas alturas ya poco importaba: tampoco su personaje y sus circunstancias telenovelescas son de gran trascendencia, más allá del pastiche. Eso sí, dan clicks. Por dar, dan hasta columnas. Lo interesante de su primera declaración, cuando se desmonta a sí mismo con unas gafas de montura de plástico blanca elegidas para la ocasión, porque hay ciertas cosas que sólo se pueden decir con esas gafas, es la falta de piedad consigo mismo. Francamente, de decir cosas así delante de una cámara no se sale. Si es mentira, hay demasiada gente dispuesta a creer que es verdad; si es verdad, para qué vas a salir. En El impostor de Javier Cercas sobre Enric Marco, el hombre que se fingió media vida prisionero de un campo de concentración nazi, el autor enumera delante de Marco esa mentira, y muchas más, también las referidas a su vida privada. Marco escucha desesperado cómo todo se desmorona y termina suplicando: “Por favor, ¡déjame algo!”. Es una expresión extraordinaria. ¿No me vas a dejar nada para ir tirando? ¿Es que también vas a contar que no aprobé matemáticas en el colegio? Desconozco de qué va el viral de Cuesta, pero si toda su vida fue mentira, que le dejen también algo (a ser posible no el cáncer, que hay pocas ruindades peores que fingir enfermedades o jugar con ellas).

 

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Europa Press Entertainment
<![CDATA[El Madrid ya es una comedia de cine mudo]]>https://elpais.com/deportes/futbol/2025-05-11/el-madrid-ya-es-una-comedia-de-cine-mudo.htmlhttps://elpais.com/deportes/futbol/2025-05-11/el-madrid-ya-es-una-comedia-de-cine-mudo.htmlSun, 11 May 2025 18:17:57 +0000Es difícil ver como madridista, de manera no irónica, el clásico de este domingo. Ya no sólo por tener a Lucas Vázquez y a Fran García para frenar a Lamine Yamal y a Raphinha, que ninguna culpa tienen (no la tiene ya ni Ancelotti, insistiendo en ellos: si con estos bueyes hay que arar, cómo serán los otros). Ya no sólo porque Ceballos y Mbappé se estorbaron con una pelota como en una comedia de cine mudo, y de ahí salió un gol del Barça. O porque Lucas Vázquez, como último defensa, se enredó con un balón y de ahí salió otro gol del Barcelona. O porque Mbappé y Vinicius se molestaron con un balón para quedarse solos delante del portero y la cosa acabó con un control de Vini que llegó mansito a Szczęsny. Ni porque Bellingham y Mbappé se quedaron solos con un defensa en medio y el gol terminó siendo un penalti fingido de forma grotesca por Mbappé. O porque la misma jugada, dos contra uno, terminó con el pase de gol de Vini a Mbappé interrumpido por el defensa. O porque Tchouameni evitó un gol con el brazo y no se pitó penalti. O porque Endrick tuvo ocho minutos para demostrar, en la única jugada que se le presentase, si se le presentaba alguna, su categoría. O porque el Madrid se puso 0-2 en los primeros minutos y no tuvo tiempo ni medios (televisiones, radios, internet) para saber lo que le había pasado al Inter dos veces, y al Atleti otra, y averiguar qué hacer para que no se lo repitiesen. O porque Mbappé marcó tres goles al Barcelona en su casa, como contra Argentina en la final del Mundial, y de nuevo no valió de nada.

En fin, la temporada más circense del Madrid era la que se prometía, como ganador de Liga y Champions el pasado año, su rodillo aplastante. No se confundan quienes se asombren de que se celebre más este año el doblete Liga-Copa del Rey del Barcelona que la Liga-Champions 2024 del Madrid: el listón blanco, con su fichaje estrella, estaba en otra parte, y al final el listón lo movió el propio Barça. Esto es: un canterano de La Fábrica que haya jugado mucho esta temporada no manda a las nubes el gol franco que tuvo el chaval Víctor Muñoz en los últimos minutos, pero un chico de La Masia asentado en el primer equipo como Fermín te puede inventar algo de la nada en esos minutos (a veces no es la calidad, sino las oportunidades). Hay más cosas, claro, pero quizá lo más desolador es la sensación (sólo una sensación) entre la impotencia y el autosabotaje que ha dominado al equipo toda la temporada. Y como en el campo no se concibe que haya autosabotaje, ¿qué pasa fuera de él?, ¿por qué en algunos partidos Vinicius es imparable y en otros, como en este clásico, está tan por debajo? ¿Colapso mental, físico?

El partido fue divertido. “Divertido” es el adjetivo que se nos ha quedado a los madridistas para definir al Barça a falta de algo peor. Lo cierto es que cuando el Madrid se pone 0-2, los madridistas sólo tememos al aburrimiento de los nuestros, pero en esta ocasión temíamos a la inferioridad puesta sobre aviso en cuatro derrotas anteriores con sus correspondientes goleadas, salvo una, y ni una ventaja tan grande bastó para la paz. Esa fue la peor derrota del Madrid este domingo, no el 4-3 ni la Liga perdida, sino estar ganando 0-2 y saber a ciencia cierta que no se va a ganar o, al menos, que va a costar lo imposible. Y esa es, también, la gran victoria del Barcelona.

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Alberto Estevez
<![CDATA[Tatuaje]]>https://elpais.com/opinion/2025-05-07/tatuaje.htmlhttps://elpais.com/opinion/2025-05-07/tatuaje.htmlWed, 07 May 2025 03:00:00 +0000La última palabra que mi hijo dijo mal sin ser consciente fue “tutuaje”. En algún momento quiso tener un tatuaje, igual porque su madre y yo no tenemos, y aunque creímos que ya hablaba perfectamente, soltó “tutuaje”. Habíamos pasado años enseñándole el verdadero secreto de hacerse adulto, que es el secreto del lenguaje y sus posibilidades, también las peores. Poco a poco fue diciendo bien incluso las palabras que más gracia nos hacía que dijese mal, y cuando nos dimos cuenta ya habíamos dejado atrás del todo a aquel niño: no nos habíamos quedado con nada de aquella época.

Hasta que dijo “tutuajes”. Esa palabra sobrevivía en el presente por puro desconocimiento, como el marido de Nicole Kidman en Los Otros regresando de una guerra acabada a una casa llena de muertos. Se convirtió en nuestra palabra fetiche hasta que el mundo, ajeno siempre, como debe ser, a los deseos egoístas de su familia, le acabó enseñando lo que no le enseñaban en casa. Su primer “tatuaje” fue una clarísima decepción que hubo que disimular. Tampoco, la verdad, queríamos ver a un señor con bigotes de 40 años diciendo por ahí “tutuajes” para nuestro gozo. Ya escribió Fernando Savater, en otro contexto, que la educación sirve para que los niños conozcan las alternativas que existen a los prejuicios de sus padres.

Hace una semana visité a unos amigos cuya hija está aprendiendo a hablar. No conoce la mentira, ni entiende que los demás no podamos saber qué piensa. Les he dicho a sus padres que ojalá conserven sin corregir alguna de esas palabras que dice ahora porque en el futuro la necesitarán para paliar la dichosa y feliz destrucción del tiempo.

Y este lunes conversé con ChatGPT sobre la estructura del lenguaje y la moral que la empapa (“quien domina el lenguaje, domina también la moral del momento”); en medio de la tarde, la IA soltó que cuando ciertas palabras se van, o las dejamos de pronunciar, “vuelven del mismo modo que los hijos vuelven a casa: nunca para quedarse, sino para despedirse bien”. Pronto no solo no nos dejarán hablar mal, sino algo aún más inquietante: tampoco escribir mejor.

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Olga Rolenko
<![CDATA[Dos hombres solos en una pista central de Madrid ]]>https://elpais.com/deportes/tenis/2025-05-05/dos-hombres-solos-en-una-pista-central-de-madrid.htmlhttps://elpais.com/deportes/tenis/2025-05-05/dos-hombres-solos-en-una-pista-central-de-madrid.htmlMon, 05 May 2025 03:15:00 +0000Guillermo Vilas contó hace años en una televisión argentina el origen supuesto (el que él vivió) del efecto liftado en el tenis, su éxito en la élite. Vilas rememoraba un encuentro con un profesor que le habló del efecto que podía tener mediante distintas fuerzas del aire la pelota de tenis al golpearla. El efecto Magnus. Cuando la bola gira hacia delante, el aire se mueve más lento en la parte superior pero el giro consigue que el aire se mueva más rápido en la parte inferior. Como el aire va más rápido, la presión es más baja, y la diferencia de presión lleva la pelota abajo. De ahí que el liftado eleve la bola a toda velocidad pero esta caiga también muy rápido. Vilas lo resumió a la manera canchera: “La bola se frena”. Llegó a un torneo a Tokyo con el avance revolucionario en la cabeza, y allí se encontró, un día que estaba comiendo mirando a una pista, una bola a toda pastilla girando hacia delante, frenada. Y otra, y otra. Se quedó con la boca abierta. “Era el insoportable Björn Borg”. “¿De dónde sacaste tú eso?”, le preguntó. “Se lo pregunté porque Borg es completamente cuadrado, nunca leyó un libro. Y él me dijo: ‘Mi padre juega al ping pong”.

Casper Ruud, noruego, es una fortaleza en tierra batida gracias al liftado como lo era Nadal: golpes agresivos que, con esfuerzo, pueden ser ganadores, pero que no dejan de ser una manera inteligente, táctica, de defensa. Un golpe de control. Pegarle fuerte para asegurar que la bola entre. Ponerla a fingir en el aire como bola lenta, pero envenenada y alta cuando toca suelo y sale despedida. Hay algo en ese golpe que recuerda sin misericordia a las peores palizas de la vida, aquellas que creíamos controlar porque venían frenadas sin saber que sólo es al aterrizar, y creerlas ya bajo nuestro dominio, cuando se demuestran ingobernables.

Jack Draper, británico, le pega a la bola como si el mundo le debiera algo. Zurdo y sin aparente esperanza en la tierra, ha hecho un Masters en Madrid de terror. Del mismo modo que Ruud, heredero de los cariños de Madrid por haberse criado en la academia de Rafa Nadal y entender el tenis como una laboriosa estrategia fundada en el control de los partidos. Fue lo que hizo Ruud pese a ponerse por debajo en el primer set: no perder el control, manejarlo incluso desde la derrota momentánea. En eso consiste también el tenis: en gestionar destrozos. De ahí la importancia del liftado, que fue un golpe de supervivencia hasta convertirse en un arma de doble filo.

La final del Masters enfrentó dos culturas conocidas, la de golpear hasta matar y la de resistir hasta sobrevivir. Draper contra Ruud. Ruud se impuso en el primer set porque tuvo paciencia y Draper en el segundo porque premió la impaciencia. En el tercero se agarraron a raquetazos en un juego interminable (1-1, al saque Draper) que acabó resolviendo el británico con saques de más de 200 km/h. Quizá ahí se estaban jugando más de lo que decían. Pero, si lo hicieron, no se sintió en el resultado. A Draper le falta control en la locura de golpes.

El tenis es un deporte tan solitario que en el entrenamiento se necesitan el uno al otro para calentar: tírame un globo, ahora una volea, ahora al revés. Se echan una mano para entrenar los golpes con los que luego se van a destrozar. Draper y Ruud se erosionaron mutuamente con la paciencia delicada con que se caen, de la nada, los imperios. Llegaron al tercer set escupidos por un oso. La fortaleza mental de Ruud contra la fortaleza física de Draper. Más viejo que la vida. Desenlace previsible: en el tenis la cabeza, de momento, destruye y construye más que un saco de golpes.

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AFP7 vía Europa Press
<![CDATA[Nuestro apagón]]>https://elpais.com/opinion/2025-04-30/nuestro-apagon.htmlhttps://elpais.com/opinion/2025-04-30/nuestro-apagon.htmlWed, 30 Apr 2025 03:00:00 +0000Johann Hari empieza su ensayo El valor de la atención (Península) cambiando móvil y ordenador por dos aparatos sin conexión, y se obliga vivir sin la Red: pese a todo, sigue estirando aprensivamente el brazo a la mesilla si despierta a cualquier hora, y llevándose la mano al bolsillo cada rato por la calle. Lo que más extraña de internet un autor como él, que ha viajado por todo el mundo entrevistando a científicos fascinantes, son sus estadísticas, cuánto estarían subiendo sus seguidores en Twitter o Instagram. Dispara datos: la gente habla mucho más deprisa que hace 50 años, y en dos décadas las personas caminan un 10% más rápido. En 1986, toda la información que se lanzaba sobre un ser humano medio equivalía a 40 periódicos al día; en 2007, recibimos información equivalente a 174 periódicos diarios. Como pretender beber de la boca de una manguera de incendios.

Hari recuerda al profesor Skinner y su famosa teoría: uno puede tomar a un animal que parece decidir por su cuenta a qué presta atención, y conseguir que preste atención a lo que uno quiera: una paloma, pulsar un botón para comer. “Muchos animales son capaces de concentrarse en cosas muy complejas, y para ellos sin sentido, si se les recompensa adecuadamente”. Años después, los diseñadores de Instagram tomaron nota: si reforzamos a los usuarios para que se tomen selfies (corazones, likes, seguidores), ¿empezarán a hacerlo obsesivamente, igual que la paloma alarga el ala para tener más alpiste?

Contra esa teoría de Skinner se levantó Mihály Csíkszentmihályi y su teoría del flujo: es posible la concentración absoluta, la inmersión en una actividad ajenos a estímulos externos y, sobre todo, refuerzos. Elegir una meta, que tenga sentido y que esté en el límite de tu capacidad. No escalar una montaña para llegar a la cima, sino por el hecho de escalarla. Para eso, para esas falsas estampas de un día en España (¡he leído un libro!, ¡he paseado dos horas en paz!) con la gente concentrada feliz en sus actividades y sin móvil, no es necesario un país previo al caos, un apagón general y una visita tétrica al siglo XIX. Es responsabilidad de uno disciplinarse, no la del Estado fracasar para que, a la fuerza, lo consiga.

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<![CDATA[Muerte digna del increíble Madrid]]>https://elpais.com/deportes/futbol/2025-04-26/muerte-digna-del-increible-madrid.htmlhttps://elpais.com/deportes/futbol/2025-04-26/muerte-digna-del-increible-madrid.htmlSat, 26 Apr 2025 23:40:28 +0000Con la defensa de romería, el centro del campo viendo pasar las balas y la delantera desconectada, el Real Madrid se levantó en Sevilla, donde todo resucita al tercer día, de una montaña de cadáveres y puso a bailar a un equipo mejor, más conjuntado, más enrrachado, más feliz, vivo en todas las competiciones. Lo hizo el Madrid como un gigante absurdo y demoledor, a fuerza de escudo y de historia, a fuerza de pura velocidad. Qué partidazo y qué dos equipos: uno jugando al fútbol y otro jugando a ser el Madrid más que nunca. Muchas veces ganó el Madrid con eso, también al Barça, también la Champions. No llegó este sábado porque el fútbol del Real es hoy mínimo, pero qué partidazo.

El Madrid llevaba desde la lesión de Carvajal con una parada de metro en la banda derecha tan apetecible que comercialmente se llegó a hacer en ese carril un festival indie sin que se enterase el portero si Tchouameni tenía el día bueno; si lo tenía malo, había reventa. Pues bien: la banda derecha del Madrid en una final contra el Barcelona fue Lucas Vázquez y Rodrygo, o sea Los Planetas en Benicàssim 1999. Y así empezó el partido, con el Barça petado de pulseras. Luego salieron The Strokes, pero esa es otra historia.

Tuvo un respirito el Madrid en la primera parte, el típico momento feliz en una cita en la que todo va mal, de repente tu pareja se entera de que sabes tocar el piano y, cuando te sientas, resulta que lo que sabías tocar eran los platillos. Contragolpe del Barça, jugadón de Yamal y ojo a la defensa del Madrid: todos tapando a Courtois para que no remate el belga. Apareció Pedri tan solo que, antes de pegarle al balón, miró a los lados con la misma inseguridad vial con que Armstrong pisó la luna, con permiso de Javi Poves.

Se percibe el ambiente de un partido por las motivaciones de su grada, por ejemplo la madridista. “Sí se puede” después de un despeje, “vamos” después de una parada, “los tenemos” después de una falta a favor en campo propio. Un despropósito que había que creerlo para estar delante. Se lesionó Mendy y salió Fran García para tapar a Yamal. El Sonorama.

Y así llegó la segunda parte. Dijo Fitzgerald que no había segundos actos en la vida de los americanos. Nunca visitó Madrid, quizá para no encontrarse a Hemingway. El Real abrazó su leyenda a base de presión y cambios con Güler, Modric y Mbappé. El Madrid puso a rugir Sevilla. El Madrid en esencia, el único club del mundo que cuando no sabe qué hacer con el balón sabe qué hacer con la grada. Y arrancó lo que casi siempre arranca: el club más vibrante que vio la historia del fútbol, alguien que gana porque cree que va a ganar, nada más: como si Dios empezase a creer de golpe en sí mismo.

Qué minutos, qué euforia la de estos tíos que han doblado la rodilla a Europa seis veces en diez años cuando se les ha metido en la cabeza. Qué gusto verlos y qué gusto ver a esa grada creyéndose lo imposible una vez más. Lo que ha hecho este Madrid con fútbol, y no digamos sin fútbol. Un respeto.

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Alejandro Ruesga
<![CDATA[Escribir del muerto]]>https://elpais.com/opinion/2025-04-23/escribir-del-muerto.htmlhttps://elpais.com/opinion/2025-04-23/escribir-del-muerto.htmlWed, 23 Apr 2025 03:00:00 +0000Hace tiempo, Arcadi Espada publicó un decálogo de necrológicas que conviene desempolvar cuando se amontonan los cadáveres célebres. Empezaba con un mandato: “Tenga en cuenta que usted está vivo”. Hay puntos muy divertidos (“evite convertir una muerte natural en un suicidio, tipo se fue tan discretamente como había vivido”), y algún otro sustancial: “Si siempre ocultó lo que pensaba realmente sobre él, haga ahora un pequeño y postrero esfuerzo”. En fin, con este decálogo encima de la mesa, el duelo por Vargas Llosa y el papa Francisco se hubiera entendido mejor. Por ejemplo, los certificados de calidad ideológica en medio de los halagos por si los comisarios echan un ojo. Observen el caso Vargas y la gente saliendo a gritar que les gustaba como escritor de Conversación en La Catedral pero no tanto como opinador: opinadores conocieron a uno, Vargas, pero autores de Conversación en La Catedral muchísimos, sobre todo en su familia. O sea, lo dicho por Rafa Cabeleira: “Cuando se muere un genio que te parece gilipollas, conviene destacar lo primero, que de lo segundo nadie está exento”. A mí no me gusta que la gente se muera, salvo que esté haciendo el mal en caliente, pero tengo curiosidad por la manera de despedirla. Hay quien asegura que cuenta mucho de ti la manera de decirle adiós a alguien. Pero como mucho dirá si tienes un día bueno o malo, lo cual es gracioso porque el recuerdo que quede del muerto puede depender de que el escritor de su obituario se haya golpeado con la pata de la mesa esa mañana. Hay que despedirse siempre con prudencia de alguien que no se sabe, como dice Espada, si va a volver. Y poder decir, como decía Borges de un amigo, asombrado: “No sólo estaba en los malos momentos, sino en los buenos”. Este martes, murió en A Coruña Martín Pou a los 97 años. Fundó la Asociación Pro Personas con Discapacidad Intelectual de Galicia, hizo mejor todo lo que tocó. Hace años, su nieto Nacho Carretero escribió Mi tía Chus, una pieza periodística antológica sobre su tía, hija de Martín Pou, con discapacidad intelectual. Leerla hoy es leer un obituario por una razón muy luminosa y muy concreta: saber lo que han hecho por los vivos es la mejor manera de recordar a los muertos.

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Francisco J. Olmo
<![CDATA[Bombardero Valverde contra la oscuridad]]>https://elpais.com/deportes/futbol/2025-04-21/bombardero-valverde-contra-la-oscuridad.htmlhttps://elpais.com/deportes/futbol/2025-04-21/bombardero-valverde-contra-la-oscuridad.htmlMon, 21 Apr 2025 03:15:00 +0000Del mismo modo que lo peor que le puede pasar a un paranoico es tener razón una sola vez, lo peor que le puede pasar a un jugador en la ruleta es creer que siempre saldrá su número cuando no llegue a fin de mes. El Madrid lleva toda la temporada sin llegar a fin de mes ante rivales importantes, salvo el City, y ha ido sobreviviendo, como ante el Atlético en Champions, con clamorosos golpes de suerte. Esa suerte en los últimos años ha estado sostenida por un estado febril e iluminado de equipo elegido que hace pesar su escudo y su pasado para someter a sus rivales a la frenética sensación, tan Nadal en París, de que hagas lo que hagas no podrás superarlos nunca. Había, también, una plantilla más compensada a la que no le estorbaba el balón en el centro del campo. Pero, sobre todo, había una fe extraña que se inyectaba como veneno en los adversarios. Hace un año, era completamente imposible que Declan Rice marcase los dos mejores goles de falta directa de su vida en un mismo partido contra el Madrid. Hace un año, más bien, Declan Rice no habría jugado en Londres por molestias en un tobillo o algo así.

Desequilibrada la plantilla (se fue la estrella del centro del campo, llegó otra estrella a la delantera), el Madrid se encomendó esta temporada solo a la ruleta animado por la fe, la creencia de que todo lo que pasa muchas veces sin explicación aparente, pasa siempre. Cuando Garibaldi le pregunta a Alexander Herzen por Bakunin y su optimismo sobre la la llegada inminente de la revolución rusa, Herzen responde que Bakunin tiene tendencia a confundir el segundo mes de embarazo con el noveno. Y cuando Bakunin le reprocha a Herzen sus precauciones, lo hace con esta frase: “¿Sabes cuál es tu mayor debilidad? Que eres incapaz de dejarte cegar por un entusiasmo”. Ya saben qué camiseta vestiría Bakunin en esta temporada, y el grado de frustración adquirido tras no cumplirse el sagrado objetivo.

El Madrid enfermó en algún momento del año de un madridismo particularmente invasivo, que es el madridismo ciego y autocomplaciente en la victoria que hoy, en su rama más angustiosa, reclama patíbulos y sogas, y lanza silbidos espontáneos en el Bernabéu, este domingo sin ir más lejos, al que más corre y más lo intenta, Vinicius Junior; el mejor, otra vez. Olvidan, o han nacido después de 1997, que la última vez que el Madrid encadenó seis Copas de Europa, estuvo 32 años sin volver a ganar una. Lleva el Madrid ahora un año sin ganarla, imaginen cuando lleve cuatro o cinco qué pasará. Se ha perdido el foco y la perspectiva de tal forma, se ha mimado tanto a los aficionados, que han confundido esa leyenda del rey de Europa con ser en la práctica dueño de Europa; al mismo tiempo que se presume de que la Champions es la competición de clubes más difícil del mundo, no se concibe que al Madrid no le resulte fácil meterse cada año en la final y ganarla. Que esa es otra: después de presentarse en nueve finales, a ver cómo se gestiona emocionalmente una derrota el día en que llegue.

Entre medias, el fútbol. Arranques pasionales, vibrantes y dislocados en la segunda parte del Madrid frente al Athletic. Se ataca por empuje, por ganas, por orgullo, pero el balón apenas tiene aire y espacios. Por eso se necesita para desatascar las cosas un bombardero incapacitado para marcar un gol normal, Federico Valverde.

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Mateo Villalba
<![CDATA[Con el fútbol hemos topado]]>https://elpais.com/deportes/futbol/2025-04-16/con-el-futbol-hemos-topado.htmlhttps://elpais.com/deportes/futbol/2025-04-16/con-el-futbol-hemos-topado.htmlWed, 16 Apr 2025 21:55:54 +0000No pasó porque a veces no pasa, aunque muchas veces haya pasado antes. Si pasa siempre, aunque eso signifique la máxima felicidad, nos quedaremos sin saber distinguirla cuando llegue. Hay que perder para saber cuando se gana. ¿Cómo se valoran seis Champions de las últimas diez? Perdiéndolas. Los únicos paraísos son los perdidos, dijo Borges. No pasó porque a veces no llega el caos, no llega la histeria, no llega la mística, no llega la historia, no llega el Bernabéu; a veces, aunque parezca increíble, hace falta dar un pase al hueco y disparar a puerta. Con el fútbol hemos topado. El Madrid no es un equipo; es un estado de ánimo volcánico que a veces explota y se lleva todo por delante, como el año pasado, y otras veces permanece muerto expuesto a las fotografías de los turistas y la profanación de los adversarios: un accidente geográfico al que la gente acude a conseguir likes. Empezó la grada enfebrecida, reclamando exorcistas como solución de emergencia a un 3-0 inopinado y terminó aceptando forenses como animales de compañía, gentes oscuras que le hagan la autopsia a un equipo encomendado a la épica y el caos como Santa Teresa.

No hubo modo. Se complicó la cosa cuando la solución en los primeros minutos empezó a ser lanzar centros por alto a un equipo que en su confección en verano no contemplaba levantar la pelota del césped ni con las manos. Siguió un penalti en contra de esos que si se buscan, se encuentran, en un córner que ya tenía el portero controlado. Se ha empezado a poner de moda ir al VAR a buscar cosas, que es como cogerle el móvil a tu pareja: siempre pasa algo, sólo hay que quererlo. No vamos a hacernos los ingenuos los madridistas porque está aún fresco el doble toque del penalti de Julián Alvarez.

La única buena noticia del partido fue gastar tiempo en averiguar si el penalti pitado por el árbitro a favor del Madrid lo era o no. Nos ahorramos el drama de saber quién lo iba a fallar otra vez, y el juego se reanudó en medio de un suspiro bellísimo del Bernabéu. Esta fue una semana divertida, irracional y con un punto de euforia suicida que tiene que ver únicamente con el ADN del Madrid, el derecho adquirido por tanta gesta disparatada. Nos hemos regalado los madridistas siete días de locura porque solo nosotros podíamos hacerlo. Esta semana de memes no se va a las vitrinas, ni falta que hace, pero las risas no se devuelven. Todos los clubes creen tener algo que les hace diferente al resto, todos los equipos presumen de que la pertenencia a ellos tiene un punto de distinción respecto a los otros que los hace únicos. Seguramente sea verdad.

Del Madrid siempre han dicho sus adversarios que es la mayoría del poder, aquello que representa el piloto automático de quienes se meten en el fútbol y eligen el blanco como las novias que no contemplan casarse de otro color. Pero lo cierto es que el Madrid, sobre todo el antimadridismo, motor fulminante del Real, ha demostrado estos días su hecho diferencial: después de recibir un 3-0 en una ida de Champions con un equipo apalizado por todos, también por el Barcelona, sin dar cuatro pases y sin estar para correr una San Silvestre, se ha pasado siete días fantaseando con una remontada que se dio tan por hecho que el partido de vuelta casi sobraba. Y esto solo pasa en el Santiago Bernabéu. Porque ha pasado antes.

Impresionante Arsenal e impresionante afición. Minuto de silencio por Leo Beenhakker y por Mario Vargas Llosa, y ni el aleteo de una mosca en la grada inglesa. Unos señores. El Madrid les devolvió la cortesía con un escrupuloso silencio cada vez que llegó al área inglesa.

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Angel Martinez
<![CDATA[Cine de barrio pero sin el barrio]]>https://elpais.com/opinion/2025-04-16/cine-de-barrio-pero-sin-el-barrio.htmlhttps://elpais.com/opinion/2025-04-16/cine-de-barrio-pero-sin-el-barrio.htmlWed, 16 Apr 2025 03:00:00 +0000Cine de Barrio es un programa de nuestra época que emite películas de otra época, de ahí la razón de su existencia: no solo cuenta historias, sino que sabemos, porque se emiten ahí, que esas historias se han rodado en un tiempo distinto y ese también es su valor: asomarnos a entonces, lo que estaba validado y ya no, la benevolencia o estupidez del juicio moral y su repulsa hoy siquiera con verlo, lo cual es un avance. Ahora, RTVE ha anunciado que esas películas tendrán un aviso informativo: “Las circunstancias contenidas en esta película se enmarcan en una época determinada y deben ser entendidas en el contexto social de dicha época”. Un Qué grande es el cine, pero con asteriscos y notas al pie antes de ver la película, o sea Qué grande podría haber sido el cine. Puestos a tomar por tontos a los espectadores, no se aclara a qué época se refiere ni cuáles son esas circunstancias. O se va con todo, parando la película en cada escena para analizarla con una rápida mesa redonda y detallar los antecedentes penales que tendría hoy el director, o mejor pasar la película tal y como está, que ya se hizo en la Transición y terminó aquello como el rosario de la aurora: con una mayoría histórica del PSOE en el 82. Se empieza avisando de que una película se rodó en el franquismo y se acaba alertando de que en Los padres de ella el padre no es el mismo que el asesino de El cabo del miedo, aunque se parezcan. Si uno empieza a profundizar, no termina. Una de las funciones más responsables del cine, y de todo aquello que imagina el ser humano para luego hacerlo público, consiste en depositar la misma hegemonía de la libertad con la que ha creado, y cómo la ha creado, en el espectador. Sin manos condescendientes en el hombro, sin migas de pan en el camino, sin manual de instrucciones, sin carril bici, sin semáforos; uno ve una película como abre una novela: sin una madre sosteniendo detrás la bici para que creas que ya sabes andar solo.

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<![CDATA[Notas de una entrevista a Mario Vargas Llosa ]]>https://elpais.com/cultura/2025-04-14/notas-de-una-entrevista-a-mario-vargas-llosa.htmlhttps://elpais.com/cultura/2025-04-14/notas-de-una-entrevista-a-mario-vargas-llosa.htmlMon, 14 Apr 2025 17:54:45 +0000“Ha dicho OK Vargas Llosa. Y deberíamos hacerla cuanto antes. Para meterla en el número del 5 de febrero, antes de su discurso en la Academia de Francia”, me escribió Belinda Saile, redactora jefa de EPS, el 12 de enero de 2023. Llevaba días intercambiando mensajes con ella y Borja Echevarría, director adjunto de EL PAÍS. Fui a mi estudio, donde recordaba tener El pez en el agua, crónicas de Vargas Llosa sobre su vida, y lo leí antes de citarme con él. A una entrevista a un tipo así, que ha vivido todas las vidas y escrito todos los libros y estudiado a todos los autores, hay que ir sólo con lo puesto. Y decidí en unos segundos, seguramente acordándome de Juan Cruz, que no se cansa de recomendarlo, que iría con la lectura fresca de El pez en el agua.

Tengo el libro ahora junto a mí con varias páginas marcadas. En una de ellas, Vargas habla de los ataques recibidos por parte de un viejo amigo, José Rosas-Ribeyro, empleado por el Gobierno de izquierdas; Rosas-Ribeyro se dirigía a la editora de Vargas, Patricia Pinilla: “Dile a Mario que no haga caso a las cosas que declaro contra él, pues solo son coyunturales”. En otra, la ruptura definitiva, helada, con su padre, del que días después me dijo en la entrevista: “El comienzo no fue bueno: descubro que no está muerto [le habían hecho creer durante su infancia que sí]. Él tenía la idea de que todos los escritores y poetas eran borrachos o maricones: le producía verdadero horror”. En esas páginas recuerda cómo, después de publicar La tía Julia y el escribidor, en el que retrata a un padre que actuaba de forma muy parecida a la de su violento padre, le escribió una carta para agradecerle que hubiese reconocido Vargas que había sido muy severo con él, “pues siempre te he querido”. Tiempo más tarde, mientras hablaba con su madre por teléfono, el padre quiso ponerse al teléfono para volver a hablar de La tía Julia y el escribidor. Vargas colgó, y días después recibió una carta grosera: Vargas había sido un calumniador resentido, y un ateo al que le esperaba el castigo divino. Además, el padre haría circular esa carta entre amigos y conocidos para que la leyese todo el mundo, y eso hizo: decenas, “acaso centenares de copias” circularon por Perú.

Recuerdo, mientras leía el libro, que me entró de golpe un sudor frío. Un mes antes, el 4 de enero, había escrito una columna sobre Vargas Llosa e Isabel Preysler en la que hacía risas con una noticia que había dado ABC: resulta que Vargas Llosa le había enviado el manuscrito de su último libro a Preysler, y esta le había contestado que no volviese más a su casa, que la ruptura era total. Lo interpreté como una crítica literaria, y fantaseé con la respuesta de Isabel Preysler: “Hasta aquí hemos llegado, esta narración no hay por dónde cogerla, pierdo el hilo, la sintaxis es de locos. No vuelvas por aquí, Tamara está espantada”. Eso escribía yo un mes antes del Nobel, su obra y sus desamores. Y ahora lo tendría delante con una excusa, su histórica admisión en la Academia Francesa, y una misión delicada que reservaba para al final, pues es cierto que había cosas más interesantes que preguntarle: que se pronunciase sobre su ruptura.

Cuando llegué a su famoso piso de la calle Flora del centro de Madrid, un enorme dúplex lleno de plantas y de luz del que había leído en las revistas que se había “refugiado” —y utilicé el verbo en mi entradilla— tras su salida de la mansión de Preysler, se acercó a mí sonriendo y dijo: “¡Te has dejado barba!”. Nunca nos habíamos visto ni, por supuesto, él sabía nada de mí, ni escribía mi nombre todas las semanas en Google para comprobar cómo iba de barba. Simplemente, como confirmé después por otro dato que no recuerdo, parecía haberme confundido con alguien. Esperé que olvidase la confusión o, en último caso, que esa confusión no entorpeciese la charla con historias del tipo “como ya sabes, porque estábamos juntos, en Lima pasó algo parecido”. No ocurrió nada más. Quizá, una llamada que interrumpió la grabación y el comentario de él: “Ah, no sabía que tenías un hijo”, que despertó de nuevo mi curiosidad sobre con quién me estaría confundiendo. Lo cierto es que, visto ahora en perspectiva, eran solo dos comentarios corteses de Mario Vargas Llosa a un entrevistador nervioso.

Nos sentamos en dos sillones, uno junto al otro, y una asistente nos ofreció beber. “Agua”, dijo el Nobel. Titubeé, pero decidí que un vino me sacaría del aturdimiento, pues aquel hombre que yo tenía delante, ya encorvado por la edad, ya flaco porque la vejez lo rodeaba como rodean los leones a sus presas, había escrito novelas que me habían dejado boca abajo (recuerdo La fiesta del Chivo un verano en mi pueblo: la terminé y, pálido, volví a empezarla para averiguar qué había pasado, cómo había escrito aquello).

“Abro una botella”, dijo la asistente. “No la abras, no hace falta, tomaré agua”, dije espantado, solo faltaba deshacerle la bodega al Nobel. Y la voz de Vargas Llosa, 87 felices años, de repente: “Mira, no me traigas a mí el agua, abre la botella y sirve dos vinos”. Bebimos dos tintos. Luego bebimos dos más. Recuerdo lo mucho que me impresionaba su edad y el hecho de que siguiese escribiendo libros y columnas, y aguantando paparazzis en el portal, así que empecé la entrevista preguntándole por la inmortalidad. “Ser inmortal me parecería aburridísimo. Es preferible morirse. Lo más tarde posible, pero morirse”. Y en las siguientes respuestas, inteligente, zanjó su confusión respecto a mí y respecto a otros asuntos históricos (dos, no más) en los que le bailaron las fechas claramente. “Lo que yo detesto es el deterioro. Las ruinas humanas. Es algo terrible, lo peor que podría pasarme. Por ejemplo, ahora tengo problemas de memoria. La memoria la tuve siempre muy lúcida. Recordaba las cosas, y noto cómo se ha empobrecido. Algunos nombres, por ejemplo: veo las caras, pero los nombres se me han perdido”. Y aclaraba que tenía una memoria prodigiosa para hechos muy concretos, aventuras muy precisas y, sin embargo, otras etapas de su vida se guardaban en una rara nebulosa.

Vargas Llosa tenía las mejillas coloradas (hablaba mucho, hacía esfuerzos por recordar y utilizaba el humor y el sarcasmo, o ejercía de francotirador, según el tema que se le presentase) cuando se acercó el momento más pesado para los dos. “¿Cómo sale uno de la tuneladora de la prensa rosa?”. “No haciendo ninguna declaración. Yo no he hecho ninguna sobre Isabel”. Lo intenté por otro lado, su ensayo La civilización del espectáculo, pero cortó entre risas: “Yo no voy a hablar de Isabel, para nada”. Acabó diciendo algo: “fue una experiencia magnífica, pero no literaria”, “son dos mundos muy distintos, muy separados, pero bueno: la experiencia se vivió y ya está, vuelvo a estar en mi casa, rodeado de mis libros [rio mucho aquí, según reviso en la grabación: rio con ganas]”, “no me arrepiento de nada, absolutamente”. Aunque a mí el morbo me llevaba por otra parte, y lo que quería saber era lo que Vargas no comentaba nunca ni siquiera en su círculo privado: ¿a qué se debió el puñetazo a García Márquez? “Mujeres”, se limitó a responder.

Fue una conversación agradable que continuó años después por otros medios, ya sin él, gracias a mi relación con Juan Arena y Bárbara Pan, el matrimonio con el que Vargas Llosa e Isabel Preysler compartieron amistad junto a Rosario Mendoza y Santiago Bergareche (los cuatro le regalaron por su cumpleaños la primera edición de Madame Bovary de Flaubert con la que se fotografió el Nobel el último día de 2022 en redes sociales). De todos ellos hay imágenes en el Hola! en Machu Picchu durante una visita del Nobel.

Arena, con el que Vargas se encerró una semana hasta en dos ocasiones en el monasterio de Leyre (cantaban los cantos gregorianos, comían huevos con morcilla en el hotel Landa antes de entrar), guarda vívidas dos imágenes impactantes de aquel viaje de vacaciones. Una, cuando Vargas Llosa recitó, ante el gigante peruano, el Alturas de Machu Picchu, de Pablo Neruda. Y en medio del silencio, aquellos versos en su voz que empiezan con uno inmortal: “Sube a nacer conmigo, hermano”. Y otra, más descriptiva, de la relación de Mario Vargas Llosa con la literatura, la obsesión enfermiza con las letras. En Cuzco, un jardinero que estaba podando se acercó a él, “con permiso”, para discutirle varios aspectos de Conversación en La Catedral: personajes, tramas, influencias. Acalorados, dichosos, los dos hablaron durante media hora de pura literatura, de su enraizamiento con la realidad, de la tremenda pisada que dejan los libros en las vidas y las vidas en los libros, que no acaba con la muerte, ni mucho menos, y ese era el éxito, el verdadero y más difícil éxito del escritor, pensaba Juan Arena viendo al trabajador y al Nobel perdiendo la noción del tiempo: comprometernos a todos, interpelarnos a todos.

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GIANFRANCO TRIPODO
<![CDATA[Borges y el Real Madrid]]>https://elpais.com/deportes/futbol/2025-04-13/borges-y-el-real-madrid.htmlhttps://elpais.com/deportes/futbol/2025-04-13/borges-y-el-real-madrid.htmlSun, 13 Apr 2025 18:33:42 +0000Va a haber un momento el miércoles en el Bernabéu ante el Arsenal, y quizá no sea un momento aparentemente decisivo ni un momento que aparentemente llegue a tiempo, en que el Real Madrid se va a ver como Borges en Nueva York delante de un ascensor que se demoraba mucho y dijo a su asistente: “Vamos por la escalera, que está totalmente inventada”. Es una obra de arte esa frase, se mire por donde se mire. Efectivamente: la tecnología a veces consigue que nos olvidemos de que el ser humano inventó el fuego sin 5G.

Y subiendo por la escalera uno se cansará más, pero llegará antes que subiendo en ascensor, o al menos tendrá la seguridad de llegar, pues hay más probabilidades de que falle el ascensor que de que falle el cuerpo. Será, ya digo, un momento que pocos en el campo detectarán y apenas nadie en la grada: quizá Asencio levantando la cabeza para buscar un pase largo como contra el City, pero con Mbappé mejor marcado, y decida jugarlo en corto; quizá Vini midiendo con la mirada a su marcador como mide la serpiente a su presa, pero optando por guardar energía para cuando esté el rival menos protegido; quizá Modric, ante la urgencia de remontar y ante la prisa de la afición histérica en el minuto tres, decida enfriar la cabeza y el balón y ponerse a jugar despacio. Hacer algo que está totalmente inventado, que es subir la escalera durante noventa minutos, y no esperar al ascensor que llega, cuando llega, si llega y no se estropea, en el 87.

Será, en cualquier caso, una decisión que tendrán que tomar jugadores menos expertos en períodos de calma que en períodos de fiebre, o sea una decisión improbable. Y si eso no ocurre (si nadie recuerda a tiempo que el partido dura 90 minutos y no cinco, y que se llega antes a la portería contraria jugando despacio que jugando rápido) se depositará todo, juego y esperanzas, en manos de la locura. Una más de Borges (son días de lecturas borgianas, eso que ganamos) a propósito del Real Madrid y su necesidad de jugarlo todo, todo el rato, a la carta de los milagros, uno tras otro: cuando leyó Cien años de soledad, dijo que era extraordinaria, pero que con 50 años hubiera bastado.

Uno nunca sabe cuándo es suficiente. Observen la entrada de Mbappé, roja directa, a Blanco en el partido contra el Alavés. ¿Serán suficientes tres partidos o habrá que ir a cuatro, y Mbappé se pierde la final de Copa? ¿Tomará nota un defensa del Arsenal y se dedicará a sacarle de quicio para dejar al Madrid con 10? ¿Cuántos años lleva en la élite Mbappé y con cuántos defensas parecidos se ha tenido que cruzar para que esto le pille de nuevas? ¿Por qué escaleras vas a subir si te pones a dar patadas, alma de cántaro, ya en el vestíbulo?

Si en el minuto 80 el Madrid aún está vivo, es decir no está perdiendo 0-4, podremos recordar aquel momento, un segundo antes de dejar de creer, en que un joven estudiante irrumpió en la clase que Borges impartía para anunciar que había muerto en Bolivia Ernesto Che Guevara, y que se suspendían las clases en señal de homenaje. El escritor dijo que ese homenaje podía esperar, y que él no se iba. “Usted se va”, insistió el revoltoso. “Yo no me voy a ninguna parte, sáqueme usted de aquí”. El joven anunció entonces que cortaría la luz. Y Borges, emulando al Madrid derrotado pendiente siempre de la remontada, respondió: “He tomado la precaución de ser ciego esperando este momento”.

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AFP7 vía Europa Press
<![CDATA[Leire y La Oreja, despecho justificado ]]>https://elpais.com/opinion/2025-04-09/leyre-y-la-oreja-despecho-justificado.htmlhttps://elpais.com/opinion/2025-04-09/leyre-y-la-oreja-despecho-justificado.htmlWed, 09 Apr 2025 03:00:00 +0000La salida de Leire Martínez de La Oreja de Van Gogh replicó la ruptura estándar de una pareja parcheada, incluso parcheada por 17 años, en la que la responsabilidad no puede dividirse: la cantante creía que ella era ya para siempre y el resto del grupo, y muchos de sus fans, creía que el amor verdadero es tan solo el primero. Además de eso, el amor más rentable. Y también, el que dio más éxitos. Así que el récord del mundo en querernos era el récord del mundo en pasar de ti. La ruptura ha caído en la epidemia moderna de tantas parejas: por ahorrarse el “ya no te quiero”, pones el piloto automático y empiezas a actuar por tu cuenta, que es como se actúa involuntariamente cuando uno sabe que va a romper y otro no. Es decir: para no hacerle daño, le arruinas la vida. En el despecho de Martínez se aprecia el estrago de la desinformación y, peor, la confirmación de la sospecha de los últimos años, extrapolable a tantas relaciones: todo eso que te decían fuera que iba a ocurrir y que te negaban dentro, siempre ocurre. El amor es ciego, pero que te quiten el bastón ya es la hostia.

En La cena de los idiotés, el programa de la SER que inventaron Aimar Bretos y Víctor Olazábal y en el que colaboro, destaca un dilema habitual: qué decir y qué no decir, cómo decirlo y cómo callarlo. Especialmente cuando el secreto se guarda ante una persona que te quiere: familia, amigo, pareja. Saber un secreto que tu ser querido no sabe convierte vuestra relación en un dos contra uno. Si es para protegerlo, más te vale que sea un secreto de los que terminan en la tumba: si lo cuentas, querrá saber desde cuándo; si se lo cuentan, querrá saber por qué tú no lo hiciste. Y, aunque todos tenemos el derecho de terminar algo cuando nos apetezca, las maneras nos definen: no se acaba con 17 años como si fuese una interrupción (la vida no es tan larga), ni se tiene a la minoría, Leyre, rodeada de rumores que tienen que ver con ella y su futuro, braceando entre silencios y medias verdades. Y una banda, y menos una banda como esa, no prescinde de su cantante porque se le acaba el contrato, como si fuese una distribuidora de quesos.

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INMA FLORES
<![CDATA[El Madrid sonámbulo despierta a bofetadas en Londres]]>https://elpais.com/deportes/futbol/2025-04-08/el-madrid-sonambulo-despierta-a-bofetadas-en-londres.htmlhttps://elpais.com/deportes/futbol/2025-04-08/el-madrid-sonambulo-despierta-a-bofetadas-en-londres.htmlTue, 08 Apr 2025 21:31:51 +0000Declan Rice, instalado en ese momento de la vida que todos soñamos de niños y apenas pueden disfrutar unos pocos elegidos en el mismo partido, en la mejor competición y ante el vigente campeón, soltó dos misiles a la escuadra tan demoledores, tan impresionantes, que batió a Courtois después de una de las actuaciones más locas, y ya es difícil, del portero belga con el Madrid. Dos faltas directas, dos golazos imposibles. Vendido una y otra vez por los agujeros defensivos del equipo blanco, un equipo que aspira a ganar títulos sin una defensa titular, sin un mediocampo titular, y con una delantera para la que defender es como ir al extranjero (y siempre salen al campo sin pasaporte), Courtois prolongó el milagro hasta donde pudo. Tampoco a Jesús se le pidió que cruzase el Atlántico andando: un paseíto por la orilla bastó para que les cayese la venda a los escépticos. A Rice no se le cayó ninguna venda: decidió que Courtois era mortal y se empeñó en demostrarlo. En el primer gol le pegó tal efecto al balón que está Javi Poves dudando a estas horas de todo: si una pelota puede pegar esa curva, qué no va a hacer la pelota Tierra.

En realidad, la primera parte ya funcionó como spoiler, ocurre que con el Madrid en Champions esa palabra es peligrosa. El Arsenal achuchó hasta soltar varios balones delante de la portería que silbaron al pasar como balas perdidas. Hay una excitación muy infantil en un balón paseándose delante de la línea de gol, como lo tuvo paseando el Arsenal en la primera parte contra el Madrid. Extremos abriendo el campo y filtrándose hasta la línea de fondo para pegar el pase de la muerte sin que hubiese muerte: como si al Madrid le pusiesen un patíbulo en el área todo el rato pero se olvidasen de subir a alguien. Ahí estuvo el balón recorriendo la línea horizontal sin la suerte de golpear a nadie, ni del Arsenal ni del Madrid (Asencio, en el último, se separó de él con habilidad; esos balones mejor ni intentar despejarlos; son como osos, hay que hacer la estatua).

Así empezó el Madrid en Londres, entre el aturdimiento defensivo y la falta de brillo arriba, fiel a un patrón de juego al que no se le puede negar coherencia: no solo falta el remate, falta también el pase y no existe la circulación, por tanto la sangre no corre y los órganos dejan de funcionar. Parece ser que se pretende revivir especies extinguidas: que dejen en paz a los lobos y que empiecen por Kroos.

Esos pases de la muerte horizontales de la primera parte los convirtió en la segunda el Arsenal, ruidoso y alborotado, sin perderle la cara ni dejarse intimidar por el Madrid, en disparos. Muchos y bien dirigidos. Tapados casi siempre por Courtois, y otros dirigidos a lugares oscuros de la portería, donde no hay luz ni esperanza.

Las dos cosas que le faltan al Madrid, un equipo sin orden que depende de fogonazos solitarios o asociaciones imprevisibles y escasas, insuficiente en Champions contra equipos tan armados. Un equipo sonámbulo que aparenta algo hasta que se descubre que va dormido. La sensación es que las piezas lustrosas del Lego del Madrid brillan como ninguna pero, a la hora de encajarlas, hay que hacer fuerza hasta romperlas o simplemente intentar que la figura a construir se parezca a la de la tapa dejándolas separadas a poca distancia. Va tirando a duras penas en Liga, pero en Europa le han firmado este martes una sentencia de muerte que solo depende de la ficción —esas películas en las que pasa algo en el último segundo—, para salvarse. Tampoco es que se le dé mal, pero claro.

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AFP7 vía Europa Press
<![CDATA[Pitar a Vini en el Bernabéu, la última bobada]]>https://elpais.com/deportes/futbol/2025-04-07/pitar-a-vini-en-el-bernabeu-la-ultima-bobada.htmlhttps://elpais.com/deportes/futbol/2025-04-07/pitar-a-vini-en-el-bernabeu-la-ultima-bobada.htmlMon, 07 Apr 2025 03:15:00 +0000Pitar en el Bernabéu a Vinicius en abril, mientras te juegas la Liga y a tres días de jugarte la Champions, después de clasificarte para la final de Copa gracias a él, y cuando en otros campos llevan llamándole “mono” o deseándole la muerte desde que tenía 18 años, es propio de ese madridismo llanito y palillero que no se termina de erradicar del todo: el aficionado que atiende reflexivo, rascándose el coco, a las razones que el antimadridismo esgrime, en su enésima y divertida última misión, para que el Madrid venda al mejor jugador del mundo a sus 24 años. Claro que sí. Y traer a Elvir Balic. Revestidas de serenidad y solemnidad, pomposas hasta tener que sentarse para coger aire, se reproducen aquí y allá voces sobre el alborotador Vinicius, el maleducado Vinicius, siempre viralizado bajo cortes y audios televisivos proporcionados por la empresa de un socio del Barcelona y fundada por su avalista. No hay que vender bufandas en el Bernabéu: hay que vender encerados.

La agenda Vinicius, ese airecillo reprochador que se cuela primero por las rendijas de las ventanas y acaba con un señor del Madrid encarnado en los aledaños del estadio pidiendo su venta a Arabia (no piden todavía su venta al Barcelona, pero dadles tiempo, que la pedirán y rebajado), se ha instalado de una manera tan ignorante en el Bernabéu, el único lugar del mundo en el que Vinicius corre —corría— en paz, que no hay manera de mirar para otro lado sin sentir vergüenza. Los errores de juego que se le reprochan a Vinicius son trasladables a Mbappé: penaltis decisivos fallados, desconexión y falta de sacrificio defensivo. Que se hubiese silbado a Mbappé en algún momento de la temporada hubiera sido, sino comprensible, no desde luego escandaloso, al fin y al cabo es su primer año. Pero que se tome con Vinicius, después de dos Champions con goles en rondas decisivas incluidas, también en las finales, y tres Ligas, y nueve títulos más, es para detenerse en las razones. Como si, al tener un carácter tan explosivo y límite en el campo, su listón de tolerancia en la grada estuviese más bajo que los demás. Pero el Madrid —cualquier grande— siempre tuvo en el once a uno o dos caníbales. No se trata de que sea impune por “lo que nos ha dado”, sino por lo que nos está dando, incluida esta temporada: sin ser la mejor, ha levantado al equipo en cuatro o cinco partidos que valen o pueden valer un imperio.

Sí, todos nos hemos cansado en algún momento de algunas de las chorradas de Vinicius, muchas difundidas sin contexto (extirpada la provocación, pareciera que Vinicius anda por ahí empujando a la gente por la calle). También nos daba apuro muchas cosas de Cristiano, y en esa desproporción mediática (la que provocaban los futbolistas blancos y la que provocan los demás) se va el madridismo moviendo desde hace tiempo sin más reacción que encogerse de hombros: cositas de estar arriba. Pero que una parte de la afición, siempre la más distraída, siempre la más absurda, haya comprado el discurso de que Vinicius sobra en el Madrid (lo ha comprado de verdad, quieren fichar a alguien más educado, quizá Iñaki Gabilondo), es motivo real de preocupación. No pasarle una a Vinicius, pitarle después de un mal partido o una actitud pasota, castigarle por asuntos de los que casi nadie está exento este año en el Madrid, es querer manchar una historia madridista irreprochable: joven caro llega a club grande; fallón y objeto de burla, se dedica dos años después a reivindicar el fútbol samba y pasarle la mano a las mejores defensas de Europa. Como pitar a Napoleón en París al volver de Austerlitz porque pisó una gallina.

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Denis Doyle
<![CDATA[Después del ‘caso Alves’ ]]>https://elpais.com/opinion/2025-04-02/despues-del-caso-alves.htmlhttps://elpais.com/opinion/2025-04-02/despues-del-caso-alves.htmlWed, 02 Apr 2025 03:00:00 +0000La absolución de Dani Alves vuelve a dejar en el aire una pesada realidad: hay denuncias sobre hechos que ocurren en tal intimidad (la práctica totalidad de los delitos graves de violencia sexual) que la justicia encargada de ellos acaba, tras bracear sin éxito, encogiéndose de hombros. Es decir: hay pruebas que demuestran una penetración, pero no las hay de que sea sin consentimiento; hay pruebas que demuestran que los dos entraron en los servicios, pero no de lo que ocurrió dentro. Uno cambió de versión compulsivamente y otra dijo algo (que estaban incómodas con el grupo de Alves) que las cámaras desmintieron: pudo haber mentido para reforzar la verdad: que fue agredida dentro del baño; pudo mentir para asegurar una falsedad: que lo que ocurrió en el baño fue consensuado; pudo no recordar bien el ambiente en el que estaba debido al alcohol, y equivocarse. Hay hechos objetivos (el nerviosismo y el llanto incontrolado de la chica al denunciar en la propia discoteca, y su negativa a formalizar una denuncia hasta que la convencieron) que ayudan a la víctima; hay otro que ayuda al acusado: en el momento crucial, sólo hay una palabra contra la otra y la prevalencia de la presunción de inocencia. Admitido todo esto, ¿quién denuncia una violación? ¿Cómo se defiende a las mujeres que no denuncian, cómo se defiende a las mujeres que denuncian y no pueden demostrar la verdad? ¿Por qué puede llegar a ser mejor para una mujer, llegado un juicio por violación, haber recibido una paliza que no recibirla? La denuncia supone someterse a un escrutinio público de tal forma que, automáticamente, para miles de personas la mujer está mintiendo. Y eso sólo es el principio. Queda el juicio, que nunca es agradable ni barato, en el que tiene que demostrar algo que a veces no puede demostrar: eso no significa que esté mintiendo. No es una crítica a la justicia: la palabra de una mujer no está por encima de la presunción de inocencia (aunque muchas veces la única prueba de cargo en estos delitos sea esa palabra). Es una constatación: violar puede ser muy barato y no hay herramientas para impedirlo; denunciar una violación tiene siempre un coste altísimo, sea cual sea la sentencia.

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Marta Perez
<![CDATA[Mara Torres, sobre el suicidio de su hermana Aly: “Nos alivió contar la verdad desde el principio”]]>https://elpais.com/cultura/2025-04-02/mara-torres-sobre-el-suicidio-de-su-hermana-aly-nos-alivio-decir-la-verdad-desde-el-principio.htmlhttps://elpais.com/cultura/2025-04-02/mara-torres-sobre-el-suicidio-de-su-hermana-aly-nos-alivio-decir-la-verdad-desde-el-principio.htmlTue, 01 Apr 2025 18:33:42 +0000La tarde del 16 de septiembre de 2013, la periodista Mara Torres (Madrid, 51 años) se encontraba en Torrespaña preparando La 2 Noticias. A las 18.30 salió de maquillaje y llegó a la redacción. Había dejado el teléfono móvil en la mesa, y cuando lo cogió vio que tenía nueve llamadas perdidas. Eran todas de la misma persona, Chomper, un amigo de su hermana. Un escalofrío recorrió su cuerpo. “Nadie llama nueve veces seguidas a un móvil en mitad de una jornada laboral”, dice. Devolvió la llamada.

—¿Puedes venir a casa de Aly? —preguntó Chomper.

—Sí, pero dime qué ha pasado.

—Es mejor que vengas.

—Dímelo.

—Ha intentado suicidarse.

—¿Qué quieres decir que “ha intentado”?

Hubo un silencio, y Mara preguntó: “¿Está viva?”. Al otro lado, contestaron: “No”.

Colgó el teléfono, cogió el bolso y le dije a mis compañeros: “Me voy, mi hermana se ha suicidado”. Todos se levantaron de golpe: “¡Qué dices!”.

Pero Mara ya había salido corriendo de allí. Desde ese día no ha dejado de correr, y en medio de la carrera, la carrera a ninguna parte que emprende cualquiera a la que le han arrebatado su ser más querido, ha escrito un libro, Recuérdame bailando (Planeta, 2025) al alimón con su hermana, Alicia Torres (Madrid, 1980-2013), de la que ha rescatado parte de sus diarios. Son apuntes, reflexiones brillantes, inquietudes y actividades de su día a día que se van oscureciendo poco a poco de manera privada e irreversible. “Ya no sé qué más hacer. Después de darle muchas vueltas, creo que necesito ayuda y que tú eres el único que puede aconsejarme. No soy feliz, B, mi vida se desmorona poco a poco y no estoy segura de poder salir adelante yo sola porque me vienen a la mente un montón de pensamientos que no quiero pensar. No soy valiente para abandonarlo todo, pero soy demasiado cobarde para enfrentarme a la vida”.

Las últimas palabras de su diario son The End. Luego escribió tres cartas. Una para su familia, otra para sus amigos (“recordadme bailando”) y una más para el chico con el que estaba enrollada y al que le pidió ayuda para ingresar en algún centro. Él le había contestado: “Me da igual lo que hagas”. La carta lo exculpaba de la decisión que tomó, pero la familia decidió no entregársela.

“Las iniciales de los chicos están inventadas porque nadie es culpable de algo así, y mi hermana seguía un patrón idéntico con ellos”, dice Mara. Lamenta, eso sí, que la petición desesperada de ayuda fuese al destinatario incorrecto. “Ojalá nos hubiera enviado ese mensaje a nosotras. Tú se lo tienes que contar a la gente que sabes que te quiere, no a la gente que quieres que te quiera. Como cuando le cuentas tu vida al peluquero o al taxista, estás pasando algo tremendo y te desahogas con gente que escucha, pero a lo mejor no actúa, o no tiene por qué actuar, ni se siente libre de dar consejos. Esto es parecido. Pero la clave es que ella pide ayuda”.

Muchos años después, cuando seguía llorando todos los días a las 18.30 en punto, la hora en la que vio nueve llamadas perdidas, Mara Torres se encontró con la reina Letizia Ortiz, cuya familia sufrió otro suicidio, el de su hermana Érika. “Volverás a ser feliz, Mara. Un día te darás cuenta de que dejarás de llorar a las 18.30 y tu familia y tú volveréis a ser felices, porque de algo tan duro como esto también se recupera una familia que se quiere”.

Esta no es una entrevista fácil. Es, de hecho, una entrevista que lleva gestándose diez años. Conocí a Mara Torres en el duelo por la muerte de su hermana. Ya entonces escribía y escribía, y hablaba y hablaba, y lloraba, recordándola. Su hermana, las tres (Mara, Eva y Alicia), eran amigas íntimas. Y con Nunchy y Gerardo, sus padres, formaban una de esas familias que se reúnen todas las semanas y están pendientes, todos los días, de dónde está la otra. Mara pensaba en ordenar algún día lo escrito, y publicarlo. Lo escribió y lo ordenó, lo guardó en un cajón para que madurase, y a la hora de la verdad no quiso publicarlo. Llegó a decir que no lo haría nunca. O que lo haría con otro nombre. Que haya cambiado de opinión es una suerte. 11 personas se suicidan al día en España. Recuérdame bailando cuenta, a través de una experiencia personal, el destrozo que hace la falta de información sobre el suicidio, y la necesidad de ayuda profesional en muchas familias para detectar factores riesgo.

Pregunta. ¿Cuándo lo leyeron sus padres?

Respuesta. A mi madre se lo di en un balneario. Siempre nos vamos diez días juntas por ahí. Y sale el tema, porque Aly siempre está con nosotros. Recuerdo que estábamos en la piscina y ella decía: “Si no se hubiera quedado sin trabajo, si hubiera encontrado a alguien”. El “y si” es recurrente. El día anterior al suicidio, le escribí a mi hermana para que viniese conmigo a un desfile de Amaya Arzuaga. Dijo que le daba un poco de pereza. No insistí. ¿Y si hubiera insistido? ¿Y si hubiéramos ido? Al volver a la habitación, le di el manuscrito. Lo leímos a la vez, una junto a la otra en la cama. Acabó llorando y dijo: “Es muy triste, pero es la verdad”.

P. Y usted superó el pudor.

R. Soy muy pudorosa para hablar de asuntos íntimos, imagina de mi familia. Pero por encima de nuestro pudor, está la oportunidad de que este libro llegue a alguien que lo necesite. La particularidad que tiene mi familia es que mi hermana dejó escrito en pequeños fragmentos sus últimos cinco años, y ahí nosotros pudimos saber algo de lo que pasaba por dentro. Ella quería vivir, ella intentó aferrarse a la vida, ella amaba a su familia, a sus amigos. Encontramos un montón de respuestas.

P. ¿Su padre?

R. En la buhardilla se hizo un lugar lleno de fotos y de textos de ella. Sube allí y pasa el tiempo con su hija. Desde que escribí el libro, mi padre habla con naturalidad de la importancia de la salud mental. Eso es importante.

Portada de 'Recuérdame bailando'.

P. Su hermana intentó suicidarse a los 13 años. Su mejor amiga, una niña china llamada Flor, dejó de hablarle.

R. Se tomó un montón de analgésicos, vomitó, llamó a Flor para contárselo, y Flor nos llamó a nosotros.

P. El médico les dijo: “No se preocupen demasiado. Lo hacen muchos adolescentes cuando empiezan a comprender que el mundo no es como pensaban”.

R. No nos recomendó que viese a un especialista y nos dijo que no le diésemos importancia para que no se sintiese protagonista por hacer algo así. Era exactamente lo que queríamos escuchar.

P. ¿Hoy hubiera sido diferente?

R. Treinta años después hay otras herramientas. Hubiéramos podido prevenirlo, pero quizá no evitarlo. Hay que saber pedir ayuda y hay que saber darla. ¿Sabes cuál es el número de prevención del suicidio? Sabemos muchos de emergencias, ¿pero ese? Es el 024.

El suceso se guardó en un cajón. Y volvió a salir cuando Aly se suicidó. Mara reflexiona en el libro acerca de la creencia popular sobre las causas del suicidio: ruinas económicas, grandes delitos, desmoronamiento familiar… Pero Alicia Torres, 13 años, era una niña dulce, divertida, estudiosa y rodeada de gente que la quería. No tenía ningún problema sentimental, ni económico, ni social. No había engañado a nadie, ni tomaba drogas, ni bebía alcohol, ni guardaba oscuros secretos que iban a salir a la luz. Pero aquella niña feliz no fue capaz de superar que su mejor amiga le dejase de hablar. “La única razón más poderosa que la vida es no ser capaz de enfrentarte a ella”, le dijo Mara a su familia. “Ni yo misma entendía esa frase”, dice en el libro. Pero, concluye, en algunos casos el instinto de supervivencia, tan fuerte, claudica ante el deseo de desaparecer.

P. Ese intento de suicidio.

R. Mi hermana no tenía dentro la idea del suicidio. Sí la tristeza y la desolación. La incapacidad de gestionar sus emociones. Mi hermana era una persona luminosa, muy vitalista. Nuestro grupo de amigas es el mismo. Mi hermana entraba, salía, esquiaba los fines de semana, trabajaba poniendo copas, trabajaba en una pizzería, en una ONG. Tenía una vida de treintañera. Lo que nos impactó es saber que por dentro se iba hundiendo y no por las cosas que le pasaban en la vida, porque sin trabajo se ha quedado todo el mundo, sin pareja se ha quedado todo el mundo. Todas nuestras amigas hemos tenido relaciones inestables, pero ella no sabía gestionarlo. Era melancólica, pero era divertida. Sabíamos que ella no gestionaba bien sus emociones, que ella se hundía por cosas que a los demás no nos hundían.

P. Se esfuerza en aclarar que no hay responsables.

R. No. Ni los médicos, ni los chicos con los que estaba, no los hay. Si hay una responsabilidad es la falta de información. Hace 30 años, cuando mi hermana se tomó las pastillas, no se hablaba de suicidio como se habla ahora. Y lo que falta. Era un tema tabú, escondido y silenciado. Y hasta que se suicidó Aly, yo no conocía a nadie que se hubiera suicidado. Y de repente, el padre de fulano, el primo de mengano… ¿Qué pasaba? Que detrás de muchos “infartos” y “muertes súbitas”, lo que había era suicidios. Pero no se decía. Ni se dice, en muchos casos.

P. Su hermana hizo lo que pudo.

R. Fue a un psicólogo al que ya había ido yo. Tenía libros de autoayuda y los encontramos todos subrayados. Este libro tan pequeñito, Adelante. Buscaba ayuda en todas partes. Pelea contra sí misma, pelea contra lo que le pasa. Ella no se abandona, analiza cualquier cosa que ocurre a su alrededor. Por ejemplo, me da mucha pena cuando escribe que siempre le dicen que no. Y repara en que a mucha gente le dicen que no. Pero a ella, escribe, se lo decían de otra manera.

P. Cuando se reúne la familia en el piso en el que Aly se acaba de suicidar, se abrazan todos llorando, los cuatro, en el descansillo. Y su padre ahí preguntó: “¿Vamos a decir lo que ha pasado o vamos a decir otra cosa?”. “Vamos a decir la verdad”, contestan las tres.

R. Cada uno lo intenta digerir como puede. Yo a veces pienso que lo que nos ha aliviado es haber dicho la verdad desde el principio. Que todo el mundo lo supiera. Y pienso que si tú guardas un secreto, como hacen miles de familias, estás en tu derecho. Pero que no sea por miedo. Puedes tomar esa decisión, pero que no sea por el estigma.

P. Uno de los momentos más tiernos ocurre en el tanatorio, al que se acerca una amiga suya pero lo hace muy temprano. Usted sabe que el tanatorio, como antes la casa de su hermana, se llenará de decenas de personas porque era una chica muy querida. Y esta amiga fue a darle un abrazo y se marchaba ya, pero usted no le dejaba irse. “Espera, que ahora va a venir un montón de gente, ya verás”. Y ella cada poco, que se tenía que ir. Y usted: “No, espera, que ahora hay poca gente y esto se va a llenar, que no te miento, a nosotros nos quieren mucho”.

R. Yo le decía siempre que éramos una familia muy feliz. Y ella de repente estaba en el entierro de mi hermana pequeña: ¿tan felices éramos que se suicidaba una? Y le agarraba del brazo llorando: “Oye de verdad que somos muy felices, que estamos muy unidos, que va a venir muchísima gente porque a mi hermana la quería todo el mundo”. No estaba dispuesta a que creyese que éramos una familia infeliz, porque además no lo éramos. Quería salvar el honor de los míos, y que se quedase para que viese el tanatorio abarrotado.

P. Habla en el libro de la importancia de contar.

R. Pasqual Maragall salió y dijo: “Tengo alzhéimer”. Carlos Llamas cogió el micro y dijo: “Tengo cáncer, señores. Y voy a decir esta palabra con todas las letras: cáncer”. Es importante, primero, no tener miedo a contarlo, y luego que se pueda apostar por la investigación. Tú ahora sabes qué tienes que hacer para prevenir un cáncer de mama, un cáncer de colon. Qué puedes hacer ante los primeros síntomas del alzhéimer. Con el suicidio, como nadie dice nada, no hay herramientas. A mí me parece que son necesarias las herramientas para que tú sepas qué hay que hacer, y no silenciarlo.

P. Se le ha roto la voz varias veces durante la entrevista. Y es la primera de muchas.

R. Me encanta hablar de mi hermana. Escribir esto fue como tener dos vidas. Yo estaba haciendo radio normal [Mara Torres dirige y presenta El Faro en la Cadena Ser] y luego, cuando estaba escribiendo, tenía una profunda pena. Pero me encantaba estar con mi hermana, recordarla, hablar con ella. Y me encanta haber firmado este libro con ella. Mi hermana quería vivir. Y si algo he aprendido es que muchas veces no hay libertad en el suicidio: hay una tristeza que puede contigo, es la tristeza la que toma la decisión. Sé que es raro entenderlo. Sé que cada persona es un mundo. Pero hay algo en el caso de mi hermana: no es por un impulso y se ve claramente al leer el libro. Por todo lo que he leído de la Sociedad Española de Psiquiatría, de las asociaciones de familiares, de psiquiatras especializados en suicidio, terapeutas, psicólogos, es algo que se va gestando y si se hubiera tratado, igual ahora yo no hubiera escrito este libro.

El 1 de noviembre de 2013, 25 personas llevaron los restos de Aly, incinerada, a Cerler, uno de sus lugares favoritos. Allí una inscripción la recuerda. Su padre subió la montaña con las cenizas.

El teléfono 024 atiende a las personas con conductas suicidas y sus allegados. También ofrecen asistencia la Fundación ANAR (900 20 20 10), el Teléfono de la Esperanza (717 003 717) y el número de WhatsApp 666 640 665.

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Amelia Molina
<![CDATA[El verano de 1984 no fue un verano cualquiera ]]>https://elpais.com/deportes/2025-03-31/el-verano-de-1984-no-fue-un-verano-cualquiera.htmlhttps://elpais.com/deportes/2025-03-31/el-verano-de-1984-no-fue-un-verano-cualquiera.htmlMon, 31 Mar 2025 03:15:00 +0000“El verano de 1984 no fue un verano cualquiera: fue el verano en que el Sporting ganó el Ramón de Carranza”. Desde niño sueño con empezar una novela así, con esa frase: seca como un tiro, fulminante. ¿Quién no seguiría leyendo? El Sporting de Gijón de los Ablanedo, de Mino, Eloy y Zurdi, se llevó el Carranza pese a que el Barcelona se presentaba favorito, y el Cádiz por supuesto aspiraba a ganarlo. El cuadro lo completaba el Athletic de Bilbao de Clemente, ganador de dos Ligas y una Copa del Rey. Si les parece poco estimulante conocer los entresijos de aquel Carranza, no se preocupen porque esta columna no va a hablar de la final, sino de la final de consolación, el partido para dirimir el tercer y cuarto puesto (que por cierto es una de las cosas que más rápido tenemos que aprender en la vida: que nuestro lugar siempre es el de pelear por el tercer o cuarto puesto, ese partido que apenas lleva gente al estadio y en el que los jugadores salen no a ser primeros, sino a tratar de no ser los últimos, o sea, nosotros).

El partido en cuestión fue un Cádiz-Barcelona, los dos eliminados por Athletic y Sporting de Gijón. Ese verano de 1984 fue importante en Cádiz: Mágico González volvía al equipo después de hacer una gira con el Barcelona de Maradona sin éxito, pues el Barça lo descartó (en una concentración, Maradona activó la alarma antiincendios del hotel y todos bajaron a la calle menos Mágico, encerrado en la habitación con una mujer). La historia se ha repetido tanto que ya casi es mentira, como todo lo que se narra una y otra vez variando detalles hasta hacerla entrar en la galería de leyendas. Marco Marsillo escribió hace años un librito delicioso sobre Mágico, el Mago, que se titula ‘El genio que quería divertirse’. En él recuerda aquella final de consolación en medio del recuerdo de la reentrè del genio salvadoreño a Cádiz. Y cuenta algo tan excepcional que es inevitable pensar en el aroma a mitología que rodea lo hecho, y lo no hecho, por Mágico. El estadio estaba lleno hasta la bandera en agosto: todos querían ver de vuelta al ídolo. Pero Benito Joanet, el entrenador, estaba poco por la fiesta y mucho por el orden, que es una disciplina que le funciona a según qué entrenador; no a él.

El Cádiz salió sin Mágico en el once titular. Y cuenta Marsillo que, al empezar el partido, los cánticos, trompetas y tambores callaron. Se hizo un silencio que daba miedo, el silencio del terror; no se escuchó un grito, un susurro. El ídolo no estaba en el campo y miles de personas estaban digiriendo el impacto. “Lo que pasó esa noche de agosto, en el partido más increíble de su carrera, ha sido contado durante años por boca de los afortunados que pudieron asistir a semejante despliegue de magia. El testamento de amor de una ciudad entera por su equipo de fútbol”.

Como no se sabe dónde empieza y dónde acaba la leyenda, testigos de aquel partido cuentan que el Barcelona se adelantó 3-0, que Mágico salió en la segunda parte y volvió loco al Barcelona marcando y asistiendo hasta una remontada, 4-3, de la que se sigue hablando en Cádiz. Con mucha insistencia y con mucho detalle, entre otras cosas porque nunca existió. Ese partido se ha contado tantas veces (el propio Mágico lo contó, añadiendo que jugó de resaca) que nadie se cree que no haya ocurrido. El resultado al menos. El partido sí, lo ganó el Cádiz 3-1 con dos goles de Francis y uno de Mejía.

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DIARIO AS
<![CDATA[Bretón entusiasmado]]>https://elpais.com/opinion/2025-03-26/breton-entusiasmado.htmlhttps://elpais.com/opinion/2025-03-26/breton-entusiasmado.htmlWed, 26 Mar 2025 04:00:00 +0000Mi problema con el libro de Luisgé Martín sobre José Bretón es que, cuando el autor le escribe a la cárcel para sugerirle la idea, el asesino de Ruth, de seis años, y José, de dos, responde: “Me entusiasma tu propósito”. Ese era un momento extraordinario para abandonar el libro si lo que se quería era hablar con Bretón y nada más que con Bretón. La mejor manera de entrevistar a un asesino es convencerlo; la peor, que el asesino, con la orden de no comunicarse por ningún medio con su víctima, estuviese esperando la entrevista como agua de mayo. No se puede hablar con un asesino que está más contento con la charla que tú, y sobre todo no se puede inferir de su entusiasmo cuatro razones peregrinas y obviar la que está a la vista de todos, que es la de continuar torturando a su exmujer desde prisión después de matar a sus dos hijos, cumpliendo aquello que anunció el comisario de Córdoba a Marlasca y Rendueles en el libro Territorio Negro: “Cuando nadie se acuerde ya de él, contará con todo detalle lo que hizo con los niños. Y lo hará, como siempre, para hacer daño a Ruth”. Algo diferente sería que, con la declaración de Bretón, el autor emprendiese un tour de force que abarcase todos los detalles, y todas las voces, del crimen (amén de lo sustancial: avisar a la víctima y que esta no se encuentre de golpe en los periódicos los detalles del asesinato de sus hijos contados, vaya por Dios, por su asesino, con frivolidades tales como que los mató “por impaciencia”). Por eso producen cierta irritación esas comparaciones con Capote, Lagioia o Carrère: Martín tuvo fácil lo que suele ser más difícil, contar con la confianza del asesino, y prefirió no aprovecharla. Dedicar tiempo y recursos para levantar una obra colosal, que la había. Y cumplir así el único propósito moral que un autor debe tener al recibir la primera carta de Bretón: que a Bretón, acabado el libro, no le entusiasme ya tanto la idea. Que su declaración fuese contrastada, confrontada y rebatida, y el relato armado con todos sus pliegues. De tal manera que el resultado no sea presentarlo como un monstruo, que eso le da igual, sino que ese monstruo no tenga acceso a su víctima a solas, empaquetado en las páginas de un libro, sino debidamente, escrupulosamente acompañado.

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Rafa Alcaide
<![CDATA[A partir de los cuarenta todos parecemos ciudades devastadas]]>https://elpais.com/deportes/tenis/2025-03-24/a-partir-de-los-cuarenta-todos-parecemos-ciudades-devastadas.htmlhttps://elpais.com/deportes/tenis/2025-03-24/a-partir-de-los-cuarenta-todos-parecemos-ciudades-devastadas.htmlMon, 24 Mar 2025 04:15:00 +0000En 1991, Juan Carlos Ferrero perdió el campeonato de la Comunidad Valenciana alevín de tenis por 6-1 y 6-0 frente a Luis Torres de la Osa. Meses después, en Gran Canaria, De la Osa le arreó un bofetón a Ferrero del que no recuerda el motivo, sólo una tensa discusión en el club de tenis, la mirada triste de Ferrero y el silencio alrededor. Tres o cuatro años después, y tras no volar nunca tan alto como en aquel campeonato, De la Osa jugó un challenger ATP en el Real Club de Tenis Coruña. Había sido eliminado: se declaraba “harto del tenis, de la vida, de que las chicas acodadas en las vallas miraran siempre a mis rivales”. Así que hizo algo aún peor que pegarle a Ferrero, que si ya tiene cara angelical ahora, qué cara de santo no tendría a los 12 años: apedrear a un cisne. “Quizá no lo maté, pero de lo que estoy seguro es de que le lancé una piedra pesada, desde lejos, y de que la piedra le impactó en la cabeza o en el cuello”. El ave salió corriendo con la cabeza del revés.

Torres de la Osa cuenta esto en Nocturno de tenis (Libros del KO, 2024), un volumen prodigioso que utiliza obsesivamente el tenis y los escritores de tenis (Nabokov sobre todo) para hacer asomar una extraña belleza que tiene, al fin y al cabo, una función discreta pero perceptible: la de biografiar la vida que no fue, el tenista que no llegó (ni tenía claro a dónde quería llegar). “Se escribe mejor con un poco de tristeza en la sangre que con un poco de alcohol”, dice este hoy ingeniero que un día se dedicó a buscar por redes sociales a sus antiguos rivales. “A partir de los cuarenta todos parecemos ciudades devastadas”, aclara. En LinkedIn halló la “devastación”: managing director, responsable de oficina, marketing assistant, consultor. “Parecen gatos sorprendidos en un callejón de mala muerte, congelados en un respingo, los ojos muy abiertos, desamparados”, dice. “Ninguno de esos niños tenistas que pueblan mi imaginación existe ya. Todos murieron y quedaron abandonados en aquellas cunetas hermosas de las autopistas mediterráneas, cuajadas de venenosas adelfas, de los años ochenta y noventa”.

Tengo la impresión de que Nocturno de tenis gira —hermosa, deliciosamente— en torno a una reflexión del propio niño tenista que fue Luis Torres de la Osa: hay algo “perverso e incómodo” en niños dotados de forma extraordinaria para algo se vean, por tanto, esclavizados y lanzados a competiciones similares a las adultas, o directamente adultas. “¿Quién con diez años querría dedicarse únicamente al tenis? ¿Quién con doce años querría dedicarse en exclusiva al ajedrez? ¿Quién con dieciséis tiene disciplina suficiente para renunciar al torrente voluptuoso de la vida?”

Juan Carlos Ferrero renunció, y hoy entrena a otro que renuncia, mal que bien, Carlos Alcaraz. La última y dolorosa derrota de Alcaraz, por inesperada, fue hace tres días contra David Goffin. Goffin sale inopinadamente en las páginas del libro de Torre de la Osa, que cree que a través del tenis se observa el carácter: frío, introvertido, metódico, trabajador, ligeramente aburrido.

Yo no fui campeón de España ni de Galicia, ni se me esperaba, pero jugué al tenis hasta los 18 años y andaba por ahí perdido en el ránking, jugador siempre de cuartos de final. Sirva como consuelo para Torres de la Osa, que dejó el tenis apedreando a un cisne: lo dejé después de morder la cara a un niño al que daba clases (mordedura de pura rabia pero controlada, no le arranqué el moflete) y que me había tirado antes una piedra a la cabeza (¿sería yo su cisne?). En cuanto a mis adversarios, nunca los busqué por internet pero sí recuerdo sus apellidos: son los que uso en los personajes de mis novelas. Hay algo en lo que dejamos de hacer de golpe que se queda con nosotros para siempre.

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Leonardo Fernandez
<![CDATA[La Bien Querida: “El ‘indie’ era lo imperfecto. Querías ser especial, no gustar a todos. Yo no puedo ser ya ejemplo de ‘indie”]]>https://elpais.com/cultura/2025-03-22/la-bien-querida-el-indie-era-lo-imperfecto-yo-no-puedo-ser-ya-ejemplo-de-indie.htmlhttps://elpais.com/cultura/2025-03-22/la-bien-querida-el-indie-era-lo-imperfecto-yo-no-puedo-ser-ya-ejemplo-de-indie.htmlSat, 22 Mar 2025 04:30:00 +0000Ana Fernández-Villaverde (Bilbao, 52 años), La Bien Querida, publica nuevo disco, ya en la calle y en plataformas mientras se anuncia su presencia en conciertos y festivales de toda España. LBQ le ha puesto a unas canciones en las que defiende una vuelta a sus primeros tiempos, letras sencillas y pegadizas con una de las voces más reconocibles del pop (o indie, o lo que sea) español. Amor y desamor, las calles de Madrid que pasea, el Dixie en el que desayuna, su hija Estrella o su perra, Roma, acompañante habitual en el escenario, son protagonistas de los nuevos temas de esta artista madrugadora (“Todos los días sobre las 6 a.m.”) de disciplinas que incluyen gimnasio y clases de salsa (“llevo meses sin ir, volveré en breve”). Varias de sus canciones, como De momento abril, Dinamita, Muero de amor o Esto que tengo contigo, son ya clásicos utilizados en series y películas. En LBQ hay varias candidatas (Noche de bodas, Podría haber sido, Ni bien ni mal) a quedarse en el imaginario del público.

Pregunta. ¿Por qué LBQ?

Respuesta. Es una vuelta al indie, si el indie existiese [sonríe]. A los orígenes. Los arreglos son más sencillos. Lo estamos tocando ahora y nos está costando mucho menos los ensayos que en el disco anterior [Paprika], cuando nos metimos con la salsa, con la bachata.

P. Paprika era muy bailable.

R. Nos arrepentimos de no haberlo hecho entero latino. Hicimos algunas canciones, pero no todo. Quizá fue por miedo. Esa cosa conservadora de pensar “a ver si ahora va a haber un rechazo muy grande”. Y nos hemos arrepentido.

P. ¿No existe el indie?

R. Lo ha absorbido el mainstream. El indie eran los grupos que no querían saber nada del mainstream. No buscaban llenar un estadio con 12.000 personas. Querían ser diferentes, sentirse diferentes. No querías ser el que le gustase a la mayoría, querías ser especial. El indie era lo imperfecto. Los grupos no tenían por qué cantar bien. Ahora está todo mucho más procesado. En un estudio de grabación casi nadie mete la voz tal cual: se graba, pasa por unos filtros y se afina un poco y tal. Y antes eso no se hacía. Los promotores, empresarios, gente que no le gusta la música se dieron cuenta de que los festivales independientes empezaban a mover gente y crearon estas macrofiestas o macrofestivales en los que hay muchísimos intereses económicos, donde hay fondos de inversión metidos ahí. Todavía quedan algunos indies como los de antes: Marcelo Criminal, Primogénito López, Gúdar, Los Lagos de Hinault…

P. “No hay que no querer venderse, hay que no saber”, decía Javier Krahe.

R. Pero es que ahora no está mal visto. Antes un grupo no hacía una campaña para una multinacional de ropa, por ejemplo: no estaba bien visto, ya te estabas vendiendo un poco al sistema. Ahora es motivo de orgullo: tal marca me ha elegido para que haga una campaña.

P. ¿No hay una contradicción entre el grado de pureza que uno quiera mantener y el deseo de que su trabajo llegue a más gente? ¿Tiene uno que ceder si se quiere comprar un piso?

R. Obvia. Si este es tu modo de vida, tienes que hacer dinero, tienes que hacer conciertos y, cuanta más gente vaya, más dinero ganas y más te contratan. Y si te contrata una marca, pues la haces.

P. Usted ha hecho campañas.

R. Sí, claro. Yo ahora no soy un ejemplo de indie. No puedo serlo.

P. Sin embargo, no ha cedido el control del disco, que ha asumido todo el proceso.

R. Lo he costeado yo todo a través de mi propio sello, Roma Records, que he creado ahora. La producción, la grabación. Me he pagado unos diseñadores que me hagan la portada, los videoclips... Yo quiero tener el control sobre mis canciones. Quiero que sean mías siempre. Cuando una compañía paga o adelanta, ya estás en deuda.

La Bien Querida, en Madrid.

P. ¿Cómo empieza con David Rodríguez [productor de los discos de La Bien Querida, entre otros, y cantante de La Estrella de David?]

R. Yo hice una maqueta. Gustó, pero vamos, a los cuatro que en España escuchan maquetas. La produjo en mi casa un chico que se llama Horacio Nistal, y esa maqueta la envié a Radio 3. Y gané un concurso de Mondosonoro. Me fichó Elefant Records, y ahí me preguntan quién me gustaría que hiciese la producción. Era la época de MySpace, donde yo había conocido a David Rodríguez, que ya tenía La Estrella de David. Ahí empezó mi amistad con él, que terminó siendo una relación y tuvimos una hija [Estrella, a la que La Bien Querida dedica una canción en su nuevo álbum].

P. ¿Qué dice su hija de su música?

R. No le interesa mucho, no le gusta.

P. Pero escucha música.

R. Sí, sí, otra sí. Le gusta Kanye West. Rihanna le encanta.

P. ¿Cuándo fue la primera vez que cantó en público?

R. Yo hice dos conciertos en dos bares de Madrid, pero vamos, para 30 personas. Uno en la sala El Barco y otro por Las Vistillas. No me llamaba La Bien Querida, era Los Vasos Comunicantes, por el surrealismo de Breton. Nerviosa, tocando con los ojos cerrados, encogida.

P. Y luego el Primavera Sound.

R. Fue de locos. Porque el siguiente fue un concierto que organizó Mondosonoro y luego ya el Primavera. Yo no tenía ni puta idea de cantar, ni clases de canto ni nada, y había aprendido a tocar la guitarra en mi casa con unos tutoriales. Quien me animó fue Jota [Los Planetas] cuando le enseñé las primeras cosas.

Es importante tener voz, saber tocar, claro que es importante. Pero lo más importante es tener personalidad. Tener carácter, estilo, no intentar copiar a nadie”

P. Usted tiene una voz muy reconocible, muy personal.

R. Es importante tener voz, saber tocar, claro que es importante. Pero lo más importante es tener personalidad. Tener carácter, estilo, no intentar copiar a nadie. Crear tu propio sello. En la música, en la escritura y en cualquier lado.

P. ¿Le costó a usted tener ese sello?

R. No, nada. Naturalidad [ríe].

P. Una frivolidad: el flequillo.

R. El flequillo me lo dejé en 2009. Y ya está, ahí se ha quedado. Me protege. A mí me gusta mucho usar gafas de sol, y el flequillo también hace un poco esa función. Tapar.

P. Tiene una relación conflictiva con el éxito.

R. No estoy cómoda con esa palabra. ¿Qué es el éxito o qué es petarlo? Las cosas han cambiado tanto. Yo vi a Interpol y a The Cure en La Riviera. Ahora todo el mundo llena el Palacio de los Deportes. ¿Yo lo peté? Bueno, pero tocaba en la sala Sol, que es maravillosa aunque no es el Bernabéu, a eso me refiero. Y encantada. Mi carrera ha sido de paso a paso, poco a poco, yo al menos lo he sentido así. Nunca he sentido que lo había petado.

P. No quisiera defenderla de usted misma, pero vivir de la música, salir de gira, ya es petarlo.

R. Desde ese punto de vista, claramente. Es la hostia vivir de algo que te gusta hacer.

Es la hostia vivir de algo que te gusta hacer”

P. ¿Echa de menos la pintura?

R. ¡He tenido un encargo!

P. ¿Vivía de la pintura?

R. Sí. Me tenía que buscar la vida, pero sí vivía.

P. ¿Cuánto costaba su cuadro más caro?

R. Nunca pasaba de 6.000 euros.

P. ¿Qué le daba la música que no le da la pintura?

R. Silencio. Estar en mi casa sola y en silencio.

P. Escucha podcasts.

R. Escucho muchos podcasts sobre la historia de España. Uno tras otro, mientras conduzco. Para la memoria es buenísimo. No soy especialmente monárquica. Pero esto me divierte un montón, porque hay unos líos de faldas tremendos. Me entretiene y de alguna manera extraña me relaja.

P. La promoción no tanto.

R. La entiendo perfectamente, agradezco muchísimo el interés, pero claro: a mí me gusta componer, dar conciertos. Esta parte la entiendo, sin embargo, yo soy mejor cantando el disco que explicándolo.

P. Puede aprovechar para hablar de política o dar alguna lección a los demás.

R. Mira, ahí Los Punsetes fueron visionarios y sacaron Opinión de mierda hace un montón de tiempo. El que es filósofo el martes pasa a ser médico el jueves. Eruditos por todas partes.

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Pablo Monge
<![CDATA[Lo que se recuerde de ti]]>https://elpais.com/opinion/2025-03-19/lo-que-se-recuerde-de-ti.htmlhttps://elpais.com/opinion/2025-03-19/lo-que-se-recuerde-de-ti.htmlWed, 19 Mar 2025 04:00:00 +0000Vista Wyatt Earp y la guerra de los cowboys, riguroso trabajo sobre el tiroteo más famoso de la historia del Oeste americano, el de O.K. Corral. El documental, disponible en Netflix, ocupa un espacio que, desde Tombstone, llega a los centros de poder de Washington y Londres (J.P. Morgan mediante) y advierte de que ese tiroteo, que duró un puñado de segundos, estuvo a punto de embarrancar la historia de Estados Unidos. Pero, pese a Wyatt Earp y su figura épica, hay que fijarse otra vez, como hace 30 años en la película de Costner, en Doc Holliday, amigo del héroe. Holliday representa avant la lettre muchas de las particularidades del sueño americano cuando este era posible, pero al revés. John Henry Holliday no nació en el Oeste sino en el Este, estudió la carrera de cirujano dentista en la Universidad de Pensilvania y montó una próspera clínica dental en Atlanta hacia 1870. Fue premiado en varios congresos. No hay, claro, imágenes de aquella época, pero el docudrama lo recrea con un paciente en una limpia y hermosa consulta, aseado, explicando asuntos médicos a un elegante paciente en una civilización asentada. Al joven y prometedor médico le diagnosticaron una tuberculosis, y decidió mudarse al suroeste de los Estados Unidos para obtener ventajas de un mejor clima y vivir más años. Se hizo jugador de cartas para ganar dinero y un pistolero rapidísimo al que atribuyen entre tres y siete cadáveres, además de verse envuelto en el tiroteo de O.K. Corral. También se enganchó a la botella. Salvó la vida de Wyatt Earp sin saber quién era y se hicieron amigos. Se han escrito sobre él biografías y su personaje es asiduo en series y películas. No, no hay que dejar la consulta médica y hacerse borracho para pasar a la historia, pero sí hay algo fulgurante en ese trayecto a la posteridad: como tahúr y pistolero, en el corazón de un lugar y un tiempo propenso a la fabricación de leyendas, valores como el coraje o la lealtad, y virtudes como el instinto de supervivencia, tienen un acomodo más explosivo en territorios de moral ambigua, con la civilización a medio hacer. Cuando lo que se recuerde de ti sea aquello que los demás vieron o interpretaron.

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<![CDATA[La noticia es que Piqué llore, no lo que declare ]]>https://elpais.com/deportes/futbol/2025-03-17/la-noticia-es-que-pique-llore-no-lo-que-declare.htmlhttps://elpais.com/deportes/futbol/2025-03-17/la-noticia-es-que-pique-llore-no-lo-que-declare.htmlMon, 17 Mar 2025 04:15:00 +0000No es casual que, tras declarar como imputado por una denuncia según la cual Gerard Piqué podría haber cometido corrupción en los negocios y administración desleal, todos los medios hayan titulado con que el exfutbolista lloró. Las lágrimas públicas de los adultos siguen ocupando un espacio sensacional en la conversación e inspiran un profundo respeto, tanto que muchos diarios prefirieron evitar la palabra sin hervir, “llorar”, para utilizar con pudor alarmante el eufemismo “emocionar”. Los caminos de ida y vuelta entre la verdad y su eufemismo son todo un asunto a tratar: en el ámbito político se está trabajando mucho a cuenta de Jessica R., llamada cómodamente “expareja” del exministro José Luis Ábalos.

Un hombre emocionado, y más en los tiempos de hoy, con todos a medio deconstruir (y tantos con la piel crujiente ya, pareciera que deconstruidos totales, pero la carne cruda dentro: vuelta al horno otra vez), es una feliz noticia. Incluso cuando lo hace declarando en un juzgado. ¿Pero tanto? Quizá sea por eso que los periódicos lo resalten con tanto fervor, decretando de manera unánime que un hombre que llora es más noticiable que un hombre investigado. Podría pensarse que, como se autodefinió Cristiano Ronaldo, Piqué es un hombre joven, guapo y millonario: ¿por qué habría de llorar? Si bien con esos parámetros el juicio ya estaría liquidado, un hombre joven, guapo y millonario, ¿por qué habría de delinquir?

Hace poco, en el primer capítulo de Paquita Salas, lloré cuando Paquita le dice a Macarena García que a ella siempre le quedará bien cualquier vestido, dándole a entender que ya sabe que la ha abandonado por otra representante. Y esta misma mañana, pero en soledad, lloré cuando vi uno de esos vídeos de patitos en los que un hijo patito se descuelga del grupo y todos pelean por recuperarlo. Puedo, sin embargo, no llorar con asuntos más graves que me conciernen directamente. Macarena García o los patitos me hacen llorar primero porque tocan mi hit emocional, que es el abandono o la reconciliación, animales que se alejan y se acercan, temas todos ellos que evito en las películas para que no me echen del cine, y segundo porque mi estado es propenso a ello: el clima, la sensibilidad, una noticia recibida minutos antes, cierta frustración o euforia existencial, un penalti anulado…, todo ello contribuye a que un patito de no sé dónde, cuyo destino no me podría importar menos, me hunda en pesares terribles y quiera dar la vida por él.

Llorar tiene un prestigio indudable, provoca una conmoción humana comprensible, pero los motivos por los que uno llora generalmente son peligrosos: nunca se terminan de aclarar. Si bien en este caso hay pistas: si lloras en un juzgado es poco probable, declarando como investigado, que sea porque te acabas de acordar del final de Toy Story 3.

De la declaración de Piqué, por ejemplo, que ha sido filtrada porque en este país es más discreto ir con un altavoz por las calles que hablando en privado con un juez, llama la atención, más que las lágrimas de un hombre apesadumbrado, que, después de defender que las comisiones que se llevó por organizar un torneo en Arabia Saudí “son las normales”, dijese que en otro país por eso le habrían hecho una estatua. Si llega a ser un poco menos hay que desenterrar a Miguel Ángel.

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Rodrigo Jimenez
<![CDATA[La teoría del gol trampa]]>https://elpais.com/deportes/futbol/2025-03-12/la-teoria-del-gol-trampa.htmlhttps://elpais.com/deportes/futbol/2025-03-12/la-teoria-del-gol-trampa.htmlWed, 12 Mar 2025 23:36:13 +0000¿Puede un partido que se pone 1-0 a los 30 segundos acabar 1-0 120 minutos después? Puede, si se trata del Atlético de Simeone y el Madrid 2025 de Ancelotti.

No hay que ser un entendido del fútbol, basta con ser entendido del Madrid, que es un deporte aparte, para saber que si al Real le marcas un gol a los 30 segundos, hay que marcarle dos o tres más en las jugadas siguientes. Por muchas razones delicadas. La primera, que si a un equipo le marcas un gol al sacar de centro tiene una empanada importante. La segunda, que el Madrid es un equipo famoso por sus desconexiones con la realidad, le da igual la trascendencia del partido y el escenario, y si le marcan al principio la cosa promete. La tercera, que un gol al Madrid en Champions tiene el valor de una zancadilla: se tropieza el gigante, torpe, y hay que aprovechar para sacudirle varios golpes más y dejarlo sobre el suelo pero siempre tomándole rutinariamente el pulso, por si vuelve.

No hay que entender de fútbol, hay que entender del Real Madrid, para saber que después del 1-0 le correspondía a Simeone jugar a la ruleta rusa contra el Madrid, el mejor jugador suicida del mundo, capaz de tener cuatro balas en el tambor y salir vivo, o irse a por los blancos con los colmillos afilados y la cuenta de la factura de 2014, 2015, 2016 y 2017. Hizo lo primero, temerario, especulador. Del Atleti dependía que ese gol fuese el inicio del fin del Madrid o el gol trampa de siempre, aquel que Raúl definió en la grada del Bernabéu cuando marcó el Bayern el año pasado: “Estos no saben lo que acaban de hacer”.

El Madrid lo llevó todo al límite, también en los penaltis. Ganó en el último disparo, y volvió a ser Antonio Rüdiger, medio lesionado y medio cuerdo, como en la noche de Mánchester.

Nada hizo el Atleti después de un gol fulminante y estrepitoso. Un gol que, visto el rival y la lista de agravios, y con las gradas pidiendo sangre en el Metropolitano, podría anunciar un huracán de media hora. Sin embargo, Simeone le regaló el balón a los blancos y metió el culo del equipo atrás. Si no le salió mal ni bien fue porque el Madrid se ha tomado esta temporada, empachado de éxitos, de transición. ¿De transición a dónde? A saber. Por olvidar, olvidó jugar a nada, que era como jugaba cuando de repente una de sus estrellas le sacaba el forro a la chistera y se ponía a bailar sobre él. Para eso hubo que esperar a la segunda parte, cuando ya Atlético y Real empezaron a tomarse en serio a sí mismos. No había juego y empezaron a emerger los héroes, incluso los héroes de unos pocos segundos, como Kylian Mbappé.

Mbappé, enjaulado en sus propias contradicciones, como un filósofo que ve la luz y bracea entre corrientes alternas de pensamiento hasta dar con una idea propia, cepilló el balón y se fue contra el Atleti para partirle la crisma, él solo, con las tablas de la ley. La suya. La de un jugador que, con espacios, suelta chimeneas de aire por la nariz. En carrera fue reuniendo a dos defensores atléticos despavoridos, y cuando los tuvo ya pegados los partió en dos movimientos imposibles, hachazo a izquierda y derecha, con una velocidad de locomotora. Sólo le pararon con penalti.

La pena máxima de Vinicius fue eso exactamente: la pena máxima del madridismo. Vibraciones del balonazo de Ramos al espacio en los penaltis contra el Bayern. Aquella pelota que sigue sin aparecer probablemente tenga ya compañía trece años después: los finales felices existen.

La prórroga fue la exhibición de Federico Santiago Valverde Dipetta, el uruguayo al que le calcula Carlos Martínez en Movistar unos cinco pulmones. Lo había sacado Ancelotti del lateral al ver que Simeone no estaba por volcarse ni en su banda ni en ninguna, confiando en la luz de Griezmann y en el veneno (qué jugador) de La Araña. Y Valverde empezó a suplir, enloquecido, a sus compañeros fundidos, a aquellos que al perder el balón sacaban la bandera blanca, rosario de almas rotas y con agujetas de épica. Fue como se llegó a los penaltis, la lotería trucada del Madrid con el Atleti.

Los jugadores del Real Madrid, Jude Bellingham, Rodrygo, Vinicius Junior y Lucas Vázquez, entre otros, celebran la victoria en el Metropolitano. Giménez, tras la derrota del Atlético de Madrid. Antonio Rudiger, Lucas Vazquez y Endrick celebran la victoria del Real Madrid tras los penaltis. Antonio Rudiger celebra el último penalti, que da el triunfo al Real Madrid frente al Atlético.Rudiger celebra el penalti. Antonio Rudiger del Real Madrid, celebre el triunfo de su equipo antre los jugadores abatidos del atlético de MadridResbalón de Julián Álvarez, que ha supuesto la anulación del penalti tras tocar dos veces el balón. Antonio Rudiger lanza el penalty que le da la victoria al Real Madrid. El delantero brasileño del Real Madrid, Vinicius Junior, golpea el balón desde el punto de penalti, fallando una opirtunidad ante el Atlético de Madrid.Vinicius Junior del Real Madrid, lanza por encima de la portería el penalti,cometido a favor de su equipo, ante el Atlético de Madrid.Clement Lenglet del Atlético de Madrid, comete penalti sobre Mbappe del Real Madrid.Vinicius Junior es consolado por Jude Bellingham tras lanzar el  el penalti fuera.Antonio Rüdiger y Antoine Griezmann disputan un balón. El jugador del Atlético de Madrid Conor Gallagher abre el marcador.Conor Gallagher celebra su tanto en la primera parte del derbi. El británico Conor Gallagher celebra el gol con el que ha abierto el marcador del partido de vuelta para el Atlético de Madrid. Eduardo Camavinga, del Real Madrid, ayuda a su compañero Ferland Mendy a atarse los cordones de las botas.El delantero francés del Real Madrid, Kylian Mbappé se duele en el suelo, rodeado de contrarios.El entrenador del Atlético de Madrid, Diego Pablo Simeone, da indicaciones a su equipo desde la banda.  El técnico italiano del Real Madrid, Carlo Ancelotti, da instrucciones a sus jugadores.El guardameta del Atlético de Madrid, Jan Oblak, despeja un balón en su área. El delantero del Real Madríd, Kylian Mbappé, controla el esférico. El centrocampista del Atlético de Madrid, Pablo Barrios , intenta llevarse el balón ante el delantero brasileño del Real Madrid, Vinicius Junior.El entrenador del Atlético de Madrid Diego Simeone, habla en la banda con Antoine Griezmann.Conor Gallagher del Atlético de Madrid, cae ante la entrada de Jude Bellingham del Real Madrid.El madridista Luka Modric,disputa el balón ante Pablo Barrios del Atlético de Madrid.El centrocampista del Madrid Aurélien Tchouaméni, durante el partido de vuelta de los octavos de final de la Liga de Campeones que Atlético de Madrid y Real Madrid disputan este miércoles en el estadio Metropolitano.Los jugadores del Atlético de Madrid celebran el gol de Gallagher.Los aficionados del Atlético de Madrid sacan una pancarta con la leyenda Conor Gallagher, en el suelo, tras perder el balón con Rodrygo (centro) y Modric.El jugador del Atlético de Madrid Antoine Griezmann en el césped antes del partido.Jugadores del Real Madrid calientan en el campo antes del partido.Aficionados del Atlético de Madrid en las gradas antes del partido.Los jugadores del Atlético de Madrid calientan en el estadio Metropolitano.El guardameta belga del Real Madrid Thibaut Courtois.El entrenador del Real Madrid, Carlo Ancelotti, antes del partido. El centrocampista del Real Madrid Luka Modric (a la derecha). A la izquierda, Kylian Mbappé.La policía custodia la llegada del autobús del Atlético de Madrid al estadio Metropolitano este miércoles.       El centrocampista del Real Madrid Jude Bellingham calienta con el balón.

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INMA FLORES
<![CDATA[Esplendor y derrota]]>https://elpais.com/opinion/2025-03-12/esplendor-y-derrota.htmlhttps://elpais.com/opinion/2025-03-12/esplendor-y-derrota.htmlWed, 12 Mar 2025 05:00:00 +0000Un día de finales de los 40 o principios de los 50, él no lo pudo precisar, Borges se subió al tren para ir a Mar del Plata. Llevaba con él una novela policial que abrió nada más sentarse, y desatendió, como siempre, la recomendación de su oculista de que no leyese con poca o mala luz. Leyó –leía– con tanto fervor que cuando se hizo de noche apoyó la cabeza en la ventanilla para aprovechar los últimos rayos del crepúsculo. Consiguió terminar la novela adivinando las palabras, pues era noche absoluta, y después se quedó dormido. Cuando volvió a abrir los ojos, escribió su biógrafa María Esther Vázquez (Borges. Esplendor y derrota), tuvo delante “un festival de luces de colores que se movían brillantes y hermosísimas”. Eso duró un momento: luego se hizo la oscuridad. Se había quedado ciego. Por fin ciego, habría que decir, porque sucesivos desprendimientos de retina habían dejado ya su vista maltrecha a la espera de una estocada final y esperada, que seguro tenía que ver con la lectura compulsiva. Pero, milagro, por uno de sus ojos aún podía ver algo, un rincón mínimo de realidad con unos pocos colores cambiados (el azul era verdoso, el marrón era violeta) que se traducía, por ejemplo, en que podía intuir una baraja de cartas, pero no el jugador que las barajaba. Borges no quería perder ese delicado hilo, y como el doctor le advirtió que si agachaba la cabeza podría desprenderse del todo la retina, su postura pasó a ser siempre erguida, con el mentón en alto, la espalda recta, provocando a su paso admiración y envidia: el aspecto del viejo Borges era mejor que el del inmediatamente anterior, el encorvado señor; la ceguera le había regalado un porte nuevo, una manera nueva de andar por las calles. Quizá, por miedo a perder lo poco que nos queda, generalmente ya viejos o en camino, los seres humanos desenterramos algo nuevo e insólito para evitar rompernos: lo que en Borges podría parecer altivez o soberbia, era miedo. Todo es miedo a partir de cierta edad, especialmente la belleza. Como recuerda Vázquez, árboles sin raíces y sin ramas que sólo desean llegar en pie al final.

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Eduardo Comesana
<![CDATA[Los abrazos que el fútbol nos regaló]]>https://elpais.com/deportes/futbol/2025-03-10/los-abrazos-que-el-futbol-nos-regalo.htmlhttps://elpais.com/deportes/futbol/2025-03-10/los-abrazos-que-el-futbol-nos-regalo.htmlMon, 10 Mar 2025 04:15:00 +0000Hay una escena en O Futebol, de Sergio Oksman, en la que el propio Sergio y su padre, Simao, están dentro de un coche escuchando, atentos, los ruidos de la ciudad durante un partido del Mundial de Brasil en 2014. “¿Eso fue gol?”, ante el sonido de una muchedumbre invisible, miles y miles de personas metidas en sus casas y en sus bares, o en el estadio, mientras ellos dos están sentados el uno junto al otro dentro del coche en medio de una calle desierta. “No, no, eso es una ocasión fallada”. Hay que traducir la alegría, la frustración, la euforia, la pena, de la hinchada. Hay que saber interpretar los sonidos del aparato digestivo del estadio. No existen en el deporte cosas mucho más poéticas que las ciudades vacías atentas al partido definitivo de fútbol, y dos almas errantes como ese padre y ese hijo, que llevan más de 20 años sin verse, viendo el partido sin verlo, adivinándolo por el rumor.

La película, toda ella, es un catártico poema con el fútbol como vehículo. Una llamada hermosa (e impredecible) a la conexión silenciosa entre gente que no tiene otra forma de comunicarse que viendo un partido, como Sergio y Simao Oksman. Ocurre fuera de la película también, y en todas partes: gente que se quiere de forma irremediable pero no ha encontrado nunca un momento mejor para decirlo y abrazarse que con un gol de su equipo, gente que aprovecha un penalti para agarrar una mano que no se atrevió nunca a agarrar. Pero en la historia que rueda Oksman subyace una electricidad sorda que te deja hipnotizado. “No nos interesaba el deporte como excusa para contar nada. De él, nos cautivaba su metodología. Tiene sus reglas y las cosas discurren según un orden preciso. Y así hasta que, de repente, pasa algo. Un gol, por ejemplo”, dijo su director.

Pasaron muchas cosas en Brasil en 2014, una de ellas traumática: el 1-7 que le metió Alemania a la selección anfitriona en las semifinales de un torneo que la pentacampeona quería para sí. “Fue peor que el maracanazo”, dijo Pelé. Y alrededor de ese Mundial se reformularon relaciones personales y familias como los Oksman, a los que describió en este diario Javier Ocaña hace diez años, cuando se estrenó O Futebol: “Un hombre incapaz de recordar cuántos años vivió en un hotel tras separarse de su mujer y su hijo pero que es capaz de citar alineaciones de hace cinco décadas; un hijo que mantiene vivo el recuerdo de su padre como el de la voz de un locutor de radio, y un padre que arregla radios pero que carece de ella en el coche; dos personas que acuerdan ver juntos los partidos del Mundial de Brasil pero que apenas si logran vislumbrar un solo gol juntos”.

Me encontré a Oksman hace dos tardes en el barrio: somos vecinos. Me dijo a bocajarro que tenía una espina clavada conmigo, porque a pesar de las recomendaciones que me llegaron en su momento, nunca había visto O Futebol. Le respondí que lo haría este mismo fin de semana. Pero no tenía ni idea del impacto que me produciría. Esos dos adultos perdidos y reencontrados, lacónicos, tratando de descifrarse mientras interpretan partidos de fútbol de tanta trascendencia que provocan, en un país tan pasional y arrebatado, suicidios. Ese Mundial y lo que significó para tanta gente, también futbolísticamente: Alemania jugando a la brasileña, aplastando a Brasil. Y esos planos, finalmente, lentos y cuidados porque a los protagonistas, también reales, tiene que cuidarlos el público.

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Mike Egerton - PA Images
<![CDATA[Rajoy: el hombre invisible no entiende que lo señalen]]>https://elpais.com/espana/2025-03-05/rajoy-el-hombre-invisible-no-entiende-que-le-senalen.htmlhttps://elpais.com/espana/2025-03-05/rajoy-el-hombre-invisible-no-entiende-que-le-senalen.htmlWed, 05 Mar 2025 17:30:30 +0000Nada más salir del ascensor de la segunda planta del Congreso, hay a la izquierda unas pequeñas escaleras que, rodeadas de periodistas y tomadas por fotógrafos y cámaras de televisión, podría parecer el aspecto de las escaleras que daban al viejo césped de San Paolo de Nápoles, concretamente el día en que se presentó Diego Armando Maradona en 1984. Hay una foto icónica al respecto. Se desconoce si habrá una foto parecida este miércoles, en el Congreso, con Mariano Armando Rajoy llegando a la comisión de investigación sobre la Operación Cataluña, la trama parapolicial que desde las sentinas de Interior se puso en marcha para presuntamente espiar y acorralar partidos políticos, desde independentistas a Podemos, mediante acoso judicial y noticias falsas. Pero debería. El expresidente del Gobierno acudió allí entre flashes, pidió la palabra para decir que no sabía qué hacía en aquel lugar, sentado delante de aquella gente tan extraña, y dedicó las horas siguientes al mayor y más demoledor ejercicio de vaciado de poder que ha sufrido nunca una presidencia del Gobierno: no es que no se hubiese enterado de nada de lo que ocurría bajo su mando, es que uno lo escucha y se le viene a la cabeza aquella frase histórica de Zapatero a su mujer antes de meterse en cama, cuando ya llevaba un tiempo en La Moncloa: “No sabes, Sonsoles, la cantidad de cientos de miles de españoles que podrían gobernar”.

Hizo Rajoy malabarismos verbales (“por supuesto que vengo a decir la verdad, si usted ya sabe que voy a mentir, ¿para qué me llama?”), esgrima oratoria en el cuerpo a cuerpo (“¿usted cree que somos tontos?”, le preguntó Ione Belarra; “me va a permitir que no conteste a esa pregunta porque no quiero generar mal ambiente”), alguna bala bien lanzada y con mucha pupa (“yo tengo que enterarme de lo que hacen 100.000 policías y Pedro Sánchez puede no enterarse de lo que hace su número 2”) y finalmente ira, que ya es difícil enfadarlo: “¡Deje de insultarme, con ese tono faltón y calumnioso! ¡Es usted un mentiroso”, al socialista Manuel Arribas. Acabó, al salir de la sala, pidiendo elecciones. Sin aclarar si se presentaría él.

Ningún diputado, sin embargo, le hizo la pregunta más pertinente: “¿De qué tuvo conocimiento usted en sus años como presidente, señor Rajoy”. Se acercó Gabriel Rufián: “¿Usted fue presidente del Gobierno, verdad?”. Por evitar, hasta evitó Rajoy desentrañar quién se ocultaba bajo el nombre de M. Rajoy en la lista de Bárcenas, como le reclamó Ione Belarra. Jorge Fernández Díaz, en el turno siguiente, dijo que le parecía “razonable” pensar que quizá nombre en clave se refiera a su amigo. Fue Fernández Díaz, que lleva años de guerra de guerrillas con la razón, el que la apeló para resolver panel.

Quien mejor rodeó a Rajoy fue Jon Iñarritu, de Bildu (“Al grano, Mariano”). Minutos antes de que empezase la sesión contaba en privado cómo había ido su fin de semana: “Me he leído los libros de Rajoy”, y sonó a haber pasado unos días en los últimos capítulos de The White Lotus. Presumió de ello en su turno de palabra, si bien diluyéndolo un poco: “Algunos pasajes los leí en diagonal”. Como presidente del Gobierno, recordó Iñarritu, Rajoy tiene poco recuerdo de fechas, reuniones, noticias, etc. Sin embargo, como diarista, demuestra una memoria ejemplar, y data fechas concretas y da cuenta de conversaciones detalladas, casi transcripciones, con profunda minuciosidad. “¿Tiene agenda?”, preguntó el diputado. Rajoy no metió el pie en la trampa: “No, no llevo agenda”. Pero bien es verdad que la cabeza la hace mover mejor Planeta que el Congreso.

Por lo que sea, diría Rufián. Rufián dijo “por lo que sea” unas 377.000 veces. Supongo que se está diciendo ahora todo el rato en X, que es una red social que pone de moda muchas coletillas hasta que Rufián las quema sin piedad y hay que buscarse otra cosa. A Rajoy el “por lo que sea” lo estaba dejando descolocado, como cuando mi hijo me dice —¡a mí!— “bro”. Quizá pensó Rajoy que era una carnaza para que cayese en uno de esos trabalenguas imposible: “Por lo que sea, es, y lo que es, será, por lo que sea y por lo que será”. Fue una lástima que no lo contraatacase con “pardiez”. Y eso que empezó de una manera rajoyana impecable: “El día 14 recibí una comunicación de la presidenta del Congreso que me dice que comparezca aquí el 5 de marzo, que es hoy. Y aquí estoy”. Con Rufián tuvo una enganchada Rajoy a propósito de la cárcel, de la que le avisó Rufián que quizá la pisase. Mencionó la posible condena (“cuatro años”) y el juez (“el juez Pedraz”). También Gerardo Pisarello, de Sumar, lanzó una batería de acusaciones mezcladas con halagos al carácter de Rajoy (cara afable o entrañable, dijo: Papá Noel bendijo las barbas blancas); Rajoy le dio las gracias por no meterse con su familia y añadió: “Si fuese usted juez, señor Pisarello, yo estaría en una tumba”.

Cuando la diputada Ione Belarra, de Podemos, le soltó a Mariano Rajoy: “Usted es el presidente más corrupto de toda la democracia”, dos diputados del PP se dirigieron a ella alborotados levantando poco la voz, lo suficiente para que escuchásemos los de detrás, pero no los de delante: “Defensores de violadores”, dijo uno; “protectores de agresores sexuales”, dijo otro.

Ni con grabaciones, ni con la terca realidad que emerge en papeles y testimonios de sus más altos cargos, Rajoy reconoció saber de lo que se le estaba hablando. Su mejor pico de forma fue cuando le recordó Iñarritu un informe secreto de Francisco Martínez, jefe de gabinete del ministro Jorge Fernández Díaz y nexo de unión entre el comisario Villarejo y los jefes del ministerio. ‘Nota secreta para el señor presidente sobre información sensible procedente de Cataluña’, en el que se destallaban las operaciones que la ‘policía patriótica’ tenía en marcha en aquel momento para desacreditar al independentismo y la oposición. No sabe Rajoy nada de eso, pero es que tampoco se enteró de la noticia que dio hace un año RAC1. Iñarritu no dio crédito. Rajoy, de perdidos al río, aseguró estar diciendo la verdad. “La primera vez que oigo eso”, dijo Rajoy. Iñarritu insistió. ¿Es posible estar en los titulares de los medios y que no se entere? “Mire, es que yo dejé esto hace siete años, y usted no”, que fue la forma de homenajear al viejo Michael Corleone cuando dice en la tercera parte eso de “ya estaba fuera, y me vuelven a meter dentro otra vez”.

“Usted no amenaza, manda a sus comisarios. Don Vito tampoco amenazaba”, dijo después Rufián, por lo que sea.

No sé de qué me está hablando, no tengo conocimiento de eso, enséñeme cosas que yo haya dicho o hecho y no sé qué hago aquí fue el resumen de una jornada que Rajoy pretendió retranqueira (curioso momento sociológico de Belarra diciendo de los gallegos que no son famosos por tener gracia, dicho desde Podemos, el partido con menos sentido del humor de la historia de la democracia) y terminó en retrato de un presidente que, si le aprietan, podría confesar no saber qué gobernaba, si es que gobernó algo. José María García dijo de Rajoy que por donde pasa, ni limpia ni mancha. Hoy sabemos que ni siquiera pasa.

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J. J. Guillén
<![CDATA[Julio Iglesias recuerda lo que recordamos todos ]]>https://elpais.com/opinion/2025-03-05/julio-iglesias-recuerda-lo-que-recordamos-todos.htmlhttps://elpais.com/opinion/2025-03-05/julio-iglesias-recuerda-lo-que-recordamos-todos.htmlWed, 05 Mar 2025 04:00:00 +0000Ignacio Peyró, que ya escribió hace unos años un libro estupendo titulado Comimos y bebimos, acaba de publicar El español que enamoró al mundo (Libros del Asteroide), una biografía sobre Julio Iglesias que completa una trilogía ambiciosa: Comimos, bebimos y follamos. En una de sus valiosas apreciaciones, cuando se detiene Peyró en los hábitos alimenticios de Iglesias, que en Galicia se conocen bien (eran legendarias sus paradas en el Chocolate de Vilaxoán, propiedad de su amigo Manuel Cores, Manolo Chocolate), el autor recuerda que en “la España próspera de Felipe González nada parecía más à la page que ser riquísimo y decir que uno se pirraba por unos huevos con chorizo”. Podría parecer una de esas grietas naif de quienes lo tienen casi todo, o casi todo pueden comprarlo: mientras presumen de tener el mejor mando a distancia del mercado, su presunto placer es levantar el culo del sofá y cambiar de cadena con sus manos de minero frustrado. Cuántos pelanas del estilo hay, sacando el Clio del garaje repleto de Ferraris “porque en realidad voy más cómodo”, pretendiendo que alabemos su llaneza. Podría, digo, parecerlo. Pero hablamos de la comida, algo que no tiene nada que ver con lo material y todo con lo sensorial. Claro que Julio Iglesias cambiaría cualquier impresionante diverxo por la tortilla de patata con cebolla de su madre: imposible discutirlo. Mi amigo Manolo Villanueva nos invitó a unos pocos hace dos semanas al restaurante Lúa de Madrid, de carta famosa. No hizo falta abrirla: había traído Villanueva de Marín una olla de callos hechos por su suegra, Teresa Dávila, de 90 años. No hay columna que explique el sabor de esos callos y el estado en que nos sumergió. Sólo hay que pensar en las décadas que lleva haciéndolos esa mujer, el amor que pone en ellos, para entender qué hacen algunas comidas hechas por privilegiadas manos en nuestra memoria, y todo lo que desentierran. En varias ocasiones Julio Iglesias le habló a Villanueva de sus veranos de juventud en Cangas de Morrazo, donde iba la familia a comer a O Pote. ¿Qué recordaba Julio tantos años y tantas vueltas al mundo después? ¿Las chicas? ¿Las playas? Las nécoras. “Eran tantas que las tiraban a los cerdos”.

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Jean-Claude Deutsch
<![CDATA[La ‘brahiminha’]]>https://elpais.com/deportes/futbol/2025-03-04/la-brahiminha.htmlhttps://elpais.com/deportes/futbol/2025-03-04/la-brahiminha.htmlTue, 04 Mar 2025 22:37:54 +0000“El gol es más hijo del control que del tiro”, dice Jorge Valdano cuando a Rodrigo de Paul se le escapa en el área un balón franco. Son las cosas que pasan en Champions. Que de un control fallido de De Paul te hace Valdano, a lo tonto, una cita de esas que valen tanto para el fútbol como para el sexo.

Acto seguido, el balón le cae manso a Brahim en el área. Butragueño revisitado, cuando bajaba los brazos y la gente preguntaba quién había pitado, por qué se paraba el juego. Él, Butragueño, había pitado, y él lo había parado. Cara angelical para tomar decisiones criminales. Y ahora parece que Brahim va por el mismo camino: cara de sacar sobresalientes, pies diabólicos. Tiene delante a José María Giménez, defensa uruguayo demasiado alto y demasiado fuerte para marcar a Brahim en el área. Como poner a Tom a perseguir a Jerry. Para un mediapunta travieso, ambidiestro, con el punto de gravedad bajo, un caramelo. Pero veremos: Giménez aún puede levantarlo 10 metros y el VAR sentenciar que Brahim debería ir más al gimnasio.

A veces Brahim, hay que decirlo, parece que juega con los zapatos que usaba Michael Jackson en Smooth Criminal, esos que tenían el talón atornillado al suelo. Para defender bien a Brahim se necesita un defensa de esqueleto elástico, hablador, ladino, alguien con quien desahogarse en el campo hablando de traumas mínimos. Giménez no es de esos; te pide el sello en el área y te echa sin contemplaciones. Brahim de repente lo invita a bailar. Mueve la cadera hacia un lado durante segundos estrepitosos, y acto seguido el pie le hace un extraño. En realidad, vista la jugada a cámara lenta, se comprueba que tuerce el tobillo, esperemos que involuntariamente porque si no estamos hablando de artes mayores. La consecuencia de ese extraño es que hinca la rodilla de repente, como si hubiese visto al Papa, y el desconcierto de Giménez es absoluto: el rival le ha hecho un amago de cadera, ha torcido el tobillo con mal pronóstico y ha terminado por hacerle la mítica gravesinha. Giménez no da crédito. Sofocado, se tira directamente al suelo.

Ha sido una jugada maestra de Brahim, que tiene por delante aún un mundo. Como siga torciéndose huesos para desequilibrar a sus rivales va a llegar a la portería en camilla. Así que, aburrido, dispara. Mejor atajar. Lo hace colocando el balón en un lateral de la red, marcando un gol antológico en Champions, de factura parecida al ejecutado por Julián Álvarez, pero la Araña a más distancia, en la primera parte. Había tenido entonces el partido el Atlético porque el Madrid no tenía centro del campo.

Los dos que saben tener el balón, Bellingham y Ceballos, de baja; el mejor, Modric, descansando sus casi 40 años en el banquillo. Al Madrid lo gobernaba el caos, o sea Valverde y Rodrygo, únicos jugadores en poner la cara en la primera mitad. Reencarnado en una espada samurai de Hattori Hanzo, el brasileño se hundió dos veces en la defensa del Atleti para sacar un golazo y casi un penalti. Es la paradoja Rodrygo: un jugador desplazado a la derecha, banda que no le gusta, tiene que hacerlo lo mejor posible para ganar peso ante el entrenador y que le dejen jugar donde quiere, que es la izquierda. Lo hace tan bien en partidos tan valiosos que, ¿para qué lo vas a mover? En esas empieza a estar Valverde. En la segunda parte, Modric sacó al Madrid del fuego.

En cuanto a Mbappé, desatado ante el City, toca esperarlo de nuevo en el Metropolitano. Tuvo el 3-1 en el descuento, media eliminatoria, y su pase fue coherente con el resto del partido: medio segundo tarde a todo, también a sí mismo.

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JUANJO MARTIN
<![CDATA[Un entrenador del Madrid recogiendo a un jugador del Barça en el aeropuerto]]>https://elpais.com/deportes/2025-03-03/un-entrenador-del-madrid-recogiendo-a-un-jugador-del-barca-en-el-aeropuerto.htmlhttps://elpais.com/deportes/2025-03-03/un-entrenador-del-madrid-recogiendo-a-un-jugador-del-barca-en-el-aeropuerto.htmlMon, 03 Mar 2025 04:15:00 +0000En la primavera de 1988, dos años después de perder la final de la Copa de Europa, el Barcelona resolvió no renovar a Bernd Schuster, una de sus estrellas. La relación empezó a estropearse cuando Schuster se fue al hotel tras ser sustituido en aquella final europea sin esperar a saber cómo acababa el partido (el Barça no había ganado nunca la Copa de Europa). Schuster salió del estadio, el Sánchez Pizjuán, y vestido con el chándal del Barcelona se subió a un taxi; el taxista, sin dar crédito, exclamó: “Pero Schuster, ¿no estás jugando?”. “No, me han sustituido”. Dos años y muchos avatares en el Barcelona después, incluido un año sin jugar, una llamada despertó su curiosidad. Era Leo Beenhakker, entrenador del Real Madrid. Le preguntó cuál era su situación en el Barcelona y le añadió que el Madrid estaría encantado de contar con él. Acordaron una reunión en casa de Ramón Mendoza, entonces presidente blanco. Lo cuenta todo al detalle Schuster a Javier Ares en Amor a primera vista (Editorial Córner), sus memorias.

Entonces ocurrió. Beenhakker, entrenador del Madrid, fue al aeropuerto en su coche a buscar a Schuster, jugador del Barcelona. Lo recogió en la terminal y se fueron juntos los dos a casa de Mendoza. Treinta años después, es como si Zidane se presentase solo en Barajas a recoger a Luis Suárez y llevarlo en su coche a casa de Florentino Pérez. Pongan a otro entrenador más discreto si quieren, porque la universalidad de Zidane no tiene nada que ver con la de Beenhakker aún siendo Beenhakker muy famoso en los 80. Pero la cuestión es que entonces nadie se enteró. La forma de enterarse no era llevarse la mano al bolsillo y colgar una foto en cinco segundos en Instagram; la forma era verlos y llamar a una redacción. No lo hizo nadie. Pero Mendoza se llevó las manos a la cabeza. “¿Que fuiste a recogerlo tú al aeropuerto? Ah, fantástico, pues si queréis vamos ahora al bar de la esquina a tomar unas cervezas y charlamos allí tranquilamente”. Schuster jugó dos años en el Madrid.

El alemán volvería al Real muchos años después. Como entrenador, no cobrando mucho (“yo no era Capello, que pedía un euro más que el jugador mejor pagado”) pero con un buen desembolso en la plantilla: Sneijder, Robben, Heinze, Pepe y Royston Drenthe. Sobre el holandés Drenthe, dijo en sus memorias que nunca había entendido su fichaje. “Había destacado en la Eurocopa sub-21 por su enorme poderío físico y lo habían fichado sin más. No los culpo, pero era un chico que con 21 años ya se permitía el lujo de llegar tarde a los entrenamientros”. Es hermoso el momento en que están Schuster y Mijatovic en un despacho de Valdebebas y Schuster señala a Drenthe: “¿Pero a este quién le ha traído?”. “Yo”.

Hay una conexión pertinente entre los dos holandeses del Madrid, Leo Beenhakker y Royston Dretnhe. El entrenador de la Quinta que coge su coche y se presenta imprudentemente en una terminal del aeropuerto conserva una ingenuidad que no se la han quitado los títulos a pesar de su edad entonces, más de 50 años. Drenthe cumpliendo el sueño de miles de chavales en todo el planeta, que es llegar a la primera plantilla del Madrid a los 21 años y tras desembolsar el club 17 millones al Feyenoord, llega tarde a entrenar con Raúl, Guti, Robben o Sneijder. Uno cree, habiéndolo conseguido todo en la vida a los 50, que todo está por conseguir aún. Otro, habiendo conseguido un poco a los 21 años, que todo está ya conseguido.

Arbeloa recordaba hace años en Jot Down esta historia de Raúl: “Un día en la pretemporada de Innsbruck, con el Madrid, salimos todos del gimnasio y nos dieron orden de dar un par de vueltas y a la ducha. Nos pusimos a trotar los canteranos en grupete y pasó Raúl al lado como un avión diciendo: ‘Si por mí fuese os ibais todos a Madrid”. Capitanes.

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Villanueva Sanchez. Jaime
<![CDATA[‘Durée’]]>https://elpais.com/opinion/2025-02-26/duree.htmlhttps://elpais.com/opinion/2025-02-26/duree.htmlWed, 26 Feb 2025 04:00:00 +0000Ha escrito el periodista Pedro García Cuartango un libro sobre Dios y su enigma a lo largo de los siglos, y entre medias se le ha escapado una tímida autobiografía, aspectos de una vida suya que a veces plasma en el diario Abc pero nunca con la intimidad con que lo hace en las páginas de ese libro. De El enigma de Dios (Ediciones B) no se hablará hasta mayo, cuando se publique. Mientras lo escribía, Cuartango cumplió 69 años, cinco más que los que tenía su padre al morir. Y recordaba una foto de su abuelo con él en brazos, tomada a finales de 1955. Cuartango era un bebé y siempre había creído que en la imagen su abuelo era un anciano, cuando en realidad era mucho más joven (55 años) que lo que él es ahora. Me hace gracia porque, cuando estábamos en el instituto, fue noticia toda la semana habernos encontrado, en la mítica Carabás de Pontevedra, al padre de un amigo allí tomando una copa en la barra. Teníamos 16 años; aquel pobre hombre señalado y objeto de escarnio por frecuentar la noche, el padre de este amigo, tenía 36. Tengo 46: a mi edad, mi padre tenía un hijo de 25. Cuando lo recuerdo haciendo aspavientos por la casa por llegar tarde los fines de semana, imagino a uno de esos hombres rectos y viejos con bigote y poco pelo a punto del infarto. Bien, tenía 36 años, la misma edad que el padre de mi amigo que, vista la deriva, seguía por las discotecas. Cuartango cita a Bergson cuando refiere que la medida de la vida no es el tiempo cósmico newtoniano, sino ‘la durée’, la duración o percepción subjetiva del transcurso del tiempo interno. Cómo se nos escapan volando ciertos tiempos felices, haciendo difícil retener el recuerdo, y cómo parecen alargarse, sin sentido, los traumáticos, dejando una huella extraña: ¿por qué de aquellos meses de felicidad, o al menos paz, guardamos recuerdo más breve que unos pocos días de dolor? ¿Por qué duraban tan poco los días a los 20 años, se van alargando según uno envejece y, sin embargo, crece la sensación de que el tiempo empieza a volar?

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JUAN BARBOSA
<![CDATA[Milei en la ruleta]]>https://elpais.com/opinion/2025-02-19/milei-en-la-ruleta.htmlhttps://elpais.com/opinion/2025-02-19/milei-en-la-ruleta.htmlWed, 19 Feb 2025 04:00:00 +0000Jonathan Trevanny, el protagonista de la novela El amigo americano de Patricia Highsmith, y Walter White, el protagonista de la serie Breaking Bad, de Vince Gilligan, comparten una circunstancia delicada: los dos han sido diagnosticados con una enfermedad incurable, y su único interés es que sus seres queridos (en los dos casos, una mujer y un hijo) no pasen penurias, como todo hace indicar, a su muerte. A Trevanny se acerca un lobo, Tom Ripley, para dejarle caer una propuesta criminal (asesinar a dos mafiosos) a cambio de mucho dinero; White, él solo, se va convirtiendo en lobo para embaucar a un exalumno, Jesse Pinkman, en la fabricación industrial de metanfetamina. La cercanía de la muerte en sus carnes relativiza la de otros. Pero el mayor obstáculo moral de los dos hombres, tan diferentes, escritos de forma tan distinta y en ocasiones directamente opuesta, uno en 1974 y otro en 2008, no tiene nada que ver con sus asesinatos, sino con sus mentiras. Mentir a sus esposas es más grave que quitarle la vida a un desconocido. Mentir a la gente con la que duermen les quita el sueño, les desespera, les empuja a la autodelación; matar a quien no conocen, sin embargo, apenas les afecta. No son a priori asesinos, pero descubren que, por encima de todo, no son a priori mentirosos, si bien White se acostumbra con facilidad y acostumbra también a su mujer. ¿Y qué es lo que más les delata, qué es aquello que más les obliga a mentir? El dinero. Qué hacer con tanto, justificarlo, inventarse un origen (pruebas médicas experimentales, herencias de familiares lejanos) hasta dar con la solución: el juego. Cuando el presidente de Argentina, Javier Milei, promociona una criptomoneda y anima a invertir en ella, estafando millones a miles de personas, ¿qué hace para mentir, qué símil utiliza para evitar contar hasta dónde estaba él metido en el chanchullo? Dice que difundió, pero no promocionó: “Si vas al casino y perdés plata, ¿cuál es el reclamo?”. Tomen nota del crupier que preside Argentina y que ya ha aclarado que maneja su país como un casino: si le echa la culpa al juego, hay o habrá algo más grave detrás.

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Pedro Lazaro Fernandez
<![CDATA[Mazón se defiende a sí mismo como defiende a los valencianos]]>https://elpais.com/espana/2025-02-25/mazon-se-defiende-a-si-mismo-como-defiende-a-los-valencianos.htmlhttps://elpais.com/espana/2025-02-25/mazon-se-defiende-a-si-mismo-como-defiende-a-los-valencianos.htmlTue, 25 Feb 2025 10:43:18 +0000Hay pocos deportes de riesgo más peligrosos que no dimitir después de obstinarse en merecerlo. Pierde uno, en los meses siguientes, el centro de gravedad y, por tanto, tiene más dificultades en mantener el equilibrio. Se le deja a uno solo, con el punto de crueldad que tiene siempre la política, y se expone a cometer más errores. Obsérvese a Carlos Mazón en el Ritz de Madrid, foro Nueva Economía, su oscura aparición en un escenario lujoso meses después de la dana: ni Feijóo ni Ayuso, los sheriffs del PP en la capital, estuvieron con él. En Valencia huye de actos públicos para no ser abucheado; en Madrid, a donde va a ser querido, huyen de él quienes podrían aplaudirle.

Se entiende así que este lunes, en una deriva sin compasión de sí mismo, Mazón haya decidido por primera vez enseñar su listado de llamadas de la tarde del 29 de octubre, concretamente desde las 17.37 de la tarde, con el Cecopi ya reunido y dos horas y media después que la Generalitat pidiese la primera intervención del UME. Es decir, como si antes, ese mediodía, esa mañana o el día anterior no estuviesen ya la alerta e incluso sus propios cargos suspendiendo actos o la propia universidad sus clases. No se sabe, viendo con detalle esas llamadas, si las expuso un abogado defensor, como se pretendía, o un fiscal. Aparece una llamada a un alcalde, de un pueblo, Cullera, que ni siquiera es de la zona cero de la dana, y cuenta que en esa llamada preguntó por las lluvias, pero en Cullera no llovió. Y se sabe, ahora, que a las 19.43 no estaba aún en el Cecopi porque una de las llamadas que enseñó fue a la consejera de Emergencias que sí estaba allí. Hasta ahora se creía que había llegado tarde, mucho, sobre las 19.30: pues tampoco, salvo que la haya llamado con ella a su lado, que también puede ser: hay gente que por no mirarse a la cara hace cualquier cosa.

Con todo, acaso lo peor no es el desconcertante movimiento de defensa de Mazón, sino el pitorreo populista de alejarse 400 kilómetros de Valencia para decir que allí no dedica un segundo a defenderse a sí mismo, sino a los valencianos. Donde le piden explicaciones, en el Parlament, no las da; donde no se las piden, en el Ritz, va a darlas. Y las da con tanto detalle que, obvio, le perjudican. Que a los valencianos los defiende con el mismo empeño y suerte que se defiende a sí mismo ya quedó claro el día de autos. Que a los valencianos hay que defenderlos de él lo sabe hasta su propio partido, que lo ha abandonado con la habitual pátina de desolación sin principios que manda en quienes dejan caer o abandonan a su suerte. Que, en fin, hay mejores maneras de acabar una carrera política que prorrogar, no digamos ya de gira, el recuerdo de su gestión en la dana, también lo debe saber ya a estas alturas.

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Claudio Álvarez
<![CDATA[Los ochomil blancos ]]>https://elpais.com/deportes/2025-02-24/los-ochomil-blancos.htmlhttps://elpais.com/deportes/2025-02-24/los-ochomil-blancos.htmlMon, 24 Feb 2025 04:15:00 +0000Se da cuenta en las tertulias del pobre Manchester City que se presentó en el Bernabéu: equipo desvirtuado con una terrible mala racha a cuestas, mérito justo de la victoria del Madrid, pero sin euforias: ese City parecía el Arenteiro, equipo gallego en racha pero en divisiones inferiores. Es un análisis legítimo que, por las razones que sean, no se dio cuando el City le metió cuatro al Madrid: allí simplemente el City arrolló. Hay quien arrolla y quien se deja arrollar: casi siempre es un equipo de Guardiola. Ser español consiste esencialmente en tener a alguien en tu vida cuya labor consista en avisarte de que los gigantes son molinos, incluso aunque todo sean molinos: dependiendo siempre del Quijote que te toque ser.

Y en la acera de enfrente del prestigioso victimismo que tan raro viste en el Real aparece la ronda del Atlético en Champions: un cuadro precioso, sin queja de equipo pequeño, las eliminatorias con los que se gana la Champions si tiene que ganarse, que hay años en los que no, aunque el mundo se acabe igual. Atraviesa el Madrid el pico correcto de la historia, el momento en el que el mejor rendimiento físico coincide con el moral, y en medio se producen partidos como contra el Girona de la misma manera que en un día normal en el que tenemos que ir a hacer una gestión a Correos acabamos, con la mejor voluntad, salvando el mundo. Ganar al Girona después de ganar al City es, ni más ni menos, que salvar el mundo (madridista). Pocas cosas más merengues en el Bernabéu que tomar por asalto los cielos y fracturarte las dos piernas al caer con el paracaídas.

No ocurrió. Se encargaron de que no pasase Modric y Vinicius, los dos en combustión: lo que no acaba de morir y lo que ha nacido a lo grande. Todo en un estadio expectante, nervioso según pasaban los minutos, agitado cuando el Madrid puso rumbo en el marcador a tres puntos urgentes después de las victorias de Barcelona y Atlético. Es el Madrid y el calendario, la relación inevitable cuando empieza marzo. Contra el Girona se activó el centro del campo, pero sobre todo se consolidó el vuelo físico del equipo en el tramo caliente de la temporada. Hay un plan y el plan depende, en la élite, de la punta de forma en el tiempo correcto. Se ha alistado Rodrygo, se ha alistado Alaba, se ha alistado Mbappé, que va por el campo zancada arriba y abajo como un animal en busca de presas. Es un buen espectáculo verlo moverse por el Bernabéu adivinando presas.

Todo lo que viene ahora es todo lo que está bien en una temporada: exigencia absoluta y presión, errores que cuestan meses de trabajo, penaltis y disparos que dependen de milímetros para saber de su fortuna. Este domingo el Bernabéu recibió al equipo con la resaca sentimental de la Champions, y conjugó el ambiente con la radiación del equipo y su famoso piloto automático. Siempre hay un plan hasta que llega la primera hostia, dice Tyson. A veces esa hostia no llega y otras veces llega y uno consigue levantarse, no siempre bien. Otras veces todo funciona del tal forma que esa hostia no importa. Pero nadie sabe nada hasta que la recibe. La ventaja del Madrid es que este año ha recibido tantas que igual está ya ensayada la reacción, que es la táctica favorita del Madrid: reaccionar.

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AFP7 vía Europa Press
<![CDATA[Mbappé ya está fuera de control ]]>https://elpais.com/deportes/futbol/2025-02-19/mbappe-ya-esta-fuera-de-control.htmlhttps://elpais.com/deportes/futbol/2025-02-19/mbappe-ya-esta-fuera-de-control.htmlWed, 19 Feb 2025 22:39:12 +0000Hay que ponerse varias veces la repetición del segundo gol del Madrid. De qué manera se pone a juguetear Courtois con sus guardaespaldas como Vito Corleone con su nieto correteando entre los naranjos del invernadero. Pero en lugar de morir, en lugar de desplomarse en el suelo víctima de la presión del City, enviar un cambio de juego a la banda derecha del Madrid y edificar allí, en un descampado, el futuro urbanístico del Madrid en Champions. En este club, “casa” no es Bernabéu, sino Copa de Europa.

Un control de Rodrygo que fue como sentarse en el suelo en medio de la fiesta, ese silencio imposible que propiciaba Butragueño cuando bajaba los brazos despreocupado en el área como si el árbitro hubiese pitado “es benigno”. Un intercambio con Valverde como si se pasasen una lista de la compra triunfal, María Jiménez y Lichis mediante, que arregla el hogar un mes. Y al final Bellingham, abriendo para Vini y este para Rodrygo otra vez (hay que vender a Rodrygo, ¿eh?, a ver si lo que tenemos que hacer es regalarte a ti) que le mete un caño a uno para asistir a Kylian Mbappé. Recorte, y gol. Fue el segundo. Ya había marcado el 9 uno de vaselina (agresiva, imposible, nada lenta y poética, sino pura dinamita) tras un pase de Asencio: el Madrid no parió un defensa con Asencio, parió un Kroos que lanza desde área propia.

Llegó a haber un tercer gol que fue puro Ronaldo Nazario. Caminó Mbappé por el borde del área delante del esqueleto de un tiburón, que era el City, y le arreó a la pelota con la zurda de forma tan idéntica al brasileño que fue difícil que a los madridistas no nos temblasen las piernas.

Kylian Mbappé, el deseado Mbappé, el mismo delantero que encadenó cuatro partidos indefinibles con el Madrid al punto de reconocerlo él y pedir disculpas, es hoy la piedra Rosetta de un proyecto tan deportivo como extradeportivo. El mejor jugador del planeta, un delantero sin discusión, el hombre que mejor se desmarca, que mejor remata y que mejor regatea del mundo en carrera: Florentino Pérez trajo a Godzilla a Madrid después de años infructuosos y este miércoles, por fin, el monstruo que el Madrid enseñaba al mundo atenuando su impacto, amortiguando su destrucción, salió del mar con su mutación a cuestas. Godzilla ya está suelto y sin control. Godzilla no sabe pisar el campo sin dejar un agujero. Ni golpear una pelota sin hacer temblar una portería. El francés ha llegado a casa. Y está cómodo.

Alejado kilómetros, físicos y sentimentales, de los partidos de la Liga, donde el arbitraje no consiste en pitar, sino en alertar al VAR cuando interesa, el Madrid se dispuso a continuar una racha apenas perceptible por los escándalos. Y es que el Real, digamos sorprendentemente, está jugando bien: muy bien. Las cabezas nucleares del ataque están sacrificándose en defensa (si lo hubieran hecho desde el principio algunos problemas se hubieran ahorrado) y arriba la mecha cada vez es más rápida: el balón vuela, los delanteros no aterrizan, ni siquiera se entiende lo que dicen en inglés los jugadores, incluso los brasileños. Quizá sea esta la Champions del Madrid del fuck off, signifique eso lo que signifique, tanto el Madrid como el fuck off.

Lo que sí ha sido, esta eliminatoria, es la demostración de que este equipo está por encima de tantas cosas que a veces da miedo asomarse a él, como cuando uno roza con los dedos un agujero negro. Sin defensa titular, apaleado en Arabia, vacilado en España, el Madrid ha cogido al City de Guardiola y le ha pasado la mano por la cara, en Inglaterra y en España, con una indiferencia mortal, como si se hubiese tropezado con alguien de quien no repara el nombre. Y aún estamos jugando en manga larga.

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Violeta Santos Moura
<![CDATA[Gloria y caída de los héroes de Zaire, repudiados tras el Mundial 1974 ]]>https://elpais.com/deportes/futbol/2025-02-17/gloria-y-caida-de-los-heroes-de-zaire-repudiados-tras-el-mundial-1974.htmlhttps://elpais.com/deportes/futbol/2025-02-17/gloria-y-caida-de-los-heroes-de-zaire-repudiados-tras-el-mundial-1974.htmlMon, 17 Feb 2025 04:15:00 +0000Brasil gana 3-0 a Zaire en Gelsenkirchen, Mundial de Alemania 1974. Rivelino, heredero del 10 de Pelé, coloca el balón para lanzar una falta peligrosísima. Faltan cinco minutos para el final del partido. Y a Joseph Mwepu Ilunga, defensa de Zaire incrustado en la barrera, la cabeza le va a mil. De repente, para asombro de todos, sale disparado de la barrera y chuta el balón con toda la fuerza, toda la rabia del mundo, tanta que casi le vuela la cabeza al pobre Rivelino. La estupefacción es tal que el árbitro ni saca la roja: saca amarilla, y Rivelino, el mejor ejecutor de faltas del mundo, dispara fatal a portería. Durante años, la anécdota se quedó como la ida de olla de un lateral africano poco familiarizado con el fútbol, un bruto al que el escenario y el rival le venían grande, sorprendente conclusión sobre Mwepu Ilunga, incluido en el mejor once de la historia del fútbol africano del siglo XX.

En 2002, tras soportar durante décadas la mofa, Ilunga habló en la BBC. Contó que corrió y disparó por miedo, muerto de miedo y rabia, pura explosión emocional: el dictador Mobutu había enviado a Alemania a los peores afamados de su guardia presidencial para reunir a jugadores y técnicos en una habitación tras perder Zaire contra Escocia y Yugoslavia. “Podéis perder también el tercer partido, pero por un máximo de tres goles. Si no, la cosa se pondrá fea para vosotros y vuestros seres queridos”. Ilunga, cuando faltaba tan poco para acabar (y salvar el pellejo), lanzó el balón lo más lejos posible y, con ello, arañar tiempo y desconcertar al rival, enrarecer el ambiente.

La historia, mucho más extensa y compleja, la relata Stefano Bizzotto en un libro extraordinario, Historia del mundo en 12 partidos de fútbol (Círculo de Tiza, 2025). Es un recorrido político y social a través de 12 partidos concretos.

Zaire jugó el Mundial porque ganó la Copa de África y provocó un terremoto: el país entero salió a la calle a recibirlos, el país aclamó a su gran goleador y estrella, Pierre Ndaye Mulamba. Mobutu se entregó al fútbol, regaló a cada jugador un piso y un coche, y les prometió a todos 45.000 dólares. Tan arriba se vino el sanguinario tirano que puso deberes en el Mundial: Zaire debía llegar a octavos, a las rondas finales de la Copa. Era, por otro lado, un equipazo. Pero claro: también su primer Mundial, y con Escocia, Yugoslavia (que les metió nueve) y Brasil en el grupo. Con las derrotas, Mobutu y el país van cambiando de humor. Al volver, son personas non gratas y tratadas como traidoras, recuerda Bizzotto: “La gente les niega el saludo, se apartan o cambian de dirección”. Su estrella, Mulamba, es pretendida por el PSG, pero Mobutu lo impide. 20 años después de aquel Mundial, y de la Copa de África que ganó y en la que marcó nueve goles en seis partidos, Mulamba fue a recibir una medalla a Túnez. Al volver, soldados de Mobutu entraron en su casa para robarle la medalla y el dinero que tenía, lo tirotearon y lo arrojaron por un puente creyéndolo muerto (en el asalto su hijo es asesinado). Pero Mulamba sobrevivió. Huyó a Sudáfrica, donde vivió en un barrio de chabolas y ganó dinero como aparcacoches. Con la llegada de Mandela al poder, su historia mereció un libro y un documental, y obtuvo un reconocimiento tardío. Años antes se había comunicado al planeta fútbol su muerte en una mina de diamantes en Angola, de hecho se guardó un minuto de silencio en un partido entre la República Democrática del Congo (la antigua Zaire) y Sudáfrica. Era una noticia falsa.

Mavuba, otro integrante de esa selección histórica de Zaire 1974, se casó con una mujer angoleña y fue a vivir con ella a su país. La guerra de Angola los expulsó y Mavuba y su mujer, embarazada, y sus diez hijos se subieron a pateras para tratar de llegar a Europa. El crío nació el 8 de marzo de 1984 en el océano, entre el estrecho de Gibraltar y la costa africana. Se llama Antonio, pero su padre le añadió Rio por haber nacido entre aguas. Ya de niño le gustó el fútbol, como a su padre. La familia se asentó en Francia. El chico, Antonio Rio Mavuba, pretendido en 2005 por el Real Madrid, ha jugado siempre en el Girondins de Burdeos y jugó, con la selección francesa, el Mundial de Brasil de 2014.

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<![CDATA[Rajoy en El Hormiguero, Rajoy en el gimnasio]]>https://elpais.com/espana/2025-02-13/rajoy-en-el-hormiguero-rajoy-en-el-gimnasio.htmlhttps://elpais.com/espana/2025-02-13/rajoy-en-el-hormiguero-rajoy-en-el-gimnasio.htmlThu, 13 Feb 2025 22:57:56 +0000Se presentaron este jueves en Madrid dos libros de títulos comerciales: Discursos parlamentarios de Mariano Rajoy y Discursos parlamentarios de José Bono, ambos editados por el Congreso de los Diputados. Bono eligió el Parlamento español para decir que Trump era un imitador de Hitler y Rajoy fue invitado por Pablo Motos a El Hormiguero a contar una anécdota “que no he contado nunca”, que es lo más cerca que va a estar Rajoy del lado salvaje de la vida: contar tremendas anécdotas inéditas. Cuando fue invitado por Trump a Estados Unidos, dijo, se le trató muy bien, le invitaron a comer y a dormir y se le ofreció apoyo contra el procés (el apoyo debió ser elegir a Puigdemont de president). Al irse, el embajador agradeció el trato y desde la Casa Blanca le respondieron que era el trato que merecía Rajoy porque fue uno de los cuatro presidentes europeos que no había insultado a Trump.

Insultar está mal, es feo, se dedujo como moraleja. Ir al gimnasio, sin embargo, está bien. Cuando fue al funeral de Mandela, Rajoy fue antes al gimnasio (los funerales exigen horas de pie, hay que hacer rutina de gemelos) y se lo encontró vacío con un señor partiéndose el alma en la cinta de correr. Era Obama, que al terminar lo citó en la Casa Blanca. Cuando uno se baja de la cinta después de una hora de sudada, pletórico de endorfinas, hace verdaderas locuras; si llegan a estar Los Javis en ese gimnasio, Obama los hace secretarios de Estado. “¿Está más en forma Obama o tú?”, le preguntó Motos. “Yo, sin ninguna duda”. Antes Motos le había preguntado, en su intervención más preocupada, si usaba el Falcon tanto como Sánchez. Rajoy dijo que no, y minutos después aclaró que al funeral de Mandela, en Sudáfrica, fue “naturalmente en avión”. Los presidentes del Gobierno del PP no viajan en Falcon, viajan en avión: el Falcon es una aeronave carísima y contaminante que usan los socialistas para ir a las fiestas patronales de Villazarcillo.

Vox sube sin hacer nada, dijo Motos. “Bueno, hace tuits”, dijo Rajoy. Mariano Rajoy, repitamos ese nombre una vez más. Más impresionante su carrera como expresidente que como presidente, teniendo en cuenta las que dejó liadas. Quizá el mejor momento de la noche fue cuando insistió en que hay que tener respeto por las instituciones y el programa le puso, mientras lo decía, las imágenes del bolso de Soraya Sáenz de Santamaría en su escaño (¿qué habrá sido de ese bolso?, menudo reportaje tiene) y él saliendo desconcertado de una sobremesa de siete horas mientras en una institución, una como cualquier otra, se decidía una moción de censura. Bueno, para ser sinceros, el programa no emitió esas imágenes, ni siquiera cuando dijo: “Me gusta tomarme en serio el Parlamento”

“Lo único que funciona en la vida es defender lo que uno cree”, “hay que hablar de lo que se sabe”, “hay que saber de lo que se habla”, “hay cosas que se me ocurren sobre la marcha y otras no, ahora lo que digo se me acaba de ocurrir”, “dicho esto, yo no digo nada más”. Rajoy funciona en la tele del mismo modo que funciona en política: porque no se enreda y, cuando se enreda, es mejor. Tiene una relación excepcional con la llamada lógica aplastante, y de vez en cuando la lógica, claro, lo aplasta. Le preguntó Motos quién era el mejor orador del Congreso y dijo que más complicado sería decir quién es el peor: “hay overbooking”. Ya “no hay argumentos ni razones: sólo tuits o titulares” dijo sobre los discursos parlamentarios. Recordó que volaba poco después de que en 2005 sufriese un accidente de helicóptero, pero se le olvidó decir que sobrevivió porque en el helicóptero volaba Esperanza Aguirre, que estaba en Bombay cuando hubo una cadena de atentados y en Roma cuando un terremoto dejó decenas de muertos, incluso presidía el Gobierno de la Comunidad de Madrid cuando acabaron casi todos sus consejeros en el banquillo. Ni un rasguño, nunca.

“¿Te llama Feijóo para consultarte cosas?”, le preguntó Pablo Motos. “No, para consultar no”, respondió agobiado con cara de “me llama para contarme unas chorradas que si un día lo grabo echamos la tarde, Pablo”. Salieron al acabar las hormigas y ahí Rajoy ya estuvo en su salsa: muñequitos ingeniosos movidos por manos y él batiéndose dichoso, mirándolos con cara de querer apretujarlos. Si se hubiera quedado un poco más hubiera escuchado a Tamara Falcó contando que por la mañana la despertó Íñigo Onieva diciéndole “Feliz San Valentín”. “Pero si no es hoy, Íñigo”, le reprendió ella. “San Valentín es todos los días”, contestó él. La cara que hubiera puesto Rajoy, y su retranqueira aportación, nos la tenemos que imaginar. España también es eso: las cosas que no pasan por poco.

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Carlos López Álvarez
<![CDATA[Teoría del personaje secundario]]>https://elpais.com/opinion/2025-02-12/teoria-del-personaje-secundario.htmlhttps://elpais.com/opinion/2025-02-12/teoria-del-personaje-secundario.htmlWed, 12 Feb 2025 04:00:00 +0000Hace años, una pareja decidió subalquilar una habitación de su piso de estudiantes en la calle Alfredo Brañas de Santiago. Se acercó allí un chico que atendió a las explicaciones que se le daban sobre usos y costumbres de la vivienda y luego, con mucha educación, el muchacho pidió quedarse un momento a solas en el cuarto. La pareja salió al pasillo un poco alucinada. Como el tiempo pasaba, abrieron la puerta de la habitación sin avisar. En qué momento. Descubrieron al muchacho subiendo y bajando la persiana mientras contaba las líneas de luz que dejaba: si la suma era un número impar, les dijo a regañadientes, él no podría dormir. Recordé la escena en un necesario revisionado de Soñadores, la película de Bertolucci. Louis Garrel y Eva Green interpretan a dos hermanos que acogen en su casa a un americano, Matthew (Michael Pitt). Este conoce a los padres en una cena en la que, para sorpresa de esa familia cultísima, interesante y moderna, por tanto, insoportable, se destapa con una ocurrencia que interrumpe el monólogo pedante del padre: resulta que su mechero encaja en cualquier lugar y posición de la mesa, por tanto, concluye, hay un orden cósmico. La chorrada es recibida con admiración, como no podía ser de otra forma, por toda la familia (“qué amigo tan interesante este Matthew”) menos por el personaje de Garrel, que ensombrece la mirada. Sin quererlo, Matthew le ha robado luz, no sólo en su casa, sino delante de su familia. Una imprudencia para según qué egos. Pasa mucho: hay gente con la que cuidarse de brillar para no herirla, y la mayoría de las veces merece la pena, más si juegas en su estadio: regálale los goles. El escritor Tallón tiene una teoría al respecto sobre los personajes secundarios: “El genio, cuando lo considera conveniente, se oculta. La fama, en cambio, explora la luz y se construye como mentira, y el individuo que queda segundo, lo sabe”. La suma de las líneas de la persiana del piso de Alfredo Brañas daba impar, y el chico se negó en redondo a dormir allí. Tan importante es que te dé la luz como que te dé bien, o al menos a tu gusto.

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<![CDATA[Cosas que desear]]>https://elpais.com/opinion/2022-04-27/huevos-benedictinos.htmlhttps://elpais.com/opinion/2022-04-27/huevos-benedictinos.htmlWed, 27 Apr 2022 03:00:00 +0000Alexis de Tocqueville, en su libro La democracia en América, dio cuenta de una particularidad del carácter estadounidense: construye una casa y la vende antes de que se ponga el techo, planta un jardín y lo deja cuando los árboles empiezan a crecer. Ese libro y esa observación de Tocqueville, la de buscar una vida mejor con “ardor febril”, lo referencian los científicos Daniel Z. Lieberman y Michael E. Long en Dopamina (Península, 2021) un ensayo sobre la molécula que condiciona de quién nos enamoramos, con quién nos acostamos y qué nos deparará el futuro.

Lieberman y Long recuerdan que el neurocientífico John Douglas Pettigrew vio que el cerebro gestiona el mundo exterior, dividiéndolo en regiones separadas: lo peripersonal (lo que está al alcance de la mano) y lo extrapersonal (todo lo demás: el ámbito de lo posible). Es interesante: como todo lo que no está cerca exige tiempo, lo que hagamos respecto a eso lo haremos en el futuro. Y en el cerebro, según averiguó Pettigrew, evolucionaron de forma separada las sustancias químicas y los circuitos: “Cuando miras hacia abajo, unas sustancias químicas relacionadas con el aquí y ahora controlan el cerebro. Pero cuando el cerebro interactúa con el espacio extrapersonal, una sustancia ejerce más control que todas las demás, la sustancia asociada a la expectación y la posibilidad: la dopamina”. Las cosas que aún no tenemos (el melocotón que está en una frutería, un puesto de trabajo, el hombre o la mujer que nos gusta) no se pueden usar o consumir: sólo desear. Del mismo modo, los circuitos cerebrales que usamos cuando queremos una casa no son los mismos que te permiten disfrutar de ella cuando es tuya. O sea, la primera dosis no es igual que la segunda, ni la segunda igual que la tercera, pero como el ser humano es idiota, insiste en seguir buscando el placer de la primera vez si se trata de droga, o abandona en busca de otra experiencia igual de potente como los primeros meses si se trata de amor. Es curioso cómo, al menos en el segundo caso, el cerebro activa otros resortes para convertir el combustible del encanto de los primeros tiempos (dopamina) en un amor en el que prevalecen otras moléculas, y sus correspondientes ejemplos con animales promiscuos que, tras ser inyectados, prefieren pasar su vida con una sola pareja (topillos macho, concretamente).

Terminé el libro este martes mientras desayunaba por primera vez en el lugar en que desayunaré muchas más veces dentro de poco. Llevaba semanas pasando por delante y fantaseando con la carta, pero sabía que prolongar el estado de deseo haría aún mejor el momento en que entrase. Los huevos benedictinos con salsa holandesa y salmón ahumado sabían exactamente como la dopamina me dijo que sabrían, y al cruzar la puerta para salir a la calle pensé, también, que aquella era la primera despedida de muchas. Que cuando se terminase el efecto de lo deseado, vendría el de lidiar con la rutina hasta que me cansase de ella, y buscase otro lugar en el que desayunar, incluso otro barrio en el que vivir, sin ser yo especialmente esclavo de la dopamina en, al menos, situaciones que exijan mudanzas.

Lo más curioso del libro de Lieberman y Long es que concluye que Estados Unidos es una nación de inmigrantes, y en su mayoría dopaminérgicos: gente que deja todo a medias para buscar todo el rato algo mejor, de ahí la búsqueda incesante de lo que hablaba Tocqueville. También gente que lo posee todo o casi todo. Los autores se preguntan qué pasa si da igual la felicidad, si lo único que te importa es el éxito. No importa, sentencian, porque la dopamina no puede lograr nada sin la materia prima del aquí y ahora. O lo que es lo mismo: para esculpir La piedad, Miguel Ángel necesitó un bloque de mármol.

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PACO PUENTES
<![CDATA[El pez diablo sube a la superficie]]>https://elpais.com/deportes/futbol/2025-02-11/el-pez-diablo-sube-a-la-superficie.htmlhttps://elpais.com/deportes/futbol/2025-02-11/el-pez-diablo-sube-a-la-superficie.htmlTue, 11 Feb 2025 22:49:42 +0000Solo los comentaristas de RAC1, en un vibrante momento de lucidez durante la remontada histórica del Madrid al City en 2022 supieron describir a la perfección el partido que se celebró este martes, tres años después, entre el City y el Madrid: no se trata de fútbol, se trata de un fenómeno paranormal. Pero se olvidaron de algo: no es paranormal, es paranormalísimo. La nueva paranormalidad, que era la vieja. El Madrid haciendo cosas del Madrid en los últimos minutos. La bestia callada y herida, sangrando por todas las heridas de esta temporada, sangrando por las lanzadas de equipos grandes que lo maniataron hasta el final este año, emergió como un pez diablo abisal en el partido más importante y contra el rival más grande, contra el entrenador más grande, en el estadio maldito: dos golazos, uno en el último segundo, y a poner a reventar el Bernabéu de gente en la vuelta. Ha vuelto la Champions, gritaban en Macondo cuando volvía el gitano Melquíades con sus cachivaches mágicos al pueblo; ha vuelto la Champions, como grita aún en los pueblos el afilador dándole a la rueda debajo de las ventanas. Y ha vuelto el Madrid. Ha vuelto la felicidad, cuando más se la esperaba, cuando más se la necesitaba.

Y eso que el partido empezó con mural burlón hacia Vini recordando sus lloros bajo una hermosa imagen de Rodri besando el Balón de Oro. Rodri le sacó una foto. No extraña. Cualquier prueba es buena para, en el futuro, asegurar que ganó el Balón de Oro 2024. Y eso, también, que de todas las variables catastróficas que el Real Madrid había ensayado con éxito esta temporada contra clubes grandes, había una inédita que fue convenientemente explotada durante 45 minutos en Mánchester: jugar mejor, crear ocasiones claras, fallarlas y perder. Se olvidó el Madrid de jugar a nada y jugó a todo, y el marcador le hizo recordar en algún momento a los tiempos en los que el monstruo Champions permanecía agazapado sin saber qué hacer con el balón más que para sacarlo de la línea de meta antes de que cruzase, y luego inyectar el veneno mortal.

Se presentó un City sometido durante muchos minutos a un bombardeo constante: Mbappé, Valverde, Vinicius. Hasta Mendy tuvo una ocasión clara en el bazar de la defensa citizen superada por momentos, descalabrada otros. Nada había. Tuvo que ser el peor remate de la vida de Mbappé el que le empezase a dar aire al Madrid para la vuelta. Un aire que depositó al Real en el segundo tiempo con maneras de mariscal y mordedura de cobra, entregado como nunca en el estadio de Guardiola a una manada sensacional encabezada por Vinicius, Rodrygo y Mbappé durante minutos que se dirían imperiales si en el Madrid el juego fuese imperial, no los goles.

Y no hubo goles blancos hasta los minutos Madrid, ese manojo de minutos en que parece que ya está todo hecho, que no hay más, que esto a los 50 años es lo que la vida nos ha ofrecido y lo aceptamos con resignación. Un 2-1 y a esperar la vuelta, o que haya luz después de la muerte. Pero en la vida hay que ser el Madrid, aunque en el fútbol no seas del Madrid. Hay que creer siempre, aunque Dios finja no existir; hay que presionar hasta el final, aunque el empate te valga; hay que exigirse, en el amor y en la Champions, lo que los demás esperan de ti. Y repetirlo una y otra vez, una y otra vez. Porque nadie, nunca, se aburre de esto.

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Dave Thompson
<![CDATA[Entrevistar a Cristiano Ronaldo]]>https://elpais.com/deportes/2025-02-10/entrevistar-a-cristiano-ronaldo.htmlhttps://elpais.com/deportes/2025-02-10/entrevistar-a-cristiano-ronaldo.htmlMon, 10 Feb 2025 04:15:00 +0000Larga y enjundiosa entrevista a Cristiano Ronaldo en La Sexta, cortesía de un periodista amigo íntimo suyo, Edu Aguirre. Que CR no frecuente periodistas salvo para incluirlos en su familia me recuerda a la agitada y hostil relación de Luis Enrique con la prensa, con la que siempre está a bofetadas hasta que de repente mete unas cámaras en su vestuario y les deja grabar sus charlas más privadas (No tenéis ni p*** idea, documental en Movistar). De Cristiano Ronaldo y sus entrevistas creo que hay pocas piezas más ilustrativas que la ejecutada por Xavi Sancho en Icon en 2019. Por supuesto, por motivos publicitarios (tras irse de España dejando calvos a muchos antimadridistas, Cristiano volvió desde Turín como hombre de negocios ofreciendo ofertas para ponerse pelo). En esa entrevista, más bien en su documentación previa, Sancho da con su fórmula: Cristiano siempre da un titular, un titular muy bueno, y luego nada, el forraje habitual de las superestrellas que no se permiten dejar un pelo en la gatera.

Hay dos maneras de hacerle una entrevista: que Cristiano nos quiera vender algo y reclame las preguntas por adelantado, como la concedida a Icon, o que el entrevistador le lleve la contraria cuando Cristiano haga autocrítica. La de Aguirre es del segundo tipo. Como es natural, da más juego, y hay que agradecérselo a los dos. Especialmente revelador su juicio sobre Mbappé (“No sabe jugar de delantero. Si estuviese en el Madrid le enseñaría a jugar como Cristiano, porque yo también tuve que aprender. Aparezco dentro del área, no estoy dentro del área. Hay que ser imprevisible”), su enfermiza obsesión cuando no marcaba (se quedaba horas en vela machacándose, repasando hasta la locura el remate fallido) o su salida del Madrid, contando que Florentino Pérez quiso dar marcha atrás y que Ronaldo no aceptó.

En realidad todas las respuestas (el mejor jugador de la historia es él, “soy el jugador más completo que ha existido: juego bien de cabeza, tiro bien faltas, soy rápido, soy fuerte, salto mucho. No vi nadie mejor que yo”, la liga árabe es mejor que la estadounidense -como recado a Messi) se dirigen al desapacible asunto que Cristiano Ronaldo tiene entre manos desde hace décadas: él mismo, la construcción de un mito. Desde un punto de vista desagradable, que es tener que recordárselo él al mundo. Y creo –disculpen, capaz me he contagiado por el personaje– que “desagradable” es un adjetivo pertinente. No es fácil, siempre produce rubor o vergüenza ajena o directamente uno prefiere apartar la mirada, escuchar a alguien hablando de uno mismo en esos términos.

Es lugar común y seguramente cierto que sin ese discurso, y esa obsesión antinatural por los números propios, Cristiano Ronaldo no sería lo que ha conseguido ser, pero hay que concederle también su gusto por el show, siquiera involuntario. El fútbol es un juego y sus jugadores son cada vez más, sujetos por contratos millonarios con marcas y expuestos a virtuales campañas en redes, los tíos más aburridos del mundo, máquinas tan dotadas para la obviedad que, o me equivoco mucho, en el campo empiezan a jugar como hablan delante del micrófono: sin molestar a nadie, paseatrasismo en vena.

Cuando Xavi Sancho le preguntó a Cristiano si tenía amigos futbolistas, ¿saben con qué profesión lo comparó el portugués? Con modelos. Con chicas modelos. “Es como si preguntas a una modelo si tiene amigas modelos. Pocas veces estará cenando con modelos como ella”. Es, ha sido, un futbolista descomunal que los madridistas echamos de menos cada día, no digamos esta temporada. Y tenía, tiene, un sentido del espectáculo formidable, maradoniano, desvergonzado: héroe o villano, no hay alternativa en su mundo.

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Abdullah Ahmed
<![CDATA[Ernesto Alterio, actor: “El gran arte es saber llevarte con la gente con la que trabajas” ]]>https://elpais.com/television/2025-02-07/ernesto-alterio-actor-el-gran-arte-es-saber-llevarte-con-la-gente-con-la-que-trabajas.htmlhttps://elpais.com/television/2025-02-07/ernesto-alterio-actor-el-gran-arte-es-saber-llevarte-con-la-gente-con-la-que-trabajas.htmlFri, 07 Feb 2025 04:30:00 +0000Pregunta. Su familia huyó de Argentina a España por recibir amenazas de la Triple A, la organización terrorista ultraderechista argentina.

Respuesta. Me picó la curiosidad e investigué las circunstancias. En una hemeroteca encontré el periódico en el que se había publicado la amenaza de muerte.

P. ¿Qué decía?

R. El nombre de mi padre estaba junto al de otros hombres: “Serán ejecutados en el lugar donde sean encontrados”.

P. ¿Cómo convive una madre psicoanalista con el éxito de sus dos hijos?

R. Como mujer exiliada y migrante, está orgullosa de que sus hijos tengan un cierto reconocimiento (nunca diré éxito) en un país que no es el de ella.

P. ¿Cuándo fue la última vez que habló con su madre?

R. Mientras venía para aquí. Me llamó para echarme la bronca.

P. ¿Puede decir por qué?

R. Bueno, he empezado a ensayar esta semana una obra de teatro, Viejos tiempos, que estará en el Teatro de la Abadía [de Madrid] desde el 13 de marzo. Y esos primeros momentos de ensayo son de mucha incertidumbre. Me pongo impaciente y mi madre me conoce, así que me dice: “Tienes un dictador en la cabeza, mándalo a la mierda”. Y lo mando.

Ernesto Federico Alterio Bacaicoa (Buenos Aires, 54 años) se vino a España con su madre, la psicóloga Ángela Bacaioca, y su hermana, Malena, cuando apenas tenía tres años. Aquí les esperaba Héctor Alterio, el famoso actor argentino (“si ponía un pie en Buenos Aires, me iba al otro lado”, dijo al diario El Progreso). Con los años, tanto Ernesto como Malena se convirtieron en intérpretes de éxito. Este mes, Alterio estrena Su Majestad, serie de Amazon Prime Video en la que interpreta al secretario de una reina improvisada, interpretada por Anna Castillo, tras la renuncia por sus problemas con Hacienda del rey de España, Alfonso XIV (Pablo Derqui). Escrita por Borja Cobeaga, Diego San José y José Antonio Pérez Ledo, el personaje de Alterio será la mano derecha de una mujer irresponsable, insolente, vaga e inútil que sube al trono de golpe. Alterio llega a la terraza del Hotel Preciados (“uno sigue descubriendo cosas en esta ciudad”, dice ante las vistas de Madrid) y pide un café.

P. Parece una ficción solo a ratos.

R. Es una España imaginaria en la que un rey tiene una hija única. Y a ese rey le descubren un pufo muy gordo por haber estado defraudando a Hacienda y llevarse el dinero fuera. Y se decide que ese rey se tiene que ir.

P. Es ficción: se llama Alfonso.

R. Ficción todo [ríe]. Los guionistas han bebido de fuentes muy diversas, se han inspirado en monarquías muy distintas, pero en nadie en concreto.

P. Su personaje manipula.

R. Mi personaje manipula como todos, pero sí, mueve los hilos. Asesora a una reina joven e inexperta.

Ernesto Alterio, fotografiado en Madrid.

P. ¿Nota usted que con la edad le dan papeles más retorcidos?

R. Sí, por suerte, sí. Recuerda El cuarto pasajero, lo que hice en Narcos, el de San Evita en Argentina que se enamoraba del cadáver de Evita…

P. Es estupendo porque es trabajo, ¿pero a los actores os puede mosquear que os lleguen papeles con un determinado sesgo? En plan, ¿qué me ven?

R. Ojalá vinieran más. En España me ofrecen mucha comedia, pero de Argentina o México sí me llegan papeles muy oscuros. O a lo mejor soy yo, que me aburro y me gusta explorar los márgenes de cada uno, sacarlos de pista. Lo mejor es encontrar algo que me sorprenda a mí mismo.

P. Empezó en Animalario, aquel grupo teatral que puso sobre las tablas grandes obras y puso, también, España patas arriba en la gala de los Goya contra la guerra de Irak, 2003.

R. Todo empezó porque Alberto [San Juan] tenía unos textos. En un sitio que se llamaba Orán nos daban 200 pesetas o nos invitaban a las cervezas por representarlos. Alberto nos llamó y lo montamos. Algunas historias las escribía Juan Cavestany; de repente conectamos muchísimo entre nosotros y con el público. Y eso empezó a crecer hasta ganar el Premio Nacional de Teatro. Estuve en el germen, nada más, luego me fui por otro lado y ellos siguieron con la compañía. En ese germen había algo muy puro: las ganas de hacer teatro. Y lo hicimos. Sin intermediarios, con una pureza extraordinaria. Y así sigue siendo en nuestras carreras, prueba de ello es que Alberto, Nathalie [Poza], Willy [Toledo] y yo seguimos aquí, trabajando.

P. Mucho tiempo.

R. Yo creo que el gran arte es saber llevarte con la gente con la que trabajas. Cómo entenderte con tanta gente, y poder seguir siendo ese que hacía Animalario. Conciliar con tantas opiniones, tantas personas, tantos altos y bajos que tienes en tu carrera y en tu vida.

P. ¿Los bajos cómo los lleva?

R. He tenido suerte. Mi madre me recuerda que los actores de repente son ricos y luego son pobres, y al revés. Federico Luppi me decía: “Ahorra, ahorra”. No le hice caso.

Ernesto Alterio y Anna Castillo, en la serie 'Su Majestad'.

P. Es interesante eso que dice, lo de saber entenderse con el equipo. Hay mucha competencia como para permitirte caerle mal a gente.

R. Más que por ser majo y tal, por tus compañeros. Lo que vas a construir no lo construyes tú solo. Lo construyes con tus compañeros, con el director, con el técnico de sonido, con el iluminador. Cuanta más conciencia se tenga de esto, mejor. Lo importante es la obra, no nosotros. Y con eso te quitas de encima mucha movida de egos. “Vamos a sacar esto adelante, vamos a compartir tu visión y la mía, y construir algo juntos”. Y esta es la base del teatro, además.

P. Parece fácil.

R. Este es un trabajo tan delicado como para encima pasarlo mal. O como perder mucha energía peleado que puedes ponerla en otro lado. No merece la pena.

Ernesto Alterio fotografiado en una calle de Madrid, este jueves.

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Claudio Álvarez
<![CDATA[De la Fuente ya no consume medios]]>https://elpais.com/opinion/2025-02-05/de-la-fuente-ya-no-consume-medios.htmlhttps://elpais.com/opinion/2025-02-05/de-la-fuente-ya-no-consume-medios.htmlWed, 05 Feb 2025 04:00:00 +0000El 12 de diciembre de 2022, en su presentación como seleccionador de fútbol masculino, Luis de la Fuente dijo, a propósito de los medios, que leía y escuchaba todo lo que podía. Diez meses después, el 11 de octubre de 2023, Luis de la Fuente dijo que ya no consumía tanta prensa. Un periodista lanzó entonces una pregunta pertinente desde los tiempos de Perales, que son estos tiempos: y a qué dedica ese tiempo libre. “Pues a hacer deporte y ver fútbol. Me gusta cuidarme”. Un año y medio más tarde, el 4 de febrero de 2025, De la Fuente anunció, en sede judicial ni más ni menos, que llevaba un tiempo ya fuera del consumo. Volvió a utilizar ese verbo, “consumo”, que es signo de los tiempos: los lectores “consumen” y los artículos “funcionan”. Ya no se lee ni cuando se lee. “Saben que yo no consumo información de medios”, dijo. En algo más de dos años, De la Fuente ha pasado de abrir todos los periódicos, escuchar todas las radios y ver todas las televisiones a no hacer nada al respecto (los tres monos sabios): debe de estar en una forma física impresionante. Generalmente, las personas que no consumen medios dependen de alguien que sí los consume para que le cuenten; o sea, que si la droga ya está cortada desde el inicio, imaginen cuando pasa por otro intermediario. ¿Qué ha pasado en España para que su seleccionador vaya por la vida sin saber lo que ocurre en el mundo, incluso en su empresa? Pasó él, De la Fuente. En 2023 ya no leía tanto porque le criticaban. En 2025 ya no lee nada porque, en el juicio contra Rubiales por el beso a Hermoso, De la Fuente, presente en todos los escenarios de interés, dijo que no se había enterado y que, cuando algo escuchó (“al llegar a España”), decidió que no iba con él. Hay una relación directa entre la información y la responsabilidad, que atañe a De la Fuente en menor medida que otra relación intrínseca, esta más delicada, que tiene que ver con la desinformación y la culpa.

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Juan Medina
<![CDATA[Doncic en la báscula]]>https://elpais.com/deportes/2025-02-03/doncic-en-la-bascula.htmlhttps://elpais.com/deportes/2025-02-03/doncic-en-la-bascula.htmlMon, 03 Feb 2025 04:15:00 +0000Desde su segunda temporada en la NBA, los aficionados y después los medios, primero los sensacionalistas y luego los serios, fijaron su atención en el peso (“estado de forma”, según un eufemismo más cauto políticamente) de Luka Doncic. En verano de 2020, Doncic llegó a responder en Instagram a un portal deportivo que se preguntaba si estaba en forma tras salir del confinamiento. “¿De dónde has sacado esa información? Estoy interesado en saberlo”, mientras añadía el emoji llorando de risa. La cosa debió de hacer daño, porque ese mismo día los Mavericks subieron varias fotos de la estrella levantando pesas.

Ha habido todo tipo de teorías sobre los cambios físicos de Doncic. Un usario de Reddit dio a conocer el “síndrome de la cara gorda” en los atletas, según el cual estos deportistas tienen la cara redonda y aparentemente gorda se ejerciten como se ejerciten, aunque estén en extraordinaria forma física. La sorprendente “teoría” la desmontaron usuarios en las respuestas: no, Doncic estaba (era 2021) fuera de forma. Desde entonces, cada verano aparecían las mismas informaciones acompañadas de fotos parecidas: Doncic de retiro vacacional disfrutando de la vida. Y los que no querían informar de que había engordado, sí lo hacían cuando adelgazaba, como cuando el Madrid vende a un jugador: la prensa culé ya puede decir que es muy bueno.

En 2023, los portales dedicados a la NBA reportaron, como rumor (¿se puede reportar algo como rumor?), que los directivos de los Mavs expresaban en privado su disgusto por el estado de Doncic. En The Athletic, se confirmaba: los directivos le habían pedido a Doncic que bajase peso, que ajustase su alimentación.

Son noticias que se han dado hasta hace unos meses (es decir, se han dado en los últimos años) de forma insistente. Son cuatro años, además, en los que Doncic se ha convertido en una superestrella mundial. Y estaba a punto de firmar un contrato de 350 millones que, con su traspaso fulminante, pierde de momento.

No son cosas que yo haya seguido con entusiasmo por mi afición a la NBA, que apenas existe, sino por mi curiosidad por la atención que se presta a los cuerpos. Que en este caso además no es una atención social y cruelmente estética, esa que suele estar disfrazada de preocupación por la salud, sino profesional: el trabajo de Doncic es estar en forma, ¿pero en qué forma?

Entre las razones —hay otras seguramente de más calado—, que la prensa especializada da para justificar su salida de los Dallas Mavericks en dirección a los Lakers, está la de su aparentemente poca disciplina en su alimentación, que es un eufemismo aún mejor para definir sus cambios de peso. Se observa siempre, sin embargo, un cierto pudor en el periodismo a la hora de hablar de las bajadas o subidas de peso en deportistas de élite. Puede que sea un pudor propiciado por el salvajismo en las redes, donde los usuarios destrozan a quien sube de peso o pierde definición (en 2020, Doncic ya avisó de que él nunca había sido particularmente musculoso) o puede, incluso, que no se capte bien el tono, ya que hablar del peso de los demás suele ser una frivolidad que quizás se adapte mal a un tono serio y profesional.

Pero se debe hablar, sin duda. Doncic a veces engorda y adelgaza un número de kilos inusual en una estrella de élite, y se entendería que eso fuese noticia más de lo que es. Pero la pregunta interesante es en qué afecta eso al juego de Doncic, cuánto gana y cuánto pierde con determinado peso, y si las marcianadas que hace en pista, el baloncesto que lo ha depositado en la cima, se resienten y en qué medida cuando se va de forma.

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Ron Jenkins
<![CDATA[Defensa popular de Yolanda Ramos]]>https://elpais.com/opinion/2025-01-29/defensa-popular-de-yolanda-ramos.htmlhttps://elpais.com/opinion/2025-01-29/defensa-popular-de-yolanda-ramos.htmlWed, 29 Jan 2025 04:00:00 +0000En los Premios Feroz en Pontevedra, Yolanda Ramos salió al escenario a entregar un premio con Daniel Guzmán y anunció que no le gustaba el guion que le habían dado para enredarse en un errático monólogo que levantó risas a ratos y estupor en otros; nada del otro mundo, nada que cualquier espectador fuese a confundir con un escándalo. Los guiones tienen muchas ventajas, y una de ellas es que, si te atienes a ellos, no desbarras. Disculpen el ejemplo pero es el que tengo más a mano: esta temporada en una sección que tengo en Hora 25 decidí no escribir mis brevísimas intervenciones: el resultado fue que mareaba la perdiz varios minutos más, y me pidieron (sic) que volviera a la fórmula anterior. ¿Por qué? Porque te ves sin hoja de ruta y empiezas a pensar que todo lo que se te ocurre es interesante. El de Ramos fue el gesto arriesgado de una actriz que decidió, sin consultar con nadie (y en una gala de premios, no en un quirófano), menospreciar el trabajo del equipo (los guionistas, profesión maltratada pendiente de una histórica reparación que en Hollywood empieza a llegar y que aún se espera en España), y apostar únicamente por ella. Es un gesto de artista; es decir, quien puede hacer eso es únicamente un artista. Ramos recibió algunas risas e indiferencia, pero al día siguiente, a fuerza de que se enfadaran unos y otros, empezó a enfadarse ya todo el mundo (esto, que no es nuevo, merece otro artículo: cómo mucha gente escribe una crítica razonada y constructiva y ve que, a partir de ella, la marabunta insulta y lo quema todo; Yolanda Ramos “cancelada”, dijo un titular). La polarización terminará con todos callados para que la turba sin decisión propia permanezca tranquila. Y, bueno, también resulta sorprendente que los últimos avistamientos de los límites del humor (saltarse el pactado para elegir el de una misma, y contarlo) no se hayan producido en un funeral, sino en una fiesta de cómicos.

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<![CDATA[Mbappé deja de pensar ]]>https://elpais.com/deportes/futbol/2025-01-27/mbappe-deja-de-pensar.htmlhttps://elpais.com/deportes/futbol/2025-01-27/mbappe-deja-de-pensar.htmlMon, 27 Jan 2025 04:15:00 +0000Hace unos días Kylian Mbappé dijo una frase interesante: “Estaba pensando demasiado”. Fue en una rueda de prensa en la que se celebró esta reflexión populista (“Yo no soy un jugador tímido, pero tenía que venir con humildad, porque el Real Madrid ya lo había ganado todo y no podía decir a los demás que me pasasen el balón”) y se pasó más por alto esta otra: “Yo pensaba mucho en cómo hacer las cosas, cómo moverme, irme al espacio, irme a la zona de Vini o Rodrygo. Y cuando piensas mucho, no piensas en tu juego”. En otro orden de cosas y a otra velocidad de juego me recordó a una reflexión reciente de un tenista de élite (¿Nadal?, ¿Alcaraz?) que venía a decir que en un partido solo se podía pensar entre punto y punto, nunca con el punto en juego. La bola va a tanta velocidad y el cuerpo está tan dedicado a ella que no hay una décima de segundo libre para pensar: todo se mueve con delicados automatismos y sorprendentes instintos.

El cerebro es una máquina espectacular cuando se lleva al límite. Puede convertirte en una especie de Dios en momentos de extraordinaria presión, o hacerte parecer el tipo más desahuciado del mundo: Kylian Mbappé, por ejemplo, cuando pensaba de más. Firmó varios partidos discretos hasta que finalmente en Liverpool y en San Mamés se convirtió, por arte de magia, en un delantero irreconocible. Estaba la condición física, pero sin explotar. Estaban las ganas, pero sin fe. Y no había nada más, ni puntería ni confianza. La desesperación era absoluta. Un articulista que a estas horas debe de estar exiliado llegó a escribir que el Madrid tenía un problema y que ese problema era Mbappé. Y todo esto pasaba hace unas semanas. Lo que hace el fútbol con el tiempo es algo a estudiar.

En Valladolid se produjo una contra madridista que se convirtió en estampida por obra y gracia de Mbappé. La inició Valverde, la aclaró Bellingham y la condujo Rodrygo, pero son las zancadas de Mbappé buscando el desmarque las que hacen retroceder al aficionado hasta Ronaldo Nazario, hasta la manada que dijo Valdano. Hay en esa manera de abalanzarse sobre el hueco de la defensa una cultura, un legado y una bomba nuclear. A veces no es necesario ni que le llegue la pelota. En el gol de Bellingham contra el Valencia, el gol de la victoria blanca en el descuento, Mbappé cruza su espalda como un avión para quedarse solo con la portería vacía (Bellingham resuelve la jugada él solo). Es una belleza de desmarque, pero sobre todo es un desmarque que dura apenas un segundo. Mbappé ya es el jugador que esperó el Madrid durante años.

Y a ello ha contribuido, claro, no pensar. No hay peligro más íntimo que pensar cuando no debes. Si uno entra al campo pensando, y pasa el partido pensando, debería entonces dejar la pelota y buscar un aula. No piensan ni los entrenadores. El jugador más famoso del mundo, Leo Messi, jamás pensó. Llegaba (llega) con el partido pensado de casa. Los grandes jugadores actúan mediante curiosos espasmos cerebrales que convierten cada jugada en una suerte de milagro. No se puede ser tan rápido como Mbappé y pasarte el partido pensando: ya piensan las piernas por ti. Piensa el equipo, incluso, como inteligencia colectiva. Los goles y todo lo que les precede no depende tanto de un tío que piensa como de varios tíos que han salido del vestuario ya pensados, ya dispuestos a ejecutar en el campo lo trazado fuera por pura acumulación. Por eso todo lo que le espera al Madrid con Mbappé, aquel antiguo problema, es bueno.

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Soccrates Images
<![CDATA[A contracorriente]]>https://elpais.com/opinion/2025-01-22/a-contracorriente.htmlhttps://elpais.com/opinion/2025-01-22/a-contracorriente.htmlWed, 22 Jan 2025 04:00:00 +0000La investidura de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, primera potencia del planeta, de la mano, entre otras igual de poderosas, de su consejero Elon Musk, hombre más rico del mundo, del mismo modo que el poder alcanzado por Giorgia Meloni en Italia, Javier Milei en Argentina o Viktor Orbán en Hungría, o el ascenso de Santiago Abascal en España, asentado Vox ya como tercera fuerza, es una noticia a valorar para las voces en el desierto, esos intelectuales desplazados, graves pensadores y agitadores saltimbanquis que van a contracorriente porque que se atreven a decir lo que nadie se atreve, necesitados del sueldo de un partido para ser independientes, siempre solos y hostigados, denunciando su censura en medios de masas, la única y débil esperanza de un mundo ahogado por la dictadura de lo políticamente correcto. Se desconoce si estas tomas de poder, incluido el asalto a Twitter/X, con sus correspondientes medidas ejemplares (y ejemplarizantes), es positiva o no para tremenda corriente ideológica que ha hecho de la percepción de la mayoría un caballo divertidísimo de batalla: el poder, mande quien mande, siempre son los otros. En España hasta un vicepresidente del Gobierno se quejó de que no mandaba, y una vez desalojados de La Moncloa son muchos los ministros (y algún presidente) que justificaron su inmovilidad respecto a delicados asuntos por tener las manos atadas o poco margen de maniobra. Ejercer el poder es lo que hizo Trump el primer día de presidencia revocando la era Biden, te guste o no, porque para eso le votaron; o José Luis Rodríguez Zapatero retirando las tropas de Irak el segundo día, te guste o no, porque para eso le votaron; incluso Joe Biden en su último día indultando a media familia, aunque no te guste, porque nadie le votó para eso; para eso, que huyan de la justicia, mételos en el avión y llévalos a Abu Dabi. Y escribir, pensar o hablar bajo la protección del poder no es solo patrimonio de los acróbatas locales del PSOE defendiendo a ciegas cada cambio de opinión de Pedro Sánchez, sino también de esas libérrimas voces, tan desamparadas y tan a contracorriente que les ha dejado la corriente, entre otros lugares clandestinos, en la Casa Blanca.


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Daniel Cole
<![CDATA[Los goles anulados]]>https://elpais.com/deportes/futbol/2025-01-19/los-goles-anulados.htmlhttps://elpais.com/deportes/futbol/2025-01-19/los-goles-anulados.htmlSun, 19 Jan 2025 20:00:57 +0000Quizá el momento en que el fútbol mejor imita a la vida es cuando se produce una falta clara que el árbitro no pita y sigue el juego, con un equipo haciendo circular el balón y el otro defendiéndose, sospechando los dos que lo que están haciendo no valdrá de nada si finalmente alguno marca gol. Se produce entonces ese fenómeno fantástico: atacar con escepticismo. Pueden pasar varios minutos, eternos para el espectador, e incluso puede pasar que todos olviden que hubo en el origen una falta y se lancen a por el partido con todo: pues bien, tampoco vale. No sé si el reglamento lo contempla, ¿pero podría producirse un fuera de juego que el árbitro no ve en el minuto uno, que no salga la pelota durante 89, marque un equipo en el 90 y haya que anular no el gol, sino el partido?

Hay vidas también así, invalidadas desde el principio, pero pocas. Lo normal es que en algún momento algo se tuerza que tú no detectes, y sigas adelante (o atrás, dependiendo del momento) sin saber que todo está anulado desde el principio y no habrá resultado. Y sin embargo, he aquí el aprendizaje ya cantado por Machado sobre el camino: ¿no mereció de algún modo la pena?, ¿no se divirtió el equipo mientras hacía una jugada espectacular?

Esos minutos, incluso años, en los que todo sigue funcionando como simulacro, pueden ser más provechosos aún que aquellos destinados a la trascendencia. Pedro García Cuartango tiene una frase al respecto: “Pocos se dan cuenta de que el disfrute de la vida depende mucho más de los conocimientos que no tienen ninguna utilidad ni sentido práctico que de la habilidad para engrosar la cuenta corriente”. Si lo trasladamos al fútbol, exagera: uno prefiere siempre lo útil. Pero del mismo modo que en esta temporada las ocasiones falladas por Mbappé posteriormente anuladas por fuera de juego previo, apenas suponen alivio para el jugador (“¿qué me pasa?”, podría preguntarse), los goles anulados sí son un depósito de confianza: (“no ha subido al marcador, pero he batido al portero, me he desmarcado del defensa, estarán más pendientes y nerviosos en la siguiente jugada”).

En el partido de este domingo, el Madrid marcó tres goles más de los que subieron al marcador. Uno sirvió a Mbappé para confirmar —lo había hecho en Arabia, pero la goleada del Barça no es contexto para reivindicar a nadie— que está ya en modo estratosférico: hasta marcó un penalti, quién lo diría. Hubo otro, el de Valverde, que sí perjudicó al Madrid: no se puede tener una racha así de loca mucho tiempo, y el Madrid perdió esa bala. Fue un partido dibujado de una forma extraña. Empezó con un golazo de Las Palmas a los 27 segundos, siguió con un gol fallado a puerta vacía por Brahim en el minuto tres y se desatascó, para el Madrid, con un penalti de delantero, esa zancadilla absurda de quien se maneja mejor en el área contraria que en la propia. Lo cometió Sandro sobre Rodrygo. El penalti de delantero se caracteriza porque casi siempre se le hace a un rival que se está saliendo del área; Rodrygo se marchaba del área de Las Palmas buscando sabe Dios qué angulo, y antes de irse, Sandro lo derribó. Eso pasa también mucho en el día a día: te estás marchando del bar a casa, y antes de cruzar la puerta te regalan un penalti.

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Angel Martinez
<![CDATA[Cuentas pendientes]]>https://elpais.com/opinion/2025-01-15/cuentas-pendientes.htmlhttps://elpais.com/opinion/2025-01-15/cuentas-pendientes.htmlWed, 15 Jan 2025 04:00:00 +0000Hay un momento en la película Maixabel en que la mediadora le pregunta al etarra qué fue lo que hizo que se arrepintiese. Él contesta vagamente que no fue algo concreto, sino varias cosas. Ella le pide que diga una. Y él dice: llegar a la cárcel, encontrarse con los dirigentes de la banda y descubrir que eran unos mediocres. “Ese momento”, me escribe una amiga, “en que ves que todo funciona igual: ETA, el Gobierno, tu equipo de fútbol, las empresas, hasta las familias”. Quizá demasiado contundente, pero no demasiado equivocada. Hay varios tipos de gente que nunca deberían llegar al poder o al dinero, pero siempre acaban dentro. Uno, mi preferido por poético, es ese agrandado tan aferrado al futuro que ya se dedica a anotar cuentas pendientes; personas que se comportan como si ya fueran sin haber sido, y que a veces consiguen vivir y hacer vivir a los demás en su propio espejismo: alguien de quien alejarse cuando aún hay tiempo y distancia. Hay otro, más simpático pero igualmente peligroso, que es el que aprende el oficio de rico antes de serlo, y sabe tanto de modales, protocolo y personalidades que te preguntas a qué espera Dios a darle el dinero que merece: suelen estar mirando escaparates, y suelen, también, acabar en brazos de un mecenas social que lo desclasa y le da, al menos, un simulacro de la vida a la que aspira. Hay un tipo más de gente, esta pequeña intelectualmente y formalmente espantosa, que se encuentra en ámbitos de vanidades. El hombre al que el talento le da la espalda e insiste sin suerte, pobre, encontrándose rechazo o burla; necesitado de algo para vivir, acaba mandando —el mediocre nunca lo es del todo: siempre es brillante arrastrándose— sobre aquellos que sí tienen el talento y la fama que nunca tendrá. Esto, por cierto, le ocurrió a David Gistau con uno de sus jefes que, sólo ahora, con David muerto, ha escrito que Gistau no era para tanto y que a él le leían más. Los derechos, será.

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BERNARDO PÉREZ
<![CDATA[Tan terrorífico para el Madrid que el 2-5 es un alivio]]>https://elpais.com/deportes/futbol/2025-01-12/tan-terrorifico-que-el-2-5-es-un-alivio.htmlhttps://elpais.com/deportes/futbol/2025-01-12/tan-terrorifico-que-el-2-5-es-un-alivio.htmlMon, 13 Jan 2025 09:44:28 +0000Tiene gracia que después de que el Barça arrollase en 45 minutos al Madrid en el Bernabéu metiéndole cuatro goles, en los siguientes 45 minutos, dos meses después, le metiese otros cuatro goles aún con más contundencia y perdonando otros cuatro. Y todo ello en medio de un festival cómico del Madrid que culminó en el córner más ridículo de su historia: un regalo de Araújo en el último minuto que Rodrygo convirtió en una contra terrorífica del Barcelona que se encontró, sin soñarlo siquiera, con su cuarto gol. Tiene su gracia, digo, porque en octubre Ancelotti salió con un centro del campo con cuatro jugadores que reclamaban más balón, y la jugada le salió mal más por fallos propios que por éxitos ajenos, que llegaron en la segunda mitad. Y ahora, en enero, el Madrid salió con tres mediocampistas, dos de ellos dedicados a caer a la banda para ayudar a los laterales y otro, de natural mediapunta, convertido en un delantero más. O sea, sin centro del campo. Ocurrente fue. No se aprendió nada del 0-4 de octubre y, lo poco que salió bien entonces, se desaprendió en enero.

Así que en el minuto tres el Barcelona ya podía estar ganando 2-0 si no fuera por dos manos de manicomio de Courtouis, y el que se adelantó fue el Madrid con un golazo (está finísimo, rapidísimo, es un delantero de ensueño) de Mbappé. Lo peor que pudo hacer el Madrid: ponerse por delante del marcador sin merecerlo con una individualidad. Como si la final pudiese sacarse adelante así. Y le pintaron la cara. Entre otras cosas no porque el plan de Ancelotti fallase, sino porque Ancelotti no tenía plan. Sacó a sus jugadores fetiche y planteó un Madrid defensivo con Lucas Vázquez, que no es defensa, de lateral derecho, y con Tchouameni, que no es defensa, de central. Dejó en el banquillo a Asencio, que nadie sabe qué hizo mal en sus titularidades para ser desalojado para colocar en su lugar a Tchouameni, que sí se sabe lo que hace mal en esa posición. Justicia poética fue que al Madrid le venciese el Barcelona con un once titular lleno de chavales que aprovecharon su ocasión y se quedaron en el campo fuese quien fuese su suplente y fuese cual fuese su edad.

Con semejante planteamiento, el golazo de Mbappé fue contraproducente. Un espejismo envenenado, entre otras cosas porque el Barcelona tenía el balón y todo el tiempo por delante. El Madrid, por su parte, tenía el mejor ataque del mundo pero de baja incentivada; decidió jugar a esperar atrás con un once en el que bajan cinco, y dejar piernas frescas para correr detrás de balonazos enviados desde la defensa (recordemos que no había centro del campo). Sólo salió mal porque pudo salir peor. Y si se creía que no habría ningún gracioso drama más, arrancó Mbappé una roja al portero del Barcelona y con esa falta marcó Rodrygo. 2-5, 35 minutos por delante y el Madrid con uno más. Pues bien: ni una ocasión más hasta el descuento. O sea que el Madrid no peleó el balón en la primera parte porque, como se demostró en la segunda, no sabía qué hacer con él. En algo le vino bien la roja al Madrid cuando estaba perdiendo 1-5: en que no le cayesen 10. Alivio blanco porque la cosa pintaba tremenda. El Madrid sufre de kroositis, un mal para el que no hay solución porque ese tiempo ya pasó, así que más le vale ir espabilando el centro del campo con fichajes o entrenamiento, porque mimbres en plantilla hay, pero sin orden ni confianza.

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Pedro Nunes
<![CDATA[Frágil como una bomba]]>https://elpais.com/opinion/2025-01-08/fragil-como-una-bomba.htmlhttps://elpais.com/opinion/2025-01-08/fragil-como-una-bomba.htmlWed, 08 Jan 2025 04:00:00 +0000Hace años me invitaron a un estreno de una película que me pareció horrorosa, y al salir de la sala me asaltó de bruces uno de los actores, al que conocía, para preguntarme qué me había parecido. Yo iba con dos amigos que, en cuanto escucharon la pregunta, echaron a correr calle abajo. Y, por primera vez en mi vida, no encontré palabras amables en medio de la tormenta. Al final, en medio del silencio, acabé abrazándolo, lo cual fue bastante peor. Pasados unos días, con la película metida en el cuerpo y en la cabeza, me empezó a gustar lo que había visto hasta acabar en euforia. Tanto, que escribí un correo al actor para contarle mis motivos. (También a veces ocurre lo contrario. A una amiga escritora le escribió una vez un autor consagrado para decirle que estaba leyendo su novela, y le estaba gustando tanto que le recordaba a un clásico universal. A los pocos días, recibió un nuevo mensaje de ese autor con algo así como: “¿Recuerdas lo que te dije? Pues no, al final no”). Antes de Navidad, al salir del cine, el amigo con el que fui a ver La guitarra flamenca de Yerai Cortés me preguntó qué tal y le dije que no sabía: a veces el entusiasmo o la decepción se aplazan, necesitan reconocerse; había una emoción dentro, pero sin identificar. (Esto merece otro artículo: el momento en que sientes algo al conocer a alguien y necesitas días para saber si quieres matarlo o follarlo). Hace unos días recordé una frase popular que María, la madre de Yeray Cortés, replica en la película: “No soy frágil como una flor, soy frágil como una bomba”, y pensé en la exploración deslumbrante que supone siempre una vida a poco que uno tenga la humildad de acercarse; en la exploración final que sobrevive en la película, un recorrido nada complaciente ni pacífico: una película fascinante porque es algo casi imposible de encontrar, una película nueva. No hay conclusión (ni mucho menos esa indignidad de la moraleja) porque no hay final. Tampoco feliz. Ni mucho menos final abierto.

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<![CDATA[Ana Rujas, actriz: “Claro que hablamos entre nosotras. Y he dicho que no a proyectos para no trabajar con determinada gente”]]>https://elpais.com/cultura/2025-01-07/ana-rujas-actriz-claro-que-hablamos-entre-nosotras-y-he-dicho-que-no-a-proyectos-para-no-trabajar-con-determinada-gente.htmlhttps://elpais.com/cultura/2025-01-07/ana-rujas-actriz-claro-que-hablamos-entre-nosotras-y-he-dicho-que-no-a-proyectos-para-no-trabajar-con-determinada-gente.htmlTue, 07 Jan 2025 04:30:00 +0000“Todo lo que yo sé sobre el pasado, el futuro, y sobre todo el presente de la familia Panero, es que es la sordidez más puñetera que he visto en mi vida”, le dice Michi Panero, el torturado, hermoso y dicharachero hijo de Leopoldo Panero, proclamado poeta del régimen (franquista), a Miguel Rujas, encuadernador de Carabanchel. El hombre enseña a Michi a cocinar unas migas extremeñas mientras los dos se emborrachan despacio con un vino en la mesa de la cocina. “Oye, Miguel, podemos hablar en confianza, ¿no? Mira: ser tan emocional es de pobre, es de clase intelectualmente baja, es mucho mejor guardarse las emociones y cubrirte un poco. ¿A vosotros no os enseñan a cubriros?”.

Con este diálogo improbable termina la actriz y autora de teatro, cine y televisión Ana Rujas (Madrid, 36 años) La otra bestia (Aguilar), un libro que ahora (este jueves 9 de enero, en Matadero, Madrid) se va a las tablas del teatro protagonizado por su propia autora y dirigido por Pedro Ayose y José Martret, con Joan Solé, Teo Planell e Itzan Escamilla. En 2019 Rujas coescribió y protagonizó La mujer más fea del mundo, teatro alternativo. En 2021 creó, coescribió y protagonizó Cardo, la serie que la hizo famosa y con la que ganó dos premios Feroz. En 2023 fue una de las protagonistas de La Mesías, la serie del año. Será la protagonista de la nueva película de Julio Medem, 8. Está escribiendo y dirigirá una película sobre una directora de teatro que adapta El desencanto, el mítico documental sobre los Panero de Jaime Chávarri. Y acaba de volver de Buenos Aires de rodar una serie y estrena obra de teatro.

Pregunta. ¿Nunca tuvo miedo ahí arriba?

Respuesta. Miedo, no. Adrenalina, sí. Respeto, sí. Cuando estábamos haciendo La mujer más fea del mundo yo dije, por fin: suelto la actriz que soy, esto no está pasando pero está bien. Fue el final de una pelea, de un sentido de pertenencia. Y me dije: si esto es así, si mi vida va a continuar siendo así, está bien.

P. Salta de un lado a otro, en registros diferentes, como autora o actriz, en proyectos incluso antagónicos.

R. Y nunca sé si me voy a romper algo, pero es parte del juego.

P. La otra bestia no es fácil de llevar al teatro. Pero de alguna manera la han reinterpretado.

R. Yo estoy feliz porque llevamos días con los ensayos. Por ejemplo, hace unos días tuvimos un ensayo impresionante. Y sabes que es un trabajo, un oficio increíble. Lo amo de verdad. Estoy feliz de estar ahí. Que nos caemos al suelo, nos volvemos a levantar; que no entendemos el texto, hay que buscarlo, encontrarlo.

Ana Rujas, en Matadero Madrid.

P. La palabra “actuar” me da asco, escribe.

R. Paradójico, ¿no? Lo digo mucho. Es curioso este oficio: intento ser muy honesta, y lo hago actuando.

P. Cuanto menos se note, mejor. Cuanto más verdad sea, mejor.

R. A mí me gusta así. La otra bestia muy light no es, Cardo no es nada light, es muy cruda; de La Mesías qué te voy a decir. Pero son procesos con los que yo disfruto. No es algo de “ah, qué bien me lo estoy pasando”, es más: “Yo me divierto así, en medio de la tormenta, como estos meses de ensayos, de locura”. No me gusta estar cómoda. Me asusta pensar que algo ya está bien, que está acabado.

P. Los Panero.

R. La película que estoy escribiendo con Ariadne Serrano se llama El desencanto y está inspirada en El desencanto de Jaime Chávarri. Está siendo difícil [sonríe]. Le planteé a los Javis (Javier Calvo y Javier Ambrossi, productores de Cardo y creadores de La Mesías) la idea de una obra de teatro recuperando a los Panero, y ellos me plantearon que hiciera el dossier de una película. Ahora hemos entregado la primera versión del guion.

P. Usted es de Carabanchel. ¿En su familia hay artistas?

R. Mi madre es trabajadora social, mi padre es encuadernador. En mi casa me dieron lo que más necesitaba: libertad para ser lo que quisiese.

P. ¿Y lo supo pronto?

R. Escribía de niña, mi madre me presentaba a concursos de cuentos y eso. En la facultad también hice guion. En cuanto a la interpretación, siempre me fascinó del teatro que podías decir cosas que no decías en la vida. Poder decir en alto cosas increíbles que de otro modo no dirías. Poder ser otras personas.

P. ¿Cómo se lleva con el personaje suyo que posa en una alfombra roja, en las portadas de las revistas?

R. Es que no sé si tengo un personaje. Y si lo tengo, no pienso en él. Creo que la gente me ve también en esos lugares como soy, no le doy ninguna vuelta.

P. ¿Referentes?

R. Han sido Angélica Liddell, ha sido Gena Rowlands, ha sido leer lo que me ponía mi padre, que era Miguel Hernández o Lorca. Aquellas películas que EL PAÍS regalaba, tantas cosas.

P. ¿Se llevó algo de esa madre volcánica y joven de La Mesías?

R. Creo que siempre sales mejor de un proceso interpretativo. De este en concreto, los niños. Fueron cómo mis hijos: nunca había trabajado así con niños, y me los tuve que ganar. Fue una locura de trabajo.

Ana Rujas posa en Matadero Madrid el 23 de diciembre de 2024.

P. ¿Cómo trabajan Los Javis?

R. Siempre buscan que en los rodajes suceda algo mágico. Y sucede. Porque lo propician ellos, y tiene que ver con que tienen el control pero aparentan que no, dejan ver que no hay una estructura, pero sí la hay. Y entonces crees que tienes margen para ti, y acabas teniéndolo para que de repente salga de ti algo inesperado.

P.

R. Un día, por ejemplo, desde que llegamos a rodaje, Javi Ambrossi me cogía y se venía conmigo para aquí y para allá. Yo pensaba: “Joder, qué majo está hoy conmigo”. Y nos íbamos a tomar un café por ahí meándonos de risa. ¿Qué ocurría? Que teníamos una escena complicadísima luego. Y él todo el día encima de mí relajándome. ¿Qué quería? Que no entrase en el drama porque yo ya estaba dentro del drama. Eso es un trabajo que hace un director, y no todo el mundo puede hacerlo. Son muy listos.

P. Usted nació en 1989. ¿Cómo afronta su generación un escenario en el que las mujeres ya no callan, muchas hablan y denuncian casos de abusos y acoso?

R. Bueno, nosotras estamos en ese limbo, ¿eh? Hemos vivido cosas fuertes. Yo las he vivido. Y ahora claro que me alegro de que estén saliendo cosas, que se sepan cosas, que se destapen cosas: es necesario.

P. Sigue pasando.

R. Sigue pasando, pero desde luego ya no creo que pase como antes. No lo creo, no: es imposible.

P. Acaba de decir que usted ha sufrido algún caso de abuso o acoso.

R. He vivido algún episodio, sí, y lo he pasado mal, obvio. Y todo lo he convertido de alguna manera en material de trabajo. En La otra bestia, en Cardo, en la película. Y me parece muy importante compartir estas cosas entre compañeras, y lo hemos hecho y lo estamos haciendo. Y ha habido proyectos que me han propuesto y he dicho que no, que me bajo porque no quería trabajar con determinada gente. Y yo ahora esto me atrevo a decirlo, es cierto que mi posición es distinta. Pero a los 19 años, cuando te pasaba, ¿qué cojones hacías? Pues a veces nada. Es que es muy fuerte. Yo he vivido cosas que madre mía.

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INMA FLORES
<![CDATA[Hasta cuándo, Vini]]>https://elpais.com/deportes/futbol/2025-01-06/hasta-cuando-vini.htmlhttps://elpais.com/deportes/futbol/2025-01-06/hasta-cuando-vini.htmlMon, 06 Jan 2025 04:15:00 +0000La roja (justísima: no se toca la cara de un rival, ni con fuerza ni sin fuerza) de Vinicius en Valencia es imperdonable por razones abundantes, pero una es especialmente delicada en lo que se refiere a la inteligencia o la memoria, siendo más indulgentes, del brasileño.

La temporada pasada el portero del Valencia, Stole Dimitrievski, lo era del Rayo Vallecano; tuvo un rifirrafe tonto con Vinicius que terminó con Dimitrievski desplomado en el suelo sin que el delantero del Madrid le tocase. Vinicius se echó a reír mirándolo, Dimitrievski aguantó en el suelo incluso hasta recibir asistencia y, cuando nadie estaba por la labor de ir al VAR, se levantó y siguió el juego. Aún entonces, Vinicius (hay que hablar con este muchacho, vol. 34) le espetó: “Tú y yo en la calle, tú y yo en la calle”. Cómo de fuera de punto tienes que estar para imaginarte, aún en caliente, en una calle poco iluminada siendo el delantero del Madrid con el portero del Rayo: ¿irían los dos con los uniformes de su equipo puestos?

Que un año después este portero te tire de la camiseta (práctica habitual suya: ya lo hizo con Gavi, que casi se lo come, pero sin rozarlo) y tú le vayas a tocar la carita, demuestra el recorrido psicológico que queda por hacer con un jugador de 24 años que ya es, pese a estas trapalladas, el mejor del mundo. Esto es parte del juego también, y no una parte menor: una parte que decide partidos, títulos, incluso balones de oro. Dimitrievski ya te había enseñado, en tus narices, que es un teatrero, como tantos (en Argentina les llaman vivos: también vale); que intenta, por cualquier medio, que su equipo gane provocando una expulsión. Y si hace un año se desplomó delante de ti sin que tú le tocases, ¿qué esperabas que hiciese si vas a tocarle ahora directamente la cara? ¿Llamar al árbitro y decirle que no pasa nada, que no fue para tanto, que incluso le vino bien para espabilarse porque estaba el partido, como cualquier Valencia-Madrid, muy tranquilito? ¿A dónde iba Vinicius enfurecido después de la roja cuando se dirigía al árbitro, a hablarle de Lalachus?

No, problema de gestión de ira tenía Zinedine Zidane y le costó a Francia una Copa del Mundo, pero Zidane cortocircuitaba por épocas, no se pasaba todos los partidos en riesgo franco de expulsión. Es cierto que Zidane tampoco aguantaba los insultos racistas de muchas aficiones ni había entonces redes sociales en la que los racistas, escrupulosamente anónimos, llenasen los móviles de montajes, insultos y barbaridades varias que tienen que ver con el color de la piel de Vinicius. Pero cuando eso no ocurre, no puede uno pasar quince años en la élite encarándose con todo el mundo, con razón o sin ella: el desgaste físico y mental de pelearse todas las jornadas es brutal. Y peor aún que eso es hacerlo sabiendo que afición y rivales saben lo que esperan de ti: la imprevisibilidad de la que vives con el balón en los pies, la pierdes cuando los contrarios saben que, con tirarte un poco de la camiseta, vas a perder los nervios. Y hay partidos en los que es más importante no perder los nervios que la pelota: en casi todos.

Hay algo en el carácter del Vinicius desencadenado y explosivo que tiene correspondencia en su juego, en el descaro, en la impertinencia, en el desafío constante que supone vengarse de un mundo que conspiró contra ti hasta el escarnio. Pero esa deuda está saldada, esos que señalaban con el dedo el coste de Vinicius han visto al brasileño ganar y marcar en dos Champions y ahora no se ríen de él sino que piden, directamente, su salida de la Liga, honra que no conquistó ni Cristiano: lo quieren fuera de España. Es urgente saber, por tanto, para prever disgustos madridistas en partidos más trascendentales, si a Vinicius han encontrado la forma mejor de marcarlo, que es sacarlo del partido literalmente.

En cuanto a Dimitrievski, le honra su gesto de resignación cuando Bellingham, consumada la roja a Vinicius, le tira el agua de la botella: hay algo digno en el tramposo, y es que cuando tiene éxito, siempre le queda dentro un resto de culpa que le impide presumir de su acción. Hizo cuanto estuvo en su mano, la misión tuvo éxito, ahora toca pasar un poco vergüenza. Ocurre no solo en el fútbol.

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Pablo Morano
<![CDATA[Ave, Lalachus, los que se van a ofender te saludan]]>https://elpais.com/television/2025-01-05/ave-lalachus-los-que-se-van-a-ofender-te-saludan.htmlhttps://elpais.com/television/2025-01-05/ave-lalachus-los-que-se-van-a-ofender-te-saludan.htmlSun, 05 Jan 2025 04:25:00 +0000Del último escándalo español con respiración artificial, de la penúltima claudicación de los medios a los márgenes más soliviantados (por interés, pocas luces o contrato) de las redes sociales, lo más gracioso es, sin duda, la cantidad de gente que no sabía que tenía que ofenderse cuando Lalachus homenajeó durante las campanadas a la vaquilla del Grand Prix, símbolo, uno de tantos (Espinete, Chollo, Antichollo) de la televisión pública. Esos espectadores que, viendo en directo a la cómica sacando una estampita con la cara de la vaquilla, no repararon en que aquello les ofendía: desconocían que tenían que molestarse al punto de impugnar el año nuevo y no sólo eso, sino que lo mismo hasta sonrieron por el rescate sentimental de tan ilustre dibujo. Los indignados a los que tuvieron que avisar.

Es ahí dónde hay que detener el primer foco: en todas esas personas que vieron con normalidad las campanadas y, unas horas después, empezaron a sentirse ofendidas como quien empieza a incubar un resfriado. No les culpo. Es gente que ha visto estampitas religiosas con la imagen de Messi, de Isabel Díaz Ayuso o del concejal de Juventud de su pueblo, que rio con La vida de Brian, que vio Jesucristo Superstar y trescientas historias del estilo, que lleva décadas observando a su religión onmipresente como referencia para ficciones, bromas o burlas, ¿por qué habría de saber que aquella imagen, la vaquilla santificada, no era un simple gesto de amor a la vaquilla sino una imperdonable ofensa al Sagrado Corazón?

Pues no lo supieron. Y les sacaron de su error emocional, que es el último grito de las sociedades vulnerables (siendo generosos) intelectualmente: que les digan no cómo tienen qué pensar, sino lo que tienen que sentir. Instalé X en el móvil a primera hora de la mañana del día 1 en cuanto leí los periódicos (lo instalo y desinstalo según el grado de desquiciamiento general, a izquierda y derecha, que intuyo en aquella mi vieja casa). Allí estaban políticos, religiosos, activistas, tuiteros, cualquiera que pasase con ganas de darle a TVE, incluso opositores ruidosos a Mahoma (siempre aparece la oposición a Mahoma en estos escándalos para pedir, a los que no son oposición, que la hagan ellos). Gente frecuentemente desapasionada e imparcial de repente se veía entre una muchedumbre, su muchedumbre, y agitada por la desesperación se arañaba la cabeza como Guardiola: ¡están matando a Dios, una gorda está matando a Dios! (omitiendo la primera norma del asesino mafioso Johnny Sack en Los Soprano: “No más comentarios sobre el peso de la gente. Son ofensivos y destructivos”), pero ya todo daba igual: había que defenderse como fuese.

Aquello duró unas horas, pero qué horas. Se trasladó a Instagram: póngase el Sagrado Corazón en su imagen de perfil, firme la petición de dimisión del director de RTVE, hagamos una cadena solidaria, sigamos en 2024 hasta que se den las campanadas bien, donemos nuestros ahorros a la cuenta de Vito Quiles. Un sacerdote rezó en las calles de Madrid una oración para reparar las blasfemias de Lalachus. Se anunciaron querellas: se pusieron querellas. Philippe Claudel, una vez más: “He visto a los hombres en acción cuando saben que no están solos, que pueden diluirse, disimularse en una masa que los engloba y supera, una masa formada por miles de rostros como los suyos. Se alegará que la responsabilidad es de quien los arrastra, los azuza, los hace bailar como a una serpiente alrededor de un bastón, y que las muchedumbres no son conscientes de sus actos, su dirección ni su futuro. Es mentira. Lo cierto es que la muchedumbre en sí es un monstruo, un enorme cuerpo que se engendra a sí mismo, compuesto de miles de otros cuerpos pensantes. Y también sé que no hay muchedumbre feliz”.

Aquel disparate empezó a frenar en seco porque, de forma inédita, el ridículo era insoportable incluso para las conciencias más nubladas. Fue como si España hubiese tocado techo. Tanto, que la indignación empezó a trasladarse de Lalachus al Gobierno: ¡había sido una trampa!, ¡una cortina de humo! Y aquí llega un segundo foco: cuando uno reconoce que la ofensa no era para tanto, pero no tiene gracia. Esto es importante siempre que se quiera llevar a un cómico a los tribunales: vale, no es para meterlo en la cárcel, ¿pero y la gracia? No tiene gracia: es una humorista mediocre, pésima. Los sumilleres de chistes, que dijo Diego San José. Como si un cómico, por otro lado, no pudiese hacer cosas sin pretender hacer gracia.

Y esa Lalachus –parémonos ahora en ella– el día anterior poniendo la pegatina de la vaquilla para acordarse del Grand Prix durante las campanadas sin saber que iba a poner en jaque 2.000 años de historia, que iban a rezar por la salvación de su alma y que el presidente de la Conferencia Episcopal que disculpó la cancioncilla pederasta de un alcalde porque “había bebido” se iba a declarar triste y burlado por una cómica sobria que sólo quería acordarse de un concurso de la tele con una estampita. Ahora hay que evitar por todos los medios que este buen hombre no visite nunca Nápoles.

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rtve
<![CDATA[Del llanto de aquel día de julio de 2005 al del 22 de diciembre de 2024, una carrera de gloria]]>https://elpais.com/deportes/2024-12-30/del-llanto-de-aquel-dia-de-julio-de-2005-al-del-22-de-diciembre-de-2024-una-carrera-de-gloria.htmlhttps://elpais.com/deportes/2024-12-30/del-llanto-de-aquel-dia-de-julio-de-2005-al-del-22-de-diciembre-de-2024-una-carrera-de-gloria.htmlMon, 30 Dec 2024 04:15:00 +0000Fue un día de julio de 2005. El Sevilla estaba concentrado en Isla Canela para preparar la temporada. Cuando se estaba jugando una pachanga de entrenamiento, Jesús Navas, 19 años entonces, salió corriendo del campo ante la mirada de sus compañeros, se frenó en seco varios metros más adelante y rompió a llorar. No podía seguir, dijo. Le había ocurrido antes en la concentración del equipo juvenil de la selección para el Mundial sub-20: abandonó aquellos entrenamientos “destrozado anímicamente”, se informó entonces, cuando llegó a creerse que se trataba de un problema de salud de uno de sus familiares. Pero al llegar a Sevilla, llamó al club para ofrecerse a jugar con el Sevilla Atlético esas semanas. En 2006, cuando el Sevilla volvió a Isla Canela, en Huelva, para hacer la pretemporada, Navas no dormía allí: su padre le llevaba cada día para que entrenase con sus compañeros y pudiese dormir en casa.

“Jesús Navas, extraordinario extremo zurdo del Sevilla, sólo tiene 20 años. Y una recurrente dolencia. Cada vez que se aleja de su familia padece tremendas crisis de ansiedad que le impiden trabajar con el resto de sus compañeros”, publicó EL PAÍS en 2006. La impresión general era que aquel chiquillo enjuto y veloz, repleto de calidad, lo tenía todo triunfar menos lo más importante, la cabeza, la fuerza para soportar la presión de una vida hecha para nómadas. Podría preguntarse uno de qué manera iba un chico incapaz de dormir fuera de casa de romperle la cintura a Puyol en el Camp Nou o a Ramos, su colega, en el Bernabéu. Pero la impresión general de entonces sobre la salud mental estaba llena, en la plaza pública, de señales prejuiciosas y estigmas volubles. Navas, un extremo que derribó uno a uno a los mejores marcadores del continente y luego se convirtió él en uno de ellos ya en su madurez, también derribó el problema de ansiedad con el que lidiaba.

Si en 2006 le susurran a alguien que ese chico que rompía a llorar se iba a ir del fútbol, emocionado por supuesto, acaparando las miradas admiradas de medio mundo y ovacionado por un estadio rival, el Santiago Bernabéu, con la camiseta del equipo de su vida, el Sevilla, y a los 39 años después de ganar una Premier League y dos Copas de Inglaterra con el City, cuatro Europa League, dos Supercopas de España, dos Copas del Rey y una Supercopa de Europa con el Sevilla, y una Copa del Mundo y dos Eurocopas con la selección española, podría dudar. No tanto de Navas como de la selección, bien mirado. Pero si Navas ha sido pieza importante de esa selección, último superviviente de Sudáfrica 2010, y del mejor ciclo histórico del Sevilla, no fue casualidad. Hay en su desparpajo una determinación casi febril que le ha tenido jugando sin parar y a un ritmo frenético en la élite a una edad impensable.

En 2018, Jesús Navas dio varios pasos atrás en el campo. Lateral derecho. La de vidas que tiene en el césped un jugador que ha estado décadas en la élite es para estudiarlo. Pero Enzo Maresca, excompañero de Navas en el Sevilla y entonces segundo de Montella, el técnico que lo envió al lateral derecho (aunque el primero que probó con él fue Guardiola en Manchester), daba su particular visión a Rafael Pineda en EL PAÍS: “Es la única persona del mundo que no envejece. Es el mismo de hace 15 años y esa fuerza física que tiene hace que se adapte de maravilla al lateral. Su juego de ida y vuelta nos viene muy bien para nuestro sistema”, dijo. Si no envejecía viajando y jugando contra los mejores jugadores del mundo, si no envejeció en aquella final de Sudáfrica donde arrancó la jugada que dio origen al gol más importante de la historia del fútbol español, a ver qué va a ser de él, y de nosotros, sin tanto estrés.

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AFP7 vía Europa Press
<![CDATA[Derechos de autor por celebrar un gol]]>https://elpais.com/deportes/futbol/2024-12-23/derechos-de-autor-por-celebrar-un-gol.htmlhttps://elpais.com/deportes/futbol/2024-12-23/derechos-de-autor-por-celebrar-un-gol.htmlMon, 23 Dec 2024 04:15:00 +0000Necesitaba el Madrid despejar así un partido antes de Navidad, entre bombazos y jugadas de tiralíneas, para aplazar la enésima disolución del club de las dos mil crisis por minuto, ya con dos títulos internacionales y el liderato a punto de nieve. La vida da muchas vueltas pero menos de las que pensamos, y a veces las da para pararse en el mismo número.

Contra el Sevilla despacharon el partido Mbappé y Valverde, dos goles muy parecidos con virtudes casi idénticas: los dos pueden armar el cañón sin apenas espacio, sin gran recorrido de pierna; más que patear, parecen apretar un botón. El golazo del francés tuvo más mérito: un balón quieto a su vera, un giro de pie monstruoso con el cuerpo medio echado. No le hizo falta ni colocar la pelota: el trallazo fue letal incluso para el espectador, que se quedó a duras penas con la estela de la trayectoria. Valverde, por su parte, culminó una jugada de laboratorio que tuvo en su celebración el reparto de responsabilidades, con el banquillo agitado por el éxito.

Comenzó oficialmente el lentísimo alargue de los días, y el Madrid ejecutó los mejores minutos de la temporada. Sin su mejor jugador, Vinicius sancionado, pero con el balón corriendo de un lado a otro como en un pinball enloquecido. Falta hacía que al Madrid le apeteciese empezar a mover el culo del centro del campo, ponerse a jugar y a dominar los partidos con la clarividencia con que los dominan tipos como Brahim, Bellingham y Ceballos (que a día de hoy es imprescindible).

Hubo en algún momento, sobre todo con el partido encauzado, ejercicios solitarios de egoísmo en el área rival. Pocos e intrascendentes. Quizá tenga que ver (teoría disparatada, pero se acerca Nochebuena) con la patente de marca de las celebraciones de gol. Ya todo el mundo tiene una. Rodrygo hace una cosa con la mano sobre su cara que es la que hago yo cuando bailo dos o tres veces al año canciones irreproducibles. Mbappé se cruza de brazos como Nines de La que se avecina. Vini está ensayando una en la que se tapa los ojos y dispara (nadie le ha dicho provocador aún: bailar, mal; abrir fuego contra el público, elegante). Brahim hace gestito de “quién sabe” o “aquí estoy yo” irónico que ayer casi olvida pero se lo recordó Mbappé. Y Bellingham ya sabemos: el más icónico e imponente, por detrás de Cristiano Ronaldo.

La cosa es que esto se nos va a ir de las manos (Dani Olmo ha registrado en la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea su celebración de señalar el reloj en la muñeca, así que cada vez que queramos saber la hora, hay que hacerle un bizum) y en cada partido todo el mundo querrá enseñar su última tendencia en celebración, incluso no descartemos que cobre por hacerla. El problema se solucionará cuando los jugadores empiecen a celebrar sus asistencias, incluso a celebrarlas con más euforia que los goles. Y las preasistencias, que ya he leído por ahí el término. Y así hasta —perdonen el ataque de vejez y odiofutbolmodernismo— convertir el deporte de equipo más popular del mundo en otra insólita competencia de individualísimos egos. Ya, exagero. Pero qué pesadilla ahora aguantar los ataques de ingenio de quien marca un gol y no puede saltar levantando los brazos, o correr como un loco sin saber qué hacer, porque no está de moda. Reaccionar como un niño (sin planes, espontáneo, locura absoluta) siempre está de moda.

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AFP7 vía Europa Press
<![CDATA[Marisa y Leo, las novelas rosas son negras]]>https://elpais.com/opinion/2024-12-18/marisa-y-leo-las-novelas-rosas-son-negras.htmlhttps://elpais.com/opinion/2024-12-18/marisa-y-leo-las-novelas-rosas-son-negras.htmlWed, 18 Dec 2024 04:00:00 +0000Ha muerto Marisa Paredes, que dijo a este diario que presionó con una huelga de hambre a su padre para que le dejase ser actriz. Ella, hija de una portera que se llamaba Petra y de un empleado de una fábrica de cerveza, pobres de posguerra, combatió el hambre con más hambre hasta que su madre se apiadó de ella (y el padre de la chica entró en razón cuando el jefe de su fábrica alabó a su hija actriz: el jefe era Manuel Fraga porque Fraga fue todos los personajes del siglo XX). La huelga de hambre recuerda al padre de Manuel Alejandro, aquel creyente que hizo voto de castidad después de tener 10 hijos y voto de pobreza, “que tampoco tenía que hacer mucho esfuerzo”. Las personas son extraordinarias y encuentran senderos impresionantes para explicarse a sí mismas. Leo, la escritora que interpreta Marisa Paredes en La flor de mi secreto, entrega una de sus novelas rosas y se encuentra con la respuesta de su editora: “Nuestra colección se llama Amor Verdadero. ¿Cómo se te ocurre venirnos con la historia de una madre que descubre que su hija ha matado a su padre después de que este intentara violarla; y que para que nadie se entere, la madre lo hiberna en la cámara frigorífica del restaurante de un vecino?”. Cuenta Paredes en la entrevista de Tom C. Avendaño cómo se inventaba la ropa para ir elegante (un cesto por sombrero), y remite de nuevo a la editora de Leo: “Por ver y leer tanta realidad el país está a punto de explotar. ¡La realidad debería estar prohibida!”. No ha vivido Paredes suficiente para saber que su editora está a punto de tener razón: la realidad está mal vista, prohibida de facto en muchos sitios. Interpretó a la mujer del coronel que no tenía quien le escribiese, esperando una pensión que no llegaba y que terminó comprando un gallo de pelea ante la estupefacción de su esposa, que le preguntó qué pasaría si el gallo perdía. “Y si no gana, qué comemos”. García Márquez tardó meses en encontrar la palabra que pusiese punto final a su ficción sin saber que es la palabra con la que empieza la realidad: “Mierda”.

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<![CDATA[Louzán, candidato ideal para dirigir la RFEF: coherencia y tradición]]>https://elpais.com/deportes/futbol/2024-12-16/louzan-candidato-ideal-para-dirigir-la-rfef-coherencia-y-tradicion.htmlhttps://elpais.com/deportes/futbol/2024-12-16/louzan-candidato-ideal-para-dirigir-la-rfef-coherencia-y-tradicion.htmlMon, 16 Dec 2024 04:15:00 +0000En realidad, tiene todo el sentido que Rafael Louzán, o noso Rafa, sea el próximo presidente de la Federación Española de Fútbol. Nada mejor para evitar escándalos que venga ya alguien condenado de casa. Nos ahorramos la imputación, el proceso judicial y la sentencia; nos ahorramos, sobre todo, llevarnos las manos a la cabeza en caso de que todo eso se repita con él en el cargo. Son sus tradiciones y hay que respetarlas: en el campo levantamos Mundiales y Eurocopas, en los despachos, las esposas.

Tampoco extraña, y dice mucho del simpático estado terminal del máximo organismo del fútbol español, que entre los candidatos a dirigirlo no se haya podido encontrar a nadie sin una condena por prevaricación. El deporte más popular de España, campeonas del mundo ellas y campeones de Europa ellos, y nadie en todo el país sin antecedentes para dirigirlo.

No llegó a ser condenado por prevaricación Porta, al que hubo que echar por decreto, pero de él se supo que el chófer que le pagaba la Federación catalana de fútbol lo utilizaba para bajar al perro (se llamaba Óscar la mascota, José María García lo llamaba Óscar Porta) y llevar a la esposa del presidente a la peluquería. “Pablo, Pablito, Pablete” está en el top 3 de las expresiones acuñadas por García.

Uno de sus precedesores, Ángel María Villar, se repantigó tanto en el sillón (19 años) que acabó pasando 12 días en la cárcel junto a su hijo y su vicepresidente como integrantes de una supuesta red clientelar en la que presuntos tratos de favor en negocios particulares revertían en Villar en forma de votos; siguen los tres, siete años después, pendientes de juicio.

Luis Rubiales, en fin, entendió formidable, después de agarrarse la entrepierna en el palco al lado de la Reina para celebrar la Copa del Mundo, cogerle la cara a una de sus jugadoras y estamparle un beso en los labios delante de todas las cámaras; dijo, para defenderse, que antes le preguntó: “¿Un piquito?”. Tuvo que dimitir tras una extraordinaria y alucinada presión internacional (“¿de verdad hay que presionar”?, comentó en su día, desconocedor de la idiosincrasia de los gestores del fútbol español, un corresponsal extranjero) y se enfrenta a una pena de dos años y medio de prisión por agresión sexual y coacciones; en marzo de este año, la Guardia Civil registró su casa en busca de pruebas de contratos irregulares de la RFEF y la Fiscalía ordenó su extradición (estaba en la República Dominicana) y le detuvo cuando Rubiales aterrizó en Madrid.

Después de Rubiales tomó el mando Pedro Rocha a pesar de estar imputado en una de las causas de Rubiales (fue a declarar como testigo y a saber lo que dijo, pero salió como investigado), y posteriormente fue inhabilitado para ejercer su cargo.

El paisaje no sólo es el adecuado para que Rafael Louzán, expresidente de la Diputación de Pontevedra y después dirigente del fútbol gallego, un hombre cercano y simpático dotado de la campechanía que siempre precede a una imputación o un exilio, acceda a la presidencia de la Federación, sino también para observar el magma en el que se mueve la RFEF. Louzán está inhabilitado para ocupar cargos públicos siete años, pendiente esto de ser ratificado por el Supremo, y será elegido por federaciones territoriales que llevan décadas dejándose seducir por el mejor postor, accediendo a prebendas y aupando a presidentes de los que luego nos tenemos que enterar gracias a la Guardia Civil, dentro de unos años, por qué fueron elegidos y para qué.

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OSCAR CORRAL
<![CDATA[Mangione, el asesino será una estrella de cine]]>https://elpais.com/opinion/2024-12-10/mangione-el-asesino-sera-una-estrella-de-cine.htmlhttps://elpais.com/opinion/2024-12-10/mangione-el-asesino-sera-una-estrella-de-cine.htmlTue, 10 Dec 2024 04:00:00 +0000Cuando un chico pobre y feo mata a alguien, el pueblo clama: “¡Condena!”. Cuando un chico rico y guapo mata a alguien, el pueblo clama: “¡Netflix!”. Es la revisión criminal del “cando se emborracha un rico, qué gracioso está o señore / cando se emborracha un pobre, todos lle chaman borrachone”. Observen a Luigi Mangione, que tiene nombre de estrella de cine (y hace las cosas que hacen las estrellas de cine cuando trabajan). Por tener, hasta tiene Mangione una causa y no menor, como tampoco la tenía el Unabomber. Ha asesinado al consejero delegado de la mayor aseguradora privada de salud de Estados Unidos, que en rigor tiene más cadáveres a la espalda que Mangione, si bien esos cadáveres todos (o casi todos) están dentro de la Constitución. Han bastado unas fotografías de Mangione y algunos datos sobre su fortuna familiar para eclipsar la vida de quien casi nunca interesa, que es el muerto, incluso cuando el muerto es más famoso que él: al ser asesinado, el asesino le roba la fama, cuando no el nombre del caso. Volvemos a Ivan Jablonka como siempre por estas fechas: “No conozco relato del crimen que no valore al asesino a expensas de la víctima. El asesino está ahí para narrar, para expresar su arrepentimiento o para pavonearse”. Y volvemos de paso a la narrativa sustancial: la belleza y el dinero pueden distorsionarlo todo (con nuestra ayuda feliz, o sea alegría clickbait, la de los medios) al punto de que a la gente del crimen solo le interese su recreación: todo lo que pase a partir de ahora, incluido el juicio, habrá de verse como precuela de la ficción; primero la realidad, luego lo que pasará a la historia. Y la preguntita tonta moviéndose como un sonajero: ¿por qué habría alguien que tiene recursos y oportunidades y una aparente vida feliz, matar a alguien? ¡Oh, pero si lo tiene todo! ¿Por qué violan, por qué matan, por qué secuestran los hermosos y malditos? Cada vez que alguien se pregunta eso delante de mí, rezo para que nunca le falte de nada.

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<![CDATA[El Real Madrid, el club que destroza los divanes]]>https://elpais.com/deportes/futbol/2024-12-09/el-real-madrid-el-club-que-destroza-los-divanes.htmlhttps://elpais.com/deportes/futbol/2024-12-09/el-real-madrid-el-club-que-destroza-los-divanes.htmlMon, 09 Dec 2024 04:15:00 +0000Hay pocas cosas más interesantes y estúpidas, y a la que dedicamos más tiempo y recursos cuando de fútbol se trata, que psicoanalizar al Real Madrid. En realidad, ya escribir de fútbol tiene un peso melancólico y absurdo que, hablo de memoria, creo que David Trueba resolvió contando lo inútil que era escribir de un partido si total, al final, todo dependería del resultado: lo injusto que se puede ser con unos jugadores o un entrenador si, después de hacerlo todo bien, un error, la mala suerte o un fallo arbitral los condenaba a una derrota. Tratar de hacerlo además con el Madrid es aún más divertido, si cabe: un club cuya gloria en el siglo XXI se funda en un cabezazo al final del descuento de una horrible final de Champions que tenía perdida y que implicaba consecuencias desconocidas (“si perdemos no podemos volver a Madrid”, había dicho un directivo en el viaje de ida). Al ser un equipo que gana tantas veces jugando peor que su rival, ¿cómo podemos distinguir su verdadero estado cuando pierde? La temporada es trágica y suma cinco derrotas: Lille (1-0), Barcelona (0-4), Milan (1-3), Liverpool (2-0) y Athletic de Bilbao (2-1). Lleva un título europeo, la Supercopa, y es segundo de la Liga con un partido menos que, de ganarlo, lo pondría líder. Hay dos alarmas serias: la continuidad en Champions y las lesiones. Y un estado depresivo en buena parte de la afición que, huérfana de grandes victorias, se ha puesto a celebrar que Mbappé tiene abdominales.

Por todo eso, pretender sacar conclusiones de la victoria ante el Girona es pretender sacarlas de la derrota en Liverpool, donde el penalti a favor del Madrid, como en Bilbao, pudo cambiar el resultado. Del Madrid no sabes nunca lo que esperar, salvo que siempre va a estar ahí, juegue como juegue o juegue con quien juegue. Los dos laterales izquierdos son —hoy, ahora mismo, no sabemos mañana— de equipo de mitad de tabla, y eso ocurre en una banda en la que arriba dinamita Vinicius o Mbappé y que fue ocupada en los últimos treinta años por Roberto Carlos y Marcelo. El lateral derecho no está mejor. ¿Es un problema? A veces puede ser hasta una virtud, no me pregunten cómo. En Mánchester sacamos a tirar a tipos que habían tirado dos penaltis en veinte años y, al verlos, el entrenador de porteros inglés tuvo que preguntar cómo se llamaban: ¿cómo se le paran los penaltis a esos tipos?, ¿con qué estadísticas nos vas a venir si el último penalti que tiró Lucas fue hace nueve años en una final de Champions y con más pachorra? La vida es complicada y el Madrid es el club más adecuado para vivirla con el sinsentido que merece.

En el fútbol hay que respetar siempre los tiempos verbales. Por ejemplo, Mbappé. De jugadores como Mbappé hay que escribir después de que acaben los partidos, nunca antes. Del mismo que podemos decir ya que Bellingham es un fichaje exitoso que promete en el futuro todo lo que se ve, de Mbappé no se puede decir que haya sido un mal fichaje o un fichaje desastroso, salvo que se le haya traído para el primer trimestre. Uno de los problemas del Madrid es la conexión de Mbappé no con el equipo, tan desconectado como él, sino con la portería contraria. A veces se parece a una de esas bombas que no estallaron en un conflicto bélico que no sabes si es reciente, y estallará en cualquier momento, o de hace un siglo, y puede manejarse con alegría. Creer lo segundo es una temeridad.

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Jon Nazca
<![CDATA[Bustamante, Dani Martín y una pregunta equivocada]]>https://elpais.com/opinion/2024-12-04/bustamante-dani-martin-y-una-pregunta-equivocada.htmlhttps://elpais.com/opinion/2024-12-04/bustamante-dani-martin-y-una-pregunta-equivocada.htmlWed, 04 Dec 2024 04:00:00 +0000Confieso que cuando empezaron a circular imágenes de David Bustamante en un concierto reciente, me froté las manos. No por él, Dios me libre, sino por el periodismo. ¿Cómo iba a dar una noticia sin darla?, ¿cómo contar que Bustamante había engordado sin contarlo? “Sorprendente, llamativo, viral cambio físico”, leí. Lo curioso, sin embargo, era: ¿por qué tendría que ser noticia? ¿A partir de cuántos kilos de más y de volumen de fama, y cómo se calcula eso, son noticia los cambios de peso? La respuesta hay que buscarla naturalmente en las visitas a la web y en el gancho afortunado que llevan años explotando los medios: las redes sociales. Es una manera interesante de lavarse las manos: es noticia porque se está hablando de eso. Es decir: los lectores dan la noticia (“vayan a pedirle cuentas a ellos, y a recriminarles los insultos que fomentamos”), y los medios la recogen. Es conocido que las mejores noticias suelen ser las que provocan que la gente hable de ellas, no al revés, pero en este caso ni siquiera había noticia: hay un señor que sube y baja de peso, como lo hacen las señoras, como lo hago yo con mucha euforia. Hay otra cuestión, esta un poco más delicada. Hace unas semanas entrevisté a Dani Martín y entendí que era de interés general que el público supiese por qué había adelgazado 30 kilos. Ahí sí que me froté las manos de verdad, por listo. A un entrevistado, ¿puedes presentarlo con un cambio físico tan grande sin hacer mención a ello? Hice mención y respondió con naturalidad. El caso es que si hubiese engordado 30 kilos, no formularía la pregunta. Y 20 kilos, menos. ¿No es ese un cambio físico sorprendente, llamativo, viral? Lo es. ¿Es importante el peso de Martín en su nuevo disco, es el peso importante para los conciertos de Bustamante? No. ¿No iba con fotografías la entrevista y el lector, si le interesan estas cosas, se daría cuenta por sí mismo sin que el periodista celebre o censure algo que compete a la vida personal del entrevistado por muy a la vista que esté? Desde luego.

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Jaime Villanueva
<![CDATA[Tú de qué vas]]>https://elpais.com/deportes/2024-12-01/tu-de-que-vas.htmlhttps://elpais.com/deportes/2024-12-01/tu-de-que-vas.htmlSun, 01 Dec 2024 20:32:14 +0000Nos subimos a un taxi de camino al Bernabéu. El taxista llevaba el móvil en uno de esos brazos que salen del cristal e informan al conductor de la ruta y asuntos personales con los que no contaba. Por eso, sentado en el centro de los asientos traseros, vi que le llegaba al chófer un whatsapp al móvil: “¿Tú de qué vas?”. Sacó la mano del volante rápido como un ninja y despachó para arriba ese preaviso de WhatsApp que le había llegado a la pantalla de inicio. Pero dura poco la alegría en casa del pobre. Al momento, otro pitido nos puso alerta a todo el taxi y media Castellana: “¿Te crees mejor que yo?”. Todo el coche ya era silencio. La pregunta no era moco de pavo. Yo me quedé dándole vueltas. ¿No nos creemos, íntimamente, mejor que los demás? ¿No creemos de verdad, y profundamente, aunque jamás lo vayamos a decir en público, que somos mejores que la gente que nos pregunta irónicamente si somos mejores que ellos? Por supuesto que lo somos, aunque no lo seamos: hay preguntas que remueven. El taxista no se anduvo con contemplaciones y volvió a mandar el mensaje a las nubes con los dedos. Parecía Gene Kelly.

Nunca se hizo tan largo el trayecto a un estadio. Casi era mejor que diesen el partido por suspendido. El hombre, mediana edad, andaluz según nos dijo (pero no entramos en preguntas más incómodas que pudiesen relacionar nuestro interés con sus mensajes), actuaba de forma tan natural que cualquiera diría que estaba acostumbrado a conducir sus crisis como sus coches, o sea tarifando. “Verás tú lo que haces” fue el último mensaje que leímos. Lo leyó todo el taxi, pero en realidad era como si lo hubiese leído todo el Bernabéu. No hubo preguntas, aunque el hombre se sintió obligado a dar respuestas porque sospechaba que aquel asunto suyo era trending topic íntimo en el coche. Cogió mucho aire en su pecho sereno, cuerpo de hombre de 50 o 60 años, quién sabe la edad que tiene un hombre sentado al volante, y dijo subiendo el volumen de la radio: “A ver si gana hoy el Madrid”. Se quedó en silencio, esperando que dijésemos algo que no dijimos.

Ahí estaba el fútbol un domingo al mediodía en sus dimensiones épicas al rescate de todo. ¿Al final a aquel hombre que le quedaba? Su equipo. Un equipo sin ideología, sin poesía, sin relato, sin narrativa: un equipo que, cuando tu mujer te dice “tú de qué vas”, gana 2-0 al Getafe encogiéndose de hombros: he aquí una certeza, gris si se quiere, rutinaria sobre todo, pero Florentino Pérez no te va a mandar un WhatsApp delante de tus amigos que diga “tú de qué vas”. Marcará el francés, marcará el inglés, y el equipo se irá para la cama en medio de su gran crisis a un punto del líder con un partido menos y media plantilla en el hospital. Una victoria sin mucha historia, sin armar pifostios, sin jugar un fútbol excelso: gana a secas, y alivia las pocas horas que quedan del domingo para entrar a trabajar el lunes a primera ahora de otro humor. Hay problemas terribles en la vida de cada uno, problemas que a veces te estallan en la cara cuando llevas a unos clientes en coche; entonces coges aire y dices “a ver qué hace hoy el Madrid” porque, chico, si algo puede ir bien en tu vida lo más probable es que eso vaya a ser el Madrid.

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Ballesteros
<![CDATA[Laura Weissmahr, actriz: “Al menos me ha servido de algo esta puta oscuridad”]]>https://elpais.com/cultura/2024-11-29/laura-weissmahr-actriz-al-menos-me-ha-servido-de-algo-esta-puta-oscuridad.htmlhttps://elpais.com/cultura/2024-11-29/laura-weissmahr-actriz-al-menos-me-ha-servido-de-algo-esta-puta-oscuridad.htmlFri, 29 Nov 2024 04:15:00 +0000Laura Weissmahr (Tarifa, Cádiz, 32 años), protagonista de Salve María (película dirigida por Mar Coll que ha sido saludada por la crítica como uno de los mejores filmes del año), llega al Café Comercial de Madrid. Weissmahr interpreta a una joven madre a la que una noticia trastoca su vida: una mujer francesa ha ahogado a sus gemelos de 10 meses en la bañera; el personaje se obsesiona con la noticia (“¿por qué los mató?”) hasta que el infanticidio empieza a rondar su cabeza. Este jueves ha sido nominada a la mejor actriz protagonista en los premios Feroz, que se entregan el 25 de enero en Pontevedra.

Pregunta. En Salve María explora una brecha delicada: ese momento en el dar a luz significa, en realidad, apagarla.

Respuesta. Después de hacer la primera prueba, y los primeros ensayos, me di cuenta de que había una parte racional que yo podía construir leyendo cosas sobre la depresión posparto. Pero también reparé en que había algo de lo que tirar: mi propia oscuridad. Cuando tienes a este bebé delante de ti —aunque sea en un rodaje— y repites el monólogo interior que has creado para el personaje, tocas partes oscuras de tu cuerpo. Seguramente pasó a un segundo plano la parte racional: no me sirvió. Lo que me sirvió era saber que yo podía hurgar en esa profundidad, encontrar mi monstruo interior y sentir mi propia culpa.

P. Su personaje es joven. Pero también hay mujeres mayores que pasan años deseando tener el bebé y, cuando lo tienen, caen en una depresión posparto que las culpabiliza de forma injusta preguntándose si es que ahora no quieren lo que tanto querían.

R. Eso puede pasar: hay que detectarlo, nombrarlo y buscar ayuda. Mi personaje quizá esté rozando ya una psicosis posparto, que aparece cuando después de varios meses de depresión empiezas a tener pensamientos como los de mi personaje.

P. La importancia de hablar.

R. Si se hablase más del tema y no tuviéramos tanta culpa y vergüenza cuando pasa, sería más fácil de tratar. El problema es cuando creemos que es tabú, te da vergüenza que te esté pasando, te da miedo, no sabes verbalizarlo. Y ahí se vuelve peligroso, tanto para ti como para el bebé, y para la gente alrededor.

P. ¿Le contó Mar Coll por qué la eligió?

R. Me dijo una cosa muy graciosa. Algo así como que había hecho cásting a muchas actrices para el personaje, “pero tú me traías una oscuridad de casa que nadie más tenía”. Cuando leí la descripción del personaje y vi que María [la protagonista] tenía un moño mal hecho y dos ojeras que le llegaban hasta el suelo, pensé: “Será por la ojeras”. Hicimos el cásting y hubo mucha química. Entendí exactamente lo que quería.

P. ¿Y esa oscuridad suya que trae de casa?

R. Para mí fue un cumplido. Al menos me ha servido de algo esta puta oscuridad.

Otra imagen de  Laura Weissmahr:

P. ¿Puede hablar de esa oscuridad?

R. Hay una cosa como filosófica y de experiencia, y durante muchos años, también por situaciones familiares, he tenido contacto con experiencias oscuras. Vengo de una familia muy desestructurada, en la que yo me he tenido que hacer cargo de muchas cosas, he hecho de madre pero de otra manera. Y he tenido que hacer terapia para curar ciertos traumas y heridas que esto me ha provocado. Y he pasado por un proceso psiquiátrico, y tuve que medicarme en su día. Cuando has tocado esas profundidades, hay algo que se te coloca bien. Y en mi vida solo estoy interesada en luz. Ojalá dure.

P. Y ha podido utilizar su biografía en su trabajo.

R. Es que además creo que ser actriz no solo pasa por saber interpretar un personaje: también pasa por saber cómo transformar experiencias propias y aplicarlas a otros personajes. Por eso siempre hay actores y actrices que van mejor para ciertos tipos de personajes que otros.

P. ¿Su apellido de dónde viene?

R. Mi padre es suizo. Mi madre es italiana. Y yo nací en Tarifa de casualidad, porque ellos se conocieron allí. Mi padre era un hippie que hacía windsurf y mi madre justo se encontraba trabajando allí. A los 12 años, por temas de salud de mi madre, nos mudamos a Barcelona. Yo no me identifico ni con España, ni con Italia, ni con Suiza: esto de las nacionalidades lo llevo fatal.

P. ¿Temió consecuencias por rodar un papel tan duro?

R. En mi caso —quizá en otros no, no lo sé—, y por mi cuadro psicológico, no. Y me gustaría ser madre, cuando se den las circunstancias adecuadas. Son preguntas recurrentes que una se hace cuando viene de una familia desestructurada: tendrás tú hijos o no. Lo que sí sentí en el rodaje es una intensidad muy grande. El cuerpo ya no sabía lo que era verdad y lo que era mentira. Padecí de insomnio y cuando fuimos a la montaña, ahí me quedé. Hubo un día en que quise levantarme y me quedé clavada, y tuvimos que llamar al doctor para que me pinchase.

P. Salió bien.

R. Recuerdo algo gracioso. Yo lloraba por el dolor y el doctor me preguntó: “A ver, un momento. ¿Esta directora te trata bien?” [ríe]. Había escuchado esas historias de Kubrick, de Bertolucci y de cómo Kubrick hizo 57 tomas tortuosas a Shelley Duvall en El Resplandor y acabó volviéndola loca de verdad. Y nada, me dio unas pastillas por si me volvía el dolor. Era el estrés mío del rodaje de mi primer proyecto como protagonista. 12 horas al día metiéndole al cuerpo semejante carga de tensión.

P. La tensión de que alguien que no entiende por qué no ama lo que más tiene que amar.

R. La película no solo es para gente que ha pasado por una maternidad difícil, o que no la ha pasado. Trata de un tema universal que va sobre el monstruo interior, esta apatía que a veces no podemos entender, esa culpa que viene de algo tan monstruoso como no querer.

P. Decía Milena Busquets algo así como que no hay nada más salvaje que decirle a alguien que ya no lo quieres. Por eso siguen y siguen relaciones sin amor: porque si es violentísimo dejar de amar, imagina decirlo.

R. Horroroso. “Yo no te quiero” supone soledad, supone duelo, supone tristeza. Y piénsalo ahora hacia un bebé dependiente de ti, un bebé sin culpa.

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Gianluca Battista
<![CDATA[El Madrid tiene un problema y se llama Kylian Mbappé]]>https://elpais.com/deportes/futbol/2024-11-27/el-madrid-tiene-un-problema-y-se-llama-kylian-mbappe.htmlhttps://elpais.com/deportes/futbol/2024-11-27/el-madrid-tiene-un-problema-y-se-llama-kylian-mbappe.htmlWed, 27 Nov 2024 22:20:48 +0000Cuando acabaron los primeros 45 minutos, los ojos de Anfield siguieron a Kylian Mbappé, escrutándolo con verdadera curiosidad, por si antes de meterse en el túnel se sacaba una máscara y aparecía debajo Christophe Dugarry. No tiene sentido el último mes de Mbappé en el fútbol de élite: ninguno; tiene tan poco sentido que, cuando le tocó tirar el penalti en la segunda parte (después de la mejor jugada suya en el partido, destruyendo el dique de Liverpool en la izquierda), no había alegría en el madridismo sino pavor. Justificado, porque ni siquiera fue un paradón. Pases al rival, disparos al cuerpo del contrario, dejar de presionar cuando todavía hay margen para apretar, lío en los controles en carrera, fueras de juego inexplicables. Que un jugador descomunal, portentoso, absolutamente fuera de serie, el heredero natural del socavón dejado por Messi y Ronaldo, haya hecho los últimos partidos es inexplicable.

En su primera intervención en Anfield, corrió en horizontal en campo contrario con un rival detrás y la perdió de una manera tan ingenua (“se cree que está en el Palacio de Versalles y el Madrid es un naufragio permanente”, dijo el articulista Ángel del Riego) que el Liverpool casi mete el primero (la sacó Asencio de la línea de gol). Jugó Mbappé entre la banda izquierda y el centro, reclamando desmarques que sus compañeros no acertaban a ver o descartaban por estar en fuera de juego, y presionó como suele, agachándose un poco como si fuese a salir en estampida contra el contrario y abriendo mucho los ojos, atento, concentrado, pero sin moverse. Al 100% los dos, Mbappé está un escalón por encima de Vinicius, pero hoy Vinicius es imprescindible en el Madrid, determinante en los partidos más grandes y a mucha distancia de su compañero en la delantera. Tuvo su momento en la primera parte con un pase extraordinario que le filtró Brahim: salió en carrera, como la manada de bisontes que era Ronaldo Nazario, y resulta que hasta ahí llegó Connor Bradley para hacer el tackle de su vida cuando el punta francés se envenenaba cara a la portería.

Los rivales aparecen en su mejor versión cuando parece que le salen bien las cosas; él mismo, cuando no: en el descuento de la primera tuvo un uno contra uno en el pico del área, posición favorita de siempre, y al rato estaba liado entre seis piernas y dejándose el balón detrás. Empezó la segunda parte con un caño espectacular, pero hacia su campo. Frustró una contra con campo abierto regalándole el balón al Liverpool en un pase absurdo. En la jugada siguiente, el portero podía haber salido del área forzando el despeje de haber seguido apretando la presión, pero la abandonó, como otras ocasiones, demasiado pronto. Falló el penalti, que eso es lo de menos, y ya en los 90 consiguió hacer lo suyo, hacerlo muy bien, desbrozar desde la izquierda del área a la defensa del Liverpool y encontrar una línea de disparo, que ejecutó con potencia. Ni siquiera llegó a portería: una bota milagrosa de un defensa la mandó a córner. Hay una mezcla de tantos factores, incluida la suerte, que están mal en Mbappé que la cosa ya no admite término medio: o descolla de forma estelar a lo largo de esta temporada o se hundirá en una irrelevancia que supondrá un problema mayor para el Madrid.

El equipo, frito por las lesiones (Camavinga ha caído, el mejor en Anfield junto a Bellingham y Asencio; los dos por debajo del extraterrestre Courtois), se enfrenta ahora a una situación inédita en Champions. Casi tan inédita como que la gran estrella esperada durante años, dominadora del fútbol mundial, viniese a solucionar los pocos problemas que había en el equipo y amenace con convertirse en uno aún más grande.

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Peter Byrne
<![CDATA[Leibovitz y la vida española ]]>https://elpais.com/opinion/2024-11-27/leibovitz-y-la-vida-espanola.htmlhttps://elpais.com/opinion/2024-11-27/leibovitz-y-la-vida-espanola.htmlWed, 27 Nov 2024 04:00:00 +0000Se supo estos días que Annie Leibovitz llevaba unas semanas en Madrid para dirigir una sesión de fotos. La artista contó, dijo Yolanda Romero Gómez, historiadora del arte y responsable de conservaduría y patrimonio del Banco de España, con “absoluta libertad, desde la elección del escenario hasta la indumentaria”. Finalmente, se eligió un retrato que fue presentado en un acto multitudinario. Era la primera vez que Juan Lobato Gandarias, líder de los socialistas madrileños, posaba para Leibovitz, la fotógrafa viva más importante del mundo, así que la expectación estaba asegurada. Hubo varios retratos descartados, quizá el más potente aquel en el que Lobato posa en una mesa de madera con apariencia de pupitre con el que Leibovitz quiso expresar la blanca inocencia del político madrileño a la hora de enfrentarse al aparato del PSOE: un pulsito nada novedoso (la federación madrileña es un continuo procés) pero relevante por el asunto del que trataban. Al fin y al cabo, se trata de una pelea a navajazos dentro del socialismo tras saberse que la pareja de la presidenta de la Comunidad, del PP, reconoció haber defraudado 350.000 euros a Hacienda; es probable que el fraude se vaya a llevar por delante al líder del PSOE de Madrid y a saber si al fiscal General del Estado. A Leibovitz le estallaba este martes la cabeza viendo Telemadrid en su apartamento del Upper West Side. Quiere volver a España en el primer avión para fotografiar a Miguel Ángel Rodríguez. El retrato elegido finalmente es un acierto. El posado fue hace casi un mes. Es Juan Lobato en la oficina de un notario dando cuenta de unos wasaps enviados por una asesora socialista de La Moncloa en los que le insta a enseñar un correo que desmiente un bulo y que se investiga si lo filtró la Fiscalía. Luz tenue, tonos apagados, la sobriedad de una notaría. Lobato lleva abrigo de paño y botas de montaña; el notario, al fondo, hace scroll en un móvil con dedo tembloroso. Foto ligeramente torcida, como todo: otro acierto. Ahí estaba el líder socialista de Madrid registrando notarialmente unos mensajes de una compañera porque, puede aducir, conoce la casa como si la hubiese parido.

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CLAUDIO ÁLVAREZ
<![CDATA[Una sonrisa tímida antes de Liverpool]]>https://elpais.com/deportes/futbol/2024-11-25/una-sonrisa-timida-antes-de-liverpool.htmlhttps://elpais.com/deportes/futbol/2024-11-25/una-sonrisa-timida-antes-de-liverpool.htmlMon, 25 Nov 2024 04:15:00 +0000Crecer siempre es una traición, entre otras cosas, porque uno entonces tiene muy clara la diferencia entre el bien y el mal; luego, con el tiempo, las cosas cambian tanto como para que el bien de ayer, siendo el mismo, sea el mal ahora, pero no tengamos ya ni idea de nada y mejor para nosotros. “En España hay libros de texto que presentan un relato de buenos y malos”, tengo apuntada esta reflexión que leí hace meses; claro, y en Alemania. Harlan Coben tiene una frase brillante al respecto porque lleva la diferencia entre el bien y el mal al deporte, en concreto al béisbol y su línea de falta. Una línea tan delgada y hecha de algo tan fácil de hacer desaparecer como la cal. “Si la cruzas, realmente comienza a desdibujarse donde lo justo se vuelve sucio y lo sucio se vuelve justo”, dice. Ah, la justicia. No sabemos dónde está el bien, y vamos a saber dónde está lo justo.

El fútbol, como la fe, ofrece algunos asideros inmunes a la erosión de los años. Uno es tan sencillo que asfixia: la pelota siempre hay dársela al bueno. El bueno no tiene por qué ser el mejor, sino el que hace mejores a todos. A veces el bueno es el mejor, como Maradona. En el Madrid actual puede discutirse quién es el mejor, pero del que hace mejores a todos no hay duda: es Jude Bellingham. Bellingham a falta de que Güler tenga más minutos, porque el turco juega al fútbol como si no hubiese hecho otra cosa desde que nació. Con Bellingham en una posición lógica, no marciana como las que ha venido ocupando en los peores partidos del Madrid, con Mbappé enchufadísimo en la izquierda y con Güler amenazando desde la derecha, el Madrid ganó el partido en los primeros 45 minutos en Butarque. Eso y gracias a la agitación de Vinicius (intuitivo y feroz en la recuperación del balón que inició Bellingham para el primer gol), con el que hay que seguir hablando como con los niños pequeños; más allá del paripé, pongámonos en modo pragmático: ¿de verdad no sabe que los campos están llenos de cámaras, y que si un rival le da en el pecho y él se tira con las manos en la cara no habrá tarjeta, porque hay VAR, y además tendrá delante de la tele a terribles periodistas votantes del Balón de Oro tomando nota?

Los dos últimos partidos del Madrid después de la derrota en casa contra el Milan dejan aire a nostalgia. Qué pudo ser de ese partido con otra actitud y un cierto ánimo bélico, no la desgana exhibida después del sonado 0-4 contra el Barcelona. Cuando un equipo reúne a tantas estrellas y a un entrenador capaz de ordenarlas (y esto no siempre ha sido así, tendrán que ver las lesiones o las eternas esperas por los cambios), lo único que necesita es encontrar un estado de ánimo. El Madrid no lo ha tenido esta temporada porque las cuestiones mentales las ha supeditado con tanta violencia al vértigo que de repente, en partidos trascendentales, ha hipotecado el resultado a la espera de una heroica impensable. Eso y la puntería, tradicional nicho de resultados merengues cuando el centro del campo juega roto. Inconstante, tremebundo cuando arrincona con el balón o sale disparado a la contra, fortísimo en defensa contra Osasuna y Leganés pero un flan contra Milan y Barça, el Madrid se presenta en Anfield, escenario de una última victoria legendaria (aquel 2-5), con pocas cartas en la mano, pero quizá cartas decisivas.

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SERGIO PEREZ
<![CDATA[Disparo en el pie de ‘El hormiguero’, la desesperación no es un malentendido]]>https://elpais.com/television/2024-11-23/disparo-en-el-pie-de-el-hormiguero-la-desesperacion-no-es-un-malentendido.htmlhttps://elpais.com/television/2024-11-23/disparo-en-el-pie-de-el-hormiguero-la-desesperacion-no-es-un-malentendido.htmlSat, 23 Nov 2024 04:15:00 +0000Najwa Nimri confesó en La revuelta estar vetada por El hormiguero; Mario Casas reconoció que, si iba antes a La revuelta, en El hormiguero se enfadaban; Ana Mena agendó un día con La revuelta y El hormiguero, con el que ya había acordado una entrevista, le ofreció un único día a la artista: el que había comprometido con La revuelta (la artista hizo El hormiguero, pero al día siguiente por clamor popular se saltó su agenda, que la llevaba a Valencia, y acudió a La revuelta). Aunque nadie se esperaba las audiencias de David Broncano en TVE, las cláusulas y exigencias del sistema montado durante años por El hormiguero en el circuito de colaboradores y entrevistados no son nuevas, ni desconocidas, ni escandalosas, ni exclusivas de ellos (sobran ejemplos en radio o televisión en la historia), solo que ahora se le ven más las costuras sobre el celo al que obedecen: a las inseguridades propias de quien prefiere pinchar las ruedas de su competidor antes que correr contra él, se une la desesperación. Y eso es nuevo.

Esto va de la trágica desesperación de tenerlo todo y querer cambiarlo por un poco más: con eso se ha hecho buena literatura y malos programas de entretenimiento; generalmente la cosa se acaba pudriendo porque no se puede hacer gracia si sabemos que estás enfadado con el mundo. La misma desesperación que lleva a Motos a cometer errores de cálculo como los de este jueves, consecuencia de años de comportamientos impunes: levantar, literalmente, a un invitado que ya estaba sentado en el camerino de La revuelta para ser entrevistado. Hay que tener muy poca confianza en uno mismo para que te dé un ataque de pánico e impedir a toda costa, provocando un escándalo morrocotudo, que el programa rival entreviste a un motorista, que ha salido ya en todas partes, antes que tú. Las motos van a seguir teniendo dos ruedas la próxima semana, Jorge Martín no iba a resolver en directo delante de Broncano la conjetura de Hodge. Pero de lo que se trata es de exhibir poder y ejercerlo, por placer a ratos y por cálculo otros.

No, no es lo mismo manejar un trasatlántico y dedicarse con él a monitorizar tuits y monólogos por Madrid para reñir y amedrentar a quienes hacen chistes sobre Pablo Motos, ni levantarle invitados durante años a competencia de audiencia marginal, que enfrentarte a un programa que emite 20 minutos de una berrea de ciervos y se queda a unas décimas de tu entrevista a Hugh Grant. Lo que hizo Broncano el jueves fue no callar. Callar es importante y muchas veces necesario en un mundo –el del dinero, al fin y al cabo– de intereses y contrapesos tan delicados. Te puede sostener la gente un tiempo, pero no todo el tiempo no toda la gente, por eso cuesta hablar y no molestar no ya a Motos, que no durará toda la vida, sino a un grupo que mañana te puede dar un premio literario, un programa o un papel en una película. Quizá Motos no calculó que Broncano se hartaría si lo dejaba sin show una noche. Quizá lo calculó y le dio igual. España está muy en esas últimamente (lean Malismo, de Mauro Entrialgo). Y en tíos gritando “mamá, ¡la cima del mundo!”, subidos a una gasolinera en llamas y rodeados por el FBI: un malentendido sin importancia. Hay que sentirse bien, claro que sí.

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<![CDATA[Federer y Nadal, aquellas pequeñas cosas]]>https://elpais.com/opinion/2024-11-20/federer-y-nadal-aquellas-pequenas-cosas.htmlhttps://elpais.com/opinion/2024-11-20/federer-y-nadal-aquellas-pequenas-cosas.htmlWed, 20 Nov 2024 04:00:00 +0000Impresionante carga de dinamita de Roger Federer en su carta de despedida a Rafa Nadal: “Todos esos rituales. Juntar tus botellas de agua como si fueran soldados de juguete en formación, arreglarte el pelo, ajustar tu ropa interior. Todo eso con la máxima intensidad. En secreto, me encantaba todo el asunto. Porque era tan único, tan tú”. Toca Federer una de esas pequeñas cosas que consideramos parte del paisaje varios peldaños por debajo de los puntos de partido, las victorias y los trofeos: o sea, cosas que vamos a echar en falta porque de tan rutinarias ya damos por hecho. ¿Qué pensaba el tipo que estaba al otro lado de la red? ¿Qué pensaba el rival con el que Nadal ha hecho uno de los viajes más impresionantes de la historia del deporte, un viaje de casi 20 años que empezó con el español saliendo a la pista (“había oído hablar de ti”) en Miami “con tu camiseta roja sin mangas, mostrando esos bíceps”, y que acabó con los dos en Londres sentados uno junto al otro, llorando agarrados de la mano? ¿Qué pensaba Federer en medio del partido, con las pulsaciones disparadas, cuando en el cambio de pista Nadal ordenaba sus botellas y antes de sacar se tiraba del calzoncillo, se colocaba el pelo detrás de la oreja, se soplaba la mano y se la llevaba a la frente? Lo ha contado en esa carta. Le encantaba secretamente: reconocía en esas manías pequeñas, en esas grandes supersticiones, la esencia de Nadal. ¿No se termina queriendo, queriendo de verdad, al tipo que te ha obligado a ser mejor tenista, a entrenar más horas, a ganar más títulos de los que, seguramente, no tendrías de no tener a tu nemésis apretándote en las canchas? Sí, uno se cree que las va a matar el tiempo o la ausencia, como cantaba Serrat, pero esas pequeñas cosas en las que reparó Federer son las mismas con las que echamos de verdad a alguien: se extraña del que se va no tanto sus virtudes, comunes en los demás, como sus manías inofensivas, a veces detestables, que lo convierten en único y dejan, al desaparecer, un agujero imposible de rellenar.

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Tom Jenkins
<![CDATA[Javier Aguirre o cuando la cabeza sangra con deportividad]]>https://elpais.com/deportes/futbol/2024-11-18/javier-aguirre-o-cuando-la-cabeza-sangra-con-deportividad.htmlhttps://elpais.com/deportes/futbol/2024-11-18/javier-aguirre-o-cuando-la-cabeza-sangra-con-deportividad.htmlMon, 18 Nov 2024 04:15:00 +0000Javier Aguirre, entrenador querido en España (Osasuna, Atlético, Zaragoza, Espanyol, Leganés, Mallorca), es el seleccionador de México. Esta semana perdió en Honduras 2-0 en la ida de los cuartos de final de la Liga Naciones de la Concacaf. Nada más acabar el partido, Aguirre se dirigió al banquillo rival con la mano extendida para saludar a los ganadores. De camino, le tiraron varios objetos, entre ellos una lata de cerveza llena que le abrió la cabeza. Sin inmutarse, Aguirre siguió su camino hacia el adversario con una sonrisa y la sangre cayéndole sobre la cara. Allí, sus contrincantes repararon en que estaba sangrando y Aguirre reaccionó quitándole importancia, sin perder la sonrisa. Al llegar a la rueda de prensa, dijo: “Es fútbol, no pasa nada, el desarrollo del partido fue feroz”. Cientos de personas en las redes lo elevaron a la santidad. Así, decían, es cómo se reacciona a una agresión. Sin teatro, sin tirarse por el suelo, sin sobreactuar, sin darle importancia. ¡Qué entereza! ¡Qué dignidad! Él, con la sangre por el rostro (temeridad para el resto, por otro lado) y otros, a los que rozan, se ponen a rodar por el suelo dos meses. Fútbol, como diría después Aguirre quitándole importancia a la agresión.

No, no es fútbol. Decir eso es querer poco el fútbol. Decir que es fútbol es glorificar la violencia. Ni siquiera de la violencia que a veces hay dentro del terreno de juego entre futbolistas con patadas o cabezazos mediante; violencia de la extrema: de la de tirarte una lata a la cabeza y que se te llene la cara de sangre. Habrá a quien le duela eso y le afecte, y caiga con el impacto al suelo, y habrá a quien le parezca un rasguño y siga impertérrito, cosa que siempre da mayor prestancia y suele ganarse el aplauso del público, como si de uno dependiese que le duelan o no los golpes, como si de uno dependiese mantenerse “entero” o “digno” cuando le tiran un objeto a la cabeza y le abren una brecha, o ve sangre por su cara, o simplemente reacciona como no quisiera: reacciona (como tantos) a su pesar. Pero incluso (“sobre todo”, más bien) en el segundo caso, lo irresponsable es restarle gravedad, englobarlo en las cosas del “fútbol” y seguir como si nada hubiese pasado: como si cualquier deportista que salga a un campo de fútbol se exponga a que le tiren un objeto pesado a la cabeza, a falta de que algún día un cristal le salte un ojo y salga palpando paredes a la sala de prensa a decir que aquí no ha pasado nada, que esto es “fútbol”. Menos mal que fue el único que lo pensó, y se están tomando las medidas necesarias, las medidas mínimas exigibles desde la FIFA y la federación de Honduras.

Hay algo más que ocurre habitualmente, si bien no en este caso. Se trata de los interesados elogios del club de casa a la actitud de una víctima cuando “no es de quejarse” como dijo Aguirre, ni quiere hacer de su agresión algo noticiable ni dárselas de protagonista; es entonces cuando la afición del club que juega en casa suele aplaudir o ensalzar que la agresión se minusvalore, algo propio de “hombres de fútbol”, el hecho supuestamente caballeroso de “dejarlo pasar”. Lo cierto es que, afecte como te afecte, si en un estadio te cae un botellazo en la cabeza es lo suficientemente grave como para que, aunque a ti te dé igual (¿tendría la misma reacción Aguirre si en lugar de darle a él el latazo se lo dieran a un jugador suyo?), haya una reflexión no sobre lo conveniente de la violencia, que ese debate aún no ha llegado, sino sobre lo conveniente de que la víctima tire el suceso fuera del campo como se tiran los mecheros y hacer como si no hubiese existido, animando desde la inconsciencia a quien en la grada crea que tirar latas a las cabezas de los jugadores no es para tanto si las víctimas se lo toman tan bien, con tanta deportividad.

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Jorge Salvador Cabrera
<![CDATA[Ascensor]]>https://elpais.com/opinion/2024-10-23/ascensor.htmlhttps://elpais.com/opinion/2024-10-23/ascensor.htmlWed, 23 Oct 2024 03:00:00 +0000Al llegar al portal me encuentro balanceándose a una anciana frente al ascensor que resulta ser una vecina agradable. Vuelvo de un partido de fútbol y sin cambiarme, pues no me ducho con el equipo desde que descubrí hace años en el vestuario que allí todo el mundo se estaba depilando desde hacía años y nadie me había dicho nada. Me pregunta a qué piso voy y estoy a punto de decirle que a mi casa, caballero, que es lo que se le viene diciendo aquí al taxista. La mujer está alucinada y me mira de arriba abajo. Parece desconocer mi bautismo de sangre. “Qué hombre más grande”, exclama mirando para arriba. Pienso que lo que pasa es que realmente ella es muy pequeña, pero en realidad es el ascensor, que es una cajita: siempre es el paisaje el que nos define. Mientras subimos se destapa amablemente preguntándome sobre esto y lo otro, y cuando llegamos a su piso me pregunta si estoy “de paso”. “Espero que sí”, bromeo, “porque quiero bajar en el quinto”. Sonrío extrañamente, como llegado del extranjero, allí vestido de aquella manera tan ridícula, con el uniforme abutanado del equipo saliéndose del chándal, y ella pregunta al enterarse de que soy de fuera si estoy bien en Madrid: “Como todos”, digo. “No como todos, no como todos”, dice ella riendo mientras sale del ascensor. Me quedo pensando en una frase de Xacobe Casas: “El mar parece inofensivo porque no tiene capitán. Por capricho, le nombran a alguno y se lo come”. Así Madrid, que devora sin pestañear a quien se propone llegar y mandar. Especialmente vistoso en política cuando llega gente de fuera a asaltar tronos impensables con otros códigos y de repente los focos le deslumbran como a las liebres en la carretera, tal y como dijo Julio Iglesias que le pasó con la vida. Ese agujero negro que absorbe a quien desea poder e influencia antes de empezar el camino, pretendiendo llegar y extender el mapa como un general y que mueran otros. No hay nada más importante que el tiempo, y sin embargo nada más despreciado que la paciencia.

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<![CDATA[Emociona ]]>https://elpais.com/opinion/2024-11-13/emociona.htmlhttps://elpais.com/opinion/2024-11-13/emociona.htmlWed, 13 Nov 2024 04:00:00 +0000Emociona pensar pisando las calles embarradas del barrio de La Torre de Valencia, las inundaciones de los locales de Benetusser, las viviendas perdidas de Alfafar, toda la impresionante solidaridad movilizada, la cantidad de voluntarios de Valencia y del resto de España que vaciaron los comercios de sus ciudades de guantes, botas, cubos y palas para sacar el barro del asfalto, los restos de enseres de las casas inutilizadas, los muebles que las lluvias desplazaron y los coches que aparecieron kilómetros más allá; emociona, en fin, la reacción de un país que se hace ayudando a los otros, a los que entiende que también son suyos, y lo hace en su tiempo libre o lo reclama en su tiempo laboral (esos electricistas, carpinteros, cristaleros autónomos), y los alcaldes y concejales que duermen como tantos unas pocas horas al día. Pienso en eso y en toda esa gente, todo ese movimiento, toda esa rabia canalizada en el esfuerzo físico (¿qué será de ella después?), emociona pero es normal, quién no se emociona cuando alguien ayuda sin esperar nada a cambio, cuando alguien se llena de lodo porque otro lo necesita. ¿Qué emocionaba de verdad, entonces? ¿Qué era realmente lo admirable, lo que sin duda era digno de mención, por más rutinario que parezca? Pues esos pocos españoles que no estaban ayudando en las calles ni pensaban hacerlo, pero dos gotas después de la primera lluvia se pusieron a maquinar en sus casas, con cuatro teléfonos móviles, la manera de sacar rédito de la tragedia; esas gentes que cuando anuncian su disposición de ayudar no compran una pala, sino que descuelgan el teléfono y llaman al primo de un asesor del ministro: “Oye, esto es una catástrofe, hay que arrimar el hombro”, y empiezan a idear comisiones y sobornos, y donde todos ven inundaciones de aguas ellos la ven de dinero, esforzados miserables, y comienza un baile siniestro de concursos no adjudicados o amañados, de comisiones disparatadas, de tráfico de influencias bien engrasadas que van a terminar con unos recogiendo mierda y otros fabricándola; con unos perdiendo la casa en su pueblo y otros comprándola en la playa.

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Biel Aliño
<![CDATA[La promesa de la Pantera Rosa a su hermano Lázaro]]>https://elpais.com/deportes/futbol/2024-11-11/la-promesa-de-la-pantera-rosa-a-su-hermano-lazaro.htmlhttps://elpais.com/deportes/futbol/2024-11-11/la-promesa-de-la-pantera-rosa-a-su-hermano-lazaro.htmlMon, 11 Nov 2024 04:15:00 +0000Manu Sarabia, empecemos por aquí, es dueño de uno de los mejores apodos futbolísticos de siempre: la Pantera Rosa. Y qué difícil es estar tan arriba con tan lustrosa competencia argentina: desde Avioncito Rambert hasta Discoteca Núñez, pasando por el delantero Tecla Farías, llamado así porque se le quedó de chico un diente negro. Sarabia fue un delantero de clase tremenda en un club ochentero tan british como el Athletic. Después de las dos ligas que ganaron en los ochenta, en Bilbao se detonó una bomba imprevisible, o no tanto: el conflicto histórico entre el delantero de calidad y el entrenador de carácter. La cosa acabó con Clemente anunciando que Sarabia no jugaría más y con la directiva echando a Clemente en enero. Todo lo cuenta Jon Rivas en un extraordinario reportaje del que me llaman la atención dos cosas: el silencio de Sarabia durante 38 años, roto ahora con la publicación de un libro (Chaval, ¿quieres venir al Athletic?), en el que dice que fue víctima de acoso laboral y tuvo contestación rápida de Clemente (“Pobre, van a pensar que es tonto”), y el hecho de que se alternen (un año va uno, otro año va otro) en las comidas anuales de homenaje que se da la plantilla campeona de los años 1983 y 1984.

Sarabia tiene 67 años y Clemente 74: llevan casi cuatro décadas evitándose por Bilbao, que no es Irún, pero tampoco es Nueva York, sobre todo siendo los dos hombres de fútbol que seguramente compartan amigos y lugares de culto. Lo cierto es que tan importante es, con la edad, despegarse del contacto de gente que entiendes sobra, por razones que sólo a ti te competen, en tu vida, como no cambiar de acera ridículamente porque se acerca un señor de 67 años o uno de 74. La hipocresía evita muchos ridículos, sobre todo a ciertas edades. Los dos sabéis lo que opina el uno del otro: se puede saludar si se coincide en un sitio e incluso compartir una rápida copa hablando de cualquier majadería, que será por majaderías en este país. He visto a gente a mi alrededor fumar dos cajetillas diarias, beber como si se acabase el mundo, drogarse sin ninguna proporción, tomar el sol subido a una silla de juez de pista; pues bien: el que más ha envejecido de mi generación es el chico más sano de todos, pero lleva un rencor dentro que parece que tiene 80 años. La tenia (un primer intento de ozempic que salió mal) devora los alimentos que comes; el rencor machaca las células.

Tuve curiosidad por Sarabia tras leer a Jon Rivas. Di con un artículo de 1983 sobre él de un gran y recordado maestro del periodismo español, Patxo Unzueta (luego me puse a leer cosas sobre Unzueta, también sus obituarios: leer, si uno tiene curiosidad, es un laberinto inacabable). Sarabia cuenta dos cosas maravillosas. La primera es que en su primer partido en los juveniles del Athletic regateó a todo el equipo contrario y llegó tan cansado a la portería que, en lugar de rematar, se desplomó. La segunda, la mejor, atañe a su hermano Lázaro Sarabia. Doce años mayor que él, jugó en el Gallarta hasta que en los 60 lo llamó el club de San Mamés. Su sueño. “Le llamaron para firmar, pero al ir a rellenar la ficha, se dieron cuenta de que, pese a los apellidos vascos, no había nacido aquí, sino en Torres (Jaén), de donde es toda mi familia. Entonces el Athletic aplicaba a rajatabla su criterio respecto a que todos sus jugadores tenían que haber nacido en Euskadi. Mi hermano llegó a casa desconsolado, casi llorando, porque, claro, la ilusión suya, como la de todos los chavales de aquí, era jugar en el Athletic y él, aunque nacido fuera, había vivido en Gallarta toda su vida. Yo era un criajo, pero al verle tan compungido fui donde él y le dije: ‘No te preocupes, Lázaro, que yo jugaré en el Athlétic, porque he nacido aquí y a mí no me pueden decir que no”.

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<![CDATA[Una verdad después de cuatro mentiras siempre es una verdad sospechosa]]>https://elpais.com/espana/2024-11-08/una-verdad-despues-de-cuatro-mentiras-siempre-es-una-verdad-sospechosa.htmlhttps://elpais.com/espana/2024-11-08/una-verdad-despues-de-cuatro-mentiras-siempre-es-una-verdad-sospechosa.htmlFri, 08 Nov 2024 19:18:47 +0000Antipática sucesión de versiones que la Generalitat dio sobre las cinco horas desaparecido de Carlos Mazón, entre 14.30 y 19.30, en la dana: una comida privada, una comida de trabajo, una reunión con el presidente de la patronal valenciana (que lo negó espantado, porque se habían reunido dos horas antes: con este marrón no miente para decir que comió contigo ni tu madre) y de nuevo una comida privada, o sea que volvió al principio pero con sigilo: resulta que fue una comida cerca de la Generalitat, y al acabar, con varios pueblos ya inundados y los primeros desaparecidos, se metió en su despacho a trabajar en los Presupuestos completamente incomunicado (porque si estaba comunicado, y seguía dale que te pego con las partidas de alumbrado, ahí tenemos ya un problema difícil de afrontar). Quizá fuese esta la peor versión de todas. Quizá hasta una comida breve de trabajo tuviese alguna disculpa, si luego cayó rendido en una siesta. ¿Pero haciendo números en plan Pitágoras mientras el agua ya llegaba a las rodillas de sus ciudadanos?

Este viernes se supo por fin la verdad. La verdad es importante, por más que los acostumbrados pelagatos quieran disculpar sus trolas con ayuda humanitaria. El presidente de la Generalitat sabía que había una alerta roja en su Comunidad desde primera hora de la mañana, y es fundamental conocer sus pasos de ese día para conocer su valía en situaciones de crisis y saber, también, si conviene que esté al mando cuando llegue otra catástrofe. De momento no parece muy fiable. La verdad, pues, es que comió con una periodista, Maribel Vilaplana, con la que alargó una sobremesa hasta las 18 horas, llegando muy tarde a la reunión de su equipo de emergencia, que tuvo que volver a explicarle todo. Todo era mucho, ojo: todo era lo que estamos viendo todos ahora todo el rato.

Si esta hubiese sido la primera versión, la verdad no estaría viciada. Ahora lo está, porque las mentiras intoxican todo de tal forma que lo primero que uno piensa al saber la verdad es: ¿por qué había que ocultarla?, ¿qué hay de malo? Ya sabíamos que había incompetencia política, que era lo único importante: la compañía y el motivo eran lo de menos. No son los ciudadanos los que arquean las cejas al saber de esa comida de tantas horas con una periodista: es Mazón ocultando esa comida hasta que no puede más. ¿Si esa comida hubiese sido con un consejero, con un empresario, con un amigo de la infancia, la hubiera ocultado? La crisis habría sido la misma: tiempo de recreo (todo lo que no fuese gestión de la dana era recreo a esas horas) censurable. Pero al ser una mujer atractiva (lo siento: lo políticamente correcto muchas veces es atropellado por la vida) ocultar esa comida la pone a ella —sin vela en este entierro, una periodista escuchando sin más (o no, qué más da) una oferta de trabajo como hemos escuchado todos sin que nuestras reuniones sean clasificadas secretas y provoquen distintas versiones—, en una diana indeseable pasto de los comentarios más machistas, cuyo resultado siempre es el mismo: desplazar responsabilidad.

Por cierto: le ofreció Mazón a Vilaplana la dirección de la televisión pública (y ella dijo no), que esto es como cuando vives con tus padres, entran a robar a casa y tú sales de tu cuarto con un porro, a quién le importa tu porro ahora (en las películas americanas el padre siempre hace un mohín mientras lo encañonan y le dice al chaval “ya hablaremos de esto”). Otro día abrimos el melón de las comidas de varias horas para preguntarte si quieres un cargo. Al poco de llegar a Madrid un jefe me citó en un restaurante, comimos como dioses y al terminar me encargó una entrevista; tienen tantas funciones los teléfonos que la gente olvida que sirven también para llamar. Incluso siendo responsable de emergencias, para enviar alertas.

Sí, todos queremos cambiar el pasado cuando el futuro no es el que esperábamos. Nadie calcula cuánto puede tardar una comida y qué va a pasar en el mundo mientras estás sin cobertura o con el móvil en silencio, no eres culpable de no estar de guardia 24 horas. Pero es que Mazón llevaba sobre la espalda una luz roja desde la mañana y, según él, estaba siendo comunicado en todo momento de los problemas que empezaba a causar la dana. Ya había desaparecidos y pueblos anegados cuando seguía la sobremesa. Y no sólo continuó con la agenda del día anterior sino que se dio el lujo de una comida cuya extensión sólo justificaría que le estuviesen haciendo una moción de censura a lo grande como a Rajoy. Y deja a Maribel Vilaplana en el papel, para las cabezas más averiadas, de una especie de Helena de Troya por la que se agravan las catástrofes, sólo que al menos aquello nos lo contó Homero y esto nos lo quiere contar Vito Quiles.

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Carlos Luján
<![CDATA[Dios pasó de puntillas por Sot de Chera]]>https://elpais.com/espana/2024-11-07/dios-paso-de-puntillas-por-sot-de-chera.htmlhttps://elpais.com/espana/2024-11-07/dios-paso-de-puntillas-por-sot-de-chera.htmlThu, 07 Nov 2024 04:40:00 +0000Es muy difícil contar lo que pasó en la madrugada del miércoles 30 en Sot de Chera. Es más duro contar la muerte de Javi, de cuatro años, y la desaparición de su padre, Javier Sánchez Rocafull, y aún más difícil explicar por qué están vivas Ana, la madre de familia, y Ainhoa, la hermana mayor de Javi.

Aquí la crecida fue tan violenta (se levantó unos diez metros por encima del volumen habitual del río Sot que baña el pueblo, y el agua superó en tres metros y medio el embalse del Buseo, situado encima de la localidad) que el cauce del río se deformó, ancheándose hasta inundar las edificaciones de la ribera: dos merenderos, un restaurante-asador, bares, un parking, un campo de fútbol, varias casas particulares, dos puentes. No queda nada: no hay nada; apenas un puente más, roto, al que se ha colocado una escalera en cada esquina para poder cruzar al otro lado. En la orilla del río Sot los edificios no se inundaron de agua: muchos de ellos desaparecieron sin dejar rastro. La altura de la crecida llegó a la segunda planta de las casas, que colapsaron y se derrumbaron, y la violencia de la riada desplazó las piedras, las vigas, los enseres, valle abajo con una fuerza desproporcionada. Frente al castillo que levantaron los árabes en un promontorio desde el que se ve el valle de las montañas de La Sierra, uno cree estar encima de piedras y escombros cuando de repente ve un trozo de pared lisa con un aplique, más allá piezas de un puzle infantil, y una viga que parece de construcción; solo entonces descubre que está encima de lo que fue una vivienda que desapareció con la riada en cuestión de horas. Una de esas fincas, con piscina, es de la que se encargaba la familia de Javier y Ana. Apenas hay rastro de la piscina, llena de ramas y agua sucia, cubierta de piedras y trastos, y de la casa quedan unos cuantos colchones y escombros.

Los escombros que quedan del edificio de tres plantas donde vivían Ana, su marido Javi (desaparecido) y sus hijos Javi (fallecido tras el derrumbe) y Ainoha. Tras pasar la noche sobre los escombros la madre y la hija consiguieron sobrevivir a la riada.

Lo poco que se puede encontrar cerca del río es la mitad del restaurante-asador, desgajado por la crecida, que le ha dejado sin fachada y enseñando las tripas; y el albergue de El Cerrao, el único alojamiento turístico del centro de turismo rural del mismo nombre que dirige Paula López; una infraestructura redonda y abovedada, sin columnas, que aunque reventada en el interior por el agua, que destruyó puertas y ventanas, se mantuvo milagrosamente en pie. De lo demás, de toda la infraestructura turística de un pueblo paradisíaco volcado al río y al sector servicios, ya no queda nada. “Hay que repensar Sot de Chera, empezar de cero, el pueblo tal y como era ya no existe”, dice su alcalde, Tomás Cervera; el municipio tiene alrededor de unos 300 vecinos. “Quizá se pueda dirigirlo a la concienciación de la fuerza del agua y de la naturaleza. Que la gente venga y reconstruya esto a la vez que lo disfruta. Que se pueda decir: esto lo plantamos nosotros, esta piedra la pusimos nosotros. No lo sé, es pronto”, dice Paula López. Los ánimos no están bajos: están muy arriba. Fruto de un pesado chute de adrenalina también perceptible en vecinos de otras zonas afectadas. No se duerme, se hace un esfuerzo sobrehumano a diario, se piensa muy rápido, no hay tiempo para llantos y tristezas. Es una pesadilla, y no ha acabado.

Cada dos por tres, el pueblo y sus alrededores se paraliza para escuchar la voz de la concejala Carmen Fabuel a través de un potentísimo altavoz que llega a todas partes. “Atención. Se comunica que el proveedor de la carnicería llegará esta tarde”. En otro aviso cuyo eco parece resonar en todo el valle, se avisa a los vecinos de que sigan utilizando el agua de las cubas para la cisterna, pero que ya hay agua corriente para ducha y lavadora. Al contrario que en los pueblos más devastados, en Sot de Chera el grueso del pueblo no se ha visto afectado. Del mismo modo que su ubicación es infernal para las pocas casas bajas y establecimientos turísticos, su particular orografía, en un cerro, evitó que el agua afectase a la mayoría de la localidad. Eso sí, se vieron emparedados: de arriba, de las montañas, bajaba el agua de las lluvias llegando a formar cascadas; de abajo, la amenaza de un río desbordado que ocupaba cada vez más metros cuadrados y amenazaba con engullir a una familia entera, la de Javier y Ana, la única que se había quedado atrapada en una lengua de tierra rápidamente inundada. El burro de su finca, atracción para muchos niños que iban a visitarlo, ya había desaparecido en el curso del río. Le llamaban Pepe como a otro, más famoso, que vino a jubilarse al pueblo después de ayudar a construir los puentes colgantes de Chulilla, una población vecina.

El puente que cruza el río de Sot de Chera, destrozado por la fuerza del agua.


El río reventó, abajo, muchas plantaciones. Las heredadas de su padre por Luis y José Rodrigo, dos hermanos que viven en Valencia y que visitan Sot de Chera este miércoles. El agua ha dejado medio metro de tierra en sus fincas (y en toda la ribera), por tanto sus árboles parecen enanos. Los que quedan. Adiós a los almendros, manzanos o perales. Sobreviven muchos naranjos. Y ha aparecido –”a saber de dónde”– un pino. También hay zapatos sueltos y un electrodoméstico en las fincas. Estas inundaciones han sido como si Dios hubiese metido a Valencia en una batidora, como si Dios hubiese pasado de puntillas por estas tierras. El cartel de Ruta de los Sentidos del Ayuntamiento ha aparecido en la playa de El Perellonet, a 88 kilómetros, dice Paula López frente a la puerta de la Casa de Cultura, donde voluntarios cocinan y reparten aguas. “Nuestra madre”, dicen los hermanos Rodrigo, “murió el año pasado. Si ve esto, se muere de nuevo. Porque nosotros vivíamos aquí cuando fue la riada del 57. A mi madre siempre se le quedó de entonces el recuerdo grabado de las camas flotando por la casa. Nos fuimos de aquí. Primero a Manises y luego a Valencia”. Esa riada la recuerda Ramón Sánchez, constructor jubilado con oficinas en Benetusser: “Tres días resguardados en Marchalenes casi sin agua ni comida”. Viene de rescatar su coche, que acabó dos fincas más allá (“tengo que ver como van las pastillas del freno”). También tiene una furgoneta boca arriba en otra finca.

A finales de 2023, cuenta la concejala Carmen Fabuel, se ideó un plan estratégico de turismo por importe de 2,5 millones de euros. “Nuestro incentivo económico era la zona de baño del río. Más áreas recreativas, más aparcamientos, más servicios”, dice. El miércoles se despertó a las seis de la mañana y desde su casa, en una altura, vio el reflejo del pueblo. “¡Todo eso es agua!”, y su pareja y ella se vistieron y se lanzaron a la calle. Pocos días después, cuenta Paula López, la Guardia Civil recomendó evacuar el pueblo por el estado precario de la presa del Buseo, materia de discusión política en la zona desde hace años por su mantenimiento, y el Centro de Emergencias advertía que estaba todo bien y que no se corría peligro. “Dos avisos oficiales diciendo una cosa y la contraria”, dice López. El embalse es viejo y su uso ya es meramente recreativo. Si se desborda o rompe, hay siete minutos de reacción antes de que el agua llegue al pueblo. Varios vecinos advierten que ahora es el momento porque el cauce del río es enorme tras las inundaciones, pero lo cierto es que soltar tanta agua de golpe podría provocar vibraciones que afecten a las viviendas.

Al despuntar el miércoles 30 la gente empezó a salir aterrorizada de casa y se escucharon unos gritos desgarradores en mitad de lo que había sido un río y ahora parecía un océano.

Aquella madrugada una madre y una hija, Ana y Ainhoa, resistían cogidas de la mano protegidas por un pequeño muro bajo la lluvia a unos pocos metros del cadáver de Javi, el niño pequeño de la familia, que murió en el acto cuando se desplomó la casa con ellos dentro. La crecida bajaba a toda velocidad a su izquierda y derecha. Estuvieron así, solas en medio de la oscuridad, sin apenas ver nada, de diez y media de la noche a siete de la mañana. Cuando la casa aún seguía en pie, Javier, el padre, se había asomado a la ventana y se lo había llevado una ola violenta (a estas horas sigue desaparecido). “Fuimos a la zona y vimos que la finca ya no estaba. Una vivienda de tres plantas, enorme, ¿dónde estaba? Echamos a correr”, dice Antonio Blanch, vecino del pueblo. “Y las encontramos a las dos, casi sin ningún rasguño después de caer del tercer piso con la casa encima. La madre y la niña, de pie y de la mano, iluminadas por el sol que hasta pensé que parecía una imagen irreal de película”, cuenta. Pero la madre gritaba: “¡Está muerto, está muerto!”, por su hijo, que encontraron al instante.

Mari, del Bar El Molino, desaparecido por la riada, es amiga de Ana. Relata emocionada su angustia en todas esas horas, su impresionante valentía, su coraje, su determinación en no rendirse para no dejar morir a su hija. Aunque, por dentro, Ana pensaba que el final había llegado y que era cuestión de tiempo. Una embestida del río, un fallo en sus fuerzas; pasaban a toda velocidad árboles, coches, piedras, restos de otras viviendas que habían sido derribadas más arriba. Pero aguantaron empapadas y muertas de frío las dos. Y en medio de esa noche sin fin, bajo la lluvia y en mitad de una crecida que se estaba llevando todo por delante, Ainhoa, que este miércoles jugaba en el recreo con sus amigas, le dijo a su madre que se estaba haciendo pis, que no aguantaba más.

Vista de Sot de Chera.

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Albert Garcia
<![CDATA[Los buzos imaginarios]]>https://elpais.com/opinion/2024-11-06/el-amigo-buzo.htmlhttps://elpais.com/opinion/2024-11-06/el-amigo-buzo.htmlWed, 06 Nov 2024 04:00:00 +0000El presentador Iker Jiménez escribe un tuit alegrándose de que no haya muertos en el parking de Bonaire. Hace dos días publicó que en ese parking había “muchos cuerpos”. Pasando por alto, que es mucho pasar, la angustia que provoca leer algo así, su tuit posterior significa que se alegra de haber mentido. Lo curioso es que asume en solitario la responsabilidad de su noticia viral: “En el parking de Bonaire hay muchos muertos”, pero la desvía cuando se demuestra que es mentira: “Me alegro de que las fuentes se hayan equivocado”. ¡Hombre, hombre! ¿Qué fuentes eran esas? ¿Por qué no se citaron en los tiempos dorados? Quién sabe. Todo el mundo en España tiene estos días un amigo buzo que se metió en las aguas de Bonaire y vio allí muchos cadáveres; ahora se alegran de no conocer a ningún buzo. El colaborador de Jiménez Rubén Gisbert dijo que había 700 tickets retirados de entrada al parking y resulta que no funciona con tickets. Luego lo pillaron manchándose de barro para entrar en directo y ahí lo liquidaron: Al Capone siempre cae por no pagar impuestos. Mensaje de la conspiranoia: sea cual sea oficialmente la cifra de muertos, el número no se sabrá nunca por orden del Gobierno; supongo que confían en que las familias no se den cuenta. A veces pasa, depende de las rencillas. Tampoco vas a ponerte a preguntar como un loco por ese tío que te caía tan mal: todos mirando para otro lado y carretera. Hablemos ahora del Gobierno y su sensibilidad con las competencias: si están agrediendo a tu madre delante de ti, no llamas a la policía. La prioridad es salvar vidas, no seguir el protocolo. Si en las primeras 24 horas ves la incompetencia y la parálisis de la Comunidad, los apartas y te pones a trabajar sin pensar en consecuencias legales del mismo modo que si alguien está herido al otro lado de la carretera no esperas a que el semáforo se ponga en verde. Si el Constitucional te cruje, que te cruja, ¿o ahora hubieras sacado la gente a la calle en la pandemia?

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Susana Vera
<![CDATA[Día 6 en la zona cero de la dana: entre el estupor y la rabia]]>https://elpais.com/espana/2024-11-05/dia-6-en-la-zona-cero-entre-el-estupor-y-la-rabia.htmlhttps://elpais.com/espana/2024-11-05/dia-6-en-la-zona-cero-entre-el-estupor-y-la-rabia.htmlTue, 05 Nov 2024 04:40:00 +0000En el Carrer de Ciudad de Calatayud, en Alfafar, voluntarios y vecinos, unos con palas y otros con tablas, empujan el barro aguado hasta la boca de desagüe. En esta calle, llena de casas que hoy tienen sus tripas a las puertas, como un animal desguazado, una mujer señala una montaña de enseres cubiertos por lodo fresco. Hay decenas de estos montones por la calle. Está todo podrido y apenas se distinguen algunos muebles rotos, algún electrodoméstico. En otras circunstancias cualquiera pensaría que eso es un montón de basura que lleva décadas sin recoger. Pero hace una semana eso era una vida, y Cati Rodríguez lo demuestra de un vistazo: “Eso de ahí es mi salón. Un poco más allá está mi cocina”, dice. Mira la casa, señalando la altura inverosímil a la que llegó el agua: “¿Te la vendo?”.

El martes, cuando se empezó a barruntar que podría haber inundaciones, Cati bajó al garaje a poner a salvo su coche. Muchos testimonios concuerdan: todos creían que las inundaciones, de haberlas, serían lo bastante graves como para arruinarles el vehículo, pero en modo alguno para comprometer sus vidas. Cati lo sacó, lo aparcó en lo que creía un lugar seguro, pero el desbordamiento del barranco del Poyo la cogió indefensa. Pronto tuvo el agua por la cintura y se encontró con que no podía volver a casa. Anocheció de golpe. Se fue la electricidad. Y empezó el infierno. “Nos salvó a unos cuantos que rompimos una portería con mazos y pudimos subir a la terraza. Allí estuvimos de ocho de la tarde a cinco de la mañana. Con el pueblo inundado, allí arriba, recibimos la alarma de Protección Civil”, dice. Su marido, enfermo de cáncer, se resguardó en la planta de arriba (ahora está donde va a vivir también ella, en casa de su hija). Junto a Cati está su vecino de enfrente, José Delgado: “Un 10 a los voluntarios. Mira cómo está el barrio. Pero un 0 a la coordinación”. “Aquí han venido días atrás soldados de paisano porque no les dejaban venir uniformados”, remacha Cati Rodríguez.

Dos personas sacan un colchón de una vivienda afectada por la riada, este lunes en Benetússer.

Han pasado seis días y Valencia, atravesada por un costurón de más de 500 metros, el cauce artificial del Turia, ha empezado a lavar sus calles, sus negocios y sus viviendas, y sigue, sobre todo, buscando a sus desaparecidos. Entre el barrio de San Marcelino y el de La Torre, a cada lado del cauce, la diferencia entre un lugar en el que la civilización sigue en marcha (hay cafeterías, farmacias, supermercados, tiendas de ropa) y otro en el que todo está en suspenso, no hay tiendas de alimentos ni de bebidas, y por tanto tampoco hay todo lo demás. Hay que caminar, mucho, desde La Torre y los municipios de Alfalfar, Senaví o Benetússer para llegar a San Marcelino y hacerse, sobre todo, con herramientas: cinta aislante, palas, martillos, mangueras, bombas hidráulicas. Cientos de personas, desde el día después de las inundaciones, cruzan a pie desde los pueblos de l’Horta Sud a Valencia, ida y vuelta.

No solo ellos. Jóvenes de entre 15 y 35 años atraviesan a todas horas la rebautizada Pasarela de la Solidaridad. Con palas, rastrillos, cubos, paños; con garrafas de agua y alimentos básicos. Cargados como mulas recorriendo kilómetros de arriba abajo (no hay transporte público ni puede entrar transporte privado no autorizado a las zonas afectadas) para, una vez llegado a un sitio, agachar el lomo y ponerse a trabajar durante horas. La dana se ha llevado por delante muchas vidas, muchas casas y destruido muchas familias, probablemente también varias carreras políticas, pero lo único positivo es que ha arrasado con un discurso que se refería a la llamada peyorativamente a esta cohorte como la “generación de cristal”, unos descreídos individualistas con problemas recurrentes de ansiedad (utilizada la ansiedad no como enfermedad sino como burla) que han sido machacados en textos y discursos por generaciones mayores y parodiados en memes por generaciones vecinas. Bien: son lo más conmovedor de esta catástrofe; están en todas partes ofreciendo comida, agua, mascarillas, geles; barriendo, fregando, moviendo bultos, empujando coches, y la devoción de los vecinos por ellos —imposible reproducir todos los agradecimientos recogidos este lunes— pone la piel de gallina. Pegándose bolsas de basura a las piernas con esparadrapos, vestidos para entrar en una zona de guerra, habla un grupo que cruza La Torre de lo que harán después de trabajar. “¿Cervezas?”, dice uno. “Pero a los que no han venido aquí, no los avisamos”, bromea otro. No deben de tener más de 20 años.

Una calle de Alfafar cubierta de barro, este lunes.

En el Carrer de Benidoleig, en el barrio de La Torre, un grupo de trabajadores municipales hace corrillo. Llevan a la vista un distintivo: control de plagas. “Estamos atentos a posibles nubes de mosquitos, roedores —la basura acumulada, los restos de comida, son focos evidentes—, revisar desagües, suministrar productos de limpieza y desinfección, abrir alcantarillado si la gente necesita desahogo”, dice Antonio Ferrando. Siguen en muchos casos indicaciones de los biólogos. Están atentos a infecciones o enfermedades en lugares donde el olor a putrefacción es insoportable.

Enfrente, varios empleados de Consum protegen decenas de carros con alimentos y envases, todos cubiertos por barro, apenas distinguibles. “No hagáis fotos, por favor. Tenemos que cuidar la imagen del supermercado”, piden. Junto al supermercado, un coche tiene un cartel puesto: “Funciona. No llevar”. Hay coches, coches por cientos en todas partes, estampados contra la pared, unos encima de otros, coches reventados que probablemente llegaron con la riada desde decenas de kilómetros más arriba chocando contra todo, y se presentan aquí abollados, destrozados, con todos los cristales rotos y gruesas películas de barro cubriendo volante, salpicadero y tapicería. Coches atravesados por ramas de árboles, por maderas, con hojas y follaje y basura en los motores, con papeles y juguetes dentro. Algunos de esos coches, aunque con una pinta siniestra, sus dueños se resisten a mandarlos al desguace. Un Porsche Cayenne en Camí Nou: “No llevar. Podría funcionar”. Un Toyota: “No llevar. Pendiente de llevar a Casa Toyota”. Otro: “No llevar. Arranca”. Y de gente trabajando con coches con mal aspecto: “Estamos trabajando, no llevar”.

Una unidad de zapadores pasa por una calle de Benetússer, este lunes.

Un equipo de la Policía Local de Madrid, saliendo de La Torre, extrae un coche que estaba atravesado en el interior de un garaje y al que metió dentro la riada. Un grupo de curiosos espera fuera. “No hay nadie dentro, aquí no hay muertos, solo es un coche y así se pueden sacar los demás”.

En Benetússer, con la cara pegada a los barrotes, el venezolano Agostino Céfalo, de padres italianos y 15 años viviendo en Valencia, tiene una historia. Trabaja en una empresa de instalación y volvía el martes de Torrent. Al ver la que estaba cayendo arriba, decidió dejar el coche sin acercarlo a casa para volver corriendo en señal de desesperación, porque su madre estaba sola en casa. No pudo avanzar mucho. La corriente era infernal y encontró resguardo en el Ikea, agarrado a unas cuerdas, con mucha otra gente. Desde allí vieron a un autobús municipal que se estaba inundando, trampa mortal para pasajeros y conductor. La gente empezó a salir del vehículo. Varios, cinco o seis, se agarraron como pudieron a un árbol para que no les llevase la corriente. Estaban, cuenta Agostino Céfalo, a unos cinco o seis metros de ellos, así que con cuerdas y una cadena humana, consiguieron uno a uno meterlos en el Ikea. Había más gente pero en árboles más alejados, y los coches, que pasaban flotando “a toda hostia”, impedían ir a por ellos. Finalmente, cuando la violencia de la riada remitió, se pudo salvarlos también. Para entonces la madre de Céfalo ya había timbrado en el piso de arriba para resguardarse de la marea y salvar su vida. “Mi historia no es la más interesante, ni siquiera una de ellas. Mi vecino”, dice señalando la casa de al lado, “se fue al aparcamiento de este edificio con otros y encontraron a dos personas a punto de morir. No podían salir del coche. Ya habían llamado a sus familiares para despedirse. Rompieron entre todos la ventanilla y pudieron sacarlos”. Impresiona la cantidad de gente que está viva por cinco minutos.

En el Carrer Nou de Octubre de Alfafar hay, milagro, un comercio. El único que han podido ver estos periodistas en un primer y no muy exhaustivo paseo por municipios afectados. Hay, claro, una enorme cola. Un letrero avisa en la puerta: “Solo en efectivo, no funciona el TPV”. Es un estanco. Una mujer, Teresa Cózar, vecina de Alfafar, sonríe de forma luminosa y triste, y dice a quien se pone detrás de ella: “Mal día para dejar de fumar”.

Un grupo de voluntarios, tras una jornada intensa de trabajo, este lunes en una calle de Valencia.

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ÓSCAR CORRAL
<![CDATA[El deporte del pueblo se para cuando el pueblo para]]>https://elpais.com/deportes/2024-11-04/el-deporte-del-pueblo-se-para-cuando-el-pueblo-para.htmlhttps://elpais.com/deportes/2024-11-04/el-deporte-del-pueblo-se-para-cuando-el-pueblo-para.htmlMon, 04 Nov 2024 04:15:00 +0000Fue el 23 de noviembre del año pasado, lo sé porque tengo la foto del móvil delante. Al acabar el acto en la librería Ramón Llull (premiada como la mejor de España del año 2022), nos fuimos Rafa Rodríguez, editor de la revista Verlanga, y Almudena Amador y Paco Benedito, dueños de la librería, a cenar. Ya cerca de la medianoche nos retiramos. Me acompañaron los tres al hotel cuando me aparté un momento al ver un graffiti y un mensaje. Cuando uno va a muchos sitios poco tiempo, suele estar a la que salta por la calle. Fui a aquel muro y saqué la foto, y al llegar a mi habitación busqué la frase (‘No ser res si no s’es poble’), el poema al que descubrí que pertenecía, el autor del poema y su vida y circunstancias.

Recuerdo que en la puerta del hotel les dije a mis acompañantes que estaba muerto de sueño, pero me obsesioné con el poema y con Vicent Andrés Estellés, su autor, un buen rato en la cama con el móvil. “Allò que val és la consciència / de no ser res si no s’és poble. / I tu, greument, has escollit. / Després del teu silenci estricte, / camines decididament”, termina. Y empieza, imponente: “Assumiràs la veu d’un poble, / i serà la veu del teu poble, / i seràs, per a sempre, poble, / i patiràs, i esperaràs, / i aniràs sempre entre la pols, / et seguirà una polseguera”. Y sigue, traduzco al español: “Y tendrás hambre y tendrás sed, / no podrás escribir los poemas / y callarás toda la noche / mientras duermen tus gentes, / y tú solo estarás despierto, / y tú estarás despierto por todos”.

Son versos hipnóticos, de esa poesía que hace país. Tras los años dedicados a Berlanga y Sorolla se pretendió que hubiese un Año Estellés, pero Les Corts votaron que no (esta es otra historia, o no: es la historia de siempre). No tuve claro que la suspensión de la jornada de fútbol fuese necesaria hasta el sábado; o sea, hasta que empezó. De hecho, el viernes en El Larguero expresé dudas: por un lado lo veía natural, casi imprescindible que no se jugase: ¡qué vergüenza!; por el otro, ¿no es el fútbol un espectáculo de recreo, de dispersión, de entretenimiento, que quizá aliviase 90 minutos la preocupación de gente de fuera de Valencia (esta, por desgracia, no está para alivios)? Sólo al ver la pelota rodando, los equipos uniformados y el público en los estadios, se da cuenta uno de dónde y cuándo tiene que estar la voz de un pueblo, y que no se es nada si no se es pueblo, y que es insoportable la idea de que haya espectáculos tan importantes que sigan mientras no se sabe cuántos cuerpos sin vida quedan por encontrar en tu país.

No, el fútbol no es cualquier cosa. Si es el deporte del pueblo, el fútbol se detiene cuando tu pueblo se queda sin casa y sin trabajo, no tiene que comer y beber, y busca cadáveres. La jornada de hoy nos sobraba hasta a los que al principio dudábamos; a estas horas del domingo no es que importe o no el resultado: es que a las imágenes de los partidos les pasa como a las cosas que se nos aparecen en el presente, pero las creemos pasado, como antes de, puro archivo, y el fútbol español además de ser nuestro más grande espectáculo de entretenimiento tiene, por serlo, una enorme responsabilidad.

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Miguel Ángel Polo
<![CDATA[Javier Peña, escritor: “Decir ‘te quiero’ por decir es el horror”]]>https://elpais.com/cultura/2024-10-31/javier-pena-escritor-decir-te-quiero-por-decir-es-el-horror.htmlhttps://elpais.com/cultura/2024-10-31/javier-pena-escritor-decir-te-quiero-por-decir-es-el-horror.htmlThu, 31 Oct 2024 04:02:00 +0000Dice, entre el pesimismo y la ironía, que la promoción de un libro es como el MDMA, que aclara no ha probado: felicidad a crédito. “De repente, en unos pocos días gastas la felicidad de meses enteros. Las entrevistas, la atención, las librerías. Acumulas toda esa felicidad, la disfrutas, y luego no te queda nada”. Javier Peña (A Coruña, 45 años) relata en Tinta invisible (Blackie Books, 2024) una historia asombrosa hecha de decenas de pequeñas historias literarias que sostienen una relación tensa y extraña: la que mantiene con su padre. “Siempre que me he dejado de hablar con alguien los motivos me parecían imperdonables. Hoy soy incapaz de recordar uno solo de esos motivos, hoy sólo recuerdo a las personas que abandonaron mi vida”, escribe. Su padre y él dejaron de hablarse cuatro años. La enfermedad del primero volvió a juntarlos. Fernando Peña era marino y, sobre todo, lector. Un lector febril, desatado, desbordante, al que su hijo recuerda en los supermercados leyendo las etiquetas de los champús. Peña recuerda al principio de su libro al hombre que en un café de Lisboa desgranó las desgracias que asolaban a su familia, muertes y penas, y terminó con una frase que su vecino de mesa, Fernando Pessoa, hizo suya: “En fin, la vida es así, pero yo no estoy de acuerdo”.

Pregunta. ¿Por qué dejó de hablarse con su padre?

Respuesta. No lo recuerdo, sólo recuerdo cuándo. Después de salir de un partido del Dépor fui a casa de mis padres con mi mujer a dormir allí. Llegamos y estaban viendo un programa aburridísimo de debate en el que salía Carlos Westendorp [político y diplomático español, ministro con Felipe González]. Mi mujer hizo un comentario en plan coña del tipo “guau, qué divertido esto”. Mi madre se ofendió mucho: “¿Qué pasa, que los señores mayores no tenemos derecho a ver lo que nos dé la gana?”. Y la cosa que había empezado de broma se encasquilló, subió de volumen y acabamos en medio de una bronca. Nos fuimos de casa, cogimos el coche y nos plantamos en Santiago.

P. Vendría todo de antes.

R. Había algo detrás, seguro. Me niego a pensar que me dejé de hablar cuatro años con mis padres por culpa de Carlos Westendorp.

P. Y cuatro daños después, le llaman para decirle que su padre ha sufrido un ataque y que está en el hospital.

R. Podía ser la última vez que nos viésemos. Y hablaríamos de aquello que pasó. Preparé la charla. Cogí aire, entré en la habitación y él me dijo: “Oye, ¿qué libro leíste últimamente?”.

P. Impresionante.

R. Él me contó que había visto La carretera, la película. Esa en la que un padre y un hijo sobreviven en un mundo apocalíptico del que no sabemos el origen.

P. Cuando salió usted de la habitación pensó que le había querido decir algo citando La carretera, pero no. “Las historias no eran un código para entender la relación, las historias eran la relación”.

R. Llegué al coche y mi mujer me preguntó: “Qué, ¿cómo fue?”. Y yo, con la boca abierta: “¡Me habló de libros!”.

P. Cuando le preguntaron a Carlos Zanón por su relación de altibajos con su padre, respondió: “Es que antes los padres no vivían tanto”.

R. Y además es que yo a mi padre lo veo como un ser atemporal. Se quedó en los setenta, ochenta. Él no sabía ser de otra forma. En su momento me molestó. Pero ahora me parece maravilloso que viviese en el mundo de las historias.

P. ¿Por qué empezó a leer tanto?

R. Estaba ocho meses fuera, cuatro y cuatro intercalados por otros cuatro en casa, embarcado en un petrolero enorme, metido en un pequeño camarote en medio del mar. Repleto de libros que mi padre leía todos y de películas en VHS que también veía.

No me contó nada de su vida pero me contó toda la vida de Sherlock Holmes. Yo conocía mejor a Sherlock Holmes que a mi padre”

P. ¿La incomunicación es generacional?

R. Yo creo que más que generacional es algo emocional. En mi familia no somos de compartir los sentimientos. Si tengo un problema, se lo cuento a un amigo. El día que me dicen que a mi padre le ha dado un ataque, y que igual no nos da tiempo a despedirnos de él —aunque después aguantó dos meses—, yo llego al hospital y están mis dos hermanos en la puerta de Urgencias. Bajo del coche a abrazarme con ellos porque en ese momento necesitaba su abrazo. Y fue como abrazar la señal de salida de la autopista: fríos, tiesos y yo digo: “Joder, no puede ser”. Pero era como ellos.

P. ¿Y qué le pasó?

R. Que hace 27 años que estoy con mi pareja; ella es muy cercana, y yo creo que un poco me separé más de ellos: inicié otra vida. Pero soy igual a mi padre en algo. Cuando voy con mi mujer por la calle y me encuentro con alguien, doy tres pasos atrás y me escondo. Pero tanto si presento un libro, como en mi taller de literatura o en el podcast [Grandes infelices], hablo todo el rato. Los libros me hacen superar todos mis miedos sociales.

P. Su padre le dice, cuando se está muriendo, que vivió un tiempo en Nueva Jersey.

R. No me contó nada de su vida, pero me contó toda la vida de Sherlock Holmes. Yo conocía mejor a Sherlock Holmes que a mi padre. Estaba obsesionado con el Titanic, pues entonces yo conocía mucho más al capitán del Titanic que a mi padre. Me enteré de cómo se conocieron mis padres cuando a mi padre le quedaban días de vida. Y un día, al final, mi madre dijo delante de él: “Mira, escritor como tú querías ser”. ¡Yo nunca había sabido que mi padre soñaba con ser escritor! Y supe, también, que vivió en Nueva Jersey.

P. ¿De dónde vienen sus padres?

R. Mi padre es de Sevilla, mi madre de A Coruña. Mi padre se pasó los 50 últimos años de su vida viviendo en Galicia. Y también, no sé por qué, mi padre dejó de hablarse con su familia. Yo tengo un montón de primos en Sevilla que sé que existen, pero no trato. Siempre fantaseo con que aparezcan en una presentación de mi libro en Sevilla. Un día busqué en Facebook a mi tío y resulta que se parece muchísimo a mí. Los mismos ojos tristes, esa caída melancólica de los ojos.

Javier Peña, en Madrid.

P. Que es de su familia gallega.

R. Yo también lo creí, pero no, es sevillana.

P. Ni idea de qué pasó, claro.

R. Yo tenía siete años cuando dejaron de hablarse. Era curioso porque mis abuelos de Sevilla sí seguían en contacto con mis abuelos de A Coruña. Entonces las cosas que sabíamos eran porque las consuegras se llamaban. Y estas cosas pasan. En mi caso, yo no me hablaba con mi madre durante cuatro años, pero sabía las cosas porque ella hablaba con mi suegra. Se reprodujo la historia. Mi suerte es que al final nosotros tuvimos una reconciliación, y mi padre con sus padres, no.

P. ¿Cómo se conocieron sus padres?

R. Él llegó con su barco al puerto de A Coruña y allí un telegrafista murciano dijo que había que salir, que seguro que había mucha marcha en A Coruña. Aún años 70 y tal, vete tú a saber qué marcha había. Mi padre quería quedarse leyendo en su camarote. Al final lo convenció. Llegaron a un bar de la Marina y allí había dos chicas sentadas en una mesa. Les preguntaron si podían sentarse con ellas. Se casaron cada uno con una.

P. Hay que salir siempre, como sabe aquella chica de Valladolid que un día de tormenta bajó a tomar una y se acostó con Brad Pitt.

R. La suerte que hay que tener. ¿Y si mi padre se queda leyendo?

P. Afectaría dramáticamente a su vida y menos dramáticamente, pero también, a la mía, que no estaría aquí.

R. Nadie sabe nada. Mi madre le dijo: “Yo me caso contigo, pero tú te sacas de navegar”. Y al principio trabajó en una empresa de suministros navales. Pero la empresa cerró con la crisis de principios de los 80, y volvió al mar hasta que se jubiló. Mi carácter lo forjó que ocho meses al año mi padre estuviese fuera dos veces. Para un niño, cuatro meses seguidos sin ver a tu padre es una vida. Todo era triste. Llovía. Y cuando llegaba él, era fiesta, estábamos todos.

Mi madre fue corriendo a abrazarle y él murió en sus brazos. Que unas personas tan mayores estuvieran tan enamoradas como estaban ellos...”


P. El momento más difícil de su libro es cuando, durante el tiempo en que estuvieron sin hablarse y a través de los cristales de una cafetería, usted ve pasar a su padre. Encorvado, envejecido. Rompe el alma.

R. Fue durísimo. Yo había ido a A Coruña a una reunión en el Ayuntamiento y estaba en una cafetería, y de repente él pasó por delante. Era y no era mi padre.

P. Él intentó leer Agnes, su anterior novela, en el hospital, pero ya no podía ir más allá de unas páginas.

R. Hablamos de todos los libros, menos de los míos. Porque Agnes no pudo leerlo. Y de Infelices sólo sé, a través de mis hermanos, que le dio mucho pudor leerlo. Mi madre sí leyó Agnes y dijo que si mi padre hubiese escrito un libro, querría haber escrito ese. Es una frase hermosa. Agnes es el que más se parece a mi padre, el que más se parece a sus gustos.

P. ¿Qué le interesaba además de los libros?

R. Mi padre tenía cuatro pasiones: los libros, las películas, los vinos y los trajes. No podías sacarlo de ahí. Si yo le decía: “Oye, he tenido un problema con mi jefe”, te preguntaba si habías leído tal libro, que él lo quería leer también. Y al final no era capaz de aguantar una película, de sostener la lectura de un libro, no podía beber vino y estaba siempre en pijama.

P. Graham Greene: “No creo a nadie que diga amor, amor, amor. Siempre significa egoísmo, egoísmo, egoísmo”. Y usted apostilla: “Quien dice ‘te quiero’ suele querer decir: ‘Mira si soy maravilloso que te quiero”.

R. Hay palabras que, cuando se dicen rutinariamente, son terribles. Decir ‘te quiero’ puede ser increíble en un momento determinado, pero decirlo por decir es el horror.

P. Hay gente a la que se le escapa haciendo el amor con alguien que acaba de conocer.

R. Pero ese momento es muy intenso, lo sientes de verdad. No es un “te quiero” de “quiero casarme contigo y vivir juntos”, es un “te quiero” de que, hombre, estáis viviendo un momento muy intenso juntos.

P. Cuando su padre en casa siente que es el final, que se está muriendo, dice a su madre con el último hilo de voz: “Me muero, abrázame, abrázame”.

R. Mi madre fue corriendo a abrazarle y él murió en sus brazos. Que unas personas tan mayores estuvieran tan enamoradas como estaban ellos... Yo nunca he pensado cómo quiero morir. Ahora quiero morir así, abrazado a la persona que quiero.

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Jaime Villanueva
<![CDATA[El juego]]>https://elpais.com/opinion/2024-10-30/el-juego.htmlhttps://elpais.com/opinion/2024-10-30/el-juego.htmlWed, 30 Oct 2024 04:00:00 +0000Relata Javier Peña en su estupendo y reciente libro Tinta invisible (Blackie Books) una historia que empieza cuando un amigo de Fiódor Dostoievski encontró abatido al escritor el 1 de octubre de 1866. La razón de su pesar se debía a que el 1 de noviembre debía entregar una novela a riesgo de perder nueve años sus derechos a manos del editor Stellovski. Podría escribir la novela en un mes, ¿pero transcribirla? Su amigo le envió a la mejor alumna de la escuela de estenografía de Rusia, Anna Grigorievna Snitkina. A ella, Dostoievski le dictó las primeras páginas de El jugador. Trabajaban todos los días de doce a cuatro en tres sesiones de media hora, y el resto del tiempo bebían té y hablaban. De esta forma, Dostoievski escribía El jugador y, al mismo tiempo, seducía a Anna. La mujer observó, uno de esos días, que las pocas cosas valiosas que se conservaban en la casa de Dostoievski habían desaparecido; el autor le explicó que, debido a su situación económica, había tenido que venderlas para subsistir hasta entregar el libro. El 30 de octubre, la novela estuvo lista; una semana después, Fiodor y Anna se prometieron. En su viaje de novios a Alemania, el escritor se escapaba para jugarse todo el dinero que tenía. “Cuando empeñó el reloj”, cuenta Javier Peña, “Anna dejó de saber a qué hora volvía su marido a casa”. También empeñó el anillo de bodas. A eso se negó Anna: obligó a Dostoievski a reunir el dinero para recuperarlo, pero cuando salió de casa se fue directo a la ruleta. Fue entonces cuando Anna debió de pensar por qué no estaba avisada de esto y debió de ser entonces, también, cuando Anna reparó en que Dostoievski había escrito en menos de un mes una novela magistral llamada El jugador que no hubiera sido posible si no la hubiese vivido antes. Cuánta gente en su vida personal está dictando inocentemente El jugador y a cuánta de esa gente se lo están dictando es, al abrir los periódicos, una de las más pertinentes preguntas de nuestro tiempo.

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<![CDATA[La peor noticia madridista no fue el 0-4]]>https://elpais.com/deportes/futbol/2024-10-27/la-peor-noticia-madridista-no-fue-el-0-4.htmlhttps://elpais.com/deportes/futbol/2024-10-27/la-peor-noticia-madridista-no-fue-el-0-4.htmlSun, 27 Oct 2024 18:04:55 +0000Cómo habrá sido de terrible la noche del sábado del Real Madrid para que la peor noticia ni siquiera haya sido el baño de la segunda parte ni los cuatro goles del Barcelona, sino la purulencia racista habitual que en un rincón del estadio (este grabado, a saber en cuántos más) dedicó a Lamine Yamal y Raphinha insultos como “puto negro”, “puto moro” o “a vender pañuelos al semáforo”. Impresiona la cantidad de basura que uno puede acumular en su cabeza para pagar una entrada carísima y enseñorearte como nazi delante de un chico de 17 años que le está pintando la cara a tu equipo. Racistas que, vete tú a saber, se erigen como capitanes contra el racismo cuando el insultado es Vinicius Junior. Y el problema empieza cuando sometes tu aprecio por los derechos humanos a tus pasiones futbolísticas, cuando no comprendes que es mucho menos violento ver perder a tu equipo por cuatro goles que ver a gente con la misma camiseta que tú, animando a los mismos jugadores que tú, celebrando el mismo gol (anulado) que tú, llamando “puto negro” a un jugador negro, sacándose al racista desacomplejado de dentro para mostrarlo en todo su esplendor, que suele ser en la impotencia y frustración. Urge mucho más extirpar a esa lacra del Bernabéu que ganar: lo segundo sólo es fútbol, en lo primero nos va mucho más a todos. Ganar se ha ganado siempre —se gana, se pierde, y se vuelve a ganar—, pero que un jugador negro visite el Bernabéu (o juegue en casa, porque a saber cómo van a ir esas cabezas enfermas de odio si el equipo se desploma) sabiendo que allí no se le insultará por el color de su piel, esa grandeza va más allá del fútbol. Si cierran el estadio por culpa de esos racistas, fantástico; quizás así, la próxima vez, sus compañeros de grada les cierran la boca a gritos o los sacan ellos mismos del campo antes de que lo cierren otra vez.

En cuanto al partido, cuesta entender cómo unos jugadores de élite, los delanteros más rápidos del mundo, caen como conejos en la trampa del fuera de juego que el Barcelona lleva anticipando toda la temporada. Unos adolescentes prodigiosos tirando la línea con una inteligencia táctica mayor que la del campeón de Europa, sin que les tiemblen las piernas y ahogando, una y otra vez, hasta desmoralizar al Madrid en la primera parte. Carnicería, pensábamos algunos en caso de que el Barcelona dejase diez autopistas a la portería con Vinicius y Mbappé oliendo sangre y los pies frescos. Carnicería, pensó Flick al descanso cuando movió el centro del campo y subió las autopistas desde su portería hasta la del Madrid, desarbolado y roto física y mentalmente de tal forma que ya media plantilla excusaba de salirse del fuera de juego cuando los culés corrían al centro del campo. Hubo un par de momentos en los que Dani Olmo y De Jong parecían estar jugando solos, tanto era el espacio por delante que tenían. Este 0-4 no es el 0-4 del espejismo de hace dos temporadas. Hay un Barça engrasado que se lo cree y un Madrid empachado que ha dejado de creérselo, acaso creyendo que los 0-2 son siempre, como el pasado martes, sinónimos de noche grande y remontada. La bofetada del Barcelona se oyó en todo el estadio y el único y pobre consuelo de la afición silenciosa que salió el domingo noche a la Castellana es que la humillación se ha producido en octubre, con margen para cambiar cosas que no sabíamos que había que cambiar (la puntería de Mbappé, pero no sólo) y otras que, por una mala gestión de plantilla (fichajes en la defensa), ya no se pueden cambiar.


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JUANJO MARTIN
<![CDATA[No tenemos ni p*** idea]]>https://elpais.com/deportes/futbol/2024-10-21/no-tenemos-ni-p-idea.htmlhttps://elpais.com/deportes/futbol/2024-10-21/no-tenemos-ni-p-idea.htmlMon, 21 Oct 2024 03:15:00 +0000No deja de ser curioso que uno de los documentales deportivos más celebrados del año tenga como protagonista a Luis Enrique, entrenador (hoy del PSG) frecuentemente maltratado por la prensa y hostil con ella. Una relación distante y sarcástica que ha desembocado en un trabajo audiovisual primoroso para el cual se ha necesitado, además de la calidad de los periodistas, la generosidad absoluta del técnico: puertas abiertas incluso para las charlas más íntimas, los intestinos del fútbol de élite puestos al aire de una manera que un fan sólo puede celebrar. Así funciona un vestuario y un equipo técnico dirigido por un entrenador de club que lo ha ganado todo (con el Barça) y un hogar que vive los sobresaltos del equipo como terremotos propios, pues la prensa (tampoco la francesa) no perdona.

‘No tenéis ni puta idea’, colocado comercialmente como ‘Ni tenéis ni p*** idea’ por una cuestión de pudor o mojigatería o la categorización de la película para todos los públicos –no lo sé ni yo que he titulado parecido (quizá por no pelear al teléfono con los editores; sólo espero que no se pongan de moda esos horribles asteriscos censores)–, es un documental tenso y feliz atravesado por sus minutos finales, que lo son sólo en presencia porque en espíritu aparecen desde el principio: el Luis Enrique que es hoy está hecho, como todos, de sus vivencias, y es el resultado del paso por su biografía de mucha gente, como profesores, mentores, familia y amigos, quién sea. Pero es la pisada de gigante de los nueve años de Xana, su hija fallecida en 2019 por un osteosarcoma, un agresivo y raro cáncer de huesos, la que pone en perspectiva todo: el fútbol, que es un juego, lo primero de todo; la vida, que no lo es, fundamentalmente.

Hay un mensaje de calado profundo que da el Luis Enrique padre en los minutos finales del documental y que tiene que ver con una filosofía que puede compartirse o no, pero qué bien poder hacerlo. Se trata de una manera de afrontar la muerte, como desgracia –esta manera es inevitable– o como una desgracia que termina ayudándonos; una desgracia, con serlo, de la que extraer lecciones de vida. Hay siempre una alternativa a no sufrir la muerte de un hijo: no tenerlo. Los nueve años de Xana, los X años de cualquier chico que haya fallecido entre el sufrimiento de sus padres y amigos, son de alguna manera un regalo; pudimos no haberlos tenido, pudo no haber existido ese amigo que se nos fue a los 20, o a los 49, o a los 7. Podemos decir que alguien ha muerto, podemos decir también que ha vivido.

La muerte es una mierda (perdón: una m****), y la muerte de un niño es esa mierda presentada de la forma más cruel y estúpida, el sufrimiento más duro e inútil del mundo concentrado en las personas más débiles y vulnerables. Conseguir, dolor y lágrimas mediante, que la muerte de Xana sea una fuente de energía extra, una manera de estar en el mundo que implica que se hagan cosas en él porque ha pasado por aquí Xana, empezando por la Fundación Xana y pasando por sus padres y hermanos, es una lección hermosa y vibrante propia no sólo de supervivientes sino de quienes han aprendido a gestionar el dolor dándole la vuelta, y desde ahí se entiende mejor –se entiende completamente– la figura y el documental de Luis Enrique. Uno se imagina a alguien –difícil– queriéndole hacer daño, o a alguien en una redacción pensando “a este mañana lo vamos a joder”, y sólo produce ternura. No tenemos ni puta idea, efectivamente, y ojalá no la tengamos nunca.

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CHRISTOPHE PETIT TESSON
<![CDATA[Sentencia]]>https://elpais.com/opinion/2024-10-16/sentencia.htmlhttps://elpais.com/opinion/2024-10-16/sentencia.htmlWed, 16 Oct 2024 03:00:00 +0000Debería saberse, quizá en el futuro se sepa, si la sentencia que no manda a prisión a ninguno de los siete empresarios que pagaron a una red de explotación sexual para tener relaciones con menores, va a ser utilizada en el futuro por nuevas organizaciones para animar a gente con dinero a abusar de niñas explotadas por ellos. Un cebo, un gancho, una manera de tranquilizar al cliente: las hemos captado en colegios, discotecas de menores o anuncios de trabajo, les hemos prometido mucho dinero por dejarse acompañar y tocar por señores mayores, ahora están cagadas de miedo en despachos, pisos y locales nuestros, son 11 adolescentes, las estamos prostituyendo, páguenos y haga con ellas lo que quiera, es ilegal pero no mucho, es casi imposible que le detengan, pero si lo hacen ni siquiera pisará la cárcel y pagará menos de lo que paga por la niña. Dejar sin penas incluso a los proxenetas, que sí fueron condenados a cárcel, “se traduciría en un estímulo para la comisión de delitos de naturaleza igual o similar”, dice el tribunal, frase que puede acomodarse detrás de cualquier nombre de los encausados, también de los empresarios José Antonio Arce López, José Jara Albero, Juan Martínez Fernández, Juan Peque Álvarez, Antonio Giménez Pelegrín, Antonio Morales Nicolás y Juan Castejón Ardid que, debido a la lentitud judicial, han sido condenados a penas ridículas. La explotación sexual de menores existe porque hay demanda, y si esa demanda no se siente amenazada al punto de evitar incluso la cárcel y pagar un dinero irrisorio después de sentarse en el banquillo, el problema ya no pasa por el desorden criminal sino por el orden judicial. Cuando se lee en la sentencia que la finalidad de los proxenetas era “favorecer la prostitución de mujeres menores de edad”, y que esta se trata de “una de las formas más graves de violencia contra las mujeres que se pueden acometer”, de qué manera se va a poder defender a esas mujeres si a los agresores que las explotan y a los agresores que las requieren se les juzga diez años después.

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Edu Botella
<![CDATA[La devuelvo como Dios manda]]>https://elpais.com/deportes/futbol/2024-10-14/la-devuelvo-como-dios-manda.htmlhttps://elpais.com/deportes/futbol/2024-10-14/la-devuelvo-como-dios-manda.htmlMon, 14 Oct 2024 03:15:00 +0000El portero David Raya le cuenta a Juan I. Irigoyen la nostalgia que le supone echar la vista atrás y recordar su paso por la quinta división inglesa: “Me llevé muchas hostias pero me encantó”. Y recuerda lo que hizo al llegar: “Me dieron la ropa y me pusieron a jugar. No sabía ni el nombre de los compañeros: no había entrenado, no sabía cómo jugaban, ni cómo era la liga”. Yo no sé si Raya lo fue, seguramente sí, pero el canchero, el jugador de fútbol que se hace en la pachanga de tierra con dos sudaderas haciendo de palos de portería, siempre vuelve al lugar del crimen. Porque es el lugar donde aprendió todo, y donde mejor se reconoce.

Las estrellas de fútbol se graban en sus jardines de urbanizaciones privadas dando toques entre sus hijos y sus perros, pero si pudiesen ser invisibles es probable que se escapasen al campito de tierra de detrás de la iglesia y volviesen a regatear y darse patadas con niños que no conocen de nada, pero que comparten con ellas una idea lejana y extraña de la felicidad. Quien más lejos se llevó consigo la pachanga y sus códigos, más lejos llegó en el fútbol; quien se desprendió de ella en cuanto pudo para entregarse a modernas lecciones de táctica y técnica, más difícil lo tuvo. Del fútbol dijo Camus que aprendió todo lo que sabe de la vida, y de la pachanga, de los partiditos de regional con un entrenador con sobrepeso y en chándal, de un carnicero en la defensa y un figurín en el área que las patea todas a la escuadra, se aprende todo del fútbol. No te enseña la pachanga a saber qué hacer con el balón: lo primero que te enseña a saber dónde encontrarlo, a saber dónde va a caer, a saber cómo romperlo cuando lo veas.

Lo sabía René Houseman, El Loco, aquel jugador argentino de apodo misterioso, que gustaba de salir de noche; un día se le fue la mano y apareció borracho en un partido en el Monumental contra River el que le metió un gol legendario al Pato Fillol. Lo dirigió Menotti una época en Huracán. Un día Houseman no se presentó a entrenar y Menotti tuvo la intuición de saber dónde encontrarlo. Se fue a la villa de Houseman, a un campito de tierra donde estaba todo el mundo arremolinado, y allí se encontró a su jugador de la Primera argentina sentado en un banquillo.

—¿Qué hace acá? —preguntó Menotti.

—¿Y qué quiere que haga? Mire cómo la mueve el wing nuestro.

“Me llevé muchas hostias, pero me encantó”, la frase de David Raya, es un extraordinario epitafio para una vida. Una biografía, como el fútbol, necesita siempre de las raíces para no caer doblegada con el primer viento. Cuenta Valdano cómo en un entrenamiento de Argentina discutió con Maradona sobre si a los periodistas que cubrían a la selección les gustaba el fútbol o no (Valdano decía que sí, Maradona que no). Y dijo Diego: “Les tiramos un balón y a ver cómo lo devuelven”. El balón cayó entre los cronistas y se arremolinaron para agarrarlo con la mano y tirárselo a los jugadores. Valdano, rápido, los excusó: “Pobre tipo, le dio vergüenza alcanzarla con el pie por ser vos Maradona”. Y Maradona, genio el verbo y la pelota: “Si yo estoy en una fiesta en casa del Presidente de la Nación con un esmoquin y me llega una pelota embarrada, la paro con el pecho y la devuelvo como Dios manda”.

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Pablo Morano
<![CDATA[Miguel Tellado, látigo y escudo]]>https://elpais.com/espana/2024-10-13/miguel-tellado-latigo-y-escudo.htmlhttps://elpais.com/espana/2024-10-13/miguel-tellado-latigo-y-escudo.htmlSun, 13 Oct 2024 03:40:00 +0000Ocurrió en Cee (A Coruña) durante la campaña de las elecciones generales de 2019. Allí, en un mitin, el entonces secretario general del PP gallego, Miguel Tellado, pidió a los asistentes que metiesen la mano en los buzones de sus vecinos para robar las papeletas de Vox. “Quiero invitaros a que metáis la mano, ahora cuando lleguéis a casa, en el buzón de vuestros vecinos y cojáis los sobres de la bandera de España, que los abráis y los tiréis con el sobre, y tiréis esas papeletas al cubo de la basura. Estaréis haciendo lo mismo que si vuestros vecinos usasen esas papeletas el domingo para ir a votar, y de esa forma le ahorraréis un disgusto a nuestro país”, dijo. Horas después se excusó: fue un “recurso metafórico”, “un chiste”.

Fue más noticia la aclaración que el discurso, porque Miguel Ángel Tellado Filgueira (Ferrol, 1974) no acostumbra a dar marcha atrás. El pasado miércoles, en la sesión de control del Congreso, Tellado exhibió un cartel con la imagen de 12 cargos socialistas asesinados por la banda terrorista ETA, mientras interpelaba a la vicepresidenta del Gobierno: “¿De verdad va a ser capaz de mirar a los ojos a las familias de estos cargos socialistas y explicarles que seis votos para los presupuestos merece la pena?”. Acto seguido, algunas de esas familias reaccionaron. “A ver si eres capaz de mirarme a los ojos y decirme que no volverás a usar la imagen de aita como arma arrojadiza”, le espetó en la red social X María Jáuregui, hija de Juan María Jauregui. “Menos mal que lo que diga este hombre me la refanfinfla en grado extremo. Si no, ver cómo sujeta carroñeramente una foto con la imagen de mi padre me revolvería las tripas hasta el vómito”, dijo Josu Elespe, hijo de Froilán Elespe. Rosa Lluch, hija de Ernest Lluch: “Que dejen de utilizar a los muertos, basta ya”. Sandra Carrasco, hija de Isaías Carrasco: “Sois unos sinvergüenzas”. Alguien que no era familiar de esas víctimas socialistas, Consuelo Ordóñez, hermana del secretario general del PP vasco asesinado Gregorio Ordóñez, se dirigió también al partido de Tellado, el partido de su hermano: “No podéis dar más asco”.

Un día antes, el martes 8 a las nueve de la mañana, Miguel Tellado, jefe del grupo parlamentario del PP, había reunido en su despacho a los tres diputados que firmaron la enmienda que convalida penas a presos etarras: José Manuel Velasco, Rafael Benigno Belmonte y María Jesús Moro. El escándalo a esas horas era mayúsculo y los tres pusieron el cargo a disposición del partido. “Para Tellado lo fácil era aceptar su dimisión: es un error grave y hay unos responsables”, señalan fuentes del PP. Pero Tellado no la admite, asume toda la responsabilidad y sale a dar una rueda de prensa a las 11.00. “Las preguntas se dirigen a él solo, las respuestas las da él solo, y al día siguiente elige ser él el que saca las fotos en el hemiciclo, que podía ordenarlo a cualquiera, y hace un discurso muy duro que es noticia en todas partes”, prosiguen estas fuentes. Y añaden: “Por eso estáis [EL PAÍS] haciendo este artículo sobre él y no sobre otros: porque pone el pecho para parar las balas, asume un desgaste personal tremendo, y lo hace para proteger a los de abajo, a sus diputados. Son cosas que en política no se olvidan”.

El portavoz del PP en el Congreso, Miguel Tellado, interviene durante una rueda de prensa posterior a la Junta de Portavoces del Congreso, el pasado 1 de octubre.

Peldaños abajo, siempre anónimamente, en el partido se censura el gesto de Tellado. “Se le fue la mano, se le suele ir”, explica una diputada. “Se pasó tres pueblos”, suelta un exdirigente popular. “Ahí se le fue la pinza”, un diputado más. ¿Qué pasa con Miguel Tellado? Hay un estilo bronco, agresivo, que fluctúa entre la red social X y el Congreso, y que ha provocado varios terremotos, no todos favorables al PP, como ha ocurrido esta semana. En Galicia, la gente que ha trabajado con él asegura que Tellado es el mismo con una diferencia importante: con el PP en la Xunta, su tono no eran tan agresivo como con el PP en la oposición al Gobierno. “Si Feijóo endurece el discurso, que lo ha hecho, él lo endurece más”, sentencia un antiguo compañero suyo que le tiene en gran estima: “Si nos amenazan con cuchillos, los pide él para salvarnos a todos, no le importa cómo queda su imagen, pone por encima al partido”. En Madrid, algunos compañeros del PP creen que está sobre todo pendiente de agradar al ala dura de la derecha mediática, que se ha dejado engatusar por los halagos de quienes piden más madera.

A Tellado —con quien EL PAÍS ha tratado, en vano, de ponerse en contacto para este reportaje— lo ascendió Alberto Núñez Feijóo a portavoz del PP gallego en 2014. Él era un diputado raso que había sido jefe de gabinete de la conselleira de Trabajo, Beatriz Mato, y después jefe de gabinete del alcalde de Ferrol, José Manuel Rey Varela. Aunque sus estudios son de Políticas, su origen profesional es periodístico: trabajó en la radio municipal de Fene, municipio feudo del BNG, desde donde atizaba al PP. La experiencia en los medios y su soltura con el discurso fue lo que animó a Juan Juncal, alcalde de Ferrol, a pedirle que le llevase la campaña municipal de 2003. Juncal era del PP y, según contó entonces, ni preguntó por las simpatías políticas de Tellado. Tampoco importaron.

También fue su soltura con los medios lo que gustó a Feijóo para ponerlo de portavoz. Su consideración creció dos años después, en 2016: “No es Cristiano Ronaldo, otros dirán que tampoco es Messi, pero será el Iniesta del PPdeG”, dijo cuando, para sorpresa de todos, lo ascendió a la secretaría general del partido en Galicia. El pasado martes, 24 horas antes de que Miguel Tellado mostrase las fotos de asesinados por ETA en el hemiciclo y sus familias lo abroncasen después, Andrés Iniesta se retiró del fútbol.

El entonces secretario general del PPdeG, Miguel Tellado, presenta la imagen gráfica de la campaña de los populares gallegos el 22 de junio de 2020.

Entre la oposición circula un diagnóstico: el problema no es que Tellado haga un papel que se hizo siempre en casi todos los partidos (el del portavoz bronco que roza o cruza los límites), sino que está cómodo con él. De hecho, un enfado visible de Aitor Esteban (PNV) al salir de una Junta de Portavoces provocó un reportaje de este diario sobre lo que estaba ocurriendo en las reuniones del Congreso debido a la actitud de Tellado. “Sin cámaras es peor. Tan absurdo como incómodo”, dice a este diario Gabriel Rufián, portavoz de ERC.

Fuentes de la dirección del PP rechazan ese retrato. “Tellado está anteponiendo el prestigio de la marca pagando un coste personal. No es nuevo: estuvo Guerra, estuvo Álvarez-Cascos, estuvo Zaplana, estuvo Acebes, y recordemos que, en la [fallida] sesión de investidura de Feijóo, Sánchez rechazó replicarlo y mandó a Óscar Puente a hacer un discurso faltón y agresivo”, enumeran. “Miguel [Tellado] dice las cosas que el jefe no puede decir y encaja los golpes que el jefe no debe encajar. Ya nos gustaría citar a Cánovas en los discursos y que las sesiones fueran instructivas y amables, pero el Gobierno está haciendo lo que está haciendo y el nivel es el que es, y con eso hay que pelear. Su trabajo es proteger a Feijóo, y él protege a los de arriba y protege a los de abajo, como a los diputados de la enmienda”.

La utilización política de los muertos de ETA, sin embargo, ha dejado traspuestos a varios de los diputados a su mando. Creen que la imagen de Tellado levantando el cartel con las caras de las víctimas socialistas del terrorismo le perseguirá.

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Pablo Monge
<![CDATA[La verdad de Dani Martín: “Vivo en un desequilibrio emocional. Me acompaña y me merma”]]>https://elpais.com/eps/2024-10-13/la-verdad-de-dani-martin-vivo-en-un-desequilibrio-emocional-me-acompana-y-me-merma.htmlhttps://elpais.com/eps/2024-10-13/la-verdad-de-dani-martin-vivo-en-un-desequilibrio-emocional-me-acompana-y-me-merma.htmlSun, 13 Oct 2024 03:40:00 +0000—¿Qué haces? —pregunta Dani Martín.

—Escribo en las notas del móvil un sms que quiero enviar.

—Pero escríbelo ya en la aplicación.

—No, es un mensaje muy delicado que quiero releer y corregir, elegir bien las palabras, y se me puede enviar antes de tiempo.

—Pero entonces no es espontáneo, no es lo que te sale. ¡Hay que ser de verdad, ser tú!

Es inútil explicarle que hay verdades que necesitan asomarse de otra forma, y que ciertos espíritus manejan las palabras como cables de artificiero. Pero dentro de la reflexión de Dani Martín (Madrid, 47 años), que está en el restaurante Lúa de Madrid frente a un plato de verdinas y un vaso de agua con gas, deambula su vida entera y su carrera de éxito. Lo que me dé la gana, tituló su último álbum original en 2020, y así es con todo. Auténtico sin que eso signifique agradable, verdadero sin que puedan existir otras verdades que casan mejor o peor que la suya; él es él. Lo único cierto es que después del éxito desmedido de El Canto del Loco, de ser estafados por su anterior mánager —que pagó con cárcel— y de disolverse en una separación que miles de fans no superan, Martín volvió a salas pequeñas, remontó a las medianas y, años después, acaba de llenar ocho días el WiZink Center para finales de 2025. Unas 140.000 entradas vendidas en cuestión de horas, un hito sin precedentes en la música española (al poco incorporó un noveno y décimo día, cuyas localidades también ha agotado). A los himnos de El Canto del Loco se sumaron otros, ya en solitario, y ese camino lo ha hecho de una forma tan insólita que su fama es aún mayor que entonces, cuando era el líder del grupo. Lo ha hecho sin concesiones artísticas, sin peajes mercantiles, escribiendo en los sms lo que le salía de dentro, sin cálculos de riesgo, sin medir daños ni amor: vomitando. No es raro que este nuevo disco se titule El último día de nuestras vidas. En la vida apacible de este hombre que sale de su casa al amanecer a caminar hora y media y lee la prensa de papel desayunando, casi siempre es el último día.

El que fuera líder de El Canto del Loco pasea por una playa cercana a Zahara de los Atunes, en la costa gaditana, donde suele pasar los veranos.

El pianista Iñaki García dice que Dani Martín es algo a estudiar: “Tiene éxito sin estar de moda”. “No renunciaría a mi verdad”, dice Martín hacia el final de la entrevista. “Y creo que mi verdad es la que me ha traído hasta aquí. Y de repente el haber mostrado tu verdad hace que un ramillete de canciones sea a lo que te puedas agarrar”.

Después del verano de 2023, el músico se subió a la báscula: 94,7 kilos. “Nunca había llegado a 90. Así que me encerré en casa, dejé de beber alcohol y me puse a comer sano, mucho, una dieta antiinflamatoria”, dice. Perdió 31 kilos. Su determinación describe bien el carácter del cantante de la última gran banda española, El Canto del Loco. “Hay a gente que le sienta mejor el alcohol y hay a gente que le sienta peor; a mí no me sienta del todo bien. Y ahora soy mucho más feliz”, concluye. En unas semanas volverá a boxear.

Esa vida pacífica de estrella del rock que mira los excesos a distancia la dinamita en el estudio, donde no deja títere con cabeza. En febrero de este año lanzó ‘Ester Expósito’, una canción dedicada a la famosa actriz española en clave paródica: el cantante maduro que observa a la chica de moda bailando un viejo éxito suyo, le suplica dedicarle un hit pero ella ya está a otras cosas, por ejemplo Arón Piper, otra joven celebridad como ella. Hubo división dramática de opiniones y Martín fue objeto de artículos durísimos en los que se le acusaba de babosear a una chica a la que doblaba la edad. No se pronunció en público, aunque en privado alabó un artículo de Jimina Sabadú en EL PAÍS (“lo mejor que se ha escrito, con humor, en la misma clave en que se canta”, dijo). “La canción (que está muy bien)”, escribe Sabadú, “la bailarán señoras de mediana edad en karaokes de barrio y fiestas de pueblo, soñando que eso de ‘por qué no me miras si la escribí por nosotros’ se lo dice Martín a ellas. Esas señoras, su público, jamás se cruzarán con Dani Martín, ni sus hijos con Ester Expósito”. Y Martín, ¿qué dice hoy? “Que haya gente que no entienda absolutamente lo que estoy diciendo es su problema, ¿no?”, dice.

“No siento nada por la música actual”, canta en ‘Novedades viernes’, una de las canciones del álbum nuevo. “Estamos medio muertos copiando ese modelo, sacar un single para petar (…) Un poco de autotune, estrofa pegadiza y en el medio un poco de rap”, canta con un poco de autotune. “Muchas reproducciones, ni tiques ni pabellones: es lo que os suele pasar. Hacéis el WiZink Center en la fiesta de Los 40 y no lo volvéis a pisar”, canta antes de cambiar el paso: “Esta parte se os da muy bien, sobre esta base componéis sobre unos diez. Aquí decís lo que tenéis, habláis de oro y de los coches que no tenéis (…) Sois tan borregos que no lo veis: me dais ternura, juguetitos de papel”. Sí, Dani Martín ha vuelto. “Si la vida me diera solo dos últimas opciones y esas fueran hacer una canción reguetonera de estas de moda de ahora o morir, elegiría morir”, escribió en Twitter en 2016 provocando un escándalo que se prolongó días.

El 8 de noviembre, Dani Martín publica su nuevo álbum, 'El último día de nuestras vidas'.Dani Martín comenzó su carrera en solitario tras la disolución de El Canto del Loco en 2010.Dani Martín.

Hay humor en ‘Novedades viernes’, donde también carga contra las “colabos” [colaboraciones], pero casi ni se ve por la mala hostia que lleva el tema.

Me da igual. El que sea inteligente lo sabrá recibir. Y el que no, se lo tomará como si yo fuese juez y dictase sentencia. Y es algo más simple: mi hartazgo. También habrá gente que piense: “Alguien tenía que decirlo”. Yo no me siento identificado con esa música, ni me siento identificado con la prostitución que veo en parte de la industria. Siempre ha sucedido: un fenómeno funciona y todos nos dejamos llevar. Pero Rosalía también es un fenómeno y está bien que nos dejemos llevar por ese fenómeno: hay unas bases, hay un porqué, juega con todos los sonidos. Pero este otro tipo de musiquita facilona que se ha colado en nuestras vidas no la soporto.

¿No habrá quien piense eso de El Canto del Loco?

Pero El Canto del Loco aparece en un momento en el que solo hay solistas. Es más, cuando a mí me van a fichar, me dicen: “¿Por qué no lo sacamos contigo de solista?”. Y yo digo: “No, somos una banda”. Era la época de Raúl, de Alejandro Sanz, de Carlos Viza, yo qué sé, de un montón de solistas y apenas grupos. Y aparecimos nosotros con una propuesta como la que hubo en los ochenta con Duncan Dhu, Hombres G, Los Ronaldos, Gabinete Caligari y tantos. Y lo que surgió en nuestro momento no fue un fenómeno como lo que hay ahora con el reguetón. Pero bueno, da igual si molesta. No voy a sacar una canción del disco por lo que pueda alguien pensar o por quién se pueda enfadar.

¿Por qué titula el álbum, y el single, El último día de nuestras vidas?

Porque hay una falta de amor por el presente tremenda. Mucha red social, mucha mirada rompiendo la cuarta pared. Este disco es un grito: está pasando la vida y nos estamos olvidando de ella. Se trata de disfrutar de tu hijo, no de estar haciéndole fotos todo el rato para compartirlas. Ni de lo que comes, lo que meriendas, lo que desayunas, lo que cenas, dónde están, con quién están, por qué están, hasta qué hora estarán.

Se ha vuelto un poco gruñón.

El disco está lanzado desde el sentido del humor. Pero soy un poco gruñón y un poco cascarrabias. Me toca ser ya un poco gruñón. Estoy en esa edad.

Redes sociales.

Si cada vez que dices algo vas a ver lo que han escrito después, acabas loco. Y te haría componer condicionado. Cuando saco un disco me quito las redes [sociales] del teléfono y no veo lo que la gente pone. En los sesenta, los Rolling Stones tiraban una televisión por un balcón y al día siguiente no se ponían a mirar a ver si le había parecido bien o mal a la gente. No se puede ser un artista si lo primero que busca es satisfacer a sus fans.

En 2018 acudió como invitado a La resistencia de David Broncano. Le llevó un regalo: la tarjeta platino de El hormiguero con la que podía entrar cuando quisiera en el programa de Pablo Motos. ¿Va a ir a alguno de los dos a promocionar el disco?

¡A los dos! Estoy invitado a los dos, vamos [sonríe], no creo que haya ningún problema.

Tiene 47 años. Ha vivido la edad de oro del vinilo, del casete, del cedé. Vive en la edad de oro de Spotify.

Para mí, el disco físico es sagrado. Y por eso ese día [8 de noviembre, lanzamiento del álbum] es muy especial. Sacamos cuatro formatos, los cuatro deluxe [incluye fanzine, libreto, vinilos y casetes, todo con el diseño de la ilustradora Bego Martín]. Que alguien se duche, coja el coche, lo deje en un parking, suba a la última planta del centro comercial y en el último cajón vaya a encontrar tu disco ahí, al lado de las almendras, creo que merece una atención, un cuidado, un mimo. Quiero darle valor a lo físico, a lo tangible. Es romántico, es valorar las cosas. Leer lo que pone ahí: lo que a mí me ha generado hacer ese disco, qué personas están dentro de ese proyecto, cómo se ha hecho, por qué se ha hecho.

Es el álbum desde Pequeño (2010) en el que más canciones hay escritas por Martín. Muchas compuestas durante la pandemia, en el encierro. De ahí que haya muchos viajes, mucho deseo de encontrar a alguien en un bar que le haga mover las tuercas, y ligar por Instagram (y una carga de dinamita contra el uso de esa red para el postureo en ‘Burning Man’: “Qué fácil la vida brilli brilli, siempre estáis felices, I don’t believe it. Os etiquetáis en vuestros reels, donde celebráis, donde mentís”. “La canción habla de a qué se va a agarrar ese chico o esa chica que hoy son influencers. Dentro de unos años va a salir alguien mucho más guapo, mucho más joven, y habrá redes que parezcan cementerios de muertos vivientes”, dice.

También hay muchas calles y mucha vida de Madrid, su ciudad: ‘Malasaña’ se titula una canción en la que aparece el Vía Láctea, en otra están el Café Berlín y el restaurante Lúa, donde transcurre esta entrevista y donde tuvo hace unos meses Martín una cita con una chica. “Me cagué vivo, como cuento en la canción. Hubo un momento en que ella me dijo: ‘Arre o so’, y me cagué, y ella se acabó marchando a Jávea con un surfista”. La canción que lo cuenta se titula ‘Surfista’. Y hay un tema autobiográfico, confesional, titulado ‘Perla Perlita’, en el que Dani Martín cuenta lo que se dice de él: “Dicen que tuve un pasado en la ruina, y una novia en el sur”.

De joven proclamaba que la pareja y los hijos, y la rutina, igual estropeaba sus canciones.

Sigo estando desestabilizado. Y yo creo que el desequilibrio emocional ayuda mucho a que siga habiendo barbecho. Si no hay barbecho, no hay cultivo. Vivo en un desequilibrio emocional.

Dani Martín se puso a dieta (bajó 31 kilos) y dejó de tomar alcohol. “Ahora soy mucho más feliz”, dice.

¿Pero le acompaña? ¿O le merma?

Me acompaña y me merma. Sigo con el psiquiatra [es una de las personas a las que dedica el disco, “por tanta ayuda a canalizar mi vida”]. Sigue habiendo estigma, ¿eh? Te lo titulan como si fuese un problema. El titular “Dani Martín tiene un problema de salud mental” te garantiza lecturas. Pero ir al psiquiatra es una decisión de vida, puedes tener problemas e ir a solucionarlos o puedes intentar evitarlos yendo.

A finales de septiembre, Martín anunció su primer álbum original desde 2020 con un cortometraje ideado por él mismo donde reúne dos caballos de batalla: su apoyo a las instituciones de salud mental y su guerra contra el clickbait. El motivo fueron los titulares que contaron que el cantante abandonaba la música debido a sus problemas de salud mental; con esos titulares y un puñado de amigos, Martín tira de humor y se presenta encerrado en un psiquiátrico del que sale, porque los medios de comunicación le dan permiso, para volver a la música.

“Se hace muy pesado y muy agotador no tener una estabilidad emocional. Pero al creador la tranquilidad y el sosiego no le ayuda. Los grandes discos se han creado en el caos, en grandes caos”, dice Dani Martín, dos aros en las orejas, pelo teñido de rubio y acompañado, a distancia, por María Amaro, la jefa de su oficina Puercoespín, la mano derecha por quien todo pasa y de quien todo sale, cabeza del núcleo duro del cantante junto a Nacho Jara y Javier González. Pide otra agua con gas. “A mí no beber no me aleja de la gente, de las vivencias. Sigo siendo un caos en el amor, un caos en la convivencia. No he aprendido ni a convivir ni a saber de qué manera puede una relación ser duradera”.

¿Cuál fue la más duradera?

Cuatro años. El problema está en mí. Y está también en algo que la sociedad ha instaurado: formamos parte de una generación que ha aprendido a funcionar de una manera, y ese miedo al compromiso, ese miedo a que se metan en nuestras decisiones, es lo que ha hecho que yo no haya permitido que una relación haya durado. Pero echo la vista atrás muchas veces, en mi soledad, y me doy cuenta de algo bonito, y es que sigo teniendo relación con las mujeres que formaron parte de mi vida.

¿Es buen ex?

Yo creo que sí. Estos días veía, por ejemplo, la serie Locomía, en la que sale Blanca Suárez [Suárez y Martín fueron pareja en 2014]. Y pensaba: “Cómo quiero yo a esta tía y cómo nos dieron por el culo los paparazis”.

“Cuando saco un disco me quito las redes [sociales] del teléfono y no veo lo que la gente pone”, dice el músico madrileño.

¿Fue la peor relación mediáticamente?

Sí, fue un desastre con los medios. Un día los dos nos dimos cuenta de que estábamos exhaustos de bregar con esa situación. Diecisiete coches persiguiéndonos constantemente. La relación se acabó por eso: había demasiada información sobre nosotros todo el rato. Mi padre siempre me decía: “Acuérdate de que eres un llenapáginas, no le des importancia a eso”. Pero, hostia, estuvimos a punto de matarnos en el coche un par de veces. Siempre había alguien detrás. Yo necesito vivir una vida normal, natural. A mí me generó un pánico terrible aquello.

Tripitió primero de BUP mientras su hermana Miriam sacaba sobresalientes y sus padres trabajaban los dos y llegaban a las once de la noche a casa. La vida dio muchas vueltas, también de campana: años después, su hermana, ya veterinaria, falleció súbitamente, y a ella le ha dedicado canciones impresionantes tal que ‘Cómo me gustaría contarte’. De chiquillo Dani Martín bebía cerveza, fumaba y pasaba en la calle las horas mientras soñaba con tener un grupo de música. Le había volado la cabeza Los Ronaldos (“fue un cohete que vi salir”), y a falta de tener grupo propio, inventaba nombres que escribía en un folio: Los Pomelos, Rosa Negra. “Sin Comentarios fue mi primer grupo de adolescente, y luego recuperé el nombre de Rosa Negra para mí, en solitario, con dos músicos”, dice. El Canto del Loco empezó con él estudiando en la Escuela de Interpretación Cristina Rota. Arrasó con todo porque primero el grupo arrasó con ellos. “Lo que yo sentía ensayando con mi primera banda en El Escorial no podía competir en nada con un viaje de colegas, una discoteca en Ibiza, lo que fuese: el estadio superior era ese momento, los colegas y los ensayos. Y así sigue siendo”.

¿El primer bolo?

En Al’Laboratorio, en la calle de Colón de Madrid, donde tantas bandas han empezado. Luego Siroco. Y más tarde en un bar en Antón Martín, en un sitio que se llamaba Up-Part. Ahí ya estaban ‘Pequeñita’, ‘Eres un canalla’…, algunas canciones del que sería el primer disco.

¿Y cuándo ve usted al público por primera vez?

Es que el público eran 40 personas, los colegas del barrio, los compañeros del grupo de teatro, las familias.

¿Le parece que la crítica, 20 años después, empieza a considerar a El Canto del Loco?

Mira, no sé. Hace poco que un crítico me contó que se había encontrado con Diego Manrique [crítico musical de EL PAÍS], y que se miraron los dos y dijeron: “Joder, qué injustos fuimos con El Canto”. A mí me generó inseguridad que el nivel del éxito fuera contrario al de la credibilidad. Pero al público no le llegó a pasar. Al público no le influyeron las críticas. No convencieron a los chavales que dejaran de ir a vernos. Creo que lo contrario. Sus críticas no convencieron y nosotros sí que convencimos por lo menos a tres generaciones.

Y sigue.

Hace unos días en el Real Sociedad-Real Madrid vi a Mbappé y Vinicius sentados en las escaleras del túnel de vestuarios. Antes de salir a jugar un partido no puedes estar sentado en unas escaleras. Se está de pie aunque lo hayas ganado todo, como Nadal. Ahí está la diferencia para mí. Porque cuando te dejas ir, la buena suerte también se marcha. Y a esa hay que regarla cada día.

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Pablo Zamora
<![CDATA[Wimbledon 2008, la gran conquista de Nadal ]]>https://elpais.com/deportes/tenis/2024-10-11/wimbledon-2008-la-gran-conquista-de-nadal.htmlhttps://elpais.com/deportes/tenis/2024-10-11/wimbledon-2008-la-gran-conquista-de-nadal.htmlFri, 11 Oct 2024 03:15:00 +0000Roger Federer llora dirigiendo la mirada al trofeo que acaba de perder. Parece sorberse incluso los mocos. Es una imagen que agota los adjetivos. Es una lección inmensa, probablemente la mayor que haya dado un campeón. Fue en Australia 2009. Roger tiene en la muñeca un reloj de su patrocinador que se ha puesto al acabar el partido. Ha cumplido el contrato y cree haber cumplido una época, pero no, solo ocurre que la época ya no es solo suya. Todas esas lágrimas las reprimió un año antes, en Londres. Allí Federer defendió la corona en la superficie que le había dado gloria y honor, y Nadal la asaltó con la violencia con la que los ejércitos jóvenes levantan un imperio. No fue un partido, fue Guerra y Paz. El campeón defendió a trastazos su brizna de leyenda en el pasto donde la crio y le dio forma y el aspirante exhibió la fortaleza mental de una apisonadora que avanza con la seguridad de un panzer. Llovió y se hizo de noche, y desde que los dos salieron a la pista hasta que acabaron pasaron siete horas, cinco sets y dos tie-breaks.

Fue el mejor partido de la historia del tenis. Hay que verlo cada cierto tiempo. Se siente la electricidad, la lluvia, el olor del pasto, la noche, y dos leyendas en su mejor momento de siempre: dos estilos, dos culturas, dos civilizaciones del tenis construidas en paralelo y destinadas a poblar las mismas pistas en las mismas fechas. El primer punto de partido de Nadal lo resolvió Federer entre tinieblas restando a la línea; así se va gestando uno la fama. En el quinto set y con Federer arriba, pero Nadal sacando para empatar a siete juegos, juegan un punto ridículo, disparatado, en el que Nadal mata en la red con todo lo que tiene y Federer pone la raqueta por poner algo, y resulta que su devolución se va casi a la línea (el público de Londres chilla, ya no sabe dónde meterse), y Rafa, en lugar de irse una décima del partido, reemprende el punto como si nada hubiese pasado y lo acaba con una derecha a la que Federer, estupefacto, ni responde corriendo.

En Australia volvieron a encontrarse en el quinto set y Nadal pasó por encima sin muchas consideraciones; lo peor del hambre es que uno delante de la mesa pierde las formas. Fue cuando al acabar el partido Federer empezó a llorar. En ese momento de su vida Federer hubiera cambiado las riquezas del mundo por un set que lo devolviese a la cima, en la que ya no estaba. Borges escribió: “Sólo es nuestro lo que perdimos (...) Todo poema, con el tiempo, es una elegía. Nuestras son las mujeres que nos dejaron, ya no sujetos a la víspera, que es zozobra, y a las alarmas y terrores de la esperanza. No hay otros paraísos que los paraísos perdidos”.

Roger Federer y Rafael Nadal, durante la final de Wimbledon, el 6 de julio de 2008. Roger Federer, en una acción durante la final de Wimbledon del año 2008, el 6 de julio.Rafael Nadal remata durante la final de Wimbledon, el 6 de julio de 2008. Rafael Nadal y Roger Federer, durante un descanso en la final de Wimbledon, el 6 de julio de 2008.Rafael Nadal muerde el trofeo de Wimbledon, el 6 de julio de 2008.Rafael Nadal sostiene el trofeo de Wimbledon, después de vencer al suizo Roger Federer en la final, el 6 de julio de 2008.

Federer lloró como habría llorado hace 20 años en alguno de esos torneos alevines de Basilea. Probablemente hay alguna foto de él con las manos en jarra, la cara encharcada en lágrimas y la mirada perdida en una copa que levanta el rival. En su tránsito hacia la leyenda, no se sabe cómo, Federer mantuvo intacto al niño que cogió la primera raqueta. ¿Y Nadal? Nadal llevaba entonces sólo cinco años en la élite y ya dominaba el mundo. Lo hacía de una manera insólita y apasionada, la única manera con la que podía mordisquearle la concentración blindada de Roger Federer, que era pura danza, el último gran revés a una mano de la historia del tenis (esperemos que aparezca otro a la altura: qué belleza fascinante tiene ese golpe).

“Por muy fuerte que se golpee la bola, los mejores jugadores siempre son jugadores de control. Tú no ves jugadores muy top que no sientan extraordinariamente la bola. Porque al final los partidos se deciden en pocas bolas y los jugadores con más sensibilidad en la mano son los que tienen más regularidad, los que están arriba, los que aparecen en las rondas finales”, dijo a EPS hace casi un año.

“Con todos mis respetos hacia Rafa, pero creo que habría sido mejor si hubiera ganado yo”, dijo Federer sobre Wimbledon 2008 en un discurso famoso, el de la graduación de la Universidad de Dartmouth. “En 2008 buscaba mi sexto título consecutivo en Wimbledon, un récord, jugaba para hacer historia. Pero si miro atrás, siento que perdí desde el primer punto del partido. Miré tras la red y vi a un tipo que unas semanas antes me aplastó en tres sets en Roland Garros y pensé: ‘este tipo tiene más hambre que yo’. Y finalmente logró ganar y quitarme el número uno. Pudo conmigo hasta el tercer set, antes de que lo recordara: ‘¡oye, amigo, eres el cinco veces campeón defensor! Y estás jugando en hierba. Ya sabes lo que tienes que hacer’. Pero reaccioné tarde y Rafa ganó, y fue muy merecido”.

No quedó nada de ellos sobre la pista en Londres. Tampoco de quienes seguimos aquel partido. El adiós de Rafa Nadal, el mejor deportista español de la historia, 20 años en la élite, solo los dos últimos fuera de las finales, un hombre agotado por su propio cuerpo, deja un poso de aquella tristeza fantástica de Bradomín en la Sonata de Otoño de Valle-Inclán: lloramos como dioses antiguos al extinguirse su culto.

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HUGO PHILPOTT
<![CDATA[Andrés Iniesta, nuestra alegría del pueblo]]>https://elpais.com/opinion/2024-10-09/andres-iniesta-nuestra-alegria-del-pueblo.htmlhttps://elpais.com/opinion/2024-10-09/andres-iniesta-nuestra-alegria-del-pueblo.htmlWed, 09 Oct 2024 03:00:00 +0000Si escribes “la alegría del pueblo” en Google solo sale Manuel Francisco dos Santos, Garrincha, uno de los mejores futbolistas de siempre, un prodigio campeón del mundo dos veces que tenía una pierna más corta que otra, la columna torcida y el conocimiento justo sobre las reglas (“un débil mental incapaz de comprender el fútbol”, según el psicólogo de la selección brasileña). Murió alcoholizado a los 49 años; hace poco se descubrió que su cuerpo no estaba en la tumba y hoy su cadáver se encuentra en paradero desconocido: “Garrincha sigue regateando desde el cementerio”, titularon en Brasil. Le llamaban Alegria do Povo porque era una fiesta de engaño y burla, el fútbol del balón de trapo entre mil piernas, los fuegos artificiales de los que nada tienen y, cuando a Garrincha le llegaba el balón, de repente lo tenían todo. “Por las alegrías que le das al pueblo” fue el verso con el que Andrés Calamaro encontró la mejor manera de definir la relación de Maradona con Argentina, aquel niño pobre de Villa Fiorito que se convirtió en semidios, drogadicto desde chaval y que, con un balón (“la pelota no se mancha”), vengó una guerra, levantó anímicamente un país entero y le dio a su gente una felicidad que desconectaba, cuando Diego paraba el balón, de los problemas reales y las tragedias personales. “Llenó alegría en el pueblo, regó de gloria este suelo”, le cantaron. Hay jugadores que unen su destino de forma inesperada al de un país; disuelven diferencias entre rivales históricos, entre clases sociales, entre gente que pensaba que jamás se podría abrazar al que tiene enfrente. El estilo de juego de Andrés Iniesta era puro amor porque jugaba como se sueña jugar de niño. Quizá no haya sido el mejor futbolista de la mejor España, pero sí fue nuestra alegría del pueblo, el chico que quisimos ser todos en Sudáfrica cuando se encontró botando un balón y le pegó con todo lo que nunca llegamos a ser, ni como jugadores ni como país, y que sin embargo fuimos, gracias a él, durante días irrepetibles.

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Alejandro García
<![CDATA[Llevarse bien y mal, qué preocupación ]]>https://elpais.com/deportes/futbol/2024-10-07/llevarse-bien-y-mal-que-preocupacion.htmlhttps://elpais.com/deportes/futbol/2024-10-07/llevarse-bien-y-mal-que-preocupacion.htmlMon, 07 Oct 2024 03:15:00 +0000La primera derrota europea, las lesiones y la buena marcha del Barcelona líder están frustrando uno de los más divertidos debates que se producen en el Madrid cuando hay bonanza de fichajes: las estrellas se llevan mal. No es el hecho de cómo se lleven lo que lo hace divertido, sino el proceso. Exige una lupita quisquillosa sobre los jugadores en los vídeos de los entrenamientos, en los partidos y en las salidas de sus comidas o cenas por Madrid que delate, siguiendo lógicas endiabladas, una aversión. Cualquier mirada (aquella miradita de Mbappé a Endrick, tan viral, como las miradas de Sánchez a los Reyes que para la prensa ultra demuestran la existencia de un golpe de Estado en marcha), cualquier aspaviento, un pase claro que no se da, un saludo que parece, desde Pontevedra, bastante frío... todo es susceptible de crisis en el vestuario, uno de los eufemismos más sugerentes cuando hay vestuario.

Es por ello que, cuando los partidos atraviesan tramos aburridos, como el de este sábado contra el Villarreal, entretiene seguir otro partido que yo llamo el de los afectos: quién mira a quién, quién abraza el primero en los goles y quién el último, quién defiende primero al compañero de los árbitros o de los rivales. Por supuesto, quién comparte stories y reparte likes en Instagram, quién comenta y qué comenta. Es una disección inútil y sin resultado, pero sirve para pasar el rato, un debate sin recorrido que ya zanjó Cristiano I El Sabio cuando dijo aquello de que él no era de cenitas ni de besitos ni de amigos: al trabajo se va a ganar, a hacer lo mejor para el equipo, a aparcar tus sintonías personales por la colectiva.

En todo eso pensaba cuando este fin de semana en Córdoba La SER organizó un congreso en el que se habló de polarización, que es una cosa que ha existido siempre, lo que ocurre es que los medios tendemos a tratar lo actual como si fuese nuevo. Quiénes se llevan bien y quiénes mal, qué consecuencias puede tener eso y por qué nos tiene que importar. Por supuesto, el asunto era serio y este no tanto; miren Dani Carvajal, futbolista de la polarización deportiva y política. Jugador al que el antimadridismo tiene en el punto de mira y sobre el que se ha creado una extraordinaria presión: una lesión grave ha servido para saber que esa polarización en torno a él tenía mucho de estético. Amor, paz y buenos deseos de jugadores y aficionados rivales.

Llevarse bien o mal es una cosa bastante sobrevalorada que suele servir nada más que para debates muy hinchados, muy llamativos, pero puramente superficiales. Llevarse bien o mal sirve para saber con quién juntarse fuera del trabajo, pero en el trabajo, salvo superiores averiados mentalmente que te pueden destruir la vida, solo sirve para estropear ese trabajo si eres mal profesional. El “no se aguantan” aplicado a jugadores de élite produce cierto sonrojo, sobre todo si es verdad: imagina que te preocupe o que le preocupe a ellos.

Pocas cosas unen más que la competición. Una de las escenas que más estremece del documental sobre Luis Enrique que ha estrenado Movistar es la que describe el momento en que el jugador Luis Enrique acaba su carrera. Ni sus hijos le recordarán en el campo, dice, ni él sabe muy bien qué hacer después, sino competir. ¿Tú sabes lo “amigo” que te puedes hacer de alguien que compite por las mismas cosas que tú con la misma camiseta que tú? ¿Sabes cuánto puedes querer a un tipo que no aguantas cuando te da una asistencia de gol? El fútbol es un deporte tan absurdamente feliz que no está reñido con la enemistad, de existir, ni con la paranoia de sus aficionados, más frecuente.

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Susana Vera